Carlos Coca Durán
La Biblioteca Nacional de España nos daba una bonita sorpresa, sólo hace unos meses, al poner a pública disposición de los usuarios la digitalización de los números del semanario ¡Campo Libre! pertenecientes al año 1936.
Aunque para consultar los ejemplares del año anterior (el periódico vio la luz el 29 de junio de 1935), sigue siendo necesario acudir a las hemerotecas madrileñas, consultar con paciencia los microfilmes del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca o solicitar la siempre presta colaboración de los archiveros del IISG de Ámsterdam (en mi caso, debo agradecer al historiador Fran Andújar y al portal Ser Histórico la gran ayuda ofrecida), tener de una manera fácil una parte de esta histórica cabecera, nos facilita mucho la tarea a investigadores, filólogos e interesados en un período clave de la historia social española.

¡Campo Libre!, una publicación próxima a la ideología anarquista y vinculada al mundo rural, nos acerca a una época pasada cuando el idealismo y las letras alcanzaron su cénit en esa Edad de Plata de la cultura de nuestro país.
Y en este importante periódico, de tirada nacional y que tuvo miles de lectores, la provincia Zamora estuvo muy presente entre sus páginas. El artista Baltasar Lobo (1910-1993) formó parte de su equipo de redacción desde sus inicios, y por sus números pasaron también las vivencias y sensaciones de los campesinos e intelectuales zamoranos más luchadores.
Baltasar Lobo probablemente tuvo en el semanario ácrata su primer cargo profesional destacado. Él fue el encargado de realizar varios dibujos con regularidad y esas ilustraciones, en blanco y negro, adornaron así las columnas de ¡Campo Libre! Incluso, entre sus anuncios, encontramos una lámina a color dedicada al campesinado luchador (anunciada ya en abril del 36), obra del autor, cuyos beneficios servían para financiar la publicación. Asimismo, Lobo redactó algún artículo donde se observa su idealismo y confianza plena en las redentoras propuestas anarcosindicalistas.
El escultor de Cerecinos de Campos dejó la llanura cerealista zamorana para recorrer Madrid, ya que la redacción del periódico estaba en la capital. Y desde allí ayudó a dar voz a los hijos de los surcos y el arado.
Más tarde, durante la guerra civil, Lobo siguió dedicándose a la ilustración en diferentes publicaciones libertarias y participó en las organizaciones anarquistas (intervino en el Comité Peninsular de las Juventudes Libertarias, junto a Eustaquio Rodríguez y Gregorio Gallego), además de en las milicias confederales. Su compañera, Mercedes Comaposada Guillén, estuvo entre las fundadoras de la Agrupación y revista Mujeres Libres.
En este artículo, nos ocupamos de los contenidos del semanario ¡Campo Libre!, previos al golpe de Estado militar de julio de 1936. Una publicación necesaria para comprender una parte de nuestro pasado más transformador. En primer lugar, llama la atención el interés por la literatura, el arte o las ciencias de una publicación dirigida especialmente a las clases trabajadoras rurales. Leyéndola, se perciben sus pretensiones de formación y superación intelectual.
Sus ejemplares muestran las inquietudes y los intensos debates sobre derechos sociales y laborales que recogía la cabecera anarcosindicalista: la crítica a la pena de muerte, la emigración del campesinado a la ciudad, la problemática causada por los latifundios en los jornaleros, un incipiente feminismo, su firme defensa por la abolición de la prostitución, el análisis del tradicional colectivismo agrario en el campo español, las tesis del sindicalismo revolucionario, su absoluta autonomía con los distintos partidos políticos, la ineficacia de la reforma agraria burguesa republicana, la conciencia anticlerical, los peligros por el ascenso del fascismo, la necesidad de la revolución social, etc.
Por otro lado, no sólo un joven Lobo fue el único artista zamorano que participó en la publicación. Un dibujante toresano, Luis García Gallo (1907-2001), también realizó ilustraciones y viñetas para ¡Campo Libre! Además, un prestigioso periodista, natural de Villanueva del Campo, Jacinto Toryho (1909-1989), firmó algunos de sus artículos; uno de ellos, “Los pueblos, abandonados” (publicado el 17 de agosto de 1935), rezuma aún hoy actualidad, allí culpabilizó directamente a políticos y a caciques del atraso endémico de nuestro mundo rural.
Las hojas de ¡Campo Libre! sirvieron para denunciar los abusos que las autoridades y clases privilegiadas cometieron contra la población en varios pueblos: Mayalde, Losacio de Alba, Requejo de Sanabria o Villalpando, son algunas de las localidades zamoranas a las cuales el semanario dio voz. La represión sufrida por los campesinos de Villalpando ocupó unas cuantas columnas.
Especial cobertura mediática tuvo Losacio, un pueblo que por aquel entonces recibió a muchos trabajadores (foráneos y locales) que acudieron a emplearse en las obras de la vía del ferrocarril hacia Galicia. Los habitantes de este pueblo de la sierra se sintieron acogidos en la publicación y allí mostraron sus preocupaciones, denunciaron las injusticias y contaron con orgullo la crónica de sus actividades (desde la creación de una biblioteca popular, a la celebración de un matrimonio laico). Llegó a tener un corresponsal en la localidad.
Una de las secciones fijas del periódico, titulada “La voz de los pueblos”, recoge muy bien ese sentir rupturista y la extensión del asociacionismo solidario. Y una nutrida red de suscriptores y paqueteros mantenían la distribución y financiación de una forma eficaz, con activos participantes en la provincia de Zamora.
La prensa en los años 30 gozaba de una gran importancia. Además, las lecturas colectivas eran algo cotidiano, por ello, no es complicado imaginar como cada ejemplar de ¡Campo Libre! era compartido, debatido y leído en voz alta, con diligencia en los tajos y en los ateneos obreros.
Leer en la actualidad los números de cabeceras históricas ácratas como ¡Campo Libre!, Estudios, La Revista Blanca, Tierra y Libertad, Solidaridad Obrera, CNT, Tiempos Nuevos, Mujeres Libres, Pentalfa o La Tierra, nos transporta a un mejor conocimiento de nuestra tierra y a descubrir a una serie de referentes olvidados que, poco a poco, son rescatados con calma de las hemerotecas.
Por las hoy amarillentas páginas de ¡Campo Libre!, pasaron los anhelos, triunfos y derrotas de toda una generación, irrepetible y romántica, que nos precedió no hace tantos años. Unas personas que intentaron cambiar el mundo a su manera, con sus aciertos y también muchos errores, y que emplearon los mejores años de sus vidas para dejarnos escritos los primeros renglones de unas fascinantes historias aún por narrar.