José Manuel García Sanz

La lectura del artículo que, bajo el título “Venceréis, pero no convenceréis” y la rúbrica de mi Amigo y Compañero Rafael Sánchez García, se inserta en la página 24 de la revista ORTO n.º 215 (oct.-dic. 2024) haciendo alusión a uno de los muchos “conflictos” que se arrastran entre las diversas “facciones” que se reclaman continuadoras (o, más bien, “herederas”) de la primigenia CNT de España, me ha decidido, atendiendo en parte a la petición que Rafa realiza en su escrito, a insertar mi “visión del asunto”.
Tras 46 años ininterrumpidos de militancia (1 de agosto 1978 – 1 de agosto 2024) en la CNT de Candás – Asturias, que aún se mantiene en una de las “facciones” que se reclaman del Anarcosindicalismo, creo tener el suficiente “conocimiento de causa” como para poder opinar al respecto. No va a ser sencillo ni corto puesto que se torna, creo, oportuno mencionar y analizar diversos acontecimientos. Tendré que intentar condensar lo máximo que pueda y, por tanto, pasar “casi de soslayo” por “encima” de ellos y limitándome a mencionarlos. Considero, no obstante, que, quienes así lo desearan, tendrían suficientes fuentes donde “investigar”, pues sobre todos ellos se ha vertido tinta “de sobra”.

Tras su creación en 1910, la CNT de España se desarrolló como la “mayor” Organización Anarcosindicalista de la historia (o, al menos, la que más “logros revolucionarios” ha cosechado a lo largo de la misma), que tan sólo pudo ser vencida, a sangre y fuego, tras el levantamiento fascista de Franco en España, por la fuerza de las armas y con la colaboración de algunos “supuestos aliados antifascistas” de la IIª República española.
Antes del “golpe de estado”, mal llamado “guerra civil española”, la CNT celebró 4 Congresos regulares. En ellos se fueron perfilando los pasos a seguir para la consecución de una sociedad más igualitaria (en lo económico y lo social), más libre y más justa.
El carácter supuestamente “Libertario” de la organización impedía, en cierto modo, que esta pudiera prefigurar un modelo “definitivo” de sociedad por cuanto ello pudiese suponer de “convertir el medio en fin en sí mismo”. Y así, desde el principio, se hicieron notar al menos dos grandes “sensibilidades” dentro de la Organización: una que podríamos denominar “posibilísta”, que abogaba por, aprovechando determinados resquicios que dejaba el “sistema”, ir consiguiendo “victorias parciales” que mejorasen la situación de los “sin nada”, y otra, que denominaré “maximalísta”, según la cual “nunca se pueden perder la perspectiva Revolucionaria ni los “objetivos emancipadores” so pena de ir “dejándose jirones de piel por el camino”. Y, con ello, las disputas y los “conflictos internos” no dejaron nunca de estar presentes en el seno de la Confederación. El devenir de los acontecimientos determinó que, en 1936, se llegara a restablecer un “clima de reconciliación entre partes” que dio lugar a que al IVº Congreso Confederal, iniciado en Zaragoza el 1 de mayo de 1936, acudiesen la mayor parte de las “entidades en conflicto aparentemente “reconciliadas”. Fue este Congreso el que se atrevió a, bajo el pomposo título de “Concepto Confederal de Comunismo Libertario”, dar forma a una “hipotética sociedad futura” que podría quedar “embridada” por unas formas preestablecidas que, en parte, impedirían, tal vez, la posible “evolución social” que, supuestamente, “aparentaban” promover. Aquél “Concepto Confederal” sigue siendo considerando, casi, como una especie de “dogma” 89 años después a pesar de que algunas de las “cuestiones sociales” en él planteadas hayan sido, en cierto modo, asimiladas por el sistema, por los estados y por el capitalismo (de estado o de libre mercado). Lamentablemente hoy, cuando las crisis galopantes de un sistema incapaz de contenerse a sí mismo lo demanda por los intereses de los “sátrapas de toda la vida” vemos como lo que, en otros tiempos, fue considerado como “logros sociales”, se va “recortando” en aras de extraños y ajenos intereses (individuales, colectivos, nacionales, comerciales…). El caso es que la capacidad de respuesta ante la “regresión” es cada vez menor por cuanto se han ido abandonando las “herramientas” de Clase y sus tácticas de lucha. Hoy, “a la defensiva y en retirada”, parecemos limitarnos a defender lo que entendíamos como “logros históricos” que no han pasado de ser simples “migajas” que se nos otorgaban a cambio de que abandonásemos nuestras dinámicas de confrontación con un sistema que, en teoría, estábamos en disposición de combatir y destruir. Aparentemente, hemos abandonado en “manos ajenas” nuestros objetivos “finalistas” y, por tanto, nuestra actual lucha podría estar contribuyendo más a perpetuar el propio sistema que a destruirlo.
Tras aquél IVº Congreso, la dinámica se ha ido repitiendo. Disyuntivas como “ganar la guerra” (contra el fascismo) o “desarrollar la Revolución”, participaciones (a distintos niveles) en variopintas instituciones políticas, luchas intestinas “de poder” por el control de la Organización…, determinado todo ello “por las circunstancias”, dio comienzo a una “deriva” de la que no parecemos saber salir y que hay quienes contemplamos, en este momento, como “irreversible”. La “debacle” en 1939 trajo consigo la persecución y el presidio, el paredón, la fosa común, la cuneta, el monte y, para quienes lograron “huir de la quema”, el exilio a lo largo y ancho de más de medio mundo. Que si “Movimiento Libertario” o “Frente Libertario”, que si “Fascismo o República”, que si “con España o contra España”, que si…, al fin y a la postre las mismas “rencillas” de siempre que acaban dando lugar a nuevas divisiones (que, por otro lado, poco tienen de novedosas).
El debilitamiento del Franquismo en España propicia que, a principios de los 70’S nuevas (y no tan nuevas) hornadas de Militantes se muestren en disposición de afrontar la reconstrucción y el relanzamiento de una CNT debilitada hasta la casi extenuación en su lucha constante contra la dictadura. Con la muerte del “Ferrolano de las patas cortas”, el 20 de noviembre de 1975, el cambio social y político se antojaba irreversible. Sin embargo, el “Régimen”, que se vanagloriaba de haberlo “dejado todo atado y bien atado”, invirtió su tiempo en pergeñar (con la connivencia y colaboración de algunos de sus antiguos “opositores políticos”) una Transacción (la mal llamada “Transición”) que aparentase algunos cambios para que, en lo sustancial, todo continuase igual.
En esta tesitura, las divididas “tendencias” cenetistas (tanto en el Exilio como en el interior) alcanzaron, una vez más, una especie de “entente cordiale” con el fin de ubicar a la Organización en el seno de la “nueva realidad social postfranquista”. El estado, atento a nuestros movimientos y un tanto “preocupado” por manifestaciones de “pujanza” como el papel jugado por la CNT en la Huelga de la construcción asturiana en 1977, el Mitin de San Sebastián de los Reyes, las Jornadas Libertarias de Barcelona, el Mitin de Montjuic, la Huelga de gasolineras en Cataluña, el conflicto de Roca en Gavá, etc., acompañado del rechazo por parte de la CNT a los pactos de la Moncloa y al neo verticalismo sindical de elecciones sindicales y comités de empresa, se afana en la labor de mitigar el incipiente crecimiento del Anarcosindicalismo y, sin dudarlo y sin escrúpulos, se lanza a la campaña de desprestigio. Si en otros tiempos ya se nos habían colgado el “sambenito” de salteadores de caminos, de bancos, de ayuntamientos y registros de la propiedad e, incluso, de iglesias y conventos, en este caso (cuando la plebe ya se empezaba a decantar por el consumo hasta del ocio) montan “lo del Scala” y nos acusan de “incendiarios de salas de fiestas”. Este supuso un “golpe de efecto” por el que, a nivel de opinión pública, la CNT pagó un alto precio. Pero, a nivel interno, las cosas no fueron mejor porque volvieron a poner de manifiesto, una vez más, las diferentes visiones que cada cual tenía sobre el supuesto papel que el Sindicato debería desempeñar en la nueva “realidad social española”. Y mientras había quienes eran (o éramos) partidarios de defender a ultranza la inocencia de les Compañeres, denunciar la guerra sucia por parte del estado y seguir manifestándonos abiertamente “antisistema” (maximalístas), no faltaban quienes preferían “cuidar la imagen”, lavarse las manos y desvincularse de este tipo de “sucesos” creyendo, tal vez, que, de esa manera, se contribuiría a “mantener limpias la imagen pública y el prestigio social” de la Confederación (posibilistas). A la opinión de cada cual dejo el dilucidar lo “más o menos conveniente” en este asunto. La mía personal es que, siendo la “reemergente CNT” un posible obstáculo para los postfranquistas recalcitrantes y para los “neo demócratas conversos” en sus pretensiones de la llamada “reconciliación nacional”, no habrían cesado un sólo instante, ninguno de ellos, en su labor de desprestigio contra la Confederación.
Cuando yo me afilié a la CNT de Candás, el 1 de agosto de 1978, “Lo del Scala” (acontecido el 15 de enero) estaba en plena “efervescencia”. El Sindicato de Candás era entonces (y creo poder afirmar que lo sigue siendo en la actualidad) bastante maximalista y no cabían en él dudas respecto a la posición a adoptar. Aunque sí que se hacían sentir, en algún que otro Sindicato de la Regional, determinadas posiciones posibilistas de “manos limpias” respecto a lo que consideraban “actos vandálicos”. Recuerdo que mi “bautismo de fuego” en la Militancia consistió en pegar (en aquellos tiempos las pegadas eran “febriles”) miles de carteles demandando la “Libertad para los presos del Scala).
Mal que bien, y en medio de una “aparente reconciliación” entre las tradicionales “tendencias discordantes” en el seno de la CNT, se camina hacia el primer Congreso “legal” en territorio español desde 1936. En el Exilio se habían celebrado varios que habían dado lugar a unas cuantas divisiones, pero, tras la legalización producida en mayo de 1977, parecía haber cierto consenso en encarar un nuevo Congreso en el que “saldar viejas cuentas”, trazar estrategias válidas para conseguir la reconstrucción de una Organización de masas y de Clase capaz de “reverdecer viejos laureles” y volver a ocupar el relevante lugar que, en tiempos pasados, había conseguido en el entorno social español. Quisiera reseñar cómo para su legalización, producida en mayo de 1977, la CNT presenta unos Estatutos reflejados en 3 folios con 4 títulos, 15 artículos y 1 disposición adicional. Lo quiero hacer para constatar que después, de forma sistemática, el punto “Normativa Orgánica/Estatutos” no he dejado nunca de estar presente en el orden del día de los sucesivos Congresos llegando a, bajo la coartada de “mejorar el funcionamiento de la Organización”, ir retorciendo” y haciendo cada vez más farragoso el asunto, convirtiéndolo en una especie de “código penal interno” aplicable a posibles “disidencias” y abriendo con ello las puertas a la posibilidad de “diferentes interpretaciones” que acarrearían nuevos problemas. El resultado, a la vista está.
Aparentemente, no era fácil de imaginar un Congreso “tranquilo”. La “convivencia” de diferentes “tendencias” en el seno de la Confederación (bastante bien identificadas y definidas en el suplemento de cuadernos de Ruedo Ibérico titulado “CNT ser o no ser, 1976-79” o en el libro de Juan Gómez Casas “Relanzamiento de la CNT 1975-1979) que habían protagonizado suficientes episodios de “beligerancia” entre sí, hacían que el “necesario consenso” se vislumbrara poco probable.
En medio de un “tenso clima”, en el que no faltaron virulentos (e, incluso, violentos) episodios de “beligerancia” (dialéctica, verbal y hasta física) se celebró, entre los días 8 y 16 de diciembre de 1979, el Vº Congreso Confederal de la CNT en la Casa de Campo de Madrid. El resultado cabe considerarlo como “desolador” pues, nuevamente, salieron a la palestra las ancestrales rencillas derivadas de visiones diferentes.
Constaba el Congreso de un orden del día demasiado extenso que no se llegaría a tratar en su totalidad. Tal vez hubiera temas que se “quisieran obviar” para no tener que explicar o justificar “comportamientos pasados” (que, por todas partes, había para dar y tomar). Sin terminar las sesiones, tras más o menos virulentos debates, una serie de Sindicatos (cuantificados posteriormente como el 8’5% del total) abandonan el Congreso para iniciar un proceso que, posteriormente, daría lugar a la primera escisión tras la dictadura franquista. Dado que, para quienes así lo deseen, existen bastantes sitios donde poder investigar lo acaecido, no me voy a adentrar en el relato. Me limitaré a hacer las siguientes consideraciones sobre él:
1) Desde el primer momento se vio con claridad la falta de experiencia y de metodología para evitar que lo que estaba llamado a ser un comicio entre Delegaciones se convirtiese en una tumultuosa Asamblea entre personas donde cada cual, en vez de intentar consensuar posiciones, pugnaba por imponer criterios propios.
2) El larguísimo orden del día (que no se llegaría a tratar en su totalidad) daba a entender que la CNT, a pesar de atesorar 69 años de existencia, andaba aún “en busca de sí misma” pero sin demasiada intención de realizar autocrítica alguna sobre hipotéticos o probables “errores pasados” que pudieran ser utilizados por nuestros “ancestrales enemigos” (sociedad de Clases, capital, estado y “bufones” políticos que lo gestionan) para utilizarnos como “chivo expiatorio al que responsabilizar de cuantas tropelías y desgracias les vengan en ganas”.
3) El orden del día era demasiado largo, lo cual significaba, al menos, dos cosas: a) Llevábamos un largo y oscuro tiempo sin “reencontrarnos”; b) A pesar de atesorar 69 años de historia, aún no habíamos sido capaces de “encontrarnos a nosotros mismos”.
4) Durante todos esos años, en 4 Congresos (más los “diversos” celebrados en el exilio) la CNT había llegado, todo lo más, a definir sus Principios, Tácticas y Finalidades que, desde entonces, parecen un “dogma incuestionable” prácticamente inamovible (salvo alguna “menudencia”) que, Congreso tras Congreso, se someten tan sólo a “ratificación”.
5) Y, ahora ya, “todo es debatible” pero, al final, Normativa Orgánica, Acción Sindical, Acción Social y Patrimonio, parecen “puntos obligatorios” a tratar en sucesivos Congresos sin que se consiga dar con la “piedra filosofal” que ponga fin a posibles controversias.
6) Por primera vez en la historia de la Confederación, y tras la consumación de la escisión, se recurre a la mediación del estado, a través de sus poderes legislativo y judicial, para que determine quien ostenta la “legitimidad en la CNT”. Aunque hubiera quien osara negarlo, supone ello una flagrante dejación de la Acción Directa que, a día de hoy, se sigue arrastrando de forma lamentable.
Este primer “pleito” duró 10 largos años. Hasta que, con fecha 7 de abril de 1989, el Tribunal Supremo dicta sentencia reconociendo a la CNT-AIT como “legítima continuadora de la CNT de siempre.
A partir de ahí, no han dejado ninguno de los “restos residuales” resultantes de seguir en conflictos internos que los van fraccionando y dispersando más. Y como, al parecer, sigue la “justicia estatal” cumpliendo su papel a “gusto de machito” a la hora de dilucidar a quien le corresponde el “honor” de ostentar la “marca” (siglas) y disfrutar del “mondongo” (patrimonio), voy a tratar de analizar todo el proceso partiendo de las supuestas “señas de identidad” de la CNT en la que, hasta “hace 2 telediarios”, he militado de forma ininterrumpida a lo largo de 46 años y, por tanto, es de la que más conocimiento puedo atesorar y que, además, es la que sigue “ostentando la representación legal de la marca” según la justicia estatal a cuya “intermediación” se sigue recurriendo.
Las “partes resultantes” de esta división han seguido, desde entonces, caminos diferentes. Y en todas ellas ha habido, posteriormente, nuevas divisiones que han seguido atomizando el “Movimiento”. El tiempo ha ido demostrando que la “manida excusa” de las elecciones sindicales era “recurrente” y, en el fondo, se ha podido ir comprobando que “había más cosas”. En todas y cada una de las “facciones residuales” resultantes han ido apareciendo señales acreditativas de que así era. Cuestiones como la “profesionalización” (no se puede dejar el Sindicalismo en manos de “aficionados”) con determinadas “liberaciones”, un creciente abandono del Sindicalismo “participativo” en beneficio del “representativo”, la “galopante centralización” que va incrementando las “competencias” de los comités de gestión en detrimento de las de los Sindicatos, el incremento de la acción jurídica en detrimento de la Acción Directa, y otras “aberraciones” que, en mayor o menor medida, se van reproduciendo en las diferentes “organizaciones residuales” van empeorando el panorama hasta el punto de que cada vez es más complicado identificar el “mal menos malo”. Con todo esto, las” purgas internas” han dado lugar a numerosos episodios de expulsiones y desfederaciones (en la mayoría de los casos con múltiples “irregularidades orgánicas”) e incluso (como es mi caso) al abandono de bastante Militancia, por “aburrimiento” y “hastiada de la situación”. Quienes me conocen saben (o deberían de saber) que para nada me siento “equidistante” de nadie y que ha sido la “deriva errática” de todas las partes la que me ha impulsado a colocarme “al margen” de todas ellas. De aquí en adelante, intentaré argumentar mi “abandono”.
De lo que fue la CNT se siguen proclamando “continuadoras legítimas” varias Organizaciones. A saber: CNT (CIT) y CNT-AIT (con pleitos en los tribunales burgueses), CGT (también con pleitos a niveles territoriales y profesionales), Solidaridad Obrera y otros varios “vástagos” que, con uno u otro “nombre”, pululan en diferentes ámbitos. Haremos un repaso respecto a comportamientos de cada cual en lo que se podrían considerar “señas de identidad” (Principios, Tácticas y Finalidades). En mi experiencia he podido constatar que todas se consideran “más auténticas que las otras”. Como se supone que cada cual tiene conocimiento de sí misma, hagamos un repaso y que cada quién se auto evalúe. Quienes les observen podrán siempre “someterles a juicio”. Veamos pues:

-ANTICAPITALISMO: Cabría aquí preguntarse si es “decente” mantenerse, en teoría, “fieles” a este Principio y, a la par, aferrarse a la propiedad (de las “señas de identidad”, de la “marca” y de los distintos “bienes patrimoniales), que es uno de los pilares básicos del capitalismo.

  • ANTIESTATISMO: Pero, entre tanto lo destruimos (o no) recurrimos al estado para que sea quien nos destruya al “enemigo interior”.
  • ANTIMILITARISMO E INTERNACIONALISMO: Obviando que si a demanda nuestra, el estado se aviene a “ejecutar” sentencias y, con la exclusividad que su constitución le otorga para el uso de la violencia, lo hará, si fuese necesario, a través de sus cuerpos y fuerzas de seguridad que, en buena parte, están militarizados. En cuanto al Internacionalismo, bastantes “torpedos sobre la línea de flotación” (y desde partes diversas) se han lanzado contra la AIT, a la que llevaba, desde su reconstrucción en 1.922, adherida la CNT de España. Esto no ha conseguido otra cosa que expandir la “fragmentación y dispersión” del Anarcosindicalismo a nivel internacional. Conatos diversos de “reconstrucción y expansión” no cuajan, aunque, al menos, se constatan en la “vieja AIT” una cierta expansión territorial y un creciente número de Secciones tras el abandono de los sectores “posibilistas” (declaradamente políticos algunos de ellos) que tenían “cobijo” en su seno.
    -ANTISEXISMO: Se mantiene este principio a pesar de que, en una nueva “pirueta”, se trata de hacer compatible con un supuesto “Feminismo”, mal entendido y en boga, a tenor del cual constituye “Anatema” haber nacido “macho y heterosexual”. Si algunas de las Compañeras precursoras de “Mujeres Libres”, aquellas que promovieron y practicaron el más genuino “Feminismo” habido y por haber, levantaran la cabeza y pudieran ver determinados comportamientos observables hoy en nuestros medios, no me cabe duda de que, horrorizadas, retornarían voluntariamente al “hoyo”. Parece que hay aquí, tal vez por un cierto “mimetismo”, quienes se dejan arrastrar por “nuevas costumbres” que tratan de aparentar cambios que, en el fondo, no son reales. Empiezan ya a proliferar determinados “profetas” de esta supuesta causa que parecen pretender tener “bula” y poder practicar el “donde dije digo…”. Pues no. Como cantaba el Evaristo: No se trata de “cambiar de piel con la moda”. Quiero decir lo que digo, y espero que no se pretenda interpretar otra cosa.
    -CONTRA OTRAS FORMAS DE PODER: Mientras, en nuestra vida interna, se recurre al “poder del voto” para aplicar la “ley del número” (sobre la que Mella escribió acertadamente). Y, de resultas del “poderío económico” derivado de la “compra de votos” a través del pago de cuotas, se “conchaban” determinadas “mayorías con las que “marginar, oprimir y hasta aniquilar” a las consideradas “minorías”. Así, como “el poder corrompe”, el Movimiento se va deteriorando.
    -FEDERALISMO: Y, además, Confederal, con lo cual se debería de respetar la “autonomía” de cada Ente (Sindicato) para actuar en su ámbito sin vulnerar el llamado “pacto federativo” y sin más limitaciones que las derivadas de éste. En sus últimas consecuencias, el federalismo confederal debe contemplar, incluso, el derecho a la “secesión”. Convendría comprender correctamente esto y pensar si es posible de llevar a cabo cuando se centralizan cosas como la “propiedad” o se establecen mecanismos de toma de decisión que posibiliten la invasión de “ámbitos ajenos” en la actuación. En el “pacto federativo” puede caber el impedir que se puedan hacer según qué cosas en cualquier ámbito. Menos comprensible, ni aceptable, es que se pretenda imponer lo que “hay que hacer” desde ámbitos ajenos al de actuación. Sería conveniente que esto se lo “hiciese mirar” cada cual.
    -SOLIDARIDAD Y APOYO MUTUO: La Solidaridad debería partir, voluntariamente, de cada cual y ser ejercida a cambio de nada y sin imposición. Lo mismo que el Apoyo Mutuo, que, además, no debería de prestarse a quien no lo pida ni en condiciones diferentes a las solicitadas. Las “imposiciones” no deberían de tener cabida en nuestros medios.
    -LA ACCIÓN DIRECTA COMO TÁCTICA: Recurrir a “intermediación” para resolver nuestros conflictos, y máximo cuando se recurre a un “enemigo como el estado” (con sus “poderes” legislativo, judicial y ejecutivo) debería de ser “anatema” en nuestros medios. No parece de recibo solicitar la intermediación de un “enemigo” al que, en teoría, se dice “pretender destruir”.
    Ahora, que cada cual auto analice sus hipotéticas “contradicciones”. Yo, tras hacerlo para mí, he llegado a la conclusión de que estaba ya “fuera de lugar”. Porque si algo he aprendido de cuantas “personas con argumentos sólidos” he conocido y tratado a lo largo de mis años de Militancia es que no se pueden “contar milongas” y alardear de ser lo que, en realidad, no se es. Ni se debe presumir de ser de una determinada manera para, a la postre, actuar de forma diametralmente distinta.
    Si, como se dice en determinados acuerdos, “Afirmamos por ello que en su organización y funcionamiento interno la CNT prefigura el tipo de sociedad a que aspiramos dado que el futuro, para realizarse, debe de estar contenido ya como germen en el presente”. O, dicho de otra forma, “no todos los métodos utilizables serían válidos para alcanzar el mismo fin”.
    Quienes hemos tenido la suerte (más bien el “privilegio”) de conocer y tratar a personas que contribuyeron a crear, fortalecer y consolidar esta Organización, que se aprestaron a la lucha Revolucionaria a cambio de “nada” y, por ello, sufrieron persecución, represión, confinamiento y exilio hasta dejarnos un “legado” del que ahora hay quienes parecen pretender “querer vivir” sin que nada les haya costado parte de lo que parecen pretender disfrutar, no podemos sino contemplar con estupor y anonadados la creciente tendencia a, día tras día, “dejarse caer con nuevas ocurrencias” que sirvan, a según quienes (esto se resuelve habitualmente por votación acorde a la “ley del número”), para “ganarse los garbanzos” en nuestros medios. No deja esto de parecernos una irreverencia, desconsideración y falta de respeto hacia quienes nos precedieron. Incluso hacia quienes en según qué épocas (como los tan, por según quienes, denostados 90’S) dedicaron parte de su vida (en tiempo y recursos económicos) al mantenimiento de la Organización de forma no sólo altruista sino, además, “onerosa”. Fue una larga “travesía del desierto” en la que tampoco faltaron quienes priorizaron dedicarse a resolver su “vida personal” y hoy, ya situadas en la vida, reaparecen con fuerza para reclamar “su” Organización.
    Nadie puede saber cómo acabará todo esto. De la misma manera que es imprevisible lo que pueda pasar mañana en el mundo. Pero cada cual debería ponerse manos a la obra para desarrollar el “papel social” que, se supone, le corresponde. Y, en este sentido, Anarquistas y Anarcosindicalistas deberían aprestarse a buscarse, reagruparse, reconstruir y fortalecer una Organización coherente con los Principios, Tácticas y Finalidades que dicen les inspiran. Porque “La sociedad Libertaria será obra de les Libertaries, o no será”. Como “haber hayles”, esperemos que así sea. Y entonces “siendo arrieros, en el camino Revolucionario nos encontraremos” SALUD Y ANARQUÍA, SIEMPRE ANARQUÍA.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *