Libertad García Montilla
Como todas las anteriores, la Cumbres por el clima de este año 2024 han terminado en nada, sin acuerdos para no seguir envenenando y destruyendo el hábitat natural de todas las especies y ecosistemas del planeta. Y jamás se llegarán a tomar acuerdos porque para ello primero habría que acabar con el Sistema Capitalista que gobierna en todo el planeta. Mientras los intereses económicos se antepongan a la vida y a la naturaleza, estas no tendrán ningún valor, al Capitalismo sólo le interesan sólo si de ellas puede sacar algún beneficio.
La destrucción y envenenamiento del planeta es un hecho, ya anunciado por los científicos desde hace muchos años, corroborado por la innumerable cantidad de especies animales y vegetales desaparecidas, y por el cambio climático, que produce, cada vez más y con más frecuencia, fenómenos atmosféricos devastadores que arrasan lugares y vidas. Pero todo eso no les importa porque de ellos siempre sacan beneficios en las reconstrucciones. Centrándonos en España, la devastación que la DANA producida en la Comunidad valenciana, en Albacete y algunos lugares de Andalucía son el ejemplo más claro y cercano de ello. Y son el claro ejemplo de que al Capitalismo le interesa más el beneficio que otra cosa.
La razón por la que la DANA ha arrasado infinidad de pueblos y personas está en el hecho de que se construye en lugares donde no se debería, se cortan las salidas naturales de las aguas, haciendo autopistas y vías de tren que hacen de muros en casos de inundación, se le ponen muros a ríos y barrancos o se debían sus cursos. Todas estas barbaridades son números para que cuando llueva en exceso arrase con todo lo que pille el agua por delante, como ha ocurrido hace poco.
Ahora todo será echarse las culpas unos a otros a nivel oficial. Pero lo cierto es que todos tienen culpas porque todos están, realmente, al servicio de los más poderosos, que son, en realidad, quienes les marcan el devenir de los proyectos a seguir. Los ciudadanos sólo les sirven a los políticos para que les den su voto cada cuatro años, o cinco en el caso de Europa. Pero de eso es de donde viene el gran problema, que no es otro que el de la dejación de las soluciones sociales en manos de profesionales de la política, despreocupándose los ciudadanos de la resolución de todo lo que les compete, y así nos va, que no salimos de un desastre que ya tenemos otro. Y así seguirá mientras los pueblos no tomen conciencia de que sólo mediante la paz entre los pueblos y la eliminación del Capitalismo, con la supresión de los ejércitos, las policías y los estados seremos capaces de tener unas vidas plenas.
Del desastre en la Comunidad valenciana sólo saldrán beneficiados los de siempre: principalmente las empresas automovilísticas por los más de cien mil vehículos arrasados, las de construcción por las innumerables viviendas arrasadas o maltrechas, y así un largo etcétera de reposición de todos los enseres destruidos. Lo único que no se repondrá, como siempre, es la pérdida de vidas humanas, pero claro, para el Sistema Capitalista eso son daños colaterales.
Lo más insultante a la dignidad humana es que estos desastres no sirven para que se tome conciencia de lo vulnerables que somos cuando la naturaleza se manifiesta en toda su crudeza, ya sea por voluntad propia o por culpa de la mano del ser humano. Somos la especie que no tropieza sólo una vez con la piedra, por más que lo hacemos seguimos tropezando porque no queremos aprender, y así nos va como Humanidad.
Luego nos tachan a los anarquistas de utópicos porque proponemos una forma de relación social basada en la Libertad, la Solidaridad y el Apoyo Mútuo, que no es más que otra forma de relacionarnos los seres humanos entre nosotros y con total respeto hacia todos los seres vivos que nos rodean y hacia el hábitat que a todos nos acoge. Y una muestra de lo que decimos los anarquistas es la solidaridad que el pueblo está prestando al pueblo en Valencia. Si queremos, podemos. Sólo nos faltan las ganas y el compromiso para luchar contra esta lacra que es el Capitalismo asesino que dirige nuestras vidas y nuestros entornos.