Equipo de Redacción
Acaba de llegar a nuestra redacción el último libro de nuestro estimado colaborador Josep Pimentel. Editado en Jaén por la Editorial PIEDRA PAPEL Libros, con cubierta de Araceli Pulpillo y una interesantísima introducción bajo el título de Guardianes de la memoria vs funcionarios del olvido de Miquel Izard Llorens, al cual el autor le dedica el libro. Éste, de 201 páginas, está dividido en las siguientes partes: Guardianes de la memoria vs funcionarios del olvido, Introducción, La muerte de Agustín Villegas Parrón, Reclusión y trabajos forzados, La represión interior, Atrapados en la España franquista: el tiempo del silencio, En blanco y negro, Pasar la frontera clandestinamente, Empieza la Segunda Guerra Mundial, Las compañías de trabajadores extranjeros: trabajar por cincuenta céntimos al día, La batalla de Francia, Huyendo de los campos de concentración franceses, La resistencia, Detenciones y castigos, La liberación, ¿Y ahora qué?, Manuel Lozano Guillén, Sidonio, el hijo de María La Libertaria, Las nietas de las fosas comunes, Anexo , Fuentes documentales.

A pesar de su brevedad, el escrito de Miquel Izard es de una gran enjundia. Por lo que dice y cómo lo dice. Afirma en sus primeras palabras que los ganadores pueden gobernar, pero se distinguen por acaudillar, aniquilar, robar engañar o exigir. Todos cuentan con un cortejo de secuaces que perpetran un relato acatando sus órdenes y mandatos. Es la Historia Oficial (HO), que abusan del ditirambo y el botafumeiro. Y continúa Izard. Así los apellidó François Hartog: funcionarios del olvido, para descuidar, encubrir o negar yerros o truculencias, ignorar a la multitud o a los opositores y silenciar el clamor de los desdeñados y desdeñadas, como las mujeres, por citar a la mitad de la humanidad. Qué acertada es la cita y las palabras del escritor francés, miembro de la academia europea de la historia (2021).
Qué oportuna la cita de Izard sobre quién escribe la historia. Trae a colación las palabras de Eduardo Galeano, que citaba un refrán que dice así: “Mientras los leones no escriban la historia, los relatos de cacería seguirán describiendo, únicamente, las proezas de los cazadores”. Y sigue Miquel Izard, nombrando a diversos personajes que han negado la cruda realidad de los hechos históricos, negando la nefasta actuación del general Valeriano Weyler en Cuba, Gran Bretaña contra los bóers, el profesor Richard Herr, negó que los franceses internaran a los exiliados españoles en campos de concentración a principios de 1939, Toni Cantó (director de la Oficina del Español), en relación a la “conquista” de las indias: “No creo que seamos colonizadores ni nada parecido. Cuando los españoles llegaron al continente americano los liberaron, no los conquistaron, porque fue liberado de un poder absolutamente salvaje, incluso caníbal”. El rey actual Felipe VI, en su viaje a Puerto Rico, ayuntamiento de San Juan: “España trajo consigo su lengua, su cultura, su credo; y con todo ello aportó valores y principios como las bases del Derecho Internacional o la concepción de derechos humanos universales”. Vox dudó de que hubiera ocurrido La Desbandá de Málaga, de que hubiera ocurrido tal atrocidad. La HO franquista llama santos e inocentes, virtuosos y ejemplares a todos los religiosos inmolados en la zona republicana, cuando muchos de ellos participaron fusil en mano (como francotiradores) contra el Gobierno legalmente constituido.
Por su parte Josep Pimentel, autor del libro, empieza su introducción con unas acertadísimas palabras respecto a nuestro pasado: “Hablar de nuestro pasado reciente no es fácil. Hay muchas heridas sin cicatrizar y muchas historias enterradas que no han visto aún la luz. Muchas de estas heridas han cicatrizado mal y muchas de esas historias permanecerán en el más absoluto de los silencios para siempre”. Sus 55 historias se sitúan en el período histórico que va desde el final de la guerra civil española, abril de 1939, y el final de la II Guerra Mundial, en abril de 1945. El primer período son los primeros años de la dictadura del asesino Francisco Franco Bahamonde (caudillo de España “por la gracia de Dios”, y para desgracia de centenares de miles de españolas y españoles), en el que se produce, de manera brutal, un verdadero genocidio de quienes no opinan ni sienten como ellos: los fascistas del nacionalcatolicismo. En España acampa a sus anchas, como dice Pimentel: la represión, los juicios sin garantías, los fusilamientos, las fosas comunes, los silencios, el exilio. Fue toda una generación que sufrió la guerra, el exilio y la represión hasta extremos que conmueven hasta al más insensible, como se puede comprobar en esas 55 historias.
En la introducción se hace referencia a un aspecto muy importante en lo que se refiere a la memoria del Movimiento Libertario de esa época. En ella se afirma lo siguiente: “Es el caso del Centre d´Estudis Llibertaris Federica Montseny de Badalona, que conserva un importante repositorio de entrevistas realizadas a personas que padecieron la represión en la España franquista y a personas exiliadas en Francia”. También se hace referencia en dicha introducción, que es digna de mención, a la labor del Centre Toulosain de Documentation sur L´Exil Espagnol, de Toulouse, en pro de la recuperación de la memoria de nuestro exilio. Finalmente, agradece, el autor, la labor de muchos historiadores que trabajan desde el compromiso y el rigor por la recuperación de nuestra historia silenciada, como lo hace el almeriense Eduardo Rodríguez y el belverino Germán Ferrer.
Cuando escribimos que Franco fue un dictador y un vil asesino no nos lo sacamos de la manga, más bien es una realidad histórica bien contrastada por los hechos, es decir, por las miles de sentencias, injustas y sin juicio, a pena de muerte, firmadas por él a lo largo de su dictadura de terror y brutal represión. A él se le daba cuenta de las sentencias a muerte con la siguiente fórmula: “Dese cuenta a su S.E. Jefe del Estado de la pena impuesta al condenado y con la resolución que recaiga”. Y el dictador daba el visto bueno a la ejecución. “Remitido escrito de S.E. El Jefe del Estado, dándose por enterado de la pena impuesta, notifíquese y ejecútese la sentencia”. Un hecho que muy pocas personas conocen es que, terminada la Guerra Civil, se estima que pasaron por los campos de concentración entre 720.000 y 1.000.000 de personas del bando republicano, es decir, por los cerca de 300 campos existentes a largo y ancho de nuestra geografía. El hambre y la miseria eran una constante en los campos de concentración tanto en España como en los que ocuparon los exiliados y exiliadas españolas, en la Francia de la “Libertad, Igualdad y la Fraternidad”. Otro hecho muy poco conocido, apuntado en el libro, es que fue una tremenda desgracia para los niños y niñas que fueron repatriadas a la España franquista, y que fueron entregadas a las autoridades del nacionalcatolicismo, e internadas en colegios en los que recibían una educación religiosa y falangista. Se les enseñaba a odiar al “rojo” como ellos decían, induciéndoles a odiar a sus padres.
Uno de los relatos que más impacta es el que se refiere a Joaquim Querol, el cual colaboraba con el maqui, él escribe: “Me acusaban de espionaje, contrabando clandestino, posesión de arma de guerra prohibida. Fui apaleado brutalmente. Me llovieron puñetazos sobre la cara e insultos. Los gendarmes parece que disfrutaron torturándome durante tres horas. Luego me entregaron a la policía especial de Perpinyà, llevándome a la comisaría de dicha ciudad. Allí volvieron los brutales interrogatorios, el primero hasta altas horas de la madrugada. A pesar de tanta tortura no dije nada que pudiera perjudicar a ningún compañero del grupo de Ponzán. Pero me tuvieron tres días sin comer, dándome hasta cinco palizas diarias. Me condujeron a una celda de incomunicación y allí estuve setenta y dos días. Con apenas unas mantas infectadas de piojos y pulgas, sólo treinta minutos de patio en solitario y sin apenas poderme asear o lavar mi ropa. La comida era muy escasa. En un mes de cautiverio, perdí diez kilos de peso. En una celda de dos por dos metros y medio. Pasé siete meses en la prisión de la Maison d´Arret de Perpinyà. Cuando salí pesaba cuarenta y tres kilos, con ropa y zapatos incluidos. Parecía un cadáver”. Y éste es uno entre centenares de casos parecidos. ¡Cuánto dolor y sufrimientos de miles y miles de exiliados y exiliadas en la Francia de los Derechos Humanos!
Hacia el final del libro (página 166), Pedro Genique, que era muy crítico con la Unión Nacional, afirma: “Los comunistas aprovecharon la coyuntura para crear la Unión Nacional, dirigida por ellos, por los monárquicos y la CEDA. Mataron a algunos compañeros de la CNT por la rotunda negativa a participar en la Unión Nacional. Para terminar esta reseña sobre el nuevo libro de Josep Pimentel, queremos traer las palabras de Rosa Pérez Gil, fundadora, en julio de 2020, de la Asociación de Memoria Histórica de San José del Valle (Cadiz). Dice: “No sé dónde está mi abuela. Yo tengo derecho a saber dónde está, que la asesinaron con veintiún años y dejaron a mi padre, con trece meses, señalado para todo el resto de su vida. Para mí todas y todos los que están en las fosas son mis muertos y no se pueden olvidar. No se trata de olvidar, ni de odio o revancha. Se trata de Historia. Se trata de que no pueden quedar en el olvido. Fueron tirados como perros, fueron aniquilados y olvidados. Y lo más triste es que en las familias no se podía hablar de ello. No se podía hacer ni el duelo. Ni llorar ni hablar, todo en silencio. Es mucha tristeza. Es un vacío y una herida que, aunque pasen generaciones, no se puede olvidar”. ¡Qué hermosas y sentidas palabras! Amigo y compañero Josep, gracias infinitas por tu gratificante trabajo en favor de quienes han sido olvidadas y olvidados durante tantas décadas de mirar para otro lado. Te animamos a que sigas en la meritoria labor de dar a conocer esas historias que muy pocos quieren sacar a la luz pública. NUESTRA ENHORABUENA