Miguel Correas Aneas

Cuando escribo este tercer artículo, mediados de junio, sobre la situación actual del conflicto entre palestinos e israelitas, que tiene como protagonistas al gobierno de Israel y Hamás, la ofensiva sobre el sur de la Franja de Gaza, por parte del ejército de Israel, continúa, añadiendo diariamente más víctimas a la escalofriante lista que ya asciende a cerca de 38.000 personas (niñas y niños, mujeres y ancianos/as).

Ante dicha realidad, la Comisión de Investigación sobre los Territorios Palestinos Ocupados de Naciones Unidas ha redactado un Informe, sobre la ofensiva contra la Franja de Gaza, en el que incluye el término “exterminio”. Por su parte, el ministro de Exteriores de Israel, Oren Marmosrstein, asegura, en un comunicado, que dicho informe de la mencionada Comisión de la ONU está “lleno de acusaciones falsas y libelos de sangre contra los soldados del Ejército de Israel. Y afirma que esta publicación “es otro ejemplo del cínico teatro llamado ONU, y otro ejemplo del punto más bajo al que ha llegado la organización”, que dirige el portugués António Guterrez. No contento con semejantes afirmaciones, va más allá y no tiene reparo en decir que el texto “ha sido elaborado por una entidad nacida en el pecado, que viola las normas de la propia ONU y cuyos líderes están parcializados y contaminados”; para Marmorstein el “Informe describe una realidad alternativa en la que durante décadas de ataques terroristas han sido borradas, y no reflejan los  continuos ataques contra ciudadanos israelíes, y no existe un Estado democrático que se defiende  de los ataques terroristas,  ello no le sorprende, pero para él sigue siendo decepcionante”.   

No está fuera de lugar recordarle a Oren Marmosrstein, que antes y después de la creación del Estado judío en la histórica Palestina, por parte de la ONU, han sido ellos quienes de manera continua y con una brutalidad fuera de lo normal, han masacrado al pueblo palestino a lo largo de los últimos 75 años de ocupación de su territorio. Ya la ONU cometió una flagrante injusticia cuando le concedió el 54% del territorio palestino al recién creado Estado de Israel, cuando ellos eran sólo 300.000 judíos frente a más de 2.000.000 de palestinos. El pueblo israelita sufrió la barbarie nazi- fascista, el pueblo de Israel sufrió un holocausto infame y genocida, que cualquier persona con un mínimo de dignidad personal repudia en lo más profundo de su ser.  Pero, esas mismas personas tienen que repudiar lo que desde su creación como Estado, los gobiernos de Israel han hecho con un pueblo ignorado y dejado a su suerte frente a un estado con capacidad para someterlo hasta conseguir que Palestina sea en estos momentos la cárcel más grande del mundo.

Aunque haré mención a los antecedentes de la actual situación del conflicto palestino-israelí, quisiera traer a colación, para entender algo más lo que está pasando, las palabras pronunciadas el 18 de octubre (sólo 11 días después de la inaceptable acción indiscriminada y asesina de Hamás contra civiles israelitas) por el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, anunciando la ofensiva terrestre en la Franja de Gaza, en ellas exhortó a sus tropas a continuar con un  legado histórico de 3.000 años de guerras, después de indicar: “Recordad lo que Amalec os hizo” (Deuteronomio, 25, 17). Recordamos y combatimos”. En la web de la Oficina del primer ministro, se equipara a los amalecitas con los receptores del castigo israelí en la Franja de Gaza.

Según la Biblia los israelitas debían eliminarlos completamente en un acto de venganza. El rey Saúl no llegó a hacerlo y sólo capturó al rey amalecita, sin matarlo. Dicha desobediencia le costó el cargo y se inició el reinado del rey David. A Agag lo decapitó Samuel, el mismo profeta que en la Biblia señala (Samuel, 15: 2-3): “Así dice el Eterno de los ejércitos: “Me acuerdo de lo que Amalec hizo a Israel, cómo se interpuso en el camino cuando Israel salió de Egipto. Ahora id y atacadlos y destruid completamente todo lo que tengan y no los perdonen, pero matadlos, tanto a hombres como mujeres, infantes y lactantes, bueyes, ovejas, camellos y asnos”. Qué es lo que está haciendo el gobierno israelita, a través de su poderoso ejército, sino lo que escribió el profeta Samuel, eso sí, 3000 años después de las palabras de Samuel.  Un detalle que hay que tener en cuenta, en la situación actual, y es que, hasta el 7 de octubre pasado, las referencias a textos sagrados eran muy poco frecuentes, lo cual indica la radicalización del gobierno impulsada por su componente más ortodoxo. En esa línea de acoso total, fueron las palabras, dos días después del ataque de Hamás, del ministro de Defensa israelí, Yoah Gallant, cuando afirmó: “He ordenado un asedio completo a la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni comida, ni combustible, todo estará cerrado. Estamos luchando contra animales humanos y actuaremos en consecuencia”. Dichas palabras, según la Convención de Ginebra, son el anuncio de un auténtico crimen de guerra, ya que lo mismo que hizo Hamás, no se puede actuar así contra una población indefensa, por mucho que diga Israel que entre la población palestina hay milicianos de Hamás.

Pero ese proceder no es nuevo. Ya el 20 de enero de 2009, el desaparecido International Herald Tribune recogió en sus páginas unas declaraciones del exconsejero de Seguridad de Israel, Giora Eiland, que decían: “Si atacáis a nuestros civiles, no vamos a responder de manera proporcionada, sino con todos los medios a nuestro alcance, para provocar unos estragos que harán que os lo penséis dos veces en el futuro”. El 1 de febrero de ese mismo año, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, amenazó de responder de forma severa y muy desproporcionada a los cohetes lanzados por los diversos grupos armados palestinos de Gaza. Aquí hay que recordar que la proporcionalidad es uno de los grandes pilares que sostienen el así denominado: “derecho internacional humanitario”. Tengamos presente que el corte de electricidad, de combustible, comida y agua es un acto deliberado de castigo colectivo, susceptible de constituir un crimen de guerra, según afirma el derecho internacional humanitario que no es, precisamente, pacifista. El DIH no prohíbe los asedios o los bloqueos de las fuerzas enemigas, pero es muy claro en cuanto a prohibir las tácticas que impiden a la población civil acceder a los bienes esenciales, el acceso a la cantidad y calidad necesaria de alimentos y agua, además de otros bienes como los medicamentos.  

En cuanto a la proporcionalidad, veamos unos pocos datos para situar lo que ha pasado y está pasando en la Franja de Gaza. El pasado 7 de octubre de 2023 murieron violentamente más personas israelíes que en cualquier otro día de la historia de Israel. Las 1.200 víctimas mortales israelís (entre civiles y soldados) superan a cualquiera de las guerras que ha enfrentado a Israel, excepto las acontecidas en 1948 y 1973.  El 7 de octubre hubo más muertes israelíes que en las guerras del Sinaí (1956), la de los Seis Días (1967) o la segunda en El Líbano (2006). Otra de las muchas infamias contra el pueblo palestino se dio el mismo día 7 de octubre. El Gobierno de Israel y las Fuerzas Armadas israelitas anunciaron una brutal reacción de carácter totalmente “indiscriminado y de proporciones bíblicas”. Sólo en 40 días de horror se superaron, en la Franja de Gaza, más de 13.000 palestinos y palestinas muertos a manos israelíes, más que en todo lo que se lleva de siglo XXI. Todas las guerras mantenidas por Israel suman unas 15.500 muertes israelitas, mientras que, a 15 de junio de 2024, las muertes palestinas alcanzan las 37.500. El Gobierno neonazi de Benjamín Netanjahu y sus Fuerza Armadas han cumplido con su amenaza de que sería una revancha indiscriminada y de proporciones bíblicas. Y la ONU mirando para otro lado, y no impone sanciones urgentes al causante del genocidio de un pueblo marginado e ignorado durante 75 años.

Finalmente, voy a hacer hincapié en un aspecto que refleja, bien a las claras, como actúa el Gobierno de Israel desde hace demasiados años. Me refiero al cumplimiento de los derechos internacionales, ya que se le tiene como un gobierno democrático y no terrorista como se le considera al gobierno de Hamás, que ganó las elecciones en la Franja de Gaza. Israel no permitió la entrada en la Franja de Gaza de ningún camión con suministros en las dos primeras semanas. Según la OCHA, en ese tiempo, debían haber entrado 2.100 camiones en Gaza y no lo hicieron, se consintió su acceso a partir del 21 de octubre, y eso con cuentagotas: 84 en los primeros 8 días. En 20 días sólo 795, cuando antes del 7 de octubre, entraban en la Franja de Gaza unos 500 camiones diarios. Ya en julio de 2022, la misma OCHA (Oficina de Coordinación Humanitaria de la ONU) afirmaba que el 97 % del acuífero costero de la Franja no era apto para el consumo humano, debido al bombeo inseguro y la contaminación de aguas residuales, ya que requería un tratamiento que no está disponible en condiciones de asedio y bloqueo. Así pues, la dependencia de Israel era absoluta. Por lo tanto, todas las plantas de desalinización estaban fuera de uso por la falta de combustible, ya que Israel no permitía la entrada del mismo. La última planta dejó de funcionar el 15 de octubre. En Gaza antes de la crisis actual, se consumía 84 litros al día por persona, mientras que el 10 de noviembre se redujo a 3 litros diarios. Israel ordenó la evacuación inmediata de 22 hospitales con miles de personas ingresadas que no tenían a dónde ir.  Según la OMS esas evacuaciones eran verdaderas “sentencias de muerte”. Y la Unión Europea mirando para otro lado. Pero, sobre todo, ha sido escandalosa la postura de los EE.UU. (el principal responsable de las actuaciones de Israel durante décadas) y de Alemania (con su sucia conciencia por lo hecho contra el pueblo judío). Sin su apoyo explícito a Israel, éste no se atrevería a actuar tal como lo hace, causando un auténtico genocidio del pueblo palestino. Y me pregunto una vez más: ¿Hasta cuándo?  Mientras, el negocio armamentístico continúa más boyante que nunca. Una prueba de ello es que Israel lanzó en la Franja de Gaza en los primeros 6 días de campaña militar, la friolera cantidad de 6.000 bombas. Queda fuera de este artículo la utilización de fósforo blanco por parte del ejército israelí. El protocolo de la III Convención de Ginebra prohíbe taxativamente el uso de armas incendiarias desde el aire en “concentraciones de civiles”, como sucede en Gaza.  No es de extrañar que la sensación de frustración e impotencia se haya adueñado de nuestras mentes y nuestros corazones. ¡NO A LAS ARMAS, NO A LAS GUERRAS, POR UN MUNDO EN PAZ: ¡JUSTO Y SOLIDARIO!

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