Rafael Sánchez García
El ataque e invasión del estado de Israel contra Gaza, tras el criminal ataque de Hamás contra Israel, ha vuelto a poner en primer plano de la actualidad mundial el conflicto palestino. Pero este es un conflicto entre los más de 50 que hay abiertos en la actualidad en todo el planeta. Lo que ocurre es que de la mayoría de ellos apenas si se informa en los medios de comunicación o no nos llegan imágenes tan impactantes como las del genocidio contra los palestinos perpetrado por el estado sionista de Israel. Un genocidio que arranca desde el primer momento de la creación del Estado de Israel, cuyos gobiernos han ido, paulatinamente, invadiendo territorios palestinos y robando sus tierras a la vez que iban implantando asentamientos de colonos judíos. Y ahora, tras el último taque de Hamás, asesinando indiscriminadamente a ciudadanos de Israel, le ha puesto en bandeja al gobierno sionista de Binyamin Netanyahu el dar la estocada final al conflicto con la invasión total contra Palestina. A Netanyahu le ha venido muy bien el ataque de Hamás, pues ha hecho que los ciudadanos israelíes se olviden de los juicios pendientes por corrupción de su presidente y de otras lindezas políticas que éste pretendía imponer. Pero no hemos de olvidarnos, como dijo el general israelí Yitzhak Segev, que Hamás fue creado por Israel, que lo apoyó activamente, para que luchara contra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasser Arafat. Y al final, lo mismo que le pasó a los Estados Unidos con Osama bin Laden y los talibanes para que lucharan contra la Unión Soviética, Hamás se ha vuelto contra Israel desencadenando una guerra cuyos únicos perdedores, como siempre, son los ciudadanos de a pie de los dos bandos porque, al final, los políticos acaban entendiéndose cuando a sus intereses partidistas les conviene.
Las imágenes que nos llegan del pueblo palestino son de un dramatismo que ofende la dignidad humana, con el asesinato indiscriminado por el ejército israelí de ciudadanos que huyen de la guerra, el bombardeo de hospitales y asentamientos. En un mes de bombardeos israelíes han muerto más de once mil personas, más que en casi dos años de guerra en Ucrania. Pero no pasa nada, la comunidad internacional no hace absolutamente nada, pues la ONU, compuesta actualmente por 193 países, es una organización cuyas resoluciones sólo sirven para demostrar que no es una organización “democrática”, según sus propios estándares del concepto de “democracia” que nos venden todos los gobiernos, pues en ella sólo deciden que salgan adelante las resoluciones 5 países (China, Estados Unidos, Francia, Inglaterra y la Federación de Rusia). Esto hace que los 188 países restante sean unos comparsas obedientes de esos cinco países a la hora aprobar cualquier resolución, pues los intereses económicos y militares de los cinco están por encima de todo y de todos.
Pero, realmente el gran meollo de la guerra son las industrias existentes para la misma, las cuales generan un volumen de negocio impresionante. El gasto militar mundial en el año 2022 fue, según el Instituto Internacional para la Paz de Estocolmo (SIPRI), de 2,24 billones de dólares. Un auténtico despropósito humano que no cesa, pues cada conflicto que se genera sólo hace que se armen hasta los dientes todos los países de la zona en conflicto. Como ha ocurrido en Europa tras la invasión rusa de Ucrania. El siguiente gráfico muestra cuales son los 9 países que más armas exportaron, entre 2017 y 2021, del mundo.

El siguiente gráfico nos muestra los diez países que más gasto militar hacen y, “casualmente” entre ellos están los 5 países con derecho a veto en el Consejo de seguridad de la ONU. Con ello está todo dicho.

Los datos anteriores nos dan la medida de lo pasotas que somos los seres humanos y lo poco que nos importamos como especie, dejen que me ría, “inteligente”, pues en cada país permitimos que en vez de investigar para la vida lo hagan para la muerte, sofisticando, cada vez más, las armas que cuando sus intereses de poder y económicos lo requieren montan una guerra a la que, como borregos al matadero, mandan a los ciudadanos de diferentes países a matarse entre sí, con la estupidez del patriotismo y la defensa de la patria, por motivos que ni les van ni les vienen, pues cuando los dirigentes políticos, económicos o militares lo deciden se ponen de acuerdo y se acaba el conflicto, ellos nunca ni padecen ni mueren en los conflictos, los muertos son del pueblo.
La única solución a la guerra es abandonar esa estúpida teoría del Poder que nos dicen que se “arman para la Paz”. Son cínicos hasta el extremo. En realidad, como propone el Anarquismo, la única solución a la guerra es la Paz, y para ello el primer paso es el cierre de todas las industrias armamentísticas y la desaparición de todos los ejércitos. En una palabra, la desaparición del Capitalismo y de todos los poderes que lo sustentan y protegen. Porque no nos engañemos y nos hagamos trampas al solitario a nosotros mismos, la industria y el comercio de las armas existe gobiernen las derechas, las extremas derechas, las izquierdas o las extremas izquierdas. Desde cualquier gobierno se compran o venden armas. El Poder siempre ha necesitado a esa industria y a quienes hacen una forma de vivir del entrenamiento con dichas mercancías. Sólo es posible vivir en paz si hacemos de ella un fin en sí mismo y para ello, de una vez por todas, hay que hacer desaparecer la sociedad capitalista actual y dotarnos de otra en la que la vida esté por delante de todo, y que esa vida esté basada en el entendimiento entre los diferentes pueblos del planeta y cuyas relaciones sociales se basen en la LIBERTAD, LA SOLIDARIDAD Y EL APOYO MÚTUO.
Sólo me queda decir que estamos en un momento casi crítico de la vida en nuestro planeta, es el momento de levantarse y luchar por paralizar todo aquello que nos lleva a la autodestrucción y, además, levantar la voz para denunciar y acabar con tanta miseria y sufrimiento de los más débiles por la sed de poder y dinero de los poderosos.