Floreal Rodríguez de la Paz

Estremecedor es cuanto escapa de los ciudadanos que saben caminar sin titubeos, lentos, sin prisas. En los infinitos caminos disfrutaremos del mejor clima social, siempre protegidos por nosotros mismos. ¡Pero! ¿Por qué tanta intriga social, por qué tanto espanto, por qué tanto sufrir el desasosiego? Venimos preparados de una etapa con grandes sufrimientos en la mochila: ¡Siempre temerarios! Y es de gran lujo escribir sobre los vacíos de todo el extenso y fatigoso desierto, recorriendo las dificultades que vamos encontrando, mientras la vida ensalza el devenir propio de la vida más entrañable. A veces, en muchas ocasiones, encontramos buenas razones para iluminar los caminos oscuros, que siempre los hay, esperando a que sepamos entender la confusión permanente. 

Los tremendos valores que crean los vicios más espectaculares, las rutinarias formas de subsistir al devenir adverso, los trágicos momentos encontrados sin verlos venir, las furias rompedoras de costumbres permanentes, el clamoroso encuentro con las diferencias de criterio, la envidia, la tristeza, el verdadero fenómeno que se suele vivir, a pesar de no desearlo, las emociones frustradas, el orgullo por tener lo imposible, el ansia por  ser más que los demás, las decisiones equivocadas, el desconcierto de los conflictos sociales, desde la ignorancia más comprometida con nosotros mismos. Triste, muy triste, saber que estamos condicionados por los poderosos ricos, que mantienen la falsa costumbre de los dioses.

Todo puede ser, aunque no medie el interés en ello, por la abulia ignorada, las tragedias inesperadas y cuanto sucede ante la brevedad de los hechos maltrechos. ¡Todo un manantial de logros imposibles! Y toca seguir sembrando en el barbecho para nuestra futura cosecha. Somos como si tuviésemos a nuestro alcance la especie para eternizarla: ¡Bello asunto de la civilización que disfrutamos! Defenderla, es lo nuestros. Es el mayor reto. La enorme realidad en toda costumbre. Pero lejos, muy distante, sobre todo de los vicios detractores, cuando influyen en las formas de vivir, si no, disfrutando los virtuosos placeres; tal vez la tan cacareada paz, porque con ella sería siempre posible prolongar las grandes músicas, en sinfonías, con luces y colores sorprendentes, esas que nos acompañan mientras pasan los escenarios, con o sin la suerte, mientras se vive la imaginación de los queridos e inevitables sueños. Caminar sin el control de los pasos es, o sería, vivir sinuosos por tantos horizontes encontrados al azar de cualquier suerte, ajustada al socaire de nuestras propias sombras furtivas.

Y si no sabemos hacer las cosas, puesto que así nos va, queda por saber hacer lo que protegería mejor el arte de vivir. Teniendo en cuenta que las políticas de Estado mienten, engañan por decretos ley, prometen incumpliendo, son payasos del teatro estridente, turbio, con actores endiosados de políticos, hacen las cosas por fama millonaria, poder incuestionable, dinero malversador y alevosa heterodoxia. ¡Qué seres humanos nos gobiernan! ¡Cómo conspiran, dándoselas de privilegiados! ¡Qué sociedad, en el ejercicio de la civilización mal gobernada, nos enseñan desde la cuna! ¿Y quién pone el cascabel al gato? Sin tener lo que merecemos, bien que la resignación, domina ante los ejercicios diarios de cada situación sumisa. ¡Somos vulnerables! Estamos sometidos a formas gobernadas por depredadores, aprovechados del poder, porque es rentable el beneficio recaudado, desde las ideas impuestas por la trama política para ello. Y no es verdad que somos gobernados pensando en que es lo que merecemos. Esto no sirve, como opinión, porque se nos amedrenta hasta ser sodomizados por el placer que se permiten los elegidos para gobernar las conductas ciudadanas. Los lacayos, los violadores, las formas turbias en el comportamiento, las promesas de futuro que nunca son realizadas desde las conductas políticas, el farragoso ejemplo que ofrecen los dioses de todas las religiones dogmáticas, el triste ejercicio de las apariencias humanas, que sólo sirven para proteger más el interés del capitalismo. En definitiva, las fuerzas posibles concentradas en las políticas de Estado. ¡Vaya!, se creen mandarines de todas las políticas por haber, pero va a ser que no porque, ante la amenaza del poder autoritario, no será posible dominar la verdadera ética intocable de la libertad más exigente.

No cambia para nada, según la época que decide hacer las cosas como deben desarrollarse. Se impone la verdadera fuerza de la necesidad, ¡todas! Para los sin trabajo, para los que sufren el hambre, para los que se creen ricos porque tienen cubierto el plato de comida y para destruir las diferencias entre pobres y ricos. ¡Entiéndase bien esto! Las poderosas razones existentes entre ricos y pobres no son más que sólo por ello, pues unos están prostituidos por la escasez y los otros por la prostituida gracia proporcionada por la miserable conducta de quienes lo disfrutan absolutamente todo, sin que puedan corregir el disfrute de los privilegiados valores de quienes usurpan el todo gracias al engaño y las miserables condiciones a que son sometidos los que nada tienen, ni aun acceso a poder corregir promesas adversas, que debería existir algún código de conducta para proteger la suma emocional que siempre pueda enmendar los hechos sinuosos o turbios. Hacer las cosas bien pertenece a una conducta necesaria, pues se trata de las grandes reflexiones, por las que estamos llamados a cumplir los climas de sufrimiento, las emociones frustradas, el farragoso criterio de ser más que nadie, los chirriantes sonidos con la miseria de los dioses políticos frustrantes, la triste envidia por aquello que nunca será posible, las costumbres del morboso condicionante en las costumbres y el poder de la ignorancia, cuando ésta impone criterios pusilánimes. Todo, porque es cierto que no sabemos evolucionar para que pueda ser posible el disfrute de la concordia en la felicidad ausente. No es tan difícil la enmienda que facilita mejor vida, mejor sociedad, mejores Centros Sociales, ausentes en la Sociedad actual porque los ricos no aceptan alejarse de los privilegios sociales, muy nebulosos, porque la riqueza avasalla, coarta, limita, dificulta, y porque compran la circunstancia por la que no ven que podemos vivir todos con el derecho al pataleo, que nunca debe menospreciar los avatares propios en toda circunstancia. Cuando las cosas resultan cargadas de tropiezos, queda siempre el derecho a las luchas sociales, ya que, en ello, no se practica la maldad, a pesar de los ideales politizados desde los gobiernos de Estado. ¡Libertarios! El Estado es un problema terrible, es la condición, promesa que certifica el sufrimiento, es la ley que  no existe con fines  concretos de terminar con  la estructura de todas las políticas de Estado: Es, por siempre, la dificultad, porque sin Estado la convivencia ciudadana podría tener acceso  a la feliz idea que permitiría libertades sociales ausentes, porque así lo impone el destructor capitalismo, dominado por sus gladiadores, eunucos contratados, para que no sea posible la concordia, tan necesaria siempre en una democracia viva, que decretase la seguridad de la convivencia ciudadana.

La humanidad sufre los antidemocráticos estilos impuestos por el siempre depredador Estado gobernante. Piensa el Estado que sus premisas resuelven los prolongamientos sociales, que tanto intervienen en la confortable necesidad de vivir; ya que vivir conlleva la panacea de los encuentros patológicos, que siempre suelen improvisar, sin que arredre la simple realidad de los hechos. Es posible que, a lo extenso de las vicisitudes de la vida, encontremos el error, la escasez, lo triste, el engaño, las miserias que debemos acoger; los importantes momentos que aportan felicidad, como, igualmente, el disfrute respetable siempre, porque sin nuestra atención el comportamiento de la transición vida-muerte acorta el camino que debemos recorrer, sin tregua, sin duda, sin sospechar que el destino sólo es un panegírico imposible. Por estos dardos de optimismo, hay que seguir la firmeza contra las tragedias ocasionadas por el innecesario Estado gobernante. El Estado es el camino equivocado, al Movimiento Libertario corresponde la práctica, porque la teoría, ¡queda claro! No soluciona las fisuras del lujo privado el poder de la jauría política, los decretos ley que hacen posible la tortura en las cárceles, los prostíbulos de las miserias sociales, el poder de unos cuantos contra todos, la soberbia disfrazada de burguesas costumbres centenarias, el criterio absurdo que nos imponen las políticas de Estado, los caminos que andamos, rocosos siempre, con alevosía y premeditación: En definitiva, el sufrimiento que delega el Estado, entre los obedientes, por un salario, que lo primero que consigue es reducir la dignidad a los intereses de diplomados jueces, con la única condición que obliga, que impide, que no permite ser ciudadanos libres de todos ellos.

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