Pedro Ibarra
Es siempre causa de rechazo todo tipo de contestación o protesta social en el que se pueda producir alguna molestia, por insignificante que esta sea. Las gentes de paz y orden de nuestra sociedad Danone no aceptan nada que pueda perturbar el armónico silencio que columpia las justas conciencias de las personas que por su rectitud moral son merecedoras de un acatamiento social por parte de las clases sociales bajas. Éstas deberían de considerar el enorme sacrificio y la gran labor pía que hacen para el bien de los demócratas jugando las pesadas partidas de golf al aire libre y sin un mal techo que les cobije. Nadie puede comprender el enorme esfuerzo que supone, para las divas personas pensantes, el tener que pasar por los infiernos de los severos regímenes alimenticios y poder estar presentables delante de las clases inferiores con el fin de no causarles un desagradable espectáculo hiriente.
Las hordas obreriles, egoístas, ingratas y desagradecidas, en sus algaradas, cortan vías y calles sin la menor consideración para aquellos que sostienen a sus familiares en esplendorosos y fatigosos estatus sociales. Destrozan todo a su paso, sin ningún tipo de remordimiento cívico, aplastan los coloridos jardines y los célebres aparadores Macdonals son destrozados, las hamburguesas pisoteadas, con sus carnes de primera calidad, y aplastadas las heces de nuestras queridas mascotas familiares.
En medio de toda esta algarada difícil se hace el poder meditar un momento a los señores Danone y preguntarse “el por qué” de todos estos desórdenes. Esto sería un acto de humildad y raciocinio que quizás no pueda estar al alcance de sus privilegiados cerebros, pues sus preclaras mentes consideran que es indigna tal acción. Aunque sea un atrevimiento por parte de los obreros el poder decir que los problemas sociales no son el hongo que aparece después de una lluvia, porque ni menos este hongo, para que aparezca tiene que haber una serie de circunstancias naturales para que se de todo el prodigio. Lo mismo sucede con los problemas y los conflictos en el mundo del trabajo. El meollo del problema está en donde casi siempre está, por la sencilla razón de que nunca “los que provocan el problema tienen la gallardía de reconocerlo”, y esa falta de responsabilidad y honradez hace que florezca mil y una mentira, silencio, cobardía y engaño.
Reconozcamos, pues, que debajo de cada planta siempre hay una raíz que le da razón de ser, y debajo de cada problema lo mismo.
Numerosas son las protestas que se producen en nuestro país y en los demás. Diariamente hay conflictos del más variado cariz que empujan a nuestro cerebro a pensar en el porqué de ellos y son varias las personas que opinan que bastantes de estos problemas los producen los gobiernos, por tener que tomar muchas decisiones de espaldas a los pueblos, por la sencilla razón de que no solo están convencidos de ser propietarios de todas las voluntades de sus gentes, al ser un día elegidos, sino que disponen de una patente de corso con la cual pueden hacer lo que dispongan sus olvidadizos y prepotentes cerebros. Ocurre después que los pueblos no desean comerse los manjares que ellos no han escogido, cosa esta muy natural.
Lo que sucede es muy lamentable, y es el que por estar en desacuerdo con los poderosos se acarrean esas terroríficas cargas policiales, en donde se golpea con saña a los que un día votaron con ingenua ilusión infantil a esos gobiernos, cobrando todos, incluso los que no trabajan. Difícil, pues, se hace el entregar albedríos y voluntades a unos señores para que dispongan de ellos cuando y como quieran y que después de soportar sus equivocaciones, si no estás de acuerdo y te unes a otros, recibirás las célebres cargas de los Cosacos Armados y mantenidos por los golpeados (paradoja de las paradojas).
Estas suaves y democráticas maneras de disolver unas protestas están siendo cuestionadas por los apaleados de siempre. En la constante observación de ellas, se puede ver que las porras que se emplean, bajo suaves calificativos, tales como disuasión, desalojo o dispersión, tienen internacionalmente el color negro y la forma de aplicación idéntica. Pero en los países orientales la cosa funciona de otra manera, pues los medios con los cuales se reprime a los manifestantes son idénticos: cascos, bastones y corazas para los dos bandos. Para los que dan y reciben y para los que reciben y dan. Cosa esta más vecina a la igualdad. Sin embargo, en la vieja Europa no es así, y el desequilibrio es patente, lo que no es óbice para que en un futuro se pueda corregir este defecto estético. Como personas que somos, el poder ver esos espectáculos callejeros, en que se golpean tan brutalmente a las gentes, hace sentirse todo menos persona, ni siquiera a las bestias se les golpea de esa manera. Uno se pregunta si de verdad no hay otra manera de solucionar los conflictos sociales nada más que a porrazos.
Si todos los maravillosos adelantos que se crean diariamente sólo sirven para tener que contemplar estas barbaridades de enfrentamientos públicos, sería mucho mejor el volver a las cavernas para hallar la cordura en ellas. Y lo que es peor, es el saber la capacidad intelectual y formación universitaria de los jefes que lanzan a las fuerzas antidisturbios contra los manifestantes. ¿De qué les sirven tantos conocimientos si al final de todo soólo se usa la porra? Sabiendo todo el mundo que siempre detrás de la fuerza bruta se haya el bruto.
Demos, pues, debemos los ciudadanos de este país dar las gracias a los medios de difusión por cuestionar esas terribles cargas policiales en varios lugares del mundo en el nombre de los DERECHOS HUMANOS en todos ellos aplicado y agradeciendo la ternura y la humanidad con que son tratados nuestros semejantes. Sin olvidarnos de felicitar a los antidisturbios por ofrecer a sus hijos el más blanco y limpio pan del mundo.