Encarnación Julià García
En los últimos años el 8 de marzo ha pasado de ser Día de la Mujer Trabajadora a solamente, Día de la Mujer, y de Día de la mujer está pasando a ser Día de los “feminismos diversos”.
El Día de la mujer es una invención de las Naciones Unidas y de los gobiernos para eliminar el carácter de clase de este día, y las mujeres y los organismos obreros mayoritarios se están viendo arrastrados por esta corriente. ¿Nos podemos imaginar un 1 de mayo que, en lugar de ser el día de la lucha de los trabajadores, se convierta en un Día del trabajo, donde se exalte la productividad, la competitividad de la economía y el nacionalismo, y donde coincidan obreros con empresarios? Pues el día de la Mujer viene a ser esto, ya que genera demostraciones desprovistas de sentido de clase que puedan estar encabezadas por las lideresas políticas de turno. El 8 de mayo institucional es un día donde la referencia fundamental son las mujeres que han alcanzado puestos de poder en las instituciones, mujeres empresarias, o deportistas de élite, o que hayan alcanzado notoriedad en algún campo del saber o de la producción. Las mujeres trabajadoras y el sujeto colectivo mujer trabajadora quedan fuera de este día, donde la huelga brilla por su ausencia. Y si hay algún tipo de huelga, es para reclamar derechos de la mujer de cualquier clase social, en prevención del choque de clases, considerando que la categoría clase social divide a las mujeres (algo así como lo que el movimiento obrero masculino consideraba del feminismo, pero a la inversa, es decir, que iba a dividir a los obreros y a restar fuerzas a la lucha de clase).
La siguiente vuelta de tuerca es mucho más compleja y tiene más por analizar. Aquí hay que hacer referencia a la historia de las olas del feminismo. Las olas dan cuenta de hacia dónde va el movimiento, pero no son todo él, tienen lugar en el feminismo sistémico, no revolucionario. Para las anarquistas, éstas son corrientes con las que hay que dialogar, sin identificarse con ellas porque el análisis anarquista es más profundo, más radical, pueden participar en las olas, pero no funcionan por olas. Según quien escriba el texto de la historia del feminismo que estemos leyendo, aparecerá una cuarta ola llamada del feminismo diverso o, por el contrario, se comprenderá como una reacción a la tercera ola. En todo caso, está basada en la vertiente de género del postmodernismo, popularizada con el nombre de teoría “queer”. Esta es una palabra que el colectivo de género diverso ha utilizado para nombrarse, de manera que se da por hecho que si perteneces a este colectivo tienes que defender los postulados de esta teoría, y que cualquier crítica a dicha teoría es un ataque al colectivo. Se trata de la última bomba lanzada contra el feminismo y todo el movimiento social contrario al sistema, al que viene a impregnar de valores capitalistas, esta vez introduciéndose en su ética de relaciones humanas y relaciones sexuales. Al capitalismo lo sirven diferentes filosofías, que son justificaciones de la arbitrariedad del individuo, confundida aquí con libertad, bajo el prisma de sujeto absoluto de mente todopoderosa, o bien objeto absoluto y desespiritualizado. El postmodernismo, una escuela de tiempos de la Guerra Fría, que se vende a sí mismo como novedad, siendo en realidad actualización del pensamiento de nihilistas como Nietzche, a los que algunos se empeñan en situar dentro del anarquismo, se propone el fin de la historia, de las ideologías. No supone un proyecto social alternativo, ni una superación de las involuciones modernas que hoy sufrimos, sino que trata de eliminar todo lo que una vez hubo de humano en la revolución moderna, la base filosófica del humanismo, que fue incorporada por el socialismo con apertura hacia una visión ecológica de la libertad, sobre todo en el anarquismo. Es ante todo un anti-humanismo, lo de “post” es sólo un prefijo para intimidar al oponente teórico tachándolo de caduco. Esto cada vez se expresa más abiertamente. Lo de “postmodernidad” va reemplazándose por el “transhumanismo”, una fase en la que dejamos atrás lo que nos hacía vulnerables e imperfectos, y nos vamos acercando al ideal del “superhombre” que está por encima del bien y del mal. Y subrayo aquí el masculino, porque es una invención patriarcal. El transhumanismo es una transposición del hombre pensante al plano de la divinidad, la máquina, el ciborg, el nuevo dios. Éste, por supuesto, no tiene sexo ni género, porque es autónomo. Aquí todo es autónomo, no necesitamos de los demás, salvo para consumirlos, como objetos de usar y tirar, lo mismo que hacen las empresas con nosotros. Por si fuera poco, nos quieren hacer naturalizar la ruptura de los vínculos como una ventaja, como una libertad, como una eterna juventud y adolescencia. Y si estas triste, ojo, no te lo permitas, porque hay que sonreír y seguirles la performance. El modelo de vínculos que promueve es el de mercado relacional, donde todo es vendible y la oferta es interminable, porque todo tipo de práctica sexual se despatologiza y se considera igualmente válida, sea prostitución, incesto, pederastia, sadomasoquismo, zoofilia… no importa. Se impone el modelo Tinder, te pruebas al otro como si fuera una prenda y si no te gusta la devuelves. Cuando no tenemos tiempo ni para dedicarle a una sola persona y construir una relación de intimidad significativa con ella, se nos inculca que mantengamos relaciones grupales, de tres o más. En éstas te obligas a tener vínculo con todo el que entre, te guste o no, por el hecho de estar enamorado de alguien que quiere relaciones grupales. O llegamos al punto de que todos estamos polienamorados, con lo cual cada vez tenemos menos tiempo para cada uno de nuestros amores, y si tenemos que planificarnos la convivencia y el tener descendencia por igual con cada uno, ya veríamos como alcanza. Al final, lo que más interesa al capitalismo en cuanto al llamado “mercado sentimental”, es crear individuos que recurran al mercado buscando lo que no se compra ni se vende. Las fuentes espontáneas de autoestima y amor verdadero, que aportan el enraizamiento de la persona al espacio en el que vive, son su familia, sus amigos, una pareja estable que aporte compromiso y no solo sexo, las comunidades locales y las asociaciones de iguales, estructuras no estatales, de las que sobre todo las basadas en vínculo biológico se han demostrado evolutivamente cruciales para la supervivencia de la especie.
De la academia, de las facultades de filosofía y antropología, donde los postmodernos han ido tomando asiento, con el relativismo cultural y el relativismo moral, salen estas ideas, que van a entrar en fusión con el discurso de las tapaderas de la industria reproductiva y del sexo de pago, hoy ya plenamente integradas en los movimientos sociales. Son los interesados en instrumentalizar el movimiento de la diversidad de género en contra de las feministas para callar su voz. Agenda de deshumanización por parte de los promotores del mito del Superhombre, académicos que se llenan de dinero, de gloria y de influencia emitiendo este mensaje, agenda de instrumentalización por parte de los lobbys capitalistas, y agenda de desarme del feminismo por parte del patriarcado al frente de las empresas y los gobiernos que, a su vez, van a recoger las vindicaciones de los grupos de presión capitalista infiltrados en los movimientos sociales.
Ejemplo de ello está en las leyes promovidas desde el último gobierno de turno en España, más en concreto, desde el partido Podemos. Se concreta en la famosa ley del “sólo sí es sí”, que aparte de establecer una distinción artificial entre agresiones con o sin violencia, con o sin intimidación (¡!), introduce una noción de consentimiento en abstracto, como si todo lo consentido fuera bueno por el hecho de serlo. No hay ninguna referencia a que ese consentimiento tiene que ser responsable, no dado bajo amenaza ni presión de ningún tipo, y sin que implique violación de derechos humanos de la persona. De la ley desaparece el límite ético y sólo queda la voluntad de un individuo sin responsabilidad para consigo mismo y con los demás. Esto es liberalismo puro, pero a la sociedad la única polémica que le ha llegado desde los media es la excarcelación de delincuentes sexuales que ha permitido la ley y los jueces, sin que, por otra parte, haya habido la más mínima discusión acerca del problema de la rehabilitación de los criminales sexuales y la prevención del crimen machista. En cuanto a la llamada “ley trans”, que se supone que es para favorecer a las personas transgénero, parte del concepto de “autodeterminación de género”, que es un constructo de la teoría queer sobre el cual no ha habido debate social, de forma que parece que quien está en contra de la ley está en contra de la transexualidad. La mayor parte de la sociedad española desconoce esta prolongación de la guerra fría intelectual de posguerra, que ahora viene desde los enfoques de género, uno marxista y otro postmoderno. Desde el feminismo radical, Radfem, se hacen potentes análisis críticos de la teoría queer, pero con unos posicionamientos que nos perjudican a todas, porque es llevar esta guerra fría al plano del feminismo (como eso de que o estás con Rusia o con Ucrania). Y aquí es primero la ciencia la que tiene que hablar, la que tiene que explicar los vínculos entre naturaleza y cultura. De hecho, son las categorías sexo y género las que están complicando el panorama: para la teoría queer, sólo existe género, que aquí es una representación meramente subjetiva, mientras que para el Radfem, el género junto a los estereotipos debe ser abolido, y debe quedar sólo el sexo biológico, que para ellas se reduce a cromosomas, y caracteres sexuales primarios y secundarios, junto a capacidad de gestar. Se pasa así por alto las evidencias científicas que indican que el sexo depende también de la acción de las hormonas y de determinadas estructuras cerebrales. A ninguna de estas dos escuelas les interesa que haya una esencia natural del sexo diverso, porque la una quiere cambiar de género como de chaqueta y montar una industria en torno a esto, y la otra, se resiste a integrar la diversidad dentro de su concepto de mujer por reacción al ataque que está recibiendo desde el liberalismo. Sin una naturaleza que nos guíe en el sexo sentido, en el sentimiento de pertenencia a uno de los tres sexos (varón, mujer o inter), no hay base para conocer la propia identidad sexual. Y sin una construcción cultural por medio de estereotipos, para poder distinguir los sexos, tampoco hay identidad posible. La autodeterminación tiene que efectuarse a partir del reconocimiento del ser vivo de sí mismo, de su esencia, porque somos parte de algo más grande que nosotros. Una voluntad sin límites, vacía de contenido, es indeterminación, y lo que produce no es diversidad sino uniformidad. Aún no está claro dónde se acaba la influencia de la cultura en la biología, si hay algo que no sea maleable o modificable por la cultura o por la técnica, pero podemos guiarnos diferenciando qué se traduce en jerarquía y qué no, entendiendo esto último como la esencia que no se puede eliminar más que a costa de eliminar al ser humano. Esa sería nuestra identidad, lo que nos hace ser lo que somos, el límite que la mística del sujeto puro no quiere admitir. El anarcofeminismo no se puede contentar con esta pobre visión de las cosas que procede de las escuelas burguesas del feminismo; necesita de un desarrollo teórico propio que haga frente a este bucle de irracionalidad que está absorbiendo todas las energías y está provocando un ambiente que no favorece el diálogo, sino el fanatismo y la violencia.
Y ahora, la disyuntiva del qué hacer frente al panorama que se nos presenta en nuestras ciudades, donde las convocatorias, como en las capitales, tienden a dividirse en marchas separadas según se pertenezca a una u otra opción, Radfem o Queer. Y el tema que visiblemente separa es el del negocio prostitucional. Del lado de los “feminismos diversos”, es omnipresente la imagen del tacón rojo de las tapaderas del proxenetismo, que ha eclipsado a cualquier reivindicación histórica del día. “Trabajadora” es sinónimo de prostituta feliz, eso es una trabajadora en neolengua postmoderna. Los sindicatos como UGT y CCOO se suman a esta convocatoria. Se crean bloques antirrepresivos donde la CGT campa a sus anchas. Se ponen nombres como “Movimiento feminista”, excluyendo del movimiento a las que se queden fuera, y se promueven alianzas con movimientos ciudadanistas tipo ILP por la regularización YA de los inmigrantes, como si la regularización fuera la solución para las víctimas del sistema prostitucional (no hay más que considerar el millón y medio de niñas y mujeres rumanas, ciudadanas europeas, que han sido traficadas, muchas de ellas explotadas legalmente en Alemania, lo quieran ellas o no, bajo amenaza de las mafias de proxenetismo que allí tienen cobertura legal. La captación al principio era engañándolas con falsos contratos de trabajo, luego con el método del loverboy, y como ya no les sirve, se han pasado al secuestro en la calle o en su casa. Un auténtico feminicidio del que son responsables los consumidores de este comercio macabro). Del otro lado y en otra marcha, han quedado las Radfem, que son abolicionistas de la prostitución y están en contra de los vientres de alquiler y de la pornografía, pero que niegan a las personas transexuales su identidad (de los hombres transexuales, dicen cosas como que son mujeres con barba, y de las mujeres transexuales, que son hombres vestidos de mujer).
Lo que nos toca hacer como anarquistas, para ofrecer resistencia a estas manipulaciones, y al sistema mismo que nos tiene cogidos en su red, es crear un posicionamiento y una acción independientes de la corriente principal del día. Vuelvo otra vez a comparar con el 1 de mayo y con el 8 de marzo histórico, que siempre han sido diversos, porque las marchas eran heterogéneas, pero eran ramas del mismo movimiento obrero, todavía sin adulteraciones burguesas, todavía no institucionalizados, eran comunistas, anarquistas o socialistas, pero no lo que se está viendo aquí y ahora, donde se advierten los tentáculos del estado y de la patronal. Lo que justifica también este día el que se hagan marchas separadas, una mitad del día para la huelga y los piquetes, y otra parte de jornada para la marcha independiente, por las calles, donde quede bien claro que ni Radfem ni Queer, sino anarcofeministas y anarcosindicalistas. Siempre habrá quien considere que estas últimas opciones son excluyentes, pero esto ya es tema aparte.