Floreal Rodríguez de la Paz

 

Los ciudadanos tienen derecho a discrepar de los jueces, a criticar sus sentencias, a protestar. Y si alguien atenta contra su libertad de expresión, serán los jueces quienes tendrán la obligación de defender a aquellos que les critican: “pero debiera ser siempre, en caso de que medie, por encima de árbitros para la Justicia”. Pero produce sonrisa morder la pescadilla desde el momento en que será o no será respetada la evidencia del fiasco jurídico, en casos de absoluto resultado en el beneplácito de hechos con legitimidad exclusiva de la ciudadanía sin título de políticos, o de servidores del poder de Estado, por muy protegidos que se crean poseídos de impunidad.

Siendo un derecho la Crítica, se ve vulnerada por quienes creen o piensan de forma enfrentada al fenómeno que valora la circunstancia, ya en política, ya en los criterios más dispares del consenso ciudadano. Criticar es muy saludable, sana los errores cometidos, limpia la bruma social. Crea, construye mayor firmeza en la razón dudosa. Embellece todo lo entrañable de la sociedad libre. Levanta nuevos monumentos emblemáticos. Germina en ello todo lo que está difuminado en la sociabilidad diaria. ¡La Crítica es inevitable, sobre todo cuando la confusión tiene fuerza viperina en los argumentos pretenciosos! Y la Democracia debe ser el dardo social contra los improperios. Pero ‘pongamos el cascabel al gato’.

Las derechas, juntas siempre, que no son tres, sino de formas infinitas -porque es el arte de la demagogia-, con fines concretos iguales, necesitan ser subsanadas porque tienen excesivas asperezas todavía sin enmendar. ¡Cómo es la política! Se ofenden; desnudan para la audiencia expectante al pirata en la deriva con ego personal; cumplen la estrategia nefasta que diseñan entre bastidores con felonía selectiva; despistan la realidad democrática que pregonan; viven avezados al calor del precio que ellos mismos valoran, seleccionando privilegios acomodaticios. De la derecha se dijo siempre que es el ardid social, el truco desorientador, hasta que fallecen por las múltiples trifulcas en los triunfos del rigor más autoritario, con alto nivel desequilibrado -ejemplo de Ciudadanos-. La política de derechas nació con el ‘credo individualista’ frente al colectivismo; confesionalidad frente al laicismo; propiedad privada frente a propiedad pública -sobre todo en ciertas actividades económicas-; igualdad de oportunidades frente a igualdad de resultados; tradicionalismo frente a la reforma social; conservadurismo frente al progreso. La derecha se decanta estadísticamente por las primeras componentes de cada una de ellas en mayor proporción que la izquierda.

La izquierda tiene reto pendiente, debiendo poner bozal a los aullidos que se escuchan, sobre todo, por la defensa del patriotismo castrense. Qué lenguaje, qué argumentos, qué verborrea en la conducta de los más empeñados en que hay que estar condenados a rezar por los dioses de paja de la derecha: PP, Ciudadanos, Vox. La España que pretenden no certifica que, las derechas que vienen de una Guerra Civil, no debe permitir que ‘el futuro’ tenga que resignarse a vivir con la miseria que se sufre en la constitución enferma, miserable, desde el momento en que no se sabe gobernar para que disminuya, o desaparezca el reino de las fantasías divinas, de los falsos criterios legislativos, todavía sin evolucionar, si lo vemos desde el lado de las miserables condiciones que la Clase Trabajadora sufre, porque las leyes están defendidas por ‘Decreto Ley’, faltas de recomponer desde el Parlamento que debiera defender a los ciudadanos, dejando de hacerlo por quienes tienen el poder de la banca en sus manos -que en definitiva es hacienda-. Hablar de España no es lo mismo que hablar de los españoles. hay que decir a muchas cosas que no, por caso citaré dónde está el furor endémico, los fracasos sociales, es decir, sobre todo es lo más serio, hasta preocupante, en la política de derechas. Dejo dardo político: La política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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