Miguel Correas Aneas
Escribir sobre las mujeres en Afganistán es hablar de una de las injusticias más grandes que ha sufrido la mujer a lo largo de su historia. Y escribir sobre la situación actual es algo que deprime hasta límites impensables. El cautiverio que sufre la mujer afgana es de una magnitud que produce escalofríos en todo el cuerpo. Ha tenido algunas breves épocas en que ha podido salir de su cautiverio y poder ver la luz de la ciencia y la cultura. Pero llegó el fatídico 15 de agosto de 2021 y la mujer afgana volvió a las catacumbas del silencio y la más inhumada situación: nuevo cautiverio forzoso y con pocos visos de cambio a medio plazo. Es por ello, que cuando faltan pocos días para la fecha del 8 de marzo: Día de la Mujer trabajadora, me pongo a reflejar, brevemente, la situación de ignominia que padece la mujer afgana desde su infancia hasta su vejez.

Nadia Anjuman (1980-2005), poetisa y periodista
afana asesinada por su marido
Es por ello, que antes de hablar de poesía quiero hacer hincapié en los puntos que hacen de la mujer afgana un ser invisible fuera y dentro de su casa. Fuera porque no se le deja trabajar ni formarse, y dentro, porque es un simple objeto y no una persona con dignidad propia. Es algo que está, pero como si no estuviera, es decir, un objeto en vez de un sujeto. En Afganistán, con la salida de los países europeos y de Estados Unidos, vencidos por los talibanes (talibán: “estudiante del conocimiento”), y la llegada al Gobierno de la nación de los Talibanes, las políticas represivas conta la mujer no se hicieron esperar, a pesar de las falsas promesas de cambio por parte de los nuevos gobernantes. Dichas políticas se traducen en el recrudecimiento de las normas y el férreo control de la vida diaria de la población femenina, que han llevado a las mujeres a un verdadero cautiverio. Afganistán, para la mujer de hoy en día, es como una inmensa cárcel, que no le permite vivir sino bajo el control de los gobernantes y de los miembros masculinos de la sociedad.
Entre las múltiples restricciones impuestas a las mujeres en Afganistán bajo el régimen talibán actual, voy a destacar las 10 que considero más significativas: 1) La educación ha sido vetada a las mujeres a partir de los 12 años. 2) Las mujeres han sido excluidas del mercado laboral. 3) Las mujeres deben cumplir un estricto código de vestimenta. 4) No pueden salir de casa sin un mahram, es decir, sin un acompañante masculino. 5) No pueden practicar deporte. 6) Hay segregación en el transporte público, ya que no pueden subir a los autobuses con hombres. 7) Continúan los matrimonios precoces y forzados, no pueden elegir con quién se casan, cuántos hijos o hijas tener y cuándo mantener relaciones fuera del ámbito familiar. 8) Deben evitar asomarse a los balcones, es obligatorio que las ventanas sean opacas para no ser vistas. Nadie puede fotografiar o filmar a mujeres ni publicar imágenes de ellas. 9) Está negada la libertad de expresión. Aunque hay un gran movimiento de resistencia pacífica. 10) Se han cerrado de manera forzosa miles de salones de belleza. Estas serían algunas de las prohibiciones más llamativas, aunque la lista de prohibiciones es larguísima. Basta con buscar en Internet el listado, para darse uno cuenta de la dramática situación en la que están inmersas las mujeres afganas debido al fanatismo talibán.
Con todo ello, las mujeres afganas han tenido siempre la valentía de crear una forma que les permite dar a conocer su situación personal y colectiva. Para ello han utilizado desde antiguo una forma muy especial de hacerlo: la POESÏA. Aunque la forma más drástica de protesta personal frente a su ignominiosa situación, de su cautiverio silencioso, es la utilización del suicidio, ya que para los talibanes es un hecho de total cobardía, y está prohibido por la ley islámica. Así pues, la mujer afgana se refugia en la poesía y en el canto que tiene como base la poética conocida como landay (que significa, “el breve”).
Es verdad que las mujeres siempre han compuesto poemas, y lo han hecho antes que los hombres, ya que el primer poeta conocido fue una mujer, y mujer fue la gran poetisa griega Safo. Ahora bien, la poesía realizada por las mujeres afganas es un caso muy peculiar, único en la historia de la humanidad, por el contenido que se puede apreciar en sus poemas, en sus landays, los cuales son de una belleza y una crudeza que no tienen parangón. Son de una enorme sensibilidad humana y una crudeza hacia el marido que le ha tocado en la “loteria” de la vida, que son realmente inigualables. No se puede, en solo 22 sílabas, decir cosas tan rotundas como las que se pueden leer en la poesía popular de las mujeres afganas, tan alejados sus landays de los poemas escritos por los hombres, sobre todo, si éstos son personas cultas, ya que mientras éstos se dedican a demostrar sus conocimientos del Corán y de la poesía persa darí, ellas basan sus landays en sus muchas preocupaciones, sus alegrías, sus amores, sus frustraciones, su vida terrenal… pues no esperan nada en el más allá. Su felicidad la quieren aquí y ahora. En general, el destinatario de sus poemas es: un marido impuesto (a quien le llama su “pequeño horrible”) y su amante, que es el verdadero amor de su vida y dueño de su corazón y de su cuerpo.
Pero ¿qué es un landay? Un landay es un poema formado por dos versos de 9 sílabas, el primero y 13 sílabas el segundo de los versos. Sin rimas obligatorias, y sus ritmos tienen ante todo un valor melódico. Los landays son composiciones apartadas de las influencias exteriores, ecos emblemáticos donde se escucha la voz de un pueblo: el pastún. Un pueblo que por su situación geográfica a sido codiciado, a lo largo de su tortuosa historia, por otros muchos pueblos limítrofes. Sus poemas son breves improvisaciones populares con formas de una gran diversidad. Con reglas específicas de versificación. El landay es inseparable del canto, ya que esta poesía no está destinada a la declamación, sino a ser cantada en fiestas de todo tipo, principalmente en bodas. En cuanto a su contenido se distingue, claramente, de la lírica darí (persa). No exalta el amor místico. No tiene ninguna aspiración a un cielo desconocido, inefable e insondable. No se entrega a las alabanzas del señor. No hay un amo absoluto que disponga de la vida y de la muerte de sus súbditos.
En los landays no se dan los juegos de palabras, los refinamientos sentimentales, las metáforas preciosistas (todo esto son ejercicios retóricos que sí se dan en la poesía lírica de Persia – lírica darí-). El landay es sencillo y va a la esencia de las cosas. Es el canto de un ser terrenal con sus inquietudes, sus miedos y sus placeres. En el canto de los landays se celebra la naturaleza, las montañas, los valles, los bosques, los ríos, el alba, el crepúsculo y el espacio imantado de la noche. Pero este canto, también, se alimenta de la guerra y del honor, de la vergüenza y del amor, de la belleza y de la muerte. Hay que destacar que la gran originalidad de esta poesía popular es la presencia de la mujer. La mujer es creadora, autora y sujeto de numerosos cantos. Los landays, por su brevedad y su ritmo interno, atraen la atención del lector desde el primer instante. Cuando las jóvenes van a la fuente, bailan o cantan en una fiesta o en una boda improvisan nuevos landays, y los mejores quedan anclados en la memoria colectiva. No es un tipo de creación exclusiva de la mujer. Pero la mujer es la gran protagonista.
En los landays, hombres y mujeres manifiestan una emoción, un deseo, una queja. Será tanto la forma gramatical como la inspiración lo que permite diferenciar a sus creadores. Los doctos y los instruidos emplean términos cultos: alusiones coránicas y expresiones persas o árabes, en ellos se detectan los diferentes artificios. Los cantores sin instrucción literaria ni de tipo religioso tienen mayor rigor y poco preciosismo. Aunque los hombres rara vez alcanzan la sobriedad profunda y pura de los landays femeninos. Estos poemas brotan de la parte “sin cultivar” de la comunidad pastún. Si los landays son sencillos, frágiles y hermosos como las flores silvestres de las llanuras y las montañas del paisaje pastún, es porque nacen sin sementeras ordenadas ni protección, de forma natural.
Los landays nacen fuera del campo: fuera del campo cultural reservado, exclusivamente, a los hombres, es decir, fuera del campo social. Los sentimientos y las ideas que canalizan no dejan ninguna duda en cuanto al sexo de sus autores: jamás un varón pastún podría evocar ciertas intrigas, aunque fuera de modo paródico. Para el varón pastún es psicológicamente imposible, Él nunca pondría en escena a un amante cuya virilidad se ve desafiada o su dignidad humillada. Los landays son del florilegio femenino y la autenticidad de sus cadencias resultan incomparables. La mujer afgana canta y habla de sí misma, del hombre y del mundo que le rodea. LA MUJER AFGANA ES UN ROSTRO ORGULLOSO, DESPIADADO Y REBELDE.
Algunos landays
En Afganistán
1-En secreto ardo, en secreto lloro,
soy la mujer pastún que no puede desvelar su
amor.
2- Ven y sé una flor en mi pecho
para que pueda refrescarte cada mañana con
un estallido de risa.
En el exilio pakistaní
1-Mi bienamado, mi sol, levántate en el horizonte,
borra mis noches de exilio:
las tinieblas de la soledad me cubren por todas
partes.
El combate
2- Hermanas mías, anudaos los velos como
cinturones,
tomad los fusiles y partid al campo de batalla.
El amor
3- Las otras chicas urden amores nuevos,
yo recoso los jirones de un amor antiguo.