Rafael Sánchez García

 

La clase trabajadora, y los pueblos en general, siempre hemos estado en crisis, pues hemos tenido que vender al Capitalismo nuestra fuerza de trabajo a cambio de míseros salarios con los cuales mal vivir. Pero el 2008 se desató, por parte de la banca, una crisis que, se añadió a la que ya arrastramos endémicamente, todavía estamos pagando, pues se les dio más de sesenta mil millones de euros que pagamos todos los ciudadanos porque ellos no lo han devuelto. No solo pagamos esos sesenta mil millones, sino que, además, con la pérdida de los empleos, los trabajadores no han podido hacer frente al pago de las hipotecas y los bancos se han quedado con el dinero cobrado de la hipoteca hasta entonces, se han quedado con los pisos y los trabajadores se han quedado con la deuda que faltaba por pagar. Es decir, los bancos hicieron el negocio del siglo, se la han quedado todo.

Pues bien, como los pobres no teníamos bastante, a todas estas miserias arrastradas se nos sumó, a comienzos de este 2020, la pandemia del COVID19 (el Coronavirus). Esta pandemia es una consecuencia lógica, y anunciada desde hace tiempo, de esta forma de vida que el Sistema Capitalista, y no cuestionada para nada por la Sociedad, en su huida hacia adelante en pos del mayor beneficio posible, nos ha ido imponiendo a lo largo de los años. Esta pandemia se ha cobrado hasta ahora, septiembre de 2020, un millón de vidas aproximadamente. Y lo peor es que los niveles de contagio no hay forma de pararlos de momento. La crisis económica como consecuencia de la pandemia es incalculable; los empleos perdidos han vuelto a hacer más vulnerables a los que ya lo eran. Lo que más preocupa a los gobiernos y al capitalismo es que no pare la máquina de producir, a consecuencia de la cual la movilidad de los trabajadores imposibilita, a la vez que la extiende, la contención de contagio del COVID19. Es el pez que se muerde la cola. No hay nada que hacer porque falta lo más importante entre la clase trabajadora y la Sociedad, es decir, falta conciencia y espíritu crítico sobre todo lo que nos rodea. Sin ellas somos siempre pasto de la verborrea de los políticos y del miedo que se nos inocula a través de los medios de comunicación, en manos, casi todos, de la banca y el gran capital.

Llevamos años permitiendo, año tras año, que los gobiernos de turno, sean de izquierdas o de derechas, estén recortando los presupuestos en sanidad, educación y ayuda social a los más desfavorecidos y ahora estamos pagando, como sociedad, las consecuencias de todos esos recortes. Y mientras se ha recortado en todo lo anterior el Estado si ha tenido dinero para ponernos más policía, para el aumento del presupuesto en investigación para la muerte (investigación militar), para el presupuesto militar, que no ha parado de crecer, y se han estado comprando toda clase de juguetes para que esos soldaditos de plomo de los cuarteles puedan jugar a diario a su guerra, porque otra no existe.

Ahora España recibirá ciento cuarenta mil millones de euros en ayudas de la Comunidad Económica Europea. Este dinero lo darán a cambio de otras contraprestaciones, que serán, como siempre, en recortes que nos afectarán negativamente a los trabajadores y a toda la sociedad. Ya han lanzado los globos sonda de por dónde irán los tiros: congelación de las miserables pensiones, congelaciones salariales, aumento de impuestos, etc. Es decir, la solución de siempre, añadir más miseria a la miseria. Y mientras tanto, los ricos cada vez más ricos, pues desde la crisis del 2008 el número de ellos ha crecido de forma considerable. Y mientras tanto, la Hacienda pública, por más que se le ha dicho y exigido, permitiendo el fraude fiscal a los que realmente más tienen (bancos y empresas), a la vez que no haciendo nada contra las empresas que tienen su dinero en los paraísos fiscales, entre ellos al borbón comisionista emérito, huido de España, con el concurso del gobierno, por haberse hecho rico a costa de todos los ciudadanos españoles. Esta es la situación que tenemos en esta España, que no es nuestra, no nos confundamos. Esta España es de los mismos pocos desde la época de los reyes católicos, al resto siempre se nos ha considerado como los peones al servicio de su cortijo, su España. Lo malo es que cuando les interesa inflan el ardor patrio en las masas descerebradas, a las que hacen creer que España también es de ellos. Y para ello siempre tienen a su servicio a esos partidos de la derecha recalcitrante y algo moderada o de ideología fascista.

Y ante todo esto yo me pregunto: ¿Qué más tiene que ocurrir para que, de una puñetera vez, reaccionemos como sociedad? ¿Cuántos muertos más necesitamos para reaccionar? ¿Cuántos ciudadanos, entre ellos niños y ancianos, han de ser echados de sus viviendas, por falta de trabajo, para tomar conciencia de que con más de un millón de viviendas vacías no puede haber gente malviviendo en las calles? ¿Cuándo vamos a tomar conciencia de que ocupar una vivienda vacía, la mayoría pertenecientes a bancos y fondos buitre, ha de ser algo socialmente legítimo? ¿Cuándo vamos a tomar conciencia, de una vez por todas, de que sin nosotros los trabajadores el Capitalismo no produce nada? ¿Cuándo seremos capaces de ver que poner una papeleta en una urna, cada cuatro años sólo, sólo sirve para perpetuar al Estado, que es el fiel y vasallo servidor del Capitalismo?

Sin conciencia social crítica la respuesta a las preguntas anteriores es nula. Lo más necesario hoy, como lo fue antaño para los compañeros que nos precedieron en la lucha por un mundo mejor, es hacer la pedagogía necesaria para ir removiendo y despertando las conciencias. Esa es, a mi parecer, la labor más importante que como libertarios hemos de acometer. No se nos olvide que la labor de formación y educación social que la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) llevó a cabo desde su fundación en 1910, hasta 1936 fue la que posibilitó hacer una sociedad paralela en los barrios y hacer una Revolución Social a la par que la lucha contra el golpe clerical fascista de 1936.

La CNT no puede hacer del Sindicalismo, sin más, su forma de ser y hacer, este es un medio y no un fin. La Confederación Nacional del Trabajo ha de volver a ser la Organización que remueva continuamente la conciencia social sobre todo lo que nos afecta como trabajadores y como sociedad, y el sindicalismo es, indudablemente, una cosa más, no la única.

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