Salomé Moltó
Han pasado casi cuarenta años en que, llena de entusiasmo, comencé la búsqueda de documentos y la realización de entrevistas a cuantas personas pudiesen aportar vivencias o dar luz a hechos de nuestra reciente historia alcoyana.
Las necesidades sociales que con los acontecimientos de la guerra se habían puesto de manifiesto, dieron ocasión a la puesta en práctica de unas teorías económicas y sociales que llevaban cerca de cien años discutiéndose en los sindicatos y en las asociaciones culturales. A la pregunta de si otra forma de organización social y económica era posible, surgió una respuesta afirmativa derivada de la práctica que protagonizaron los hombres y mujeres de aquel período histórico.
Los diversos autores que se han ocupado de la historia de Alcoy, como así mismo los que lo han hecho con posterioridad, han dirigido sus esfuerzos en otras direcciones distintas a las mías. Cada uno de ellos ha enfocado su trabajo bajo su particular visión e ideología, no cabe duda de que han
pretendido ser lo más ecuánimes posible, aunque es difícil conseguirlo, pues solemos atender con preferencia a nuestros propios sentires y conceptos sin querer pertenecer a una determinada ideología, que condiciona la predisposición cara al enfoque que se pretende dar al trabajo de investigación.
Los protagonistas de esta gesta eran libertarios y socialistas, que fueron las dos fuerzas sociales que la llevaron a cabo. Y sin menoscabo de otros enfoques, será el libertario el que intentaremos exponer, puesto que fue su labor la que prevaleció primordialmente.
Obligados a unas realidades económicas restringidas, no siempre en acuerdo con nuestros proyectos, bastante material se quedó en el archivo, y hoy, con nuevo entusiasmo, intentaremos completar lo que antes no se pudo en su momento.
La intención es la de glosar, en cierta medida, la figura de las personas que colaboraron para hacer de este proyecto una realidad, añadiendo detalles, vivencias, hechos que lo enriquecen y, a su vez, responden a la pregunta tan manida de “¿cómo es posible que unos trabajadores, que aun siendo buenos en su profesión, pudieran llevar a cabo la organización de la producción generalizada, hacer frente a una guerra, suministrar material bélico y de intendencia y atender a la población civil? Sí, fue posible y, además, con éxito.
La pretendida intención de presentar a los trabajadores como a analfabetos, se nos asevera poco rigurosa, por no decir falaz, si bien aquellos trabajadores, movidos por las carencias en sus hogares, debían ponerse a trabajar a edades muy tempranas, no pudiendo, por tal motivo, continuar
yendo al colegio, también es verdad que el Movimiento Libertario impartía clases de educación generalizada en sus sindicatos, que suplían ampliamente la educación “eclesial” de los colegios de la época. Había, también, los Centros Culturales y los Ateneos Eclécticos, complementaban la formación de los obreros.; como asimismo las Escuelas Racionalistas, cuya figura más representativa fue Francisco Ferrer y Guardia.
Los maestros racionalistas, de amplia formación humanística, llevaron por toda la geografía hispana su incansable labor. Antonia Maimón, Fontaura, José Alberola, y muchísimos más.
Hubo ediciones de revistas francamente vanguardistas para la época, como Generación Consciente, que vio la luz aquí en Alcoy, pasando después a editarse en Valencia, en donde participaban lo más progresista de la sociedad concienciada social y culturalmente.
Un sin fin de publicaciones de las que podemos destacar: Solidaridad Obrera, CNT, Fragua Social, la Revista Blanca, dirigida por la familia Montseny, y un largo número que sería prolífero nombrar. Basta con documentarse en la Enciclopedia Anarquista, que ha sido publicada con todo esmero por el incansable Miguel Iñiguez.
Colectividades Alcoy
Es más, creemos que la guerra duró casi tres años precisamente porque los trabajadores estuvieron a la altura de las circunstancias y no solo organizaron la economía, tuvieron que hacer frente a la contrarrevolución comunista dictada por Stalin desde Rusia, y a las persistentes e ineficaces
políticas del momento, a pesar de las veinticinco toneladas de Oro que le entregaron los comunistas españoles y que se desembarcaron en Odesa.
Otra de las objeciones por las que se abogan son que el cambio económico y social fue debido a las circunstancias bélicas del momento, tras el levantamiento nacionalista y la guerra civil que se produjo entre un ejército sublevado, junto al fascismo y a la Iglesia, contra la República, y que en otro tipo de sociedad, en donde imperara una economía de mercado y el derecho a la propiedad privada, características de las democráticas sociedades actuales, hubiera sido imposible. Tal vez, pero, precisamente, lo que tuvo de verdadera Revolución fue el cambiar ese tipo de economía por otra muy distinta: como fueron las Colectividades.
Pero intentemos invertir la pregunta, ¿por qué no hacer lo mismo sin estar motivados por una guerra? Porque las circunstancias influyen y que una economía de libre mercado, de continua y ávida competencia, una economía de huida hacia delante, como la que tenemos y sufrimos, nada tiene que ver con la que se intentó llevar a cabo durante la guerra civil.
Ni la mentalidad, ni los proyectos, ni la moral social de entonces tenían nada que ver con el enfoque actual de esta sociedad competitiva, depredadora e irrespetuosa con el medio ambiente. Porque se buscaba no solo cubrir las necesidades, sino que la persona pudiera vivir con dignidad, no fomentando el consumo y el despilfarro, pero que tampoco hubiera nadie que sufriera necesidades.
Fundamentalmente, y aún conscientes de la simpleza, la producción se divide en tres aspectos: producir, distribuir y consumir.
La acción que se llevó a la práctica implicaba como elemento fundamental la inclusión del mayor número de personas trabajando sin dejar de ser competitivas.
He aquí lo controvertido, pero no imposible: el más, con menos tiempo y menos esfuerzo. Y cuando el desglose se verifica, se trata de saber que apartado hay que tener más en cuenta y cuál es el que tiene preferencia en las Colectividades, no teniendo el apartado de beneficios como primordial, se atendió al aspecto de la producción. A tal efecto, sólo se calculaba un 7% de beneficio como fondo de desgaste y renovación de los elementos materiales, en previsión de su reemplazo.
Como bien dijo un pensador moderno: “cuando el trabajador sepa cómo se producía en las Colectividades de Alcoi, así cómo se administraba lo que se producía, las clases sociales se habrán terminado”.
O sea, que la planificación tenía que ser, por fuerza, diferente a la que ostenta el Capitalismo. En aquel período las clases sociales se terminaron realmente. Los patronos, previa garantía de su integridad física y moral, formaron parte de las Colectividades y ocuparon su sitio como profesionales y técnicos: en ese momento habían desaparecido las luchas sociales.
Cuando al término de la guerra se volvió a la situación anterior, algunos patronos, admirados por la labor realizada, exclamaron: “Los logros son magníficos, ¿no sería posible continuar adelante, hacer idéntica labor?”. “Ya ha visto usted cómo hemos organizado el trabajo, cómo hemos ido realizándolo todo, ahí han tenido el ejemplo, ustedes verán”. Le respondió un colectivista poco antes de entrar en prisión.
Ni ellos mismos podían creérselo cuando empujaban con las manos el dinero que apenas cabía en la caja fuerte al término de la guerra.
Las diversas personas entrevistadas han ido narrando los eventos que se llevaron a cabo en aquellos difíciles tiempos.
La enorme reserva de madera que quedó en el almacén, después de la guerra, hizo que se trabajara durante largos años sin tener que comprar más materia prima, esto con respecto al sector de Carrocerías; lo mismo ocurrió en el Textil, en la Metalurgia y en todos los sectores que se socializaron. Aquí, en Alcoy, la Socialización fue completa, pues a los sectores más importantes, el Metalúrgico y el Textil, se unieron todos los demás: comercios, peluquerías, cines, bancos, etc.
Terminada la guerra, los patronos, llenos de codicia, intentaron demostrar que sus aportaciones, al empezar las Colectividades, habían sido mucho más elevadas de lo que en realidad fueron.
Los documentos contables aportados en este libro, realizados en el momento de llevar a efecto
las Colectividades, y después, a los once meses de gestión, lo ponen una vez más de manifiesto:
Las industrias metalúrgicas, en este caso, estaban al borde de la quiebra, y después de la guerra, los talleres estaban rehabilitados y reconstruidos, con las máquinas y demás utensilios en perfecto estado para un correcto funcionamiento, lo que permitió que continuase la producción al día siguiente de la llegada de los italianos con el general Gambara al frente. Incluso se desempolvaron planos usados en la fabricación de maquinaria, durante la Primera Guerra Mundial, para intentar adaptarlos a la realidad del momento y se reconstruyeron parte de los locales y de los talleres, así como numerosa maquinaria.
Cuando se formalizaron las Colectividades del Metal, la intención quedaba en la mente de todos de que, incluso si la guerra se perdía, las Colectividades quedarían unidas ya como S.A. para poder competir contra la potente industria metalúrgica francesa en el norte de África.
Sin embargo, cuan triste es ver la condición ambiciosa del hombre cuando no le asiste ningún ideal y sólo le mueve el interés: se destruyeron aquellas modélicas Colectividades, que, a diferencia de las de otros lugares de España, en donde fueron eliminadas por orden de Indalecio Prieto y ejecutadas por el comunista Líster, aguantaron hasta el día de la entrada de las tropas italianas, la división Littorio y las huestes moras, junto a los facciosos que los acompañaban y los que los esperaban en plaza.