Salomé Moltó

Fui una tarde a visitar a mi madre, desde que mi padre falleció, ya hace unos años, se había quedado completamente sola. El grupo de amigas que, de cuando en cuando, venía a visitarla ya no lo hacían, la verdad es que la mitad de aquellas encantadoras mujeres ya han tomado el camino del no volver, ley de vida, me digo, porque indudablemente todos haremos el mismo camino.

Mil recuerdos golpeaban mi mente mientras observaba la dulce y arrugada cara de mi madre, que respiraba tranquila después de beberse el último sorbo de té que le había preparado y eso me tranquilizó. La dejé reposando un poco y me fui a ver el armario, con ropa de hace muchos años y que ella guarda como si la acabara de comprar. Aquellas pequeñas joyas que con tanto esfuerzo se compró y fue pagando con unas cuotas mensuales, como era costumbre entonces. Un escapulario dentro de un pequeño marco de oro me sorprendió, recuerdo que era el recuerdo de un tío suyo que murió en la guerra de Cuba, ¡cuantos años ya transcurridos! Y de pronto me vi cuando de pequeña iba hurgando por las cómodas, en cajones cerrados con viejos recuerdos, vivencias que fueron importantes en nuestras vidas. Mi tía Paquita con su armario de viejos libros de Sue, Víctor Hugo, Pablo Neruda, Benito Pérez Galdós, etc, una maravilla. Me daba la impresión de haber dado un salto astral hacia atrás en el tiempo. Como viviendo entonces sin dejar de vivir en el presente.

Siempre inquieta porque el progreso sea una actitud real y dominante, me vi desbordada por la situación que estábamos viviendo. Fuimos invadidos por un virus que llamaban “coronavirus” y que venía de China, según decían, y las especulaciones eran de toda dimensión, y parece que muchas falsas: “que si ha sido un hecho adrede para minar la población”, “que es porque los chinos comen murciélagos”, etc. Especular se hace a menudo con todo tipo de noticias. La verdad es que llegamos a los diez mil fallecidos a mediados de marzo último, aquí en España y parecía que no hubiera nada que lo detuviese. Alemania cerró fronteras, igual Suiza, Marruecos, las medidas higiénicas eran estrictas, no podíamos acercarnos unas personas de otras, guantes, mascarillas y demás elementos de protección, los colegios cerrados, los parques, las playas, circular lo imprescindible y claro, la policía podía detenerte y prohibirte la circulación y ponerte una multa, que incluso podía llegar a los seiscientos mil euros. Y todo este drama superado, vemos, con dolor, que los fanatismos religiosos, ahora y siempre, vuelven con sus locuras bélicas. Cuantas fogatas hizo la Inquisición durante siglos a pesar de haber expulsado a judíos y moros del país, me pregunto. La víctima se vuelve victimario cuando cambian las realidades. Actitud de rechazo a los demás que no cesa, en ninguna cultura ni país.

Así, en este momento, tanto el pasado de posguerra, que aquí fue muy cruel, como un incierto futuro golpea duramente y me pregunto si las autoridades no serán capaces, ante esta situación, de promover cambios más ecuánimes, justos y progresistas que nos puedan ayudar a vivir mejor. Es el momento histórico para hacerlo. Pedro Sánchez, recientemente reelegido, ¿se aplicará en hacerlo?, me pregunto.

Muy desolador que nos hagamos viejos esperando cambios y que además, estemos tan solos.

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