Un CeNeTista

Sindicalismo de Estado y sindicalismo corporativo: evaluación de una enfermedad.

Una de las principales necesidades y primordiales tareas que tuvo la Transición fue justamente trabajar en el aumento y la diversificación de las organizaciones sindicales por la necesidad constitucional de la pluralidad de partidos y sindicatos, como una exigencia más del parlamentarismo democrático en contraste con el partido único del régimen de la Dictadura.
El tardo-franquismo y la democracia temían evidentemente que el movimiento obrero quedase organizado bajo algunas pocas organizaciones sindicales, como había pasado a principios del siglo XX, que pudieran hacer frente a una organización unitaria de la patronal, por lo que su proyecto pluralista y “democrático” jugó un principal papel en la división de la clase trabajadora. Junto a todo esto, una de las mayores preocupaciones de los nuevos demócratas fue el crecimiento que pudiera producirse entre las filas anarcosindicalistas, combatiéndolo.

Por ello, esta sería una de las causas por las que el ataque actual a las clases populares por parte del gobierno y de la patronal no ha tenido ninguna respuesta por el propio movimiento obrero, ya que éste ha sido secuestrado por el sindicalismo subvencionado y corporativo de empresas de servicios sindicales como CCOO, UGT, USO, STEM, SEPLA, SAP, SATSE, CEMSATSE, CSI-F, CGT. etc.

El problema fundamental es que la organización sindical tal como hoy la conocemos sufrió justamente un impacto negativo importante por parte del parlamentarismo, en su intento por hacer más “democrático” el movimiento sindical. Sin embargo, lo democrático dentro del marco parlamentarista sólo puede quedar restringido a un conjunto de organizaciones sindicales que tenga como factor común la aceptación de las elecciones sindicales.

Esta es justamente la razón por la cual el movimiento obrero asambleario se encuentra hoy reducido a unos pocos miles de trabajadores organizados y no por ello fortalecido pese al régimen “democrático”. La influencia del parlamentarismo en el sindicalismo ha producido, en definitiva, una incapacidad en la clase trabajadora.

La necesidad de conservación de esa apariencia de pluralidad democrática puede quedar reflejada en el papel de CCOO y UGT, que prácticamente van de la mano a casi todos los conflictos, y que podrían fácilmente haberse unificado desde hace tiempo porque en última instancia, ideológicamente, asumen el mismo discurso, pese a que los enfrentamientos que entre ellos puedan surgir se centren simplemente en una pugna por el control y el poder sindical, así como de sus compromisos y dependencias de partidos políticos.

Conciencia, especialización y derrota

Otra de los elementos fundamentales para entender la diferencia entre Sindicalismo de Clase y Sindicalismo corporativo, como expresábamos en el título de este artículo, consiste en que el Sindicalismo de clase es un tipo de Sindicalismo en el que aparecen integrados todos los sectores profesionales en una misma organización, mientras que el Sindicalismo corporativo es un sindicalismo desde el que sólo se defienden los intereses profesionales y relativos a un determinado sector profesional.

Esta cuestión fundamental es importantísima para comprender el nivel, por un lado, de desestructuración del tejido social, y por otro, y como consecuencia de este, para romper con la solidaridad de clase y con la identidad de trabajador, sustituyéndola por otra mucho más especializada y en pugna con las demás. Esta especialización de la conciencia del trabajo ha producido una nueva división entre la clase trabajadora mucho más importante, que se ha desatado entre los oficios y las profesiones, que añade, además, un problema aún mayor, el de la división de la clase trabajadora.

El Sindicalismo corporativo ha conseguido destruir la conciencia de clase entre las clases explotadas, a las que iba dirigida, ya que ha consolidado una identidad profesional por encima de la solidaridad intrínseca a la conciencia de clase; mientras que la clase empresarial ha conseguido permanecer al margen de este proceso, reconociéndose, más si cabe, como clase dirigente y explotadora.

Esa identidad vacante ha quedado ocupada por la que ofrece la sociedad del consumo, con la fuerte identidad de usuarios o consumidores, y como identidad enfrentada a la de trabajador/a.
Esta identidad especializada creada por el sindicalismo corporativo y subvencionado ha llegado incluso a crear entre el trabajador y el sindicato una relación similar a la que éste podía tener con su seguro del coche, en vez de con una organización de apoyo mutuo y solidaridad como las que existían en el pasado. El Sindicalismo de Estado y corporativo han enterrado a la clase trabajadora, pues ya no es ésta la que mueve al Sindicato, sino que es el Sindicato la que mueve a ésta, ya que le ha arrebatado una importante parte de la capacidad de iniciativa y de lucha como consecuencia de aquellas influencias del parlamentarismo.

Sin embargo, si esto no era posible con el Sindicalismo de clase, el sistema parlamentario, con todo lo que gira alrededor de él, ha llevado también al mismo resultado, la desmovilización de la clase trabajadora, convertida en masa trabajadora, por no tener conciencia de ello. El Sindicalismo de clase, o por lo menos una parte de él, ha caído justamente en las redes del Estado, ha acabado siendo subvencionado por el Estado, asumiendo todas y cada una de sus finalidades, aunque algunos sindicatos se nieguen a afirmar tal realidad. Por ello, han aceptado las Elecciones Sindicales y la formación de los Comités de Empresa. Hemos de recordar que los Comités de Empresa actuales no son sino consecuencias de las influencias parlamentarias en el Sindicalismo. Los comités de empresa son organismos creados única y exclusivamente por trabajadores que dejan de hacer parcial o totalmente su labor para otorgarse legalmente la capacidad de decidir por los trabajadores de la empresa. De esta manera, el ejercicio cotidiano de decidir sin tener que contar con la opinión de los trabajadores, o contando con ella, pero decidiendo,, en última instancia, por sí mismo, ha incapacitado a los trabajadores a tomar decisiones y no ha conseguido desarrollar herramientas adecuadas para la lucha sindical, cuestión que en estos momentos de crisis y ataque sobre las clases populares están siendo de primordial necesidad, porque ha integrado en la pasividad a la clase trabajadora, acostumbrado a ser meramente objeto de movilización por Sindicatos vendidos. De esta manera, el Sindicalismo de Estado, subvencionado y parlamentarista ha conseguido ser no una herramienta sino una mordaza y un obstáculo para el movimiento obrero. El Sindicalismo de Estado y el Sindicalismo corporativo se ha convertido en una serie de empresas de servicios sindicales.

  El Sindicalismo de Estado no puede ser salida de nada, sobre todo porque ni siquiera entiende que es el principal obstáculo de las clases explotadas, ya que ha causado en los trabajadores una inclinación al clientelismo y a la creación de una organización burocrática que ya no defiende los derechos de los trabajadores, sino que lucha por mantenerse a sí misma, inclusive aplicando la Reforma Laboral, que supuestamente ha denunciado y repudiado en las calles, a sus propios trabajadores/as.

Sólo queda el anarcosindicalismo

Ante el diagnóstico de la enfermedad que ha supuesto la influencia parlamentarista en el sindicalismo, entendemos que el único antídoto existente es el sindicalismo revolucionario, orientado por las ideas libertarias. El anarcosindicalismo tiene como principal objetivo la eliminación completa de toda forma de explotación y opresión humana, y es por esto que no puede ser sino la principal herramienta de la clase trabajadora.

Por ello, el anarcosindicalismo apuesta por la autoorganización de la clase trabajadora por medio de asambleas, garantizando la horizontalidad, el apoyo mutuo y la acción directa, es decir, la organización de los trabajadores sin intermediarios políticos o sindicales, sin subvenciones, garantizando a la propia organización la independencia económica y política necesaria para expresar y conquistar la vida humana, secuestrada hoy por el autoritarismo estatal y capitalista.

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