Miguel Correas Aneas
Visto lo que ha pasado y está pasando, cuando escribo este artículo, en la Franja de Gaza, no puedo evitar el retrotraerme a la Edad Media, pongo por caso la toma de Granada en 1492, cuando se sitiaban las ciudades hasta la rendición de la población por la falta total de alimentos. Lo mismo ha hecho y hace el Gobierno de Israel con la población gazatí, ya maltrata durante las últimas décadas. Si el brutal ataque de Hamás a Israel, el pasado 7 de octubre, que causó 1.200 muertes, se tiene que condenar- sin paliativos- como un acto criminal, o como dicen los medios occidentales, un acto terrorista. Si eso es así, cómo tenemos que llamar a lo que ha hecho y está haciendo el Gobierno israelí, mediante su sofisticado ejército, contra los habitantes de la ciudad de Gaza y otras ciudades de la Franja y Cisjordania. Cuando se redactan estas líneas son ya más de 20.000 las muertes y miles de heridos, y la situación no tiene visos de terminar pronto, eso va más allá de lo que se conoce como la antigua “Ley del Talión”, de “ojo por ojo y diente por diente”, y ello porque en sus libros sagrados su Dios iba más allá y anunciaba la exterminación del pueblo enemigo, en este caso del pueblo de Palestina, ese es su dios sanguinario y he aquí las actuaciones, cuatro mil años después, de sus fanáticos seguidores. Como bien se pregunta el magnífico teólogo José Tamayo, ¿Por qué tienen que meter a Dios en estos asuntos?

Sin alimentos, sin luz, sin agua, sin medicinas, sin hospitales la situación es, según la misma ONU, de catástrofe humanitaria. Las enfermedades de todo tipo están proliferando como setas en una espectacular temporada. Así pues, ya no se respetan ni hospitales, ni escuelas, ni campos de refugiados, y todo con la criminal excusa de que debajo de esos lugares se esconden miembros de Hamás. A la vez, la Comunidad Internacional, léase ONU, acepta un veto de Estados Unidos, para que la espeluznante masacre/genocidio del gobierno israelita sobre los palestinos siga adelante, e Israel continúe cometiendo crímenes de lesa humanidad, es decir, que continúe campando a sus anchas. Estados Unidos, que monta guerras para llevar la “libertad” a otros países (Afganistán, Irak, Yemen…, no tiene ningún escrúpulo en permitir la actuación genocida de su gran aliado, preferente, que es el Estado de Israel.
Para entender el leguaje en el conflicto entre Palestina e Israel, a veces parece que sea necesario un diccionario, donde está todo al revés. En este conflicto, el ejército más poderoso del Medio Oriente, equipado con aviones de combate modernos, misiles guiados y tecnología de espionaje sofisticada, siempre es tratado como la víctima. Por otro, lado las milicias de Gaza, sin cobertura aérea ni la más mínima protección, se enfrenta a ataques con misiles guiados con absoluta precisión por parte del ejército israelí. A pesar de esto, a los palestinos con sus resorteras – armas pequeñas portátiles para lanzar proyectiles o piedras- y cohetes inexactos se les llama terroristas.
Los medios de comunicación occidentales también contribuyen a esta narrativa distorsionada. Nadie se puede salir ni un ápice de lo dictado por Estados Unidos, que impone su relato tanto en la prensa como en la audiovisual. Mientras se describen los ataques de Hamás como “un aluvión de cohetes”, el primer ministro israelí se refirió a sus ataques indiscriminados como una simple “llovizna”. Algunos medios de comunicación evitan usar la palabra “Palestina” debido a su estatus político, creando con ello una auténtica realidad paralela.
Según las palabras de los máximos dirigentes israelitas, sobre todo de los radicales, el pueblo palestino tiene que abandonar sus tierras y dispersarse por los 16 países de su alrededor, someterse al dominio total de Israel y ser mano de obra barata que beneficie a sus intereses económicos, llegando a afirmar que son unas bestias que tendrían que desaparecer de la faz de la tierra. Las palabras del primer ministro israelí, sobre los palestinos, me han recordado lo que no hace mucho tiempo leí en el magnífico libro de Paul Preston: El holocausto español, con un subtítulo muy contundente, Odio y exterminio en la guerra civil y después. En la segunda página del libro, dentro del prólogo, escribe Preston que la represión orquestada por los militares españoles, traidores al orden constituido legalmente, es decir, contra la conocida como Segunda República española, fue una operación minuciosamente planificada (monasterio de Irache) para, en palabras del mismo “director” del golpe, el general de brigada Emilio Mola Vidal: “eliminar sin escrúpulos ni vacilaciones a todos los que no piensen como nosotros”. Por ello, en el caso que nos ocupa, el Estado de Israel quiere acabar con el pueblo palestino, sencillamente, porque no son como ellos. Eso es puro nazismo, el mismo que les causó a ellos millones de muertos. En Israel se ha ido elaborando con el paso de los años unas teorías teológicas y raciales que esgrimen contra el pueblo palestino, a fin de justificar la intervención del Ejército y el extermino de todo un pueblo.
El estado de Israel, y sobre todo su actual Gobierno, tiene una carencia absoluta de valores democráticos. Posee una sistemática política del ejercicio de la fuerza militar al margen del derecho internacional. Se apoya en su patente de corso, debido a su posición geoestratégica dentro del espacio convulso que es Oriente Próximo. Ha institucionalizado, en aras a la seguridad nacional, la tortura contra el pueblo palestino, sin que se tenga en cuenta la edad de los prisioneros. Se detiene a un niño de 5 años porque ha tirado unas piedras a unos soldados israelitas. Se ha militarizado la vida cotidiana de la población palestina, se practica de manera aberrante la humillación más brutal. Tratan a los árabes como si fuesen bestias. No recuerdan lo que hicieron los nazis alemanes con ellos. Pues deberían tener memoria histórica y no repetir con el pueblo palestino lo que sufrieron en sus propias carnes. Israel es el imperio de la prepotencia, como la Alemania de Hitler. Un caso de esa prepotencia judía son las demoliciones administrativas, impuestas por el Estado de Israel contra las viviendas de Palestina. Las excavadoras israelitas aparecen de la noche a la mañana y derriban todo tipo de edificios, sin dar tiempo a sacar nada de lo que hay dentro. La indefensión de los palestinos es total, ya que sus casos son resueltos por tribunales israelíes. Por ello las palabras significan lo que dicen los que mandan y los que mandan de manera absoluta son los judíos.
El leitmotiv de las actuaciones del Estado de Israel es el mantra de la seguridad nacional, que les permite cometer cualquier atropello contra los derechos humanos para defender su propia integridad territorial y personal. Tal como decía Banjamín Franklin: “Si cedes la libertad para conseguir la seguridad, pierdes las dos”. Aquí hay que recordar que los palestinos carecen de nacionalidad, pero eso no es excusa para ser tratados diferentes a cualquier otro pueblo, tenga o no estado. En Israel a quien se le denomina terrorista, puede costarle la vida. Sin embargo ¿Es Hamás un grupo terrorista? A ojos de Europa y Estados Unidos, Hamás sí es un grupo terrorista ¿Se ajusta la palabra terrorista al ejercicio de sus múltiples actividades? ¡En absoluto! Esa es una de las más groseras manipulaciones que han aceptado, sobre todo, los países de la Unión Europea. Les empezó a asustar ver cómo Hamás ganaba sistemáticamente las elecciones municipales, ya no solo en la Franja de Gaza, sino que incluso en Cisjordania, y ello los llevó a estigmatizar a su organización para que se les considerara como terrorista. Otra perversión del lenguaje es considerar que lo que ocurre en Palestina, desde hace 75 años, es un simple conflicto entre judíos y palestinos; lo que ocurre desde la implantación del Estado de Israel, en 1948, tiene otro nombre: TRAGEDIA. Una tragedia que se ha cobrado, a día de hoy, más de ocho millones de refugiados/desplazados y centenares de miles de muertos.
Israel no pide su reconocimiento como estado, sino como Estado judío y democrático. Siendo en la practica un estado excluyente, ya que en Israel viven millón y medio de ciudadanos que no son judíos. No hay que confundir la democracia con la estadística, ya que, aunque sean más los israelitas que los palestinos, la democracia es un conjunto de valores, entre los cuales están el respeto a las minorías. En la Constitución Española, la legitimidad democrática de un partido no le viene porque tenga mayoría absoluta dada por los votos, sino por la observancia de las leyes constitucionales. Digamos que, en este sentido, la carencia de valores democráticos en Israel es absoluta.
Otro aspecto de la situación en la Franja de Gaza y Cisjordania, que es lo que se conoce como apartheid, que el Estado israelita practica en la vida diaria con el pueblo palestino. Téngase en cuenta que la situación de apartheid no va, necesariamente, ligada al racismo, ya que puede existir sin que éste esté presente. Basta con que se quiera sojuzgar a una comunidad. En el caso que nos ocupa no es una cuestión racial sino pertenencia a una determinada comunidad, como es el caso de los palestinos, los cuales son apartados por no pertenecer a la comunidad judía. No todo es negativo, ya que la inclusión de Palestina como miembro de la UNESCO y como Estado Observador de la ONU es un hecho muy importante. Palestina pasa a ser un sujeto político internacional. Así pues, sin derecho a veto en la ONU, Palestina ya existiría como Estado.