Manel Aisa Pàmpols
Como anarquistas, cada vez se nos hace más difícil dar una respuesta sosegada y meditada a la situación actual del planeta, que, a fin de cuentas, es la nave donde todos juntos navegamos. Hoy por hoy, podemos asegurar que prácticamente vamos a la deriva, sin rumbo. ¡Como esperando que una ola gigante nos devore a todos, ya, de una vez!
Estamos dentro de la vorágine de un sistema corrupto y devastador del que no se sabe salir, pese a que sabemos y nos damos perfectamente cuenta de que hay que salir de él ¡ya!
Pero siempre caemos en las mismas dinámicas, en la misma trampa, que el capitalismo se ha encargado de hacernos creer, de que somos tan responsables como el propio sistema, y formamos parte como generador de las desigualdades, y eso es terrible. Porque puede ser verdad. Ya que nos corroe de tal manera que una y otra vez el mundo occidental cae en la egolatría del bienestar individual, y la verdad es que todos necesitamos de todos, y no basta con cuantificar económicamente los desequilibrios.
Y la cotidianidad de cada uno de nosotros, (al menos en el mundo occidental) se vuelve absurda, completamente manipulados, pero nos creemos éticamente correctos, cuando no es verdad, somos incapaces de dar respuesta, no ya contundente, sino que medianamente racional, parece todo perdido, y cada vez más el individualismo gana terreno en la larga conquista por vivir, con la última flor y el último árbol, que en tiempos atrás nos regaló la naturaleza.
¿Y el porqué, hemos llegado hasta aquí? Todo son dudas, pero al menos, mientras quede un ápice de curiosidad, debemos seguir continuando con las preguntas de cuando éramos esos niños traviesos, que, de entrada “no estábamos dispuestos a ceder”. Al menos intentar corregir la situación actual de desarraigo, donde apenas tenemos margen para maniobrar en un nuevo orden, aquello que llamaban, para ilusionarnos, de “Paradigma”, aunque hace ya un tiempo que ese vocablo apenas se oye por los circuitos de pensantes oradores.
Ahora ya nos hablan de inteligencia artificial, drones y demás miserias digitales y nos tratan de argumentar lo bueno que puede ser ese mundo inteligente por sí solo, cuando en realidad todo apunta a que es un software más que nos lleva al corredor de la ignominia. Y al menos, la dicha inteligencia artificial no es más que un “corta y pega” que, al parecer, no tiene derechos de autor. Pero, por el momento, nos tienen distraídos en este tema. ¡Ah! y los drones, una herramienta militar más, para matar, mientras haya una sola fábrica de armamento, para matar en el mundo, no podemos hablar de corregir ese cambio climático, ni nada parecido.
Para mí, lo fuerte es que cada vez hay más personas que argumentan ese conocimiento artificial, que ya veremos el recorrido que tiene, y sus resultados, pero todos saben, conocen y opinan sobre ello, y hablan expertos en ética, y en no sé cuántas cosas más, en definitiva, poner sobre la mesa los miedos que paralizan, aún más, lo poco que se mueve.
Pero, cabe preguntarse quién está interesado en esa inteligencia artificial, ¿para qué? mesa inteligencia, o más bien, ¿quién utilizará esa inteligencia artificial? Ya lo estamos viendo para qué sirve, para matar y presentar un genocidio como legítima defensa.
Todo parece imparable, y nada parece tener fin en ese mundo digital que nos anuncian, nuestra cada vez más alienación, sumisión y el conformismo, que sin duda nada bueno se puede esperar de ello.
Pero, necesitamos reciclar nuestras mentes, e, inmediatamente, recuperar nuestro tiempo perdido como si tuviésemos siempre a nuestro lado, dispuestos a escuchar con atención, a Octavio Alberola cuando éste recordaba “la soledad del militante”, siempre volviendo a empezar, con muy poco equipaje; como nos recordaba el poeta Antonio Machado a su llegada al exilio, allí en Colliure. Así pues, cómo definir el ser anarquista, y lo que recojo es la definición de un anarquista en 1957, en el interior del país, mientras la capa y el tricornio perseguían toda sospecha de libertad, y dice:” Todo limite a la libertad es un atentado a la misma, la libertad es generosa, comprensible, cívica, moral, tolerante por sí misma” (1).
El anarquismo, como mínimo, debe definirse con claridad y caminar en esa dirección y no dejarse embaucar por definiciones marxistas, como hoy día está ocurriendo dentro de las pretendidas organizaciones libertarias, que algunas de ellas, están sentadas en el confort del funcionariado y sus artimañas, que en nada favorecen a la organización de lo común (2).
El anarquismo necesita apartarse de las nuevas iniciativa políticas y de discusión que ahora se centran en la inteligencia artificial y demás, y seguir su camino en el sentido de que necesita el debate, lo menos interno posible, un debate que tenga la capacidad orientativa para reconstruir organizativamente desde la microeconomía hasta la macroeconomía de los pueblos, y la interrelación de cada uno de ellos indistintamente, es decir, y salta a la vista, que el anarquismo necesita organización a partir de una sociedad basada principalmente en la propiedad comunitaria, que no estatal, ni por descontado privada, y más que propiedad comunitaria, de lo que se trataría es de abolir la propiedad y en todo caso gestionarla comunalmente.
Necesitamos primeramente convencernos de que una sociedad diferente es posible con esa propiedad comunitaria, vía socialización de nuestras vidas, es decir, sin propiedad, simplemente con la responsabilidad de cada uno de los seres activos de una región y después ya vendrá el federalismo de los pueblos, y para ello sólo hay un único camino y ese pasa por convencernos, primero, con el debate de que todo es posible, para, desde allí, tener la capacidad organizativa.
Sin embargo, parece que ya poco importan las formas, que todo está en el más absoluto desorden, y así vemos como cada vez la miseria está más instalada entre nosotros, y no parece que tengamos capacidad de reorientar nuestras prioridades, todo lo envuelve el dinero, y el círculo es cada vez más estrecho y bien sabemos que tenemos la necesidad de salir y tener la capacidad y la ilusión de la organización. Pero por el momento todo resulta desesperante.
Aún recuerdo el impacto y la buenas vibraciones que me provocó el libro de “La Hora del decrecimiento”, de Serge Latouche y Didier Harpagès, editado en el año 2011 por Octaedro, en Barcelona, realmente, por fin, parecía que tenía una base para poder empezar a discutir el anarquismo todo y no necesitar de esos argumentos, sino que siempre necesita ir más allá, al menos teníamos alguna cosa a discutir con otros fuera de nuestros “chiringuitos”, donde ya nadie escucha a nadie, porque todos sabemos de todo y estamos sobrados de la “inteligencia inútil”, de la que hacemos gala constantemente, pero bueno, no voy hablar más en plural porqué cada uno que hable por sí mismo.
Lo cierto es que desde “La Hora del decrecimiento” hasta hoy, se han multiplicado un montón de libros sobre este tema, del cuál estoy convencido que es la única dirección seria y coherente a tomar como conjunto de la sociedad, como el último libro que he tenido en mis manos y del cual tendremos que hablar en algún momento, porque ya toca, me refiero a “Menos es más”, de Jason Hickel, editado por Capitán Swing, y aunque creo que es mucho más permisivo que lo escrito por Latouche y Harpagès, también vale la pena echarle una hojeada y meditar sobre ello. Pero por el momento prefiero tomar como referencia a “La hora del decrecimiento” cuando dice en sus primeras páginas, referenciando a André Gorz en 1977,: “Sabemos que nuestro mundo se extingue; que si continuamos como hasta ahora, los mares y los ríos serán estériles, las tierras carecerán de fertilidad natural y el aire resultará irrespirable en las ciudades y la vida constituirá un privilegio al que sólo tendrán derecho los especímenes seleccionados de una nueva raza humana…. si hemos de creer a algunos, el fin de la humanidad debería llegar incluso más rápidamente de lo previsto, hacia el año 2060, por esterilización generalizada del esperma masculino bajo el efecto de los pesticidas y otros contaminantes orgánicos persistentes cancerígenos, mutagénicos o tóxicos para la reproducción” (3).
Por qué no hablar del Glisofato y tantos herbicidas químicos, que ya es evidente que son cancerígenos, pero que continúan suministrando a la cadena alimenticia, a través de la agricultura, para que estos sigan envenenando la tierra en beneficio de unos cuantos, todo por el “dinero, dinero”.
Pero luego la gente de fuera de la ciudad, en los pueblos donde abunda la ganadería o donde hay buen vino, que riega las buenas mesas, te dicen y niegan que exista un cambio climático, eso sí, en el río donde de pequeños se bañaban ya no hay agua, ni se la espera, y en los montes cada vez hay menos encinas, y los pinos ya están enfermos por la falta de agua.
Pero dejemos los negacionismos a un lado y vayamos a lo nuestro, y volviendo a Jason Hickel, en su libro nos recuerda cómo va el capitalismo y cuál es su idea: “este se basa en la creación constante de escasez, marcada por las hambrunas devastadoras y por un proceso de depauperación de varios siglos de duración” (4).
Y otra de las reflexiones, que pienso a la que hay que acercarse a ella, nos la deja Denis y Donella Meadows cuando nos dicen: “No pretendo parecer excesivamente dramático, pero sólo puedo concluir, a partir de la información de que dispongo como secretario general, que los miembros de las Naciones Unidas disponen quizá de sólo diez años para subordinar sus viejas rencillas y crear una asociación global para reducir la carrera armamentista, mejorar el medio ambiente, frenar la explosión demográfica y dar el necesario empuje a los esfuerzos de desarrollo. Si no se forja una asociación de este tipo, dentro de la próxima década, mucho me temo que los problemas que he mencionado puedan haber alcanzado tales proporciones que no esté a nuestro alcance ya controlarlos” (5).
Es este un libro ya publicado en 1992, y prácticamente no se ha hecho gran cosa desde este momento, por lo que, una vez más, queda claro que lo que falla es el Sistema, ese nuestro acomodado Sistema no nos sacará del apuro en que estamos por mucha tecnología nueva que aparezca.
En definitiva, debemos recuperar el tiempo perdido y basar nuestro esfuerzo en una mirada al ecologismo profundo, que no es más que el bienestar y el florecimiento de la vida humana y no humana en la Tierra. Y, sobre todo, tenemos que ser capaces de saber dónde estamos y la capacidad intelectual de que disponemos para saber que “el florecimiento de la vida y la cultura humana es compatible con su sustancial decrecimiento de la población humana. El florecimiento de la vida no humana necesita de ese decrecimiento poblacional (6)”[1]. Eso debería ser así, entre otras cosas, para recuperar la diversidad del Planeta, ya que no tenemos derecho como especie a continuar destruyendo el hábitat de todos los seres que habitan la Tierra.
Y, para terminar, queda clarísimo que el futuro de la Tierra no lo pueden gestionar los actuales políticos y sus técnicos en encuentros del ahora COP28, que acuerda iniciar una transición para dejar atrás los combustibles fósiles.
Sólo una sociedad activa y consciente del problema será capaz, desde los barrios de cada una de las ciudades o pueblos, de buscar soluciones conjuntas, sin dogmas religiosos de ningún signo, y dar argumentos desde la autogestión de los pueblos, desde la humildad de los barrios y pueblos hasta la macroeconomía de lo global para dar soluciones a la realidad del planeta.
Notas
1.- Tiempo de Generosos y Cautivos anarquistas, Manel Aisa 2023, El local P.359
2.- Aún recuerdo al compañero italiano Luigi Brignioli Giovanni, con el alma ferrerista, que me decía “Tolerancia, siempre tolerancia, amigo Manel”, en Bergamo tenía la editorial Vulcano en los años 90 del siglo pasado.
3.- La Hora del decrecimiento, Serge Latouche y Didier Harpagès. Octaedro 2011, P.10, 11.
4.- Menos, es más, Jason Hickel, Capitán Swing, P.77.
5.- Más allá de los límites del crecimiento. Por Donella H. Meadows, Dennis L. Meadows, Jorgen Randers. El País Aguilar Madrid 1992 P.41 6.- Encendiendo la llama del ecologismo revolucionario, Ed. Asociación Cultural derramando tinta, 2008, P.11.
6.- Encendiendo la llama del ecologismo revolucionario, Ed. Asociación Cultural derramando tinta, 2008, P.11