Miguel Correas Aneas
A finales de esta primavera tuve la suerte de asistir a una conferencia que trataba sobre el tema de la pobreza, era la presentación de un libro con un título muy sugerente La negación de la virtud y subtítulo hartamente significativo Una historia sobre la pobreza y el progreso. Su autor es Juanma Agulles (Alacant, 1977), editado por la editorial Virus. En la actualidad ejerce como docente universitario. Es doctor en Sociología, pensador y ensayista, ha trabajado durante doce años en un albergue para personas sin hogar. Ha abordado el estudio de la pobreza en diversas publicaciones académicas. En línea con la crítica anti desarrollista y libertaria, ha llevado a cabo una prolífica actividad intelectual, reflejada en la publicación de libros y artículos. Forma parte del consejo de redacción de la revista Cul de Sac.
No siempre merece la pena asistir a una conferencia, no fue el caso que nos ocupa, ya que sin una oratoria brillante, pero sí efectiva, desgranó de manera pausada y concisa las diferentes partes que conforman las 196 páginas que dan cuerpo al ensayo histórico sobre la pobreza, en el que Juanma Agulles muestra la íntima relación entre lo que se conoce como “progreso” y la pobreza entendida como un elemento material vinculado a esa prosperidad.
Como se afirma en la contraportada del libro “La negación de la virtud aborda las diversas teorías morales e imaginarios de la época alrededor de la figura del pobre y de los pobres, el papel tanto de las instituciones religiosas, políticas o de control, su lugar en la crítica y en la lucha social, la relación con el trabajo o las construcciones de carácter estigmatizadoras en torno a su representación”. Y se continúa afirmando, a modo de resumen: “A partir de un sólido conocimiento de las teorías, la historiografía y las investigaciones contemporáneas, Agulles desarrolla también una crítica de la pobreza en el seno del dogma desarrollista actual. Las interpretaciones culturalistas, el lugar de las personas “no empleables”, las soluciones tecnocráticas o la oposición entre perdedores y triunfadores son algunos de los temas abordados con rigor y máxima lucidez”. Y la contraportada termina con unas palabras muy interesantes, donde el autor de Una historia sobre la pobreza y el progreso se implica, de manera clara y contundente, dando una propuesta: “un regreso a los lazos primarios que nos unen a los demás, a los ciclos reproductivos de la vida cotidiana, a la fraternidad que todavía subyace y sobrevive bajo el alud de la crisis endémica del capitalismo”.
No es un libro fácil de resumir, pues sus siete apartados son de una gran complejidad para ser tratados breve-mente. Cada uno de ellos merecen un artículo por separado, y no es este el lugar adecuado para ello. Sin embargo, no me resisto a comentar, aunque sea con suma brevedad, aspectos que aparecen en el prólogo, el cual me parece magnífico. Por otra parte, quiero dejar constancia de las tres líneas que hay entre el índice y el prólogo. Son palabras escritas por el autor en referencia a sus padres (no es habitual hacer referencia a nuestros padres, dedicán-doles un libro en agradecimiento a su impagable labor educativa). Dicen así: << A mi madre y a mi padre, que me enseñaron el valor de la lucha por que todos tengan lo necesario y la dignidad de la renuncia a todo lo superfluo>>. Es un verdadero privilegio tener hijos así.
Vayamos, pues, con lo más relevante del corto, pero sustancioso prólogo de Sara Mesa. La escritora madrileña, afincada en Sevilla, empieza su prólogo haciéndose preguntas tan interesantes como éstas: ¿Qué es la pobreza? ¿Qué entendemos por pobreza? ¿Qué entiendo yo por pobreza? ¿Una carencia material? ¿Una carencia material? ¿Una desposesión, una renuncia? ¿El resultado de la injusticia, del azar, de las malas decisiones, de la herencia social? ¿Una evitable o inevitable? ¿Algo que tiene que ver solo con el dinero, con las oportunidades de crecimiento personal, con el trabajo remunerado? ¿O más bien con nociones abstractas como la libertad? ¿Tiene la pobreza una definición consensuada? ¿O esta definición ha cambiado a lo largo de los siglos y en función de quién la haya enunciado cada vez?. Este libro nos ofrece, según la prologuista. más que una respuesta, una verdadera guía interpretativa, una advertencia, una verdad incontestable: << Definir qué es la pobreza y quienes son los pobres ha sido siempre una cuestión de poder>>.
Según el manifiesto público de Voz, respecto a la situación de los pobres en España: << Ayudas para el que no tiene recursos y se esfuerza, sí. Pero café para todos, con independencia de esos dos requisitos, no>>. He aquí el termino clave: <<ayudas>>, pero no <<redistribución>>, no << justicia>>. Hay una mención específica al esfuerzo, que nos remite al bíblico: << Te ganarás el pan con el sudor de tu frente”. El tono es airado y amenazante: ¡café para todos, no! Pero, en esa misma línea va el Real Decreto Ley 20/2020, de 29 de mayo, firmado por un gobierno, teóricamente progresista, donde se establece el ingreso mínimo vital (IMV), a lo que Vox le llama << la paguita>>. El IMV no es una renta básica ni una renta de por vida, sino una prestación difícil de obtener y sujeta a estrictos requisitos, entre otros, la demostración de extrema necesidad y la búsqueda activa de empleo. No es lo mismo que la frase del partido neonazi español, no tener recursos y esforzarse. Así pue, parece ser que no solo la ultraderecha española apuesta por aquello de no tener recursos y esforzarse, sino que también están en la misma línea quienes redactaron ese real decreto, que aprobó un gobierno progresista. Y como telón de fondo de unos y de otros con la “sana” intención de que la percepción del ingreso mínimo vital no desincentive la participación en el marcado laboral, su percepción será compatible con las rentas del trabajo o la actividad económica por cuenta propia.
Porque seamos claros, los pobres están muy mal vistos, pero muy bien visto el ayudarles, con campañas de las asociaciones asistenciales, religiosas o no, y los diversos bancos de alimentos, controlados por el Opus Dei, (asociaciones y bancos que gozan de una muy excelente reputación socia). Recordemos, la ya famosa ONG del céntimo solidario (la católica Manos Unidas): “quitarse un peso de encima, donando la calderilla en las muchas compras navideñas”, la solidaridad caritativa está en alza, el voluntariado también y los grandes empresarios que donan reciben la aprobación colectiva. El prólogo de Sara Mesa no tiene desperdicio. Antes de finalizar su acertada participación en el libro se pregunta: cuántas de las personas que dedican su energía y su tiempo a repartir bolsas de comida están a favor de una renta básica o de una subida de impuestos a las rentas altas, cuántas de ellas cuestionan verdaderamente el mercado de trabajo y la noción de esfuerzo como modo de validación social. Los mismos bancos que desahucian a familias o las empresas que dejan tanto que desear respecto a las condiciones en que emplean a sus trabajadores realizan generosas aporta-ciones a estas ONG´s (con importantes ventajas fiscales). Se organizan diversas galas, entregas de premios, mercadillos solidarios y actos benéficos donde jamás se habla de renta básica, con tal de no romper el clima de efervescencia social. De todo lo afirmado hasta aquí, saco una sencilla y breve conclusión: menos caridad disfrazada de solidaridad y más justicia social y reparto equitativo de la riqueza. Si hay pobres es porque hay parásitos sociales que se llevan el beneficio del sudor del de enfrente (léase clase trabajadora en general), y éstos son: clero, rentistas, comisionistas, capitalistas de todo pelaje, etc. Termino este artículo recomendando la lectura del libro en su totalidad, merece la pena, ya que en él se hace un extraordinario repaso a la historia de la pobreza y sus motivaciones, sus parches para dar solución al problema y su fracaso para poder fin a un sistema basado en ricos y pobres a lo largo de los siglos, donde la pobreza es pieza fundamental para la existencia de los ricos.