Floreal Rodríguez de la Paz
Resurgir de los pasados rebeldes, resurgir de las batallas encontradas, resurgir de los desiertos sociales, estando ausentes, en el escenario cotidiano y, ¡resurgir! porque siguen dominando leyes indeseables, al incumplirse el deseo de una Sociedad igualitaria, más sociable, que pueda ser soportable. Pero el pasado siempre se puede repasar página a página, con naturaleza propia, todo ese inestable comportamiento, que suelen defender ciertas conductas, sin más defensa que la resignación. EL Movimiento Libertario, siempre en acción, defendiendo los valores sociales, cuando son libertarios y cuando los caminantes, por ello, no se cansan, sea cual sea la dificultad encontrada. Los ideales necesitan, con cierta urgencia, que amaine la costumbre de los viciosos comportamientos, practicado especialmente en la joven circunstancia ciudadana. Si acabamos con los tristes vicios, el truco que permite conseguir algún interés por ser mejor que los demás y, desde luego, acabar con la resignada ignorancia divinizada en todas las intenciones políticas; pues bien, cierto es que la Sociedad recuperaría tener la opción de su nivel necesario, ausente en sinceridad humana. El resurgir de todas las ideas soñadas nunca deben ser baldías, porque nacen para ordenar, tal vez, cuanto deben mover, aunque sea para decorar improvisaciones siempre inesperadas, hasta lo sorprendente. Al resurgir cada día la luz y la energía solar, bien que abruma su fuerza y su firmeza, desde que el pensamiento irrumpe su verdad y su interés cuantitativo. No resurge nada sin que participe la necesidad, junto a la ilusión de poder celebrar el gusto que se disfruta al mismo tiempo en toda circunstancia. Para vivir es necesario conocer bien, a ser posible muy bien, que necesita crítica severa, todo lo que permite decorar el cómo y el por qué desde donde poder certificar los augurios más sorprendentes. Hay que predecir, con sobrada destreza, los climas libertarios para que lo social sea de satisfacción propia. Es necesario defender la parte digna que pertenece a cada persona. Todo tendría mayor sentido si, al caminar, hablar o susurrar, diésemos la talla social, por la que, sin duda alguna, tendríamos al cambio mejor resultado, mejor posibilidad de ser realizados ante las pautas necesarias para lograr mayor respeto y seguridad. Aplicando el nivel de seguridad libertaria, pronto encontraremos mejor Sociedad, mayor costumbre en respeto, mayor impetuosidad en la toma de toda decisión para experimentar la satisfacción feliz, porque la felicidad no es un espejismo, mucho menos un gesto efímero en las costumbres de cada día. ¡A ver ‘curiosidad’! Puede que no sepamos resolver un asunto incomodo, pero la vida de cada uno es propiedad exclusiva: ¡Nadie la debe interrumpir, frustrar o manipular con interés de estilo perverso! Pero hay queridas y mal formadas costumbres. No debemos nacer, crecer y llegar a viejos desde el instinto que nos faculta para estar viviendo sobornados. No debe ser cierto que dobleguemos ese yo que somos mientras unos se disfrazan de conductores de masas, domadores de fieras, engreídos en que ser siervo del capitalismo proporciona mejores condiciones de futuro, con la salvedad de sentirse poseído de razón, porque los políticos tienen patente de corso. ¡Qué vergüenza de gobernantes, cuando aplican sus leyes maltrechas! Porque debe ser defendido el gobierno legislador para doblar precios, es decir, porque los valores, bien altos, deben ser cumplidos, ya que los legisladores contemplan en sus decretos lo que debe ser dominador común para los ciudadanos: Que nunca pueden ser culpables de las tropelías que son el fin concreto para dominar, creando vasallos insurgentes. En el resurgir de toda circunstancia, veremos siempre la necesidad de ser libertarios, ser librepensadores, amando el apoyo mutuo, en costumbres sociales, para vivir. Pero no será posible disfrutar la cordura sin que borremos de la mente seguir dominados por los dioses de paja que inspiran en las políticas de Estado. Nada imposible si observamos la sociedad desde criterio libertario: Sociedad que no duda en resolver el derecho a vivir libres, el derecho a ser propiedad de uno mismo, con derecho incuestionable de terminar con las frustraciones sociales, por las que son imprescindibles, poder soñar para la mejor suerte deseada. Es necesaria la conquista libertaria para que la Sociedad relaje su tensa situación comprometida, siempre al pairo de las verdaderas incuestionables virtudes sociales. El Movimiento Libertario está anclado en los puertos más comprometidos de las soluciones, que no logran elevar fueros a los vientos de la contradicción, que es, en definitiva, donde se encuentran los complejos consensos sin despejar, por los que debe pasar el hacer camino al andar. Las luchas libertarias no deben bajar el listón porque se necesita rigor persistente. La autodeterminación pertenece a la libertad más exigente, por ser la única alternativa capaz de los cambios sociales. Mientras dominen las leyes de Estado, es decir, con ¡la resignación!, no debe considerarse la impotencia como dificultad para vivir, pues son verdades de necesidad, puesto que decide aparcar los valores más preciados: la duda, la falta de ideas, los miserables condicionantes de las políticas de Estado. Los libertarios saben gritar, mejor que las otras corrientes, cómo debe administrarse y ser gobernada “de abajo hacia arriba” la Sociedad. Es propio de libertarios impedir ser dominados como borregos, obligando a cumplir las leyes de los dioses políticos, de todo criterio autoritario. El Estado es el verdadero y más letal de todos los principios sociales porque son acosadores. Destruye el Estado la sociabilidad estructurada desde las oligarquías más imprescindibles, más distantes de la suerte que merecen los ciudadanos, más condenable, porque de ellos surge la miseria triste y abyecta.
Cuando se sufre la circunstancia de no poder expresarse como merece cada persona, necesita de la protesta y el espacio social que permita disfrutar los niveles de felicidad desconocidos, porque en ello queda la solución de toda dificultad. El deseo libertario, que acepta responsablemente los avatares de improvisación fortuita, hace que sea posible vivir libres de improperios, puesto que son las formas mal gobernadas, con certificado del Estado, que dominan y controlan la suerte de quienes consideran que deben ser obligados para triunfos políticos. Si gobierna el Estado, no será posible ver y entender que tengamos que ser sumisos, en la resignación, dominados por el miedo y la miseria que de ello se deriva. La Idea Libertaria necesita hacer valer los valores de una Sociedad sin verdugos. Siendo éste, el capitalismo, quien diseña las formas de Estado, y desterrar los criterios endiosados, igualmente las formas que hacen posible el fracaso de las burocracias confusas, decretadas en política, desde los peligrosos riesgos conspirativos.
Nadie justifica mejor que el Movimiento Libertario los valores que hacen posible culminar exitosamente el porvenir, que suele ser aquello que nos puede separar del constante martirologio, que dice tener que ver cómo se sacrifican las generaciones perdedoras. Y, ¡estamos cansados de estar cansados! Se acercan tiempos con soluciones muy probables. El Movimiento Libertario tiene como reto la Revolución Social: Presiente, Sueña, Desea, porque Entiende; Vive aferrado, con el ancla en el fondo, al socaire de los acontecimientos, esperando tiempos de transparencia social. Es, pues, lo que asegura volver, desde la atalaya permanente, a mecer las mejores Ideas de las libertades ausentes para que sea posible poner de moda la anarquía, con los valores libertarios, desde los que harán posible la Revolución Social: Sin Miedos, sin ocultar luchas, sin necesidad de la estadística de Estado, poseído, él, de su inoperante pragmatismo, con ambiciones fútiles.