Encarnación García Julià

El voto útil es como los fantasmas en la infancia: no basta con que las madres o padres repitan continuamente que no existen, tenemos que comprobar que es así. En la campaña electoral previa a las últimas elecciones generales en España, celebradas el 23 de julio de 2023, ante el avance de la ultraderecha parlamentaria, los partidos de izquierda hicieron de nuevo recurso a la idea del voto útil contra la reacción o la amenaza fascista. Según esta forma de ver, quienes no votan les están haciendo el juego a las fuerzas políticas más conservadoras. Así, a la militancia anarquista, que consecuentemente con su ideal, se abstiene de votar, se la responsabiliza de cada triunfo que obtenga la derecha política, así como de las consecuencias de las políticas que lleve a cabo. Es una dura recriminación y ante situaciones que se van a repetir, hemos de salir al paso, saber contestar, y evitar las dudas entre militantes.

Si decimos que el socialismo libertario parte en esta cuestión de dos ideas, que son: 1. La emancipación de la clase trabajadora ha de ser obra de ella misma, sin mediación de los partidos políticos ni del Estado, que son parte del problema que se quiere eliminar. 2. La economía y la sociedad mueven la política, y no al contrario; los gobiernos no tienen capacidad de alterar esas fuerzas del devenir histórico, que hacen que la raíz de los problemas sea social, antes que política…Se nos contestará, desde la defensa del voto útil, que se trata de teoría, y que lo que necesitamos es pragmatismo. Pues bien. Precisamente de eso se trata, de que esos principios no son dogmas de fe, sino que son ideas que no solo la lógica, sino la experiencia histórica avala.

Ya que se menciona el fascismo como el mayor peligro al que supuestamente hay que frenar por medio del voto, conviene hacer memoria del abstencionismo mantenido por las organizaciones del movimiento libertario español durante los años de la II República, especialmente la campaña ante las elecciones de febrero del año 1936, año en que tiene lugar el golpe militar fascista que desencadena la guerra a la que luego siguió la dictadura franquista.  Del 26 al 28 de enero de 1936, tiene lugar una Conferencia Regional de Sindicatos en la CNT catalana, en la que se discutió el siguiente punto del orden del día: “actitud concreta y definitiva ante el momento electoral”, con la resultante de un acuerdo de campaña por la abstención. El contenido de las sesiones de la conferencia se reproduce en el periódico Solidaridad Obrera, de 26 a 28 de enero de 1936. También en ese medio se recogen las intervenciones de destacados militantes en los mítines multitudinarios por la abstención electoral, artículos, comunicados de grupos anarquistas, que prueban que la campaña tiene lugar sin ninguna ambigüedad. A nivel nacional, el día 29 ya hay un acuerdo de Pleno Nacional de Regionales de la CNT para hacer campaña por la abstención, y la FAI también ratifica su intención de hacer campaña (Actas del Pleno Nacional de Regionales de la CNT, Madrid, 1936; y Memoria del pleno peninsular de la FAI, Barcelona, 1936. Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH), FA-00061 y F-03713). Los grupos anarquistas de la región catalana ya habían adoptado este acuerdo entre el 19 y el 20 de enero. La ponencia expresando su posicionamiento, en nombre de los grupos Nervio, Avenir, Nosotros y A, se publica en Solidaridad Obrera de 26 de enero de 1936.

A pesar de esto, la versión que luego nos llega, por parte de la historiografía llevada a cabo por militantes históricos tan importantes como Diego Abad de Santillán, Juan García Oliver, José Peirats y Juan Gómez Casas, resta valor al abstencionismo.

En el libro de memorias de Diego Abad de Santillán, Memorias. 1897-1936, puede leerse lo que sigue: “La única voz que, en un mitin público, recomendó abiertamente la participación, fue la de Buenaventura Durruti, y se le llamó al orden por ello. Ni en las publicaciones de la FAI ni en los diarios y periódicos de la CNT se encontrará una recomendación abierta en favor del voto, pero tampoco se encontrarán recomendaciones para no votar.” Según Abad de Santillán, la campaña por la abstención electoral nunca tuvo lugar. Sin embargo, desde la editorial de Tierra y Libertad, él mismo escribió largo y tendido acerca de la inutilidad de votar. En el número 3, de 24 de enero de 1936, dejaba bien claro que la experiencia de otros países europeos, como Alemania, Austria y Grecia, no dejaban lugar a dudas de que la electoral era una vía muerta para la clase trabajadora, a la que no le quedaba más recurso que el de la acción directa insurreccional ya que el fascismo no se detiene ante las urnas, mientras que el pueblo y las fuerzas obreras, ante las urnas, bajan la guardia. Por lo demás, puede comprobarse en los números de Solidaridad Obrera de esas fechas la campaña de abstención que se hizo desde las organizaciones, y que el mensaje que lanzaba Durruti en los mítines era abstencionista.

Por su parte, García Oliver, en el Eco de los pasos, cuenta que el presidente de la Generalitat, y líder de Esquerra Republicana, Lluis Companys, entonces preso en Puerto de Santa María, les envía una comisión negociadora para conseguir que los miembros del grupo Nosotros ejercieran influencia a favor del voto anarquista en las elecciones. En ese encuentro, que finalmente se produjo, según sus Memorias, García Oliver habría llevado la voz cantante exigiendo armas a cambio del voto. Este pacto quedaría oculto a la militancia y en concreto a la afiliación de CNT, que no tendría oportunidad de debatir y decidir sobre éste, al igual que desconocería los motivos reales que llevaban a los de Nosotros a desaconsejar la campaña de abstención. Por el contrario, lo que podemos comprobar en los números de Solidaridad Obrera de aquellas fechas, es que ni Ascaso, ni Durruti, ni García Oliver hablaron en ninguna ocasión a favor del voto en las elecciones, o desaconsejando la abstención. Ni siquiera para adoptar la posición defendida por Miguel Abó, de la Federación Local de Zaragoza, de dejar el voto a la libre conciencia de cada afiliado, porque como dijo Ascaso, es responsabilidad de las organizaciones mostrar su posicionamiento y marcar una dirección a seguir, aunque luego cada afiliado hiciera según su parecer. No parece lógico que tuvieran ese acuerdo y luego ellos no lo defendieran en la conferencia regional catalana que trató el tema, ni en ninguna parte. El mismo García Oliver escribió e hizo mítines por la abstención razonando muy bien su posición anti electoral, por ejemplo, el del teatro Olimpia de Barcelona, de 26 de enero, organizado por Tierra y Libertad, donde el mensaje era que al fascismo no se le iba a poder parar con el voto, sino con las armas.

Además, si sucedió como cuenta García Oliver, y la condición de Companys era la de entregar las armas a posteriori, después de las elecciones, el engaño quedaba servido, como él mismo relata en sus Memorias, donde dice que una vez llegadas al poder, las izquierdas que representaba Companys se olvidaron del pacto de las armas, y dijeron que el éxito electoral les pertenecía a ellas solas, que no hubo necesidad del voto de los afiliados de la CNT (p.273-74 op.cit). Y lo mismo que se aplica a las armas, se aplica a los presos, porque igual que en el bienio republicano de izquierdas Azaña había prometido liberar a más de diez mil presos cenetistas, incumpliendo luego, ahora, no cabía esperar mucho más del Frente Popular que, por otra parte, hablaba en su Manifiesto electoral de reformar, no de derogar, las leyes represivas. Por qué García Oliver habría estado dispuesto a creerse lo de las armas, cuando no se creía lo de los presos, resulta paradójico. Como sabemos, luego resultó que el estado republicano estuvo impidiendo al pueblo el acceso a las armas cuando ya había estallado el levantamiento fascista, de forma que tuvieron que ser los propios obreros los que asaltaran los cuarteles para abastecerse.

García Oliver estaba convencido de que los fascistas iban a tratar de tomar el Estado, ganara quien ganara las elecciones. Izquierda o derecha era indiferente. Lo que subyace al pacto de las armas que él describe es la creencia en que hay que prepararse para la defensa armada, y que cada uno vote o no según su conciencia, porque el resultado de votar o no votar, y por tanto de hacer campaña de abstención o no hacerla, va a ser el mismo. Razonamiento éste falaz, tal como queda reflejado en este párrafo de sus Memorias: “Las izquierdas ganaron las elecciones. Se produjo una euforia general. Iban siendo fácilmente olvidadas nuestras consignas de prepararse para una lucha definitiva para no más tarde de seis meses después de las elecciones” (p.271 op.cit). Luego, la consigna de prepararse para la acción directa es inseparable de la de no votar. Al votar, lo que se hace es delegar y confiar en esa delegación, al tiempo que nos incapacitamos como pueblo, rebajando nuestra confianza en nuestros propios medios, con lo que perdemos motivación y fuerza para seguir la vía directa. Pretender un voto activo, una doble vía, electoral y no electoral, es propiciar el relajamiento de la vía directa. Por eso, el voto no solo es inútil, sino perjudicial. Y lo es por otros motivos, entre los que está también el darle al Estado una apariencia de legitimidad, de ser el legítimo representante del pueblo. Al no votar, dejamos de contribuir a esta creencia.

Parece que lo que quiere Oliver, como los otros autores que aquí se comentan, es atribuir el éxito electoral de las izquierdas a los anarquistas. Pudo ser, ya que suponían más de un millón de votantes que pudieron ser decisivos en la victoria del Frente Popular. Pero no fue sin una campaña de abstención desde sus organizaciones, y una campaña que no dejaba lugar a dudas. Ante esta campaña, parte de los militantes habrían dejado de seguir las consignas abstencionistas de sus organizaciones, con la idea de evitar la represión que habían sufrido durante la república de derechas, o incluso en la ilusión de que se iba a liberar a los presos, sin acordarse tanto de la represión que ejerció sobre los obreros el gobierno de las izquierdas, y en la creencia de que se lo jugaban todo al voto, de que no había más manera de enfrentarse a la derecha. En cambio, los militantes históricos, cuyas memorias estamos analizando, aun teniendo claro que no es en terreno electoral donde se va a librar la batalla, con el tiempo debieron ver como un desprestigio el que a la abstención anarquista en las elecciones de 1933 se le pudiera atribuir la llegada del llamado bienio negro o república de derechas, y quizá por eso tratasen de reivindicar como mérito anarquista lo contrario, tras las elecciones de 1936.

Haciendo relectura de José Peirats, en La CNT en la Revolución española, allí afirma que respecto de las elecciones de febrero de 1936: “La CNT había llevado a cabo una campaña anti electoral imperceptible por su tibieza”. Como ya se ha señalado anteriormente, hay prueba en la prensa de que no fue así. Y no pudo ser así porque la diferencia entre hacer un tipo de campaña, sin convencimiento de lo que se dice, a hacer otra más contundente, está en la actitud con que se hace, y en la actitud que se pretende fomentar en el pueblo. Si las organizaciones dicen, aunque sea indirectamente, que se puede votar y preparar la revolución al tiempo, la segunda opción se resiente seguro, pierde fuerza, y en este momento era clave organizarse (leer el comunicado de la CNT dos días antes de las elecciones, llamando al pueblo a que esté preparado para el más que posible golpe militar, que en este libro se reproduce entre la pagina 112-13).

Se recoge también en el libro de Peirats (páginas 197-198 de la edición citada), el comunicado que la AIT hace llegar a la Conferencia Regional de la CNT catalana acerca de la inclusión de la cuestión del voto en el orden del día. Y al tratar de esta cuestión, el comunicado de la AIT se refiere a las posibles dudas que puede suscitar en la CNT el fracaso de la insurrección de diciembre del 33, y que se suponía la acción compensatoria, por la vía directa, a la abstención y luego el gobierno de derecha resultante de las elecciones de ese año. Si bien al terminar el comunicado se concluye la idea de que el voto es inútil porque “es el secreto de Polichinela” que el fascismo va avanzar con independencia de los resultados de las elecciones, al plantear si existe esa posible duda en la CNT, si es esta duda la que le ha llevado a incluir el punto en el orden del día, se deja caer allí una idea que luego Peirats desarrolla en el capítulo IV de su obra Examen crítico-constructivo del Movimiento Libertario español, con el título Acción determinativa y acción decisiva. Esta idea es la de que, si el anarquismo no tiene fuerza para una acción alternativa al voto, lo mejor es no hacer campaña de abstención o hacerla con menos fuerza. Y lo mismo viene a decir Juan Gómez Casas en su Historia de la Fai. Este argumento es el mismo que se utiliza hoy contra quienes defienden la abstención activa. Se les dice que como no tienen fuerza, o como no son mayoría, su abstención no sirve de nada porque no opone una acción alternativa al voto capaz de neutralizar la acción de los gobiernos reaccionarios y las amenazas de dictadura.

A esta objeción ya se había respondido en la campaña de abstención del 36 que, en lugar de poner la atención en la insurrección fallida de diciembre del año 33, la está poniendo en el hecho de que el voto no ha conseguido contener el fascismo en otros países de Europa. Como las otras campañas, se fundamenta en que el voto desactiva al pueblo, lo desarma, dejándolo entonces vulnerable al ataque de la reacción. Es lo que ha pasado en nuestras seudo democracias actuales, donde el movimiento obrero ha ido perdiendo fuerza conforme se canalizaba su lucha por la vía parlamentaria. Se ha ido generando una desmemoria histórica y un desclasamiento que dan lugar tanto al voto obrero de derecha, como a la abstención pasiva. Y es esto lo que permitió en los años 30 el ascenso del fascismo en países como Alemania. A la hora de defenderse, sea del fascismo o de las políticas neoliberales, las izquierdas no han salvado al pueblo, como tampoco hacen nada por evitar el colapso ecológico de la civilización, porque no quieren atacar al capitalismo. Es cierto que no todas las políticas son iguales, que las políticas de la socialdemocracia difieren en cierta medida de las ultraliberales. Pero las ventajas aparentes de votar a los partidos de izquierda, incluso suponiendo que cumplieran con sus promesas electorales, se pierden desde el momento en que se vota. Por un lado, a la parte más activa de la sociedad se la está desactivando, alejándola de la lucha directa, que es la única segura y la única que nos puede librar del sistema, y por otro, a la masa pasiva, se la encamina, por vía de la incultura política que se deriva del delegacionismo, hacia la pasividad y el apoyo al autoritarismo de todo signo, no solo el de extrema derecha. O sea, que no votar a los partidos de izquierda resulta que fortalece al fascismo, que para nosotros viene del centro, de la derecha y de la izquierda, ya que, en última instancia, sólo hay arriba y abajo, y a los de abajo los palos nos vienen de todas partes.  Entonces, el que la acción directa sea decisiva o no, es algo que no nos debe hacer dudar de mantener el abstencionismo, puesto que la acción directa es la única vía posible. Para los libertarios españoles del 36, no había otra opción, para nosotros tampoco, porque ningún gobierno va a tocar a fondo los privilegios de la élite capitalista, ni va a promover una cultura de democracia directa y autogobierno popular, no siendo así la solución sino el desencadenante de los fascismos. Y mientras haya injusticias y tensiones, los conflictos terminarán por producirse con un gobierno u otro.

En conclusión, esta lección de la historia sirve para reafirmarnos, de manera no dogmática, sino informada por la práxis, en los dos principios del abstencionismo mencionados al comienzo de este texto: autoemancipación popular y reconocimiento de la sociedad como verdadero motor de cambio.

Notas

1.- Esta referencia exacta figura en el artículo de Roberto Villa García, “Obreros no votéis” La CNT y el Frente popular en las elecciones en 1936.   Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 13, 2014, pp. 173-196, en la página 179.

2.- Roberto Villa García, en la página 176 del artículo antes citado, da más obras de referencia, además de las que yo uso aquí y que él cita en ediciones originales y no digitales, y habla de la creación de un “mito” en la historiografía anarquista, acerca de la no existencia o debilidad de la campaña de abstención.

3.- Se puede leer online en este enlace, página 535. https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Diego%20Abad%20de%20Santillan%20-%20Memorias%20(1897-1936).pdf

4.- Se puede consultar directamente entre las páginas 257-264 en esta versión online: file:///C:/Users/Usuario/Downloads/el-eco-de-los-pasos-3.pdf

5.- En la Soli de 24 de enero, se recogen intervenciones de Durruti y Ascaso, en los mítines de Moncada y Zaragoza.

6.- También pudo deberse a que las izquierdas presentaron candidaturas por separado mientras la derecha se presentó en coalición. Todavía la historia no ha aclarado el efecto real del abstencionismo anarquista.

7.- José Peirats, “La CNT en la revolución española”. Segunda edición, Cali, Colombia. Asociación Artística, La Cuchilla, 1988. P.111.

8.- En página 234 y 235 de la edición de La Malatesta, 2006.

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