Acabamos de experimentar este verano el mes más caluroso jamás registrado en la historia de nuestro planeta. Esto tiene como consecuencia que el calentamiento global del planeta Tierra está avanzando, inexorablemente, hacia una nueva y alarmante fase. Se ha de tener en cuenta que más allá de cierta temperatura el cuerpo humano se sobrecalienta y puede provocar la muerte. Como consecuencia de dicho calentamiento global, algunas regiones del planeta se están acercando, peligrosamente, a esta línea roja, donde estar al aire libre, durante unas pocas horas, podría resultar mortal. Mientras los líderes mundiales, por presiones del capitalismo salvaje y asesino, siguen alimentando agresivamente la crisis medioambiental.
No es nuestra intención utilizar esta editorial para crear un estado de alarmismo injustificado o un catastrofismo sin tener una base real. El título que encabeza estas líneas no pretende ser una figura retórica (hipérbole) o una simple “boutade” ingeniosa. Nada más lejos de nuestra intención. Por el contrario, pretende llamar la atención sobre la cruda realidad de lo que está pasando a lo largo y ancho del planeta. La Humanidad se está convirtiendo en una auténtica serpiente que se devora a sí misma. Con el calentamiento global en marcha, y a un ritmo acelerado, es hora de aprovechar el actual nivel de atención de la población mundial para impulsar acciones de carácter radical, para detener e invertir la actual tendencia destructora de nuestro ya maltrecho planeta.

No es ninguna metáfora lo que ha sucedido este verano en algunas partes de la Tierra y que, de no poner remedio urgente, se extenderá de manera progresiva e imparable a lo largo de los cinco continentes. Como hemos podido observar en las pantallas de nuestros televisores, los incendios han devorado el Mediterráneo oriental, avivados por un abrasador calor extremo. Así lo reflejaba el Servicio de Gestión de Emergencias de Copernicus (programa de la Unión Europa para la observación terrestre) a través de satélites que reflejaban la existencia de numerosos fuegos en Grecia, Turquía, Italia, Albania, Macedonia del Norte y varios países del norte de África. Esta es una nueva “normalidad” que vamos a ver con frecuencia debido al cambio climático. No es la primera vez, ni mucho menos, que la bella Acrópolis de Atenas huele a humo de los incendios que acechan la capital griega. Es verdad que se han dado temperaturas excepcionales, con registros de 47,1 grados en el norte de Grecia, pero esa excepcionalidad va a ser la pauta que nos vendrá más bien pronto que tarde. Los científicos recuerdan que esto es lo que se espera cuando se habla de la crisis climática. Con todo, el cambio climático no es una causa de un evento extremo, lo que hace es aumentar sus características asociadas, como la frecuencia, la duración o la intensidad, todo esto entra dentro del contexto esperable.
Según Brian Wiens, director gerente de Canadá Wilfire, una organización que investiga el manejo de incendios forestales afirma: “ Si desea saber cómo será el cambio climático, este mes -junio- en particular es bastante típico de lo que se puede esperar”. Los grupos ambientalistas llamaron rápidamente la atención sobre el cambio climático, que está creando condiciones más cálidas y secas, las cuales aumentan el riesgo y la extensión de los incendios forestales. Aunque fue América del Norte la más afectada por los más de 150 incendios, entre Quebec en el este hasta Columbia Británica en el oeste canadiense, las trazas de los incendios en Canadá se extienden más allá. Se detectó humo a miles de millas de distancia, en Noruega. Este hecho ha sido posible porque en Canadá se han quemado más de 4 millones de hectáreas, es decir, 12 veces por encima del promedio de los últimos 10 años en esa época de año, o lo que es lo mismo, lo que equivale a 100 millones de campos de futbol, para hacerse una idea de la gran magnitud de lo sucedido en Canadá, y este hecho no es la primera vez.
A nivel doméstico, decir que nuestro país es uno de los miembros de la Unión Europea más afectados por la quema de bosques. Un problema que amenaza con intensificarse debido a los efectos del cambio climático. La ciudadanía española opina que el cambio climático es el mayor desafío al que se enfrenta el mundo, por encima de la guerra de Ucrania o la inmigración. No cabe la menor duda que el impacto de las olas de calor extremas, como lluvias torrenciales frecuentes o el aumento del nivel del mar, por el aumento global de las temperaturas, ha comenzado a hacer mella en la percepción de la población. La preocupación por el cambio climático va en aumento. España experimenta un crecimiento notable, ya que ha aumentado en 7 puntos porcentuales, pasando de 22% a 29%. Así pues, el cambio climático es la preocupación no coyuntural más presente en la encuesta realizada a unas 21.000 personas (1.500 por país), en Estados Unidos, Canadá, Turquía, Reino Unido, y 10 países de la Unión: Alemania, España, Francia, Italia, Lituania, Países Bajos, Polonia, Portugal, Rumanía y Suecia.
La ciudadanía valora de forma desigual el papel que adoptan los diferentes actores en esta grave amenaza (gobiernos, empresas, ciudadanos, dirigentes, comunidad científica) siendo claramente positivo en el caso de la comunidad científica, pues hacen mucho o bastante para enfrentarse al cambio climático. La valoración de las empresas, en general, está por debajo del 45%; en España se valora aún más negativamente la actuación de éstas, solo un 25% considera que hacen mucho o bastante. La opinión respecto a Estados Unidos el tanto por ciento baja hasta el 41%, y está por debajo del 30% cuando se trata de valorar la contribución de China. Las españolas y españoles están entre los más preocupados por la amenaza climática, se encuentran también entre los que valoran más desfavorablemente la actuación de los distintos actores, tanto gobiernos como instituciones. Son especialmente críticos respecto a la actuación de China y Estados Unidos y sobre la actuación del gobierno español.
Para finalizar, veamos de manera rápida algunos de los aspectos más significativos de la situación de nuestro medio ambiente y la cuestión de los incendios: A) De los 7.244 incendios producidos (a 5 de septiembre) el 66% quedaron en fase de conatos. B) Este año se han producido 21 GIF (grandes incendios forestales, es decir, más de 500 hectáreas quemadas), con un total de 88.000 hectáreas hasta principios de septiembre. C) debido a las investigaciones la comunidad científica ha generado el concepto de “generaciones”, que hace referencia a la evolución de los incendios en función del cambio de las condiciones del paisaje y del clima. D) La elevada frecuencia e intensidad de los incendios, adquirida en las últimas décadas, debido al éxodo de la población a partir de la segunda mitad del siglo XX, y el fin del aprovechamiento forestal y, por tanto, del aumento de la biomasa en los montes. E) El aumento de masas forestales jóvenes e inestables, junto a las superficies repobladas, a partir de la década de los cuarenta del pasado siglo, a ello hay que añadir la falta de gestión, que ha contribuido a incrementar la superficie forestal inestable e inflamable. F) Cuatro millones de hectáreas de cultivo abandonados se han convertido en masa forestal. No son bosques, sino que son materiales degradados. A ese cambio de superficie arbolada se une el cambio climático. G) El agravamiento de olas de calor y sequías hace que la humedad del suelo y la vegetación disminuya, siendo menos resistente al fuego. El informe del IPCC alerta que la región mediterránea es una de las zonas del planeta con mayor riesgo, al verse afectada por el cambio climático. H) Según un informe de Greenpace, en 2018, el 80% de los municipios nacionales no tienen planes de emergencia local (tal como obliga la directriz básica de Protección Civil) y hay ausencia de planes preventivos (como obliga la Ley de Montes). I) Téngase en cuenta que el comportamiento de un incendio, según los expertos, depende de la topografía y el combustible. Es fundamental, pues, la buena gestión de nuestro paisaje. Hay que recuperar el paisaje en mosaico agroforestal de tipo tradicional. Mantenerlo de forma sostenible con menos carga de combustible y, sobre todo, recuperar zonas degradadas. J) Es vital la dinamización y reactivación de la economía rural que contribuya a regenerar estos territorios resilientes ante incendios de alta intensidad. K) Y, finalmente, decir que los incendios han cambiado a episodios dramáticos, causados por la aridez extrema, consecuencia del cambio climático debido a olas de calor y el agravamiento de la sequía. Estos incendios liberan tanta energía que, al tener una atmósfera que les favorece, la provechan y la modifican, generando “tormentas de fuego”, gravemente peligrosas para los equipos de extinción de dichos incendios.
Hay que recordar que tenemos una responsabilidad personal, tanto en nuestra acción cotidiana, a favor del medio ambiente, como obligar a quienes gobiernan, que tienen que favorecer aquellas políticas que contribuyen a no deslizarse por la pendiente que lleve a nuestro planeta al colapso final.