Rafael Sánchez García

Empiezo a escribir este artículo en el segundo día del comienzo de la campaña electoral de las elecciones de municipales que se celebrarán el 28 de mayo de 2023. Y me decido a escribirlo porque ya cansa, y mucho, no ya la verborrea de todos los políticos, que es normal, prometiendo ni se sabe la cantidad de cosas que pretenden hacer, sino el discurso de los tertulianos televisivos y el de los ciudadanos, que al fin y al cabo son los que acaban dando su responsabilidad social a los candidatos de uno u otro signo político.

Cansa, por lo repetitivo, ese discurso que criminaliza siempre a los políticos de todo aquello que tenga que ver con la vida diaria: transporte, educación, cultura, trabajo, etc., etc. Nadie ve más allá de sus narices, y nadie se da cuenta, o no quiere darse, de que éstos no están para servir al pueblo, sino a los intereses de los más poderosos: las grandes multinacionales o prestamistas de capital a los estados, a los cuales hacen bailar, so pena de cortarles el grifo, al ritmo que ellos tocan.  

Nadie quiere admitir que la responsabilidad hacia todo lo que nos compete ha de ser social, es decir, que si todo va de mal en peor no es culpa de los políticos o el capitalismo, que lo es, sino de la dejación de nuestras obligaciones como ciudadanos al permitir dejarles hacer todo aquello que les da la gana a la hora de hacer que sus capitales se incrementen a costa de quién sea y de lo que sea. Está más que claro que si el transporte público y la educación, por poner un ejemplo, funcionan mal es culpa nuestra, pues permitimos que los gastos militares, y otro muchos que son superfluos, se coman un presupuesto que debería ir a mejorar esos y otros servicios sociales.

Por más años que pasen, y por más que nos engañen o nos roben, la sociedad ni aprende ni escarmienta, están a gusto con la “creencia” de que, cada cuatro años, son parte activa de la sociedad porque deciden quienes les van a representar en el gobierno de turno. Me viene a la memoria un hecho que tuvo lugar, hace ya años, estando, haciendo propaganda, con un grupo de compañeras, contra una elecciones que se celebraban en aquel momento y un señor mayor me dijo que si no votaba no tenía derecho a protestar. Esto me dio que pensar y lo invité a sentarnos en un banco porque le quería explicar una cosa, así lo hicimos y le planteé lo siguiente: “cuando usted vota a un candidato le está prestando su voluntad para que él, en su nombre y en el de todos los que le votan, haga y deshaga, durante su mandato, lo que mejor crea para sus intereses. Por consiguiente, tanto si es para bien como para mal usted no tiene derecho a criticarlo porque para eso le prestó su voluntad. Mientras que yo, que no presto mi voluntad a nadie, porque me gusta pensar y participar de todo lo que me pueda acontecer como ser humano, si tengo todo el derecho a la protesta porque ese que se erigido, sin mi consentimiento, en mi representante decide por mí sin consultarme”. Y tras esa respuesta aquel señor me dijo: “hijo, tienes toda la razón”.

Y es que los ciudadanos somos esclavos de la comodidad, del que nos lo den todo hecho y que otro lo haga por nosotros. Y así nos va como sociedad. Que estamos en un momento en el se nos están viniendo encima toda una serie de acontecimientos, largamente anunciados desde hace muchos años, que pueden marcar negativamente, muy negativamente, nuestro futuro y parece que no va con nosotros. Por ejemplo: ¿qué hay sequía?: mientras abra el grifo y salga agua; ¿qué hay guerras?: mientras no la padezca yo; ¿qué cada día les quitan su casa a muchas familias?: mientras no me quiten la mía; y así podíamos seguir, pero son suficientes, como muestra de nuestra desidia social, estas preguntas y respuestas.

Pero hay otras preguntas a las que como sociedad no se le dan respuesta porque, sencillamente, no se hacen, y que son, entre otras: ¿Por qué permitimos que se fabriquen armas para masacrar a otros pueblos? ¿Por qué permitimos que se les regalara a los bancos casi cien mil millones de euros después de una crisis que habían provocado ellos mismos? ¿Por qué se permite que un mes de agosto, que todo el mundo está de vacaciones, el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español cambiaran la sacrosanta e intocable Constitución para poder rescatar a los bancos y no a los ciudadanos, que fueron quienes la padecieron? ¿Por qué se permitió que los bancos se quedaran con las viviendas de los trabajadores que, tras quedarse en el paro por la crisis generada por esos bancos, no podían seguir pagando sus hipotecas, y, además, esos trabajadores tenían que seguir pagando una deuda por una vivienda que les habían quitado? ¿Por qué no actuamos cuando una trabajadora o un trabajador se suicida porque le quieren echar de su casa porque el paro o la miseria le impiden pagar al banco? ¿Por qué permitimos que la voracidad económica del Capitalismo nos haya llevado a esta situación de cambio climático que puede acabar con todo y con todxs?

Si no somos capaces de hacernos estás preguntas para obtener respuestas es que nuestra capacidad para pensar la hemos dejado en manos de quienes han hecho que todos esos interrogantes se tengan que hacer y, por tanto, como trabajadoras y como sociedad, estamos perdidos y el futuro de los que vendrán después de nosotros estará tan podrido que no habrá quien viva.

Y acabo este artículo una día después de las elecciones municipales y autonómica del 28 de mayo. El país ha vuelto a teñirse de azul (PP), con un considerable aumento de la extrema derecha representada por esos nostálgicos franquistas de VOX. Los ciudadanos que creen en la democracia representativa, es decir, aquellos que sólo tienen voz para elegir a sus verdugos durante cuatro años, han vuelto a comportarse como un rebaño, han vuelto a votar mayoritariamente a quienes fueron llamados por un juez “Organización para delinquir”. Claro que los que han perdido no se quedan a la zaga en cuanto corrupción se refiere y a tomar decisiones que favorecen más a los ricos que a los pobres. ¿Cómo es posible que el pueblo sea tan tonto y necio y vote cada cuatro años contra sí mismo?

 Al final volvemos a lo escrito anteriormente. Es decir, a partir de ahora los culpables de todos los males sociales que nos aquejan serán los nuevos amos de las poltronas municipales y autonómicas, y con esa creencia volverá a dormir tranquila cuatro años más esa masa sin conocimiento y ganas de ser los protagonistas de su propia vida.

Pero para el 23 de julio se han convocado elecciones generales y los sondeos indican la victoria del Partido Popular y el aumento de la extrema derecha de VOX, lo cual implica, visto lo de las municipales y autonómicas, que esos dos partidos pactarán para acabar con lo que ellos llaman el “sanchismo”, es decir con unas políticas que están un poquito más a la izquierda que la de ellos. Ese pacto será el del fascismo puro y duro, un pacto que intentará acabar, y de hecho acabará en muchos casos, con algunos avances sociales conseguidos últimamente. ¿Volverá el pueblo y los trabajadores a ser tan inconscientes como para darle la mayoría al fascismo como hicieron en Alemania dándole el poder a Adolf Hitler? El 23 de julio de 2023 nos lo dirá. Si ello es así, que no nos pase nada.

Nuestra responsabilidad social, como anarquistas, sigue estando hoy, como ayer, presente para seguir luchando para conseguir una sociedad más justa, libre y humana que la que padecemos. Porque hay una cosa que está clara: mientras no se nos demuestre lo contrario, las anarquistas seguimos teniendo toda la razón en cuanto al planteamiento de convivencia social que proponemos, lo cual jamás ha querido decir que nuestra propuesta sea fija y cerrada, pues siempre hemos dicho que cuando nuestra propuesta social llegue la sociedad de ese momento estará obligada a mejorarla si ello es posible, que seguramente lo será. Mientras tanto, sólo nos queda la educación social y la denuncia para hacer posible que la clase trabajadora, y toda la sociedad en su conjunto, tome conciencia de que sólo con la organización y la lucha podemos, porque somos la inmensa mayoría de la sociedad, acabar con todos los poderes facticos (Estado, policía, militares, partidos políticos y poderes económicos) que unidos trabajan para que esa inmensa mayoría viva siempre pendiente de su miseria.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *