Manel Aisa Pàmpols

Hace ya bastantes años, en un local del Vallés,  debía ser la época del centenario de la CNT, es decir, en el año 2010, poco más o menos, tuve la oportunidad de hablar, en un debate sobre decrecimiento, ecología y todas esas cosas que hoy día nos preocupan tanto y poner sobre la mesa las referencias lógicas que me apasionan de Murray Bookchin,  de Sergi Latouche, o de John Zerzan, su proyecto de Municipalismo Libertario, decrecimiento y primitivismo, espacios donde  siempre he tenido una mirada de curiosidad sobre estos proyectos, pero por las connotaciones políticas, todo y que  las cosas parecen  claras, generosas, proyectos que buscan salidas para una vida menos agresiva en el medio ambiente y entre las personas, para todos, en colectividad, ya que como especie no podemos vivir de otra manera.

En nuestro entorno anarquista siempre se mira, con reticencia, con mucha cautela y con recelo, todo aquello que acote el municipio, todo y que probablemente es nuestro marco de actuación y a nivel social y político es nuestro marco de influencia.

Así, lo bueno, cuando se trata de un anarquismo organizativo, es decir, aquel anarquismo que trata de sentar las bases de un anarquismo estructurado, que trata de construir colectividad, no es más que hablar de organización local, pero, si es posible, obviando la palabra municipio, decrecimiento, primitivismo, ya que siempre da mucho miedo, por las connotaciones negacionistas que nos aporta la política profesional.  

Bien, en aquel debate, “sobre ecologismo y modos de organización”, todo apuntaba a lo de siempre,  y así el otro ponente argumentaba  los referentes de lucha o, mejor dicho, la mirada la tenía puesta en las luchas sociales, tan característica de nuestros medios, y de nuestro entorno  como siempre, en las experiencias de siempre, de los movimientos estudiantiles y obreros de Italia, Alemania o Francia en los finales de los 60 y 70, las fábricas, y los puestos de trabajo de siempre, que  cada año, o, a cada paso, han ido menguando, por mi parte buscaba las referencia en el decrecimiento que ya podía encontrar en tierra y culturas de otros continentes, que no tienen las mismas oportunidades que las del primer mundo, pero si ahora mismo están mucho más capacitados, para soportar lo que siempre han tenido que soportar, es decir, la crisis permanente, la falta de recursos y saber adaptarse.

Pero la vida, ya hacía mucho tiempo que era otra cosa, y con las emigraciones crecientes, la globalización y la feminización de la pobreza, Europa tenía otra mirada, y el presente y el futuro nos invitaba y nos invita a mirar hacia otros lados para entender muchas de las cosas que nos están sucediendo y que acabarán por impregnarnos del todo.

Sí, las constantes inmigraciones no son de gente caprichosa que trata de llegar a los países llamados del primer mundo, Europa o Estados Unidos, Canadá, donde corre el dinero, que lo corroe todo.

Pero ahora las fábricas están al otro lado del Planeta, y la idiosincrasia de aquel continente parece otra dinámica que, por el momento, al menos no alcanzo a entender del todo. Aunque entiendo perfectamente que, en definitiva, en este planeta, las necesidades en todos los lugares son las mismas o parecidas, pero, siempre, hay un pero que nos capacita para seguir en la brecha. Y Ahora mismo se pueden tener aquellos referentes que nos invitaban a seguir en lo nuestro, como eran las luchas obreras de las empresas como SEAT, Bultaco, Harry Wolker, y otras muchas que son historia, pero ahora mismo, todo y que el sindicalismo debe de seguir luchando por los intereses de clase, pienso que ya hace bastantes años la mirada y la manera de intentar organizarse camina por otros lugares y otros referentes, sobre todo cuando pensamos en la necesidad del decrecimiento.

Sí, cuando hablamos de la necesidad del decrecimiento, no lo hacemos para llenarnos la boca de buenas palabras, sino que necesitamos de mucha reflexión, de cómo organizarnos y, sobre todo, actuar, porque el tiempo apremia y mientras existan los mismos tics capitalistas, poco podemos hacer, ni tan siquiera corregirnos a nosotros mismos. Porque estamos hablando de este primer mundo donde 1000 millones de personas se comen al menos 4 veces lo que les toca a los 7000 millones.

La tele, y otros canales de información,  todos los días nos dicen y dan un pulso a lo cotidiano de siempre hoy, mañana, como hace poco más de veinte años atrás y más, con tímidas pinceladas de que algo puede cambiar, y oigo decir  que el gobierno francés ha prohibido los vuelos internos, entre ciudades, que estén en la proximidad de dos horas y media (todo y que parece una buena noticia, no es más que una chapuza) para frenar un poco la contaminación que provoca ese amasijo de hierro que, propulsado por fuerzas aerodinámicas, hacen posible el volar y llevar a un montón de personas de un lado al otro.

Pero dejando al margen que vuelen o no los aviones, sin duda hay que repensar, hay que ser conscientes y dejar los egoísmos de estar entre los privilegiados para aprovechar no sé qué, en detrimento del otro, esos viajes del capricho, que están muy bien, pero que hay millones y millones de personas que viven en tiendas con techo de hojalata.

¿Qué pasa? ¿Qué está pasando? Hace años que nuestra lectura interna, cuando intentamos analizarnos, realizar nuestra terapia personal o intentar meditar profundamente nuestra identidad y cuando intentamos salir al exterior, me doy cuenta de los egoísmos que imperan en el entorno, y  que si no somos capaces de regular esos egoísmos, por mucho que queramos cambiar la tendencia de lo que tenemos en frente,  el cambio climático, la falta de agua dulce, cada vez en un espacio más amplio del planeta, las aguas fecales de la ganadería, la agricultura o de las personas,  la desertización de una tierra cada vez más estéril, los pesticidas, sulfatos, que se echan para satisfacer un mayor número de frutos y ganancia en el cultivo, dos y tres cosechas, en definitiva no es más que  envenenar la tierra, vaciarla de contenido, para que uno sólo de los productos tenga su premio, a costa de esquilmar la tierra, cada vez más árida y envenenada.

La Alimentación de los casi 8000 millones de persones que existen en el planeta, hay que racionalizar su alimentación, y probablemente solamente con el cultivo de proximidad podremos cubrir buena parte de su alimentación y donde esto no sea posible, el federalismo y el intercambio de los productos frescos entre pueblos tiene su interés. En fin, hay mucho por debatir, entender y ponerse manos a la obra para corregir los planes a gran escala de las multinacionales, que sólo buscan la súper producción y los beneficios.

El otro día oí comentar, en una comarca catalana vinícola,  que para combatir el fuego en los bosques, lo mejor era arrasar con ellos y crear más viñedos, en definitiva, para echar más sulfatos, más azufre sobre la tierra y así erosionarla un poco más, y el siguiente paso será esquilmar y matar a todo insecto que labra y fertiliza nuestra tierra, por nosotros, para que podamos seguir, en este planeta cargado de estupidez; a este paso no quedarán ni las hormigas, esas criaturas resistentes, que por el momento tienen  una organización espectacular y que viven debajo de tierra en colectividad. En fin, por no hablar de los grandes Océanos, que son los grandes desconocidos del planeta, todo y que alguien quiera construir una nueva Atlántida cargada de tecnología, mientras cada vez hay menos especies de peces y más plástico flotando o en los estómagos de las criaturas acuáticas, en definitiva, como generación entregar la tierra, el mar, el aire, mejor del que nos encontramos al nacer, ese es nuestro deber.

En fin, mientras no aparquemos la insensatez, los egoísmos, la usura que nos corroe día a día, no podemos hablar de cambio climático, ya que, para ello, es evidente que hemos de estar de vuelta del capitalismo y todos sus tics, y para ello debemos de dar una rápida respuesta al modo de organización de la sociedad, y ese paso es el primero que debemos tener claro antes de que sea demasiado tarde para que no nos devore la sexta extinción del planeta.

Para dar un paso más en esta dirección debemos tener en cuenta que, como dice Tho Holterman en su libro Pueblos sin Estado: “Si queremos deshacernos del Estado debemos poner en marcha un nuevo modelo organizativo construyendo unos nuevos cimientos de la sociedad: la comunidad rural libre, el federalismo, el agrupamiento desde las unidades simples a las complejas, las asociaciones de trabajadores libres.  Estas son cuestiones fundamentales para un cambio de paradigma.”

Naturalmente, también debemos preocuparnos por el tejido social de las ciudades, que deben tender a menguar en número para una mayor agilidad en la toma de decisiones.

Pero mientras vivamos dentro del sistema, apenas podemos constatar que vivimos en un mundo que se muere a cada instante, debemos de saber qué debemos dejar al lado, rechazar de una vez por todas, y conocemos donde está el daño, y solamente debería tener claro que hay que identificarlo, que obedece al imperativo de la expansión y el crecimiento constante, no hay otra, al capital, al capitalismo no le importa otra cosa, como si el planeta fuera infinito. El resultado final de ese monstruo que es el capitalismo no es más que, como dice Jason Hickel “El propósito es más bien extraer y acumular un beneficio cada vez mayor… En este sistema, el crecimiento posee una especie de lógica totalitaria: todas las industrias, todos los sectores, todas las economías nacionales tienen que crecer de manera constante y sin que pueda identificarse una meta a la que se quiere llegar”.

Pero mientras estemos dentro del capitalismo, observaremos siempre el PIB de cada país y la propiedad privada como un castigo de clase; el militarismo absurdo de un mundo que cada día tiene más muros levantados y casi todos por el hambre y la sed de los desheredados de la tierra, hasta cuando esa agonía nos impide respirar en las grandes ciudades.

“El poder destructor del capitalismo es algo sin precedentes en la historia de la humanidad. Se dirige directamente contra el medioambiente, amenazando el aire y el agua, la flora y la fauna, los ciclos naturales de los cuales depende toda la vida. Está destruyendo la diversidad, reduciendo el mundo natural, transformando bosques en desiertos, la tierra fértil en arena y el agua en aguas residuales. Está forzando su retroceso destruyendo incontables milenios de evolución biótica”

Necesitamos construir una base convincente en los barrios de las ciudades y en los pueblos que sean capaces de tener una capacidad organizativa en todos los aspectos de la vida,  en este momento sólo para intentar detener el desaguisado en el que nos han metido los usureros y egoístas de la tierra, que se creen con el derecho de seguir usurpando todo lo que les apetece, y como decía Joan Martínez Alier: “Y podríamos preguntarnos: ¿por qué hay que defender la biodiversidad?, es decir, por qué no hay que aceptar que la evolución tecnológica, que conduce a una manera determinada de producir, lleva a una sexta extinción?, un pensamiento que muchos mantendrían es que es una consecuencia implícita al mismo hecho de la evolución. Ha habido otras extinciones y han aparecido otras especies. ¿Por qué esa preocupación por la sexta gran extinción, causada por los humanos?

Mientras todas estas actitudes capitalistas no sean modificadas, no podemos hacer nada para corregir el cambio climático, y parar el camino de la sexta extinción, es decir, necesitamos ya, de una vez por todas, crear esa alternativa, ya que, como dice Arnau Montserrat en su libro: “Nos sombran las ideas”, sólo hay que ponerse de verdad a tomar actitudes que nada tienen que ver con el hoy que nos corroe.

Notas

1 Thom Holterman, Pueblos sin Estado. Ed. La neurosis o las Barricadas Madrid 2020 pág. 99.

2 Jason Hickel Menos es más cómo el decrecimiento salvará el mundo. ed. Capitán Swing Madrid 2023 P.35.

3 Jason Hickel Menos es más cómo el decrecimiento salvará el mundo. ed. Capitán Swing Madrid 2023 P.35

4 SOLO TENEMOS UN PLANETA sobre la armonía de los humanos con la naturaleza.  Joan Martínez Alier Jorge Wagermsberg ed. Icaria Bcn 2017 , P.20

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