Furia Libertaria

Si la verdad fuese palabra sin mensaje sería incierto que fuese razonable. Todo es verdad cuando no participa la envidia, desde la triste circunstancia, por el interés que busca la finalidad intrigante en cualquier gesto que pueda estar abonado con semillas que deben germinar, sin que la tristeza arrastre al fondo a quienes buscan, incasables, los placeres que nunca encuentra. No siendo únicos el amor y la felicidad porque es propio de caminantes buscar esos valores, que son el ser humano persistente, hasta que se encuentra con su atractivo, en el recorrido, y note la ausencia que nunca pudo disfrutar pues la vida marchó al abismo más carismático. La verdad se evapora, se precipita, escapa veloz de la realidad desde el momento en que no se consigue o no se llega al disfrute del encanto para ser posible disfrutar la idea feliz. Y cómo produce, vertiendo lágrimas el ser humano, ante la mirada de los demás, pretendiendo abrazarse, porque de ello depende disfrutar el placer, que siempre será la verdad que ofrece la libertad que no existe y que no tiene. No es un sueño, son otras muchas dificultades que impiden ser lo que uno desea para vivir. No es buena la idea de mezclar los valores importantes, por separado tienen la propiedad de las  virtudes relevantes; pero juntos, mezclados, pierden la esencia que los distingue en respeto y fuerza arrolladora: la verdad es lo que permite realizar sueños imposibles de resolver, pues todo lo que se aleja de esa verdad crea ausencias vitales para vivir,  y la libertad será siempre el firme propósito que defiende, en lucha constante, lo irracional en todas las cosas para que sea posible la feliz condición que nos permite saber andar, saber entender a los demás, saber comprender hasta dónde somos capaces de vivir sin depredadores, ni autoritarismos en tristeza porque resultan definir la pobreza que los políticos desarrollan hasta  lo abominable. La verdad promete, despeja, aleja de los problemas la duda, proporciona sosiego, va siempre acompañada de la sinceridad, por ser honrada: ¡Nunca miente la verdad!

La verdad irrumpe, es huracán de conclusiones, termina siendo el valor más preciado del ser humano. Otra cosa es huir de la autenticidad y de los asuntos comprometidos del lamento.  No es, ni puede ser, verdad cuando está enredada entre la mentira la intención que frustra las alegrías, con intereses rayanos para deformar la sociabilidad en la costumbre de cada día.  Defender la verdad es tan importante como educar a un niño desde su primera edad. Sólo es verdad cuando se expresa su fuerza, su sinceridad, su emoción justa, su fin concreto contra la mentira. Fue verdad desde la cuna haber nacido, haber conocido el prodigioso arte civilizado, haber encontrado a nuestros iguales, haber disfrutado los creativos sueños de la felicidad. También haber ganado todas las batallas sociales, por las que siempre son encontradas o buscadas, con la única verdad de poder vivir libres, sin más mediación que sembrar Ideas libertarias, Ideas de pulcritud, Ideas sin trabas, Ideas para conseguir ser felices, aunque no siempre sea posible, Ideas por haber nacido para realizar el grandioso proyecto que siempre será ver y oír, estar y persistir, soñar y caminar con estilo propio: hablar, escribir versificando los caminos andados, ¡poesía, en definitiva! Con el gusto que permite disfrutar el gran pensamiento que siempre será comunicar la Utopía Libertaria y ese orden feliz que cada humano debe defender; esté o no preparado para ello, porque para ser libre no precisa ser diplomado. El ser humano merece respeto, en toda clase de circunstancias, por muy compleja que se imagine la escena, y porque el respeto modera, protege, enseña y facilita nuevos días de esplendor. Para ser libres son necesarias algunas facultades que puedan ser creativas en rebeldía y tesón más convincente. Son conceptos esmerados porque en ello va unido la cultura que pueda enseñar nuevos criterios, convencidos de que es posible ser libre a pesar de que estemos sometidos a decisiones divinas, que son siempre el deber que imponen los dioses políticos de Estado. La dicotomía entre verdad y libertad no es para escandalizar los criterios individuales de cada ciudadano; se trata más de que son conceptos inseparables, ya que libertad sin verdad hace imposible soportar el contenido inseparable que deben cumplir al divulgarse socialmente. ¡Se sostienen mutuamente o no serán posibles ni la libre expresión, ni la sabiduría que siempre acompaña a la verdad!  Es cierto que no son años de libertades ciudadanas en 2023; tampoco protegidos por las verdades que se balbucean entre ateridos criterios asumidos en general.

Asegurar la subsistencia de la verdad no es trigo limpio. Su poderosa esgrima queda fuera de cualquier concurso benéfico porque tiene depredadores, que serán siempre los dioses del Estado Político, entre otras interrogantes perversas sobre este asunto de la verdad tan cuestionada. Pues no es verdad que la verdad tenga ganado el éxito social. ¡Es decir, queridos y entrañables curiosos de tan alta magnitud soberana! La cuestionada idea de que es posible valorar la verdad como símbolo de libertad no pasa de ser más que un concepto de humor cargado de tristeza: Pues tiene la verdad muchos prevaricadores diseñados por leyes de Estado, siendo dioses que controlan los intereses más escandalosos conocidos desde que las iglesias bendicen las estructuras del voraz rigor político de Estado. No obstante, en la disputa por tener más poder que los demás, hay pelea por la verdad, aunque suelen disfrazar la realidad como paje sin terminar de modelar su educación, con poder determinante, que luego, siempre, obedecen la orden que el capitalismo impone, aunque, mientras tanto, fijan el resultado, con disfraz de lobos con piel de cordero, para confundir la verdad sin que se disfrute por la libertad, que rara vez llega al ciudadano o ciudadana porque siempre espera sentir ser gobernados por la sensatez ausente.

La palabra Verdad fuera bautizada por la divina comedia, tal vez, dando crédito al contenido fiel ya que no sería posible, aunque se ausentase la realidad, por otras formas de entender el bien y el mal. Mientras que la Real Academia certifica lo que pretende verificar “el palabreo”’, para que se diferencie del escándalo sobre el mal. ¡Ejemplo! El considerable criterio de lo que entendemos como verdad, al ser politizada la idea, la Verdad pierde su legitimidad desde el momento en que se ve comprometida con la duda el placer de su mensaje emocional; y, sobre todo, el conjunto de improperios entre verdad y mentira. La mentira legitima la práctica de los estados gobernantes. El Estado nunca debe monopolizar, como credo verídico, que los ciudadanos deben confiar en la teoría de sus palabras, con la apariencia de convincentes. El Estado contempla las falaces mentiras, pues contempla el brutal convencimiento de que defienden el bien. El Estado, que se creen ser únicos, son ellos los elegidos, por la gracia de no se sabe quién, aunque el capitalismo los agrupa y los dota de poder para que nadie pueda tomar parte en las decisiones sociales.

Así que el sostén de la Verdad bien cierto es que sufre la incertidumbre constante, porque mientras que los gobernantes dicen ser la autenticidad social, desmerecen estar atendidos por la grandiosa fuerza ciudadana, que sólo necesita encontrar la verdad (buscada desde siempre) y porque ¡ya está bien! que las políticas de Estado se disfracen de lobo hambriento -en este caso carroñero-, como costumbre de reptiles limitados, marionetas con mente infantil, también como caminantes sin demasiado rumbo, sin horizonte feliz, sin demasiada suerte en conseguir que la Revolución Social consiga las condicionantes para la Sociedad Libertaria.

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