Floreal Rodríguez de la Paz
¡Vivir es un verbo prometedor! La satisfacción depende de que podamos sobrevivir, con o sin los sueños, por todo aquello que la mente sea capaz de desear, pero sin que los parásitos sociales participen en los tristes eventos de la improvisación, mientras los espectáculos se suceden, por caminos insospechados por recorrer: ¡Qué maravilloso Vivir! Sencillamente porque sin el lujo de ser propietario de toda circunstancia, poco o nada es posible. Pues cuando repasamos la economía, o simplemente las finanzas que facilitan cierto futuro, pues eso, que no damos la talla, ya que sin los medios necesarios no será verdad que, la verdad, nos libere de tanto absurdo, de tanta miseria y de tanto como nos falta siempre para cumplir con lo que la vida demanda. Conductas borreguiles pastan en la jungla, como las hienas imponen leyes devastadoras, hasta extremos espeluznantes. Y es que el hambre siempre reclama leyes objetivas para vivir. Es decir, cuando se nos obliga a mantener comportamiento cívico es necesario conocer si la obligación es o no cívica. Vivir acompaña siempre a lo propio de cada ser humano: derechos, porque son necesarios para entender las formas que debemos defender; obligaciones, como mejor ejercicio en respeto; ambiciones, porque somos capaces de crear ilusiones; rebeldías, cuando se trata de evitar no ser esclavos o resignados; revolucionarios, desde el momento en que estamos aplastados, como petrificados en las rutinas innecesarias; alegres, pensando en que no todo es sufrimiento, porque nos pertenece el ‘don’ de ser humanos; libres, desde el momento en que debiéramos ser dueños de nuestro importante deseo de vivir, especialmente con ilusión de futuro: ¡No hay nada superior a la Vida! Y sin embargo hay conductas que malgastan la vida, poniéndola a prueba cada día, pues lo dejan en manos de la Duda, y entregan al azar determinadas costumbres que debieran ser modélicas. El absurdo es otro de los criterios fieros, porque ponen a prueba la inseguridad. Importa para vivir ser libres, estar liberados de prejuicios sociales. Lo falso nace en la ignorancia, y germina hasta utilizarla en los banales detalles, por ser inciertos para certificar que, la Vida, no puede ni debe ser maltrecha. Es la Vida poesía, es presente, es lo que nos da a conocer la Felicidad y la posibilidad de sueños eternos. ¡Soñemos sin descanso! Andar entre los sueños de cada uno pone de moda, con alto nivel personal, lo que permite alcanzar proyectos, ya que, en el ejercicio, se ponen a prueba valores, dotados siempre de ese estilo personal que solemos inventar, sin que necesariamente sirvan para destruir emociones. En la emoción de vivir se encuentra el mayor soplo entusiasmado, al conocer y saber interpretar, cuando ilustramos la creatividad; siendo, oh sueños, sin igual belleza. Sólo cuando se permite la Vida es posible realizar los sueños sublimes. En este mismo instante, con palabras de satisfacción, se puede entender la mejor parte creativa, por cierto, contagiosa, si realmente elevamos a sueño el prodigioso disfrute de los grandes, muchos, valores, portadores de brisas que nos impulsan para disfrutar los mensajes sublimes de las músicas más bellas, en orden y libertades soñadas por siempre. Vivir no puede ser nunca dudoso, mucho menos sinuoso, tampoco sería presentable que todo aquello que pertenece a uno mismo resultase imposible, porque alguna ley, inventada para despersonalizar la intención creativa, terminase deformando los sueños de aquellos seres humanos que sólo desean vivir, tal vez, la eternidad.
Pero bien, es cierto que la Naturaleza, dotada de alto conocimiento, permite que los comportamientos sean defendidos, convencidos de que son para enriquecer toda circunstancia y todas las posibles satisfacciones: Ir contra la Naturaleza supondría malgastar el esfuerzo, que siempre es pretender permanecer vivos. ¡Nada superior al ser humano si defiende la Vida! Eso que conocemos como leyes políticas, leyes de obligación, es decir, leyes que sólo acreditan la legislación que ciertos leguleyos estabilizan para ser cumplidas, pues va a ser que No. Será lo suyo comprender los fueros internos, porque de ellos deben surgir las emociones y las venturas más exigentes.
Nunca fue tan fácil comprender que la Vida no es más que una circunstancia encontrada, por la que observamos toda clase de riesgos: Ser o no felices, estar o no en el forcejeo del ejercicio, al menos cuando es necesario abrir los brazos a tantas cosas como enriquecen toda circunstancia: en amores, en satisfacciones, en criterio personal, ante las adversidades; igualmente en los episodios no deseados; en las batallas perdidas por luchas sociales sin éxito. Lo adverso siempre es un tiempo propio de pesimismos preocupantes. Vivir Mal, Vivir Bien, son espectáculo de naturaleza confusa: los unos desprecian a los otros. Sucede lo siguiente. Ejemplos hay entre el Bien y el Mal: Miente lo de vivir bien por tratarse de voces distendidas en cualquier circunstancia; mientras que vivir mal presenta el escenario rebelde, porque nunca será posible la calma o la Paz, puesto que los signos negativos prometen inestabilidad: Vivir Mal es propio de trucos administrativos del capitalismo. Asunto que certifica toda política de Estado. Aniquilar su instinto malévolo es un deber ciudadano contra el poder maltrecho. Se vive mal cuando las políticas de Estado diseñan leyes de favor para desvirtuar los valores insensibles, por inhumano. Un lujo es Vivir Bien. Pero hay que pensar acertada mente cuando se saludan con los que Viven Mal. Porque es cierto que se trata de gritar, cuanto más mejor, contra quienes se consideran llamados a gobernar la honradez social. Momento en que se producen los conflictos y se ven las soluciones desde otro punto de vista: ¿Por qué ricos? ¿por qué pobres? Unos viven bien siempre, pero otros soportan el teatro que los políticos saben diseñar para que únicamente disfruten la Vida la absurdidad de los listejos de la política, los malversadores en proyectos sin lucro personal, que son siempre de obligación ciudadana. La psiquiatría debiera pasar la revisión a los capitalistas: por incumplir, porque vician la convivencia, porque el color blanco es negro caprichosamente, cuando se tocan los intereses al Rico; aduladores para que no fracasen sus finanzas, surgen las desavenencias. Ya los valoró el anarquista italiano Erico Malatesta: Ya lo veis, queridos ciudadanos: “Casi ningún ladrón es rico, pero casi todos los ricos son ladrones”. En manos de los ricos está lo de Vivir Bien o Vivir Mal. Es decir, que siendo un lujo vivir bien, no menosprecia la idea de que la política de Estado es malversadora. Y pasa a ser un juego, Vivir Bien o Vivir Mal, siendo culpables los dioses de la política de Estado.