No habían pasado ni diez días de conocerse el resultado de las pasadas elecciones municipales y autonómicas, cuando el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Castejón, por la especial prerrogativa que le concede la Constitución del 78, en su artículo 115, sorprendió a propios y extraños con la convocatoria de elecciones generales para el próximo 23 de julio.
Ante los desastrosos resultado obtenidos por el PSOE, y sus aliados en el Gobierno Unidas Podemos, no quedaba otra salida que el adelanto electoral para que no tuviera tiempo la derecha para apalancarse en su clara victoria, tanto a nivel municipal como autonómico, y llegar a la elecciones generales de finales de año con un balance positivo para volver a ganar de manera rotunda las elecciones y formar gobierno con el apoyo de la extrema derecha española, ya que es muy difícil que en la actual situación política ningún partido en solitario obtenga la mayoría absoluta. Nosotros no somos politólogos, ni pretendemos serlo, así que nuestro análisis viene dado por la situación política como
consecuencia de los resultados obtenidos por la derecha y extrema derecha y el nefasto resultado electoral tanto del PSOE, mayoritario en el Gobierno de coalición, como de su aliado en tareas de gobierno Unidas Podemos.
Frente a las medidas impulsadas por el Gobierno de carácter “progresista”, que han ayudado en cierta medida a paliar la grave situación que supuso para las clases populares la pandemia y la guerra en Ucrania (que aún continúa) la derecha española sólo ha presentado a nivel local y autonómico eslóganes contra el Gobierno, al cual nunca
le ha reconocido su auténtica legitimidad democrática, ya que para gobernar, según ellos, se han apoyado en nacionalistas que “rompen España”, y en los herederos del terrorismo de ETA, afirmando que a través de Bildu, la banda está presente en el Gobierno. Otra vez el terrorismo como base de su discurso para ganar votos, otra vez el uso partidista de las víctimas del terrorismo etarra para que la gente vote con las entrañas y no con la razón.
Porque los hechos ahí están y las medidas tomadas por el Gobierno dicen todo contrario. No quería Aznar que ETA desapareciera y se integrase en las instituciones del Estado, pues una vez llega ese momento, como no les apoyan a ellos, ya no son válidos los votos abertzales.

De nada ha servido, a nivel electoral, todas las mejoras que han aportado las leyes del Gobierno de Coalición. La izquierda está convencida de que puede ganar las elecciones del 23-J si exhibe su gestión económica y logra convertirla en el eje de su campaña electoral, pero dicha gestión económica no puede llevarle a la victoria si antes
no logran recuperar un lenguaje común entre sus dirigentes más significativos y las teóricas bases que les permita entenderse mínimamente. La disonancia es especialmente clara en economía: por Lo que se nos viene encima: (PP y VOX): involución de tipo fascista y conservadurismo sin escrúpulos Si en España llegan a gobernar juntos estos dos es porque la clase trabajadora los pone en el Poder, como hicieron con Hitler en Alemania muchas medidas que se hayan tomado a favor de las clases populares y por buenos que sean la catarata de datos empíricos que se ofrezcan, es muy
difícil conseguirlo si en la vida real los teóricos beneficiarios lo están pasando muy mal. Y en la realidad diaria lo están pasando fatal, a pesar de que los datos macroeconómicos sean buenos, y la gestión económica del Gobierno de coalición ha sido la más a la izquierda de la “democracia”. Y la única que se ha atrevido a tantear respuestas más
allá de la ortodoxia neoliberal.
Dicha impronta se ha materializado en diversos aspectos como: a) El aumento del 50% del Salario Mínimo Interprofesional. b) La revalorización de las pensiones. c) Reforma del modelo a partir del aumento de ingresos y no de recortes. d) Una inyección de fondos a empresas y trabajadores durante la pandemia. e) Una reforma laboral para
combatir la precariedad y reforzar el poder de la negociación colectiva. f) Un récord de población ocupada. g) un récord de afiliación a la Seguridad Social. h) Un impuesto a las grandes fortunas, a la banca y a las eléctricas. i) Aprobación del Ingreso Mínimo Vital. j) Crecimiento del PIB por encima de la media europea, con la inflación más baja del continente.
Pero a pesar de dichas medidas, las condiciones de vida de la gran mayoría de la clase trabajadora española siguen empeorando a marchas forzadas, y ese fenómeno viene de muchos años atrás. Así pues, hay una rabia acumulada debido a su bajo nivel de vida, sus expectativas y la bajada de la calidad de los servicios públicos, tanto en sanidad
como en educación, entre otros muchos sectores, provocados por las medidas neoliberales implantadas, a rajatabla, en muchísimos de los países occidentales. Un dato de la cruda realidad es que el 70% de la clase trabajadora del cinturón de París han votado a Marine Le Pen. Esto es la consecuencia del huracán de la globalización neoliberal, que ha hecho que los capitales acampen a sus anchas por todo el mundo, sin nada ni nadie que les tosa. El poder adquisitivo está por debajo del año 2000, es decir, antes de la llegada del euro. Con los salarios actuales es muy difícil encontrar una
vivienda para vivir sin agobio, ya sea en propiedad como de alquiler. La enorme diferencia entre las cifras macroeconómicas y las vidas de carne y hueso se convierte en un abismo insondable entre los líderes políticos y sus bases electorales. Y de ese Totum Revolutum que es la situación social saca partido, en los países del Occidente, la derecha populista que, al no estar en las instituciones, excepto en contadas ocasiones, no tiene que rendir cuentas de su gestión tanto económica como social, le basta con burdas consignas, bulos y falsas noticias, que llegan a la parte más emocional de la gente. De ahí el auge de la derecha populista en media Europa, pues es la única que se dirige a
los perdedores de la globalización y les reconoce que están muy fastidiados con dicha situación, la cual ha sido provocada por los que son sus propios aliados: el capitalismo neoliberal.
Tal como hace referencia el enunciado de la editorial, lo que nos viene por parte del PP y VOX no es nada halagüeño, ya que se fundamenta en un integrismo moral (con guiños al franquismo), clasista y de un machismo intenso. El auge de la derecha ha venido aupado en falacias y manipulaciones, como se ha podido constatar en los Gobiernos del PP, sólo o con el apoyo de los diputados de VOX. En un camino emprendido por el PP y VOX en línea talibán, cuyas consecuencias ya tiene graves consecuencias como hemos podido comprobar en Andalucía (Doñana) y en Castilla y León (con el relajamiento de las medidas sanitarias en el ganado). El fascismo ha hecho acto de presencia en
las instituciones españolas, y con el apoyo incondicional del Partido Popular, va a marcar la agenda
política del devenir político en España. Este desaguisado no es fácil de arreglar si los acuerdos entre los partidos de izquierda vienen con exclusión y humillación incluida, como ha hecho SUMAR con Podemos. Según las propias palabras de Alberto Núñez Feijóo, si el PP llega a gobernar va a derogar el “sanchismo”, un mantra que le ha servido para conseguir miles de votos, de quienes se rigen eslóganes peligrosamente simplistas y que no valoran los avances sociales conseguidos en los últimos años. Nunca con los gobiernos del PP se ha producido un verdadero avance social, siempre han gobernado para los suyos, y sólo se han dedicado a cargarse las pocas mejoras de los gobiernos que se han precedido. Nada nuevo en su política de acoso a la clase trabajadora, pero lo que nos viene si manda con el apoyo del franquismo/fascismo español será antológico. Un posible vicepresidente del próximo gobierno PP/VOX sería
Santiago Abascal, el cual, en recientes declaraciones, ha llegado a afirmar, sin tapujos y sin escrúpulos, que “Los que defienden las obras de Franco tienen cabida en VOX”. Esas palabras, dichas en Alemania refiriéndose a Hitler, serían suficientes para meterle en la cárcel unos cuantos años, aquí no solo se le permite hablando de Franco, sino que
se le aplaude y jalea públicamente.

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