Manel Aisa Pàmpols
El recuerdo de una amiga persiste en el tiempo, y más cuando la amiga se fue demasiado pronto, dejando demasiadas huellas, en su camino, que presumíamos largo, pero que siempre es demasiado efímero, tan corto, que en cualquier esquina podías volver a encontrarte con sus olores, su profundo olor, especial e inconfundible. Su curiosidad por reconstruir la historia, las más humildes de las historias que guardaban los viejos vecinos en sus armarios, en espera de su momento, en cualquier esquina, a sentir como suya, sobre todo, su barrio Poble Sec. La historia aguardaba en un contenedor, cuando la vida ha despachado los despojos de aquel o aquella que ya no resiste los empujes del tiempo y el destino no es otro que el olvido, un destino arrastrado por el viento hasta quedar colgado de la rama de un árbol seco y enchuto, medio muerto por la lejía que le mandan aquellos que limpian y esconden la mierda debajo de la alfombra, “no envenenar los árboles de la ciudad, ¡Coño!” diría Valerie Powles Gay al ver esa mala acción de tirar el agua socia con lejía en el hueco de los árboles, ese metro cuadrado de tierra envenenada que soporta cada uno de los árboles de la ciudad que debiera darnos un poco de sombra y frescor, resultan ser inconscientemente maltratados. Bien, esa era una de sus batallas, pero Valerie, con paciencia y dulcemente, siempre explicaba al incrédulo infractor el daño que ocasionaba a la irreparable naturaleza urbana. Ahora, después de unos cuantos años que nos dejó Valerie Powles Gay, el ayuntamiento de Barcelona, después de mucho tiempo reivindicando como vecinos que su recuerdo no quede en el olvido y algo de su esencia será retenido en el tiempo y el recuerdo. Por fin, este 4 de marzo de 2023 se inauguró una placa oficial, en el espacio público del CAP les Hortes del Poble Sec, donde queda constancia que aquel espacio es la Plaza Valerie Powles Gay “Dona i Anarquista”.
Nació en Birmingham el 14 de mayo de 1950 y murió en Barcelona el 13 de junio de 2011. Pero ¿quién era Valerie Powles y cuál es nuestra relación? La memoria siempre esta es un baúl de recuerdos, a veces intemporales, pero siempre apasionantes, que nos haces revivir recuerdos de seres queridos que forman parte de uno mismo, de un tiempo y una historia que estaba en construcción. Ahora, cuando hago un poco de memoria, basta con cerrar los ojos y ver como una joven y extravagante chica, un tanto Punk y recién llegada a Barcelona, bailaba a su bola las notas que nos ayudaban a dejarnos llevar por la música anglosajona que estallaba por cada rincón de este país, Pink Floyd, Monther of Inventiont, The Doors, Jim Morrison, Supertramp, Jetro Tull, en una pequeña sala primero Dachar’s y, poco después, “Enfants terribles” de la calle Guardia de Barcelona, o en el “London” de la calle “Conde del asalto”, en pleno corazón de la Barcelona de siempre, en un ambiente un poco cargado de maría, alcohol y rock and roll, un pequeño espacio de libertad en el final de un tiempo funesto como fue el franquismo. En aquella época estudiaba en un taller de arte en Puertaferrisa y donde acostumbraban a pasar las pelotas de goma de una policía gris que andaba dando bandazos, luego, y con algún amigo de la academia, los primeros pasos en la clandestinidad, manifestaciones para reivindicar alguna que otra cosa, por ejemplo eran frecuentes los saltos de 25 personas no más en plena rambla y de golpe para gritar a pleno pulmón contra la guerra del Vietnam, y la invasión yankee, mientras mi amigo pintor, del que ya no recuerdo su nombre, y otros enarbolaban banderas catalanas o alguna de roja, pero todo ocurría en un “plis, plas”, unas cuantas octavillas que volaban por encima de las cabezas de los transeúntes rambleros y desaparecíamos, hasta la próxima, quizá el sábado siguiente, donde, donde dijeren quienes llevaban el cotarro. En aquel pequeño espacio conocí, Valerie y nos encontrábamos en la pista de baile todo y que las miradas seguro que en aquel momento tenía poca afinidad, ni tan siquiera el saludo de vernos en el mismo agujero. Poco a poco la vida y sus derroteros nos dieron las herramientas para encontrar nuestras afinidades, y así nacía una buena amistad que se prolongó a lo largo del tiempo, con sus altibajos del día a día. Pero de estas historias han pasado unos cuantos años, tantos, que ya no cuenta y con relación a Valerie Powles que es la persona que me ha propiciado repensar aquella historia de un tiempo que estaba oculta en el reptiliano del cerebelo, que anda por ahí, es la desmemoria de un tiempo que todavía habrá que acabar de reconstruir a no tardar, porque el tiempo empieza a premiar y tener ciertas urgencias, si es que en algún momento vale la pena que ejerza esa gimnasia tan necesaria para mantenernos vivos. Sin duda, Valerie Powles conforme la fui conociendo, y entendí, perfectamente, que ella era una individualista al estilo de Stirner, pero mucho más generosa que cualquier Stirniano que podamos llegar a encontrar en nuestro entorno. Sí, una anarquista que nunca quiso estar organizada en ningún colectivo, ni ateneo, ni por su puesto en ninguna central sindical, ni aunque fuera ésta anarcosindicalista. Ella llegó a Barcelona siguiendo la estela romántica de la “Rosa de Foc”, buscando el ideal de la última de las revoluciones románticas como fueron aquellos primeros días de Julio de 1936, ella lo que quería era conocer aquellas gentes que habían plantado cara al capitalismo, estábamos a mediados de los setenta y en Barcelona llegaban los románticos, revolucionarios soñadores que quedaban esparcidos en Europa, aquellos que aún tenía el sueño de cambiar alguna cosa. Valerie buscaba construir una identidad que seguramente no había encontrado en su Birminghan natal, donde un personaje como ella probablemente se sentía atemporal un tanto extraña y desencajada del lugar, siempre nos argumentaba que ella era un producto de la segunda guerra mundial, “es decir, su padre fue un soldado inglés que estuvo en la invasión de Italia por el sur y conoció a una joven y guapa italiana, su madre”. Tiempo después, cuando ya las afinidades entre Valerie y nosotros. que eran de lectura y tertulia casi diaria, las fiestas del solsticio de invierno de los años 90 y los primeros años del siglo XXI en casa solían venir Abel Paz, Adolfo Castaños, Mari Ángeles Igartua, Guiomar Castaños y Valerie Powles y a veces Marianne Brull, y después de la sosegada comida del momento, sobre la mesa a destacar el cartón de Ducados y la botella de Coñac Mascaró, y el debate estaba servido, con “La revolución, las Colectivizaciones o socializaciones, el anarquismo barcelonés y la represión “. El debate era siempre muy ameno y un tanto filosófico y por momentos de tensión, era un tiempo que, en España, Barcelona, apenas quedaban unos cuantos anarquistas, ya nada era lo que parecía ser, ni por su puesto lo que llegó a ser. Mientras recuerdo que Valerie Powles argumentaba que “no había encontrado ningún anarquista de verdad en España” y Abel Paz le contestaba que “Claro, los mataron a todos, el exterminio en España no solo fue en la guerra, el exterminio fue después, en el franquismo”, y Adolfo encontraba ese anarquismo que tanto buscábamos unos y otros entre los más humildes de su barrio, aquellos que cerraban los bares, entre sollozos y la poesía que era el llanto de esperanza de un pueblo, como el payaso de las bofetadas de León Felipe. Era todo apasionante, tres formas de ver el mundo libertario en la sobremesa de una buena comida, la botella de Mascaró, el cartón de Ducados y de Royal Crown, con sabor inglés, barato y chupito, tras chupito, arreglando el mundo, mientras que ese mundo soñado se alejaba cada vez más de todos nosotros. Pero ella, poco a poco y conforme encontró su sitio y la dinámica de aquella Barcelona y una vez instalada en el que sería su barrio de adopción, el Poble Sec, se fue implicando primero con las gentes de las barracas que había en aquel espacio de montaña de Montjuic, a la falda de la Piscina de Saltos de la Olimpiada, y después con la colonia de Gatos de aquella zona, que llegó a ser muy numerosa, ella con muy pocos medios, pero si con toda su alma, se levantaba siempre muy temprano para preparar la comida de aquella colonia de gatos libres, de la calle, que siempre fueron libres, pero que encontraron el cariño y una mirada en Valerie Powles , hasta ese momento aquellos gatos eran invisibles. Ella nunca apartó un ápice su mirada de aquellos gatos, hasta el final. Pero el gran proyecto de Valerie Powles pasa por EL MOLINO, “fem girar el Molino” y por el “Refugi 307 “, sin su intervención en estos dos espacios, probablemente Barcelona hoy estaría sin Molino y sin Refugio 307. En el Molino, una inversión poco ética de capital ruso estaba desguazando el histórico local del Paralelo cuando Valerie Powles, y su gran olfato y curiosidad, entendió lo que se estaba cocinando en el Molino, movió cielo y tierra para parar aquel despropósito que, en definitiva, quería montar un macro burdel en el centro de la ciudad. A partir de entonces la batalla de “Fem girar el Molino” que con el ayuntamiento por medio no tuvo los destinos deseados por la gente que impulsaba “Fem girar el Molino”, María, Carme y Valerie eran el pilar de aquel magnifico proyecto. Y después el refugio 307, en el momento de tirar las pequeñas fábricas que en aquel lugar se habían desarrollado en tiempos del franquismo y su decadencia, y una fábrica del vidrio si no recuerdo mal. Aún recuerdo un día que de noche Valerie me llamó para ir a ver lo que estaban haciendo las excavadoras en aquel lugar de la montaña de Montjuic, y lo que con una pequeña linterna llegamos a descubrir, los primeros pasillos de aquella boca de túnel que nos daba su respeto, era el refugio 307, empezado a construir durante la guerra civil y terminado por los propios franquistas a primeros de los 40. Esa fue la gran batalla de Valerie Powles a la mañana siguiente para que los operarios de la demolición no continuaran con el desastre de terminar con aquella pequeña joya de la historia contemporánea de nuestra ciudad. Poner en valor “La Defensa Pasiva” fue todo un reto que, afortunadamente, la ciudad al final supo entender y de alguna manera apropiarse del esfuerzo de Valerie por conservar aquel espacio que representa la memoria de un pueblo que resistió y se organizó contra la barbarie del fascismo, que arrasó Europa y dejó a España huérfana de libertad. El hecho es que Valerie a partir de salvar el refugio 307 se especializó en aquel marco de la guerra civil española, aportando en numerosas ocasiones su conocimiento sobre el comportamiento de las personas que fueron capaces de construir esos refugios, en la mayoría de las ocasiones por iniciativa popular de las gentes en los barrios de Barcelona. No tuvo tiempo Valerie para más que para desarrollar y dejar por escrito su trabajo sobre “La defensa Pasiva”, pero si podemos encontrar algunos pequeños trabajos, por ejemplo en el libro “Montjuic y el seu entorn”, que recoge diversas conferencias que se dieron en el Poble Sec a principios del siglo XXI , y que ella participó en dos de estas conferencias. Sin duda, Valerie dejó señal de identidad y dignidad en buena parte de los vecinos de Poble Sec, que supieron apreciar su sencillez y humildad, siempre dispuesta a colaborar con los demás, a realizar trabajo de campo, y todavía hoy en algún que otro rincón insospechado del Barrio recuerdan y relacionan a Valerie en historias que podemos continuar construyendo.