Manel Aisa Pàmpols

Lo referencial en el mundo que vivimos puede estar en cualquier señal de alarma de cada momento, pero para empezar, tenemos una que el propio capitalismo nos indicó ya hace un montón de años cuando el foro social económico de Davos llevaba el nombre de Club de Roma y encargaron al sociólogo Meadow lo que después hemos conocido como los “Límites del crecimiento”, trabajo que se realizó a finales de los sesenta del siglo pasado o inicios de la década de los setenta y dice en uno de sus observaciones: Si se mantienen las tendencias actuales de crecimiento de la población mundial, industrialización, contaminación ambiental, producción de alimentos y agotamiento de los recursos, este planeta alcanzará los límites de su crecimiento en el curso de los próximos cien años. El resultado más probable sería un súbito e incontrolable descenso tanto de la población como de la capacidad industrial (1)
Y en otro momento de su trabajo, que seguro hay que tomar en consideración ante el descomunal reto que tiene la humanidad, Meadow y su equipo se hace una pregunta muy sencilla pero que, por el momento, parece ser que aún ningún estamento estatal ha tenido tiempo y se ha parado a pensar ¿Cómo será el mundo cuando el crecimiento llegue a su fin? (2)

La idea es que el propio capitalismo, con sus sociólogo de prestigio a la cabeza, se da cuenta y sabe que debe reflexionar y basar su economía en algo más sutil y mucho menos agresivo para el medio ambiente y, en definitiva, para los valores que representa la diversidad de este planeta, por lo tanto, el crecimiento, o mejor el bienestar, no debe estar basado en el PIB y su necesidad de “más y más” de una sociedad de capitalismo en constante crecimiento, así lo marca el comportamiento de la propia vida industrial en una sociedad como la nuestra, así aquellos que llevaron a cabo la investigación de “los límites del crecimiento”, veinte años después, vuelven sobre sus pasos y se dan cuenta de algunos de los errores que se siguen cometiendo y nos dicen, en “Más allá de los límites del crecimiento”, donde también Meadow y su equipo de expertos hizo un estudio meticuloso y que va formando conclusiones y nos dicen: No pretendo parecer excesivamente dramático, pero sólo puedo concluir, a partir de la información de que dispongo como secretario general, que los miembros de las Naciones Unidas disponen quizá de sólo diez años para subordinar sus viejas rencillas y crear una asociación global para reducir la carrera armamentista, mejorar el medio ambiente, frenar la explosión demográfica y dar el necesario empuje a los esfuerzos de desarrollo. Si no se forja una asociación de este tipo dentro de la próxima década, mucho me temo que los problemas que he mencionado puedan haber alcanzado tales proporciones que no esté a nuestro alcance ya controlarlos (3)
A partir de aquí y viendo que el capitalismo no ha hecho nunca nada por salvaguardar el Planeta y su diversidad, queda claro que el capitalismo es un sistema de usureros que no tienen visión de vida, para nadie, ni tan siquiera para ellos mismo, por lo que hay diversos caminos, que todos conduce a la desesperación, y el no futuro, tantas veces boceado a coro en las manifestaciones, es una evidencia para muchos de los desheredados de la tierra, no existe alternativa dentro del capitalismo más que la desesperación de una crisis permanente y vemos que otra manera de actuar sólo es posible si cada uno de nosotros es consciente que necesita al otro y se asocia y lucha lo más posible al margen del Estado y del capitalismo.
Pero sí hay una necesidad, y esa necesidad pasa por desarrollar un espacio de libertad y ese espacio sólo puede ser con anarquismo, o al menos con organismos de base autogestionarios y solidarios.
Sí, por el momento nosotros creemos que nos quedamos con la necesidad que se debe de reivindicar en todo momento: “Las Necesidad de un anarquismo social del siglo XXI y XXII”, fuera de todo tipo de poder en zonas atemporalmente libres como perseguía Hazim Bey.
Pero por el momento seamos dignos de nuestras ilusiones por cambiar de una vez por todas las dinámicas del sistema, tengamos siempre presente que el capitalismo siempre sabe esperar, no desespera nunca y acaba volviendo al escenario de la especulación y el robo con usura de unos pocos contra la mayoría, pero sus reglas de juego en este momento ya no las soporta ni la misma naturaleza y el comportamiento de las materias primas ya no tienen el recorrido de anteriores épocas. Recordemos la pregunta que se hace Meadows en los 90 del siglo XX: ¿Cómo será el mundo cuando el crecimiento llegue a su fin? Entre otras cosas sabemos que todo lo que empieza acaba, aunque el capitalismo sueña con ser capaz de colonizar otros espacios más allá de nuestro planeta, es poco alentador saber que hay gente que no tiene bastante con esquilmar la tierra para darse cuenta de que necesita más y más, destruyendo lo que haga falta, incluido el Universo.
Pero nosotros a lo nuestro, sólo que en un espacio “atemporalmente libre” donde ese capitalismo que desespera no tenga ningún recoveco para introducirse de nuevo, además tenemos todos los argumentos del planeta para que de una vez por todas ese capitalismo salvaje que vivimos tenga un recorrido exiguo. Así, en un trabajo que hice sobre Anselmo Lorenzo éste nos recuerda una y otra vez que:
“El derecho a vivir no puede estar sometido a argumentaciones de raíz, darwinianas fundamentadas en “la lucha por la existencia”, que favorece a los “fuertes y los inteligentes en detrimento de los débiles y mal dotados”. El derecho a la vida no puede basarse en conceder a unas oportunidades de triunfo y poder, mientras que a otros se los olvida e ignora en el rincón de las miserias”. (4)
En definitiva, tenemos que poner sobre la mesa otros valores que no tienen por qué ser solo los humanos, como dice: El bienestar y el florecimiento de la vida humana y no humana en la Tierra tienen valor por sí mismos. Estos valores son independientes de la utilidad que suponga el mundo no humano a los propósitos humanos. … La riqueza y diversidad de los seres vivos contribuye a la realización de estos valores y son valores en sí mismos. (5)
Si entendemos esto y somos capaces de encontrar los espacios atemporales, tendremos una posibilidad de ensanchar el crédito para construir alguna cosa fuera del poder de los Estados y fuera de los miedos que producen lo desconocido y las intrigas de un capitalismo que siempre favorece a unos en detrimento de los otros.
Cuando Latouche nos hablada de decrecimiento y nos remarcaba la necesidad de decidir, el decrecimiento, conscientes o por obligación, y nuestra sociedad, al menos en occidente, lo entiende como si no fuera con nosotros, y ahora viene “el Colapso” del que nos habla Carlos Taibo y otros, donde ya hay demasiadas pruebas evidentes que debemos actuar ya, de alguna otra manera, ya no se trata de ser o no ser anarquista, sino de dignidad, honestidad, solidaridad, consciencia de clase, y por descontado organización, autogestión y apoyo mutuo para salir de este monumental atasco lo mejor posible.
Mientras, tanto los anarquismos desesperan en el entresijo de la duda, con la resistencia a toda costa de los últimos subterfugios, contra un capitalismo que cada vez es más posesivo, mientras que los anarquismos tengan capacidad de lucha, reflexión y de construir por el momento espacios atemporales con capacidad de disfrutar de la libertad, por ello se esperan nuevas brechas en el horizonte de las ideas, que carguen de ilusión y nuevos proyectos que dignifiquen la vida de cada uno de los seres vivos de este planeta.

Notas


1.- Los límites del crecimiento Dennis L. Meadows Fondo de cultura económica México 1972/ 1985 P.40
2.- Ídem P.153
3.- Más allá de los límites del crecimiento. Por Donella H. Meadws, Dennis L. Meadows, Jorgen Randers. El País Aguilar Madrid 1992 P.41
4.- Francesc Foguet Boreau La Juventud libertaria y el teatro revolución Cataluña 1936-1939. 2002 página prólogo Manel Aisa Pàmpols.
4.- ENCENDIENDO LA LLAMA DEL ECOLOGISMO REVOLUCIONARIO por Mark Osma Ed. Asociación cultural derramando tinta Sevilla 2008 P.11

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