Cuando se empieza a redactar esta editorial, hace sólo 27 horas que terminó la Copa del Mundo de Fútbol masculino, organizada por la FIFA (Féderation Internationale de Football Associatión) en Qatar, entre el 20 de noviembre y el 18 de diciembre de 2022, en su vigésima segunda edición. Este evento, desde hace décadas, es uno de los más multitudinarios y mediáticos que se celebran en el ámbito del deporte a nivel internacional. Su primera edición tuvo lugar en 1930, y el país anfitrión fue Uruguay. El Mundial es seguido por millones de personas a través de los medios de comunicación de masas, principalmente de la televisión. Tiene una gran repercusión más allá del deporte. Sus derivaciones son tanto económicas (Qatar 2002, más 6 mil millones de dólares para la FIFA) como sociales, identitarias y políticas. Siempre el país sede se ha visto envuelto en polémicas de todo tipo, llevándose la palma este último, por diversas razones, algunas de las cuales serán mencionadas más adelante.

Como decíamos antes tienen un papel clave los fuertes intereses políticos, económicos y hasta geoestratégicos. Es importante la capacidad de influencia de los estados aspirantes a ser sede de dicho acontecimiento deportivo (Qatar es uno de los países más ricos, en la actualidad, del mundo). La designación de Qatar por la FIFA ha sido objeto de duras críticas desde su inicio. Ha estado bajo sospecha por verosímiles denuncias de sobornos. Ya han salido a la superficie, como punta de lanza del iceberg de la corrupción, al frente de la trama el exdiputado Pier Antonio Panzeri. Nada de extraño, ya que Qatar, para lavar su imagen de dictadura monárquica, ha sobornado a tirios y troyanos por
muchos rincones del planeta. Lo estábamos esperando y, al final, la tozuda realidad nos ha dado la razón. No era normal que ese Mundial se realizase en Qatar y en la fecha que se ha hecho, trastocando las competiciones de las ligas de fútbol de todo el mundo futbolístico a escala planetaria.
El silencio de la FIFA y las federaciones nacionales sobre lo que ha ocurrido a lo largo de los últimos 12 años, desde que se nombró a Qatar como sede, ha sido un verdadero escándalo, del todo intolerable. La FIFA ha sido cómplice necesario de las limitaciones a las selecciones, impidiendo llevar lemas o símbolos que pusieran en evidencia la situación en Qatar durante el mes que ha durado el Mundial.
Veamos a continuación las 7 principales polémicas que se han dado a lo largo del proceso (2010-2022). 1) El proceso de elección de Qatar como sede, diciembre de 2010: según la investigación del periódico inglés Sunday Times (2014), Qatar pagó 5 millones de dólares en sobornos en apoyo de su candidatura. En 2018 Qatar diseminó propaganda negativa contra sus principales rivales: Estados Unido y Australia. 2) El clima y el cambio de fecha: ha sido una sede de “alto riesgo” según la propia FIFA. A veces la temperatura ha sobrepasado los 50 grados Celsius., hecho que ha causado cientos de muertos. 3) Las condiciones laborales de los trabajadores migrantes: como en otros países del Golfo Pérsico, Qatar ha hecho uso extensivo e intensivo de la mano de obra migrante, llegando a su cúspide en la construcción de estadios e infraestructuras para la celebración del Mundial de fútbol. Hay que tener en cuenta que los trabajadores llegan de los países más pobres del mundo y realizan tareas muy peligrosas y por bajos salarios, a veces, sólo por la comida. Según la OIT, en 2020 la cifra de trabajadores que sufrieron lesiones leves o moderadas ascendió a 37.600 como mínimo. El gobierno qatarí hizo algunas pequeñas reformas al sistema kafala, ya que se estableció un salario mínimo de 275 dólares al mes, y habilitó a los empleados a cambiar de trabajo sin permiso de sus empleadores. Eso, en teoría, en la práctica quien se atrevía a pedir sus derechos era deportado a su país de origen. 4) La suspensión de Rusia: como se sabe Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero de este año, lo cual dio lugar a una guerra que, por desgracia, todavía continúa. Esta grave situación llevó a la FIFA y a la UEFA a suspender a los clubes y a la selección rusa su participación en todo tipo de torneos. Rusia apeló al Tribunal de Arbitraje Deportivo (CAS), pero éste mantuvo la suspensión, dejándola fuera del Mundial 2022. Cuando eso pasó Rusia aún no se había clasificado para el mismo, pero no pudo celebrar los partidos que le quedaban para ello. Esta decisión creó polémica, porque la FIFA no suspendió a Estados Unidos, tras la invasión de Iraq en 2003. Tampoco suspendió a Arabia Saudí tras el inicio de las operaciones militares en Yemen en 2015. Como se ve la FIFA tiene dos varas de medir los acontecimientos políticos. 5) La situación del colectivo LGBTQ+: Qatar es uno de los 70 países en el mundo donde están criminalizadas las relaciones sexuales entre personas del mismo género. Las condenas pueden llegar a los 7 años de prisión, por violación del artículo 285 y 296 de su código penal. 6) Los derechos de las mujeres: las mujeres qataríes, como otras del Golfo Pérsico, están bajo el sistema de tutela masculina, siguen subordinadas a sus guardianes (padre, esposo, hermano, o pariente masculino). Deben pedirles permiso para decisiones importantes como casarse, estudiar o trabajar. También para los diversos tratamientos relacionados con la salud (reproductiva, ginecológica, etc,). Es muy difícil para la mujer divorciarse o tener la tutela de sus hijas o hijos. Lo chocante del asunto es que el sistema de tutela masculina va en contra de lo que está escrito en su propia Constitución, según afirma la Asociación Human Righs Watch , ONG dedicada a la investigación, defensa y promoción de los derechos humanos. 7) Las acusaciones contra Qatar por el apoyo al terrorismo: aquí valdría eso de “poderoso caballero es don dinero”, y Qatar lo tiene en superabundancia. En 2017 un grupo de países del Golfo Pérsico, liderados por Arabia Saudí, rompió relaciones con Qatar. Tres años y medio después, en enero de 2021, la misma Arabia Saudí restableció las relaciones diplomáticas con Qatar, junto con otros países: Barhein, Emiratos árabes Unidos, Yemen y Egipto. Fue Qatar quien armó a los rebeldes libios contra Moammar Gahdafi en 2011, y mantiene diálogo abierto con Irán, cosa que no hacen sus países vecinos.
Una vez terminado el Mundial Fútbol masculino con el triunfo de la selección argentina contra la selección francesa (3 a 3, y 4 a 2 en la tanda de penaltis), ya nadie hablará de lo que ha sucedido en todo lo relacionado con los doce años que ha durado el período de construcción de estadios ye infraestructuras. Todo un drama de muertes y de negación de los derechos más elementales de las personas migrantes que han hecho posible tal evento deportivo. Todo lo que ha posibilitado la celebración del mundial del soborno y la corrupción tiene un nombre: la kafala. Es el sistema laboral empleado en Qatar, y que se extiende por otros muchos países de la Península Arábica.
Así el sistema laboral qatarí ha servido para esclavizar a los trabajadores migrantes, ya que vincula legalmente a las personas migrantes con sus patronos, dejándolas completamente anuladas. Aunque en árabe la palabra kafala significa garantía, la realidad nos hace ver que es todo lo contrario. Lo único que garantiza es el abuso de poder de los empresarios y del Estado qatarí. Se vendió, en su día, como un avance legal y de garantías en las relaciones laborales, pero lo que ha ocurrido es que, con la Copa del Mundo de fútbol, la kafala cogió nuevos bríos en suelo qatarí. No cabe la menor duda que este modelo laboral es una nueva forma de esclavitud, y que lleva más de 50 años imperando en las leyes de los países pérsicos. Se aplica cuando se necesita mano de obra barata y poco cualificada. Llegando en ocasiones a salir gratis a los empresarios locales o extranjeros, ya que se trabaja sólo por la comida diaria en actividades domésticas y de la construcción. Para construir esos edificios, en tiempo récord, se requiere una fuerza de trabajo asequible y obediente, ya sea de manera voluntaria o forzada, como ha ocurrido en el caso de Qatar2022.
Téngase en cuenta que el emirato de Qatar es uno de los países más ricos del mundo y podría pagar sueldos dignos para los miles migrantes que van a trabajar a su territorio. Los y las migrantes llegan engañados, ya que las agencias de contratación les venden sueños: una casa, una escuela para sus hijas e hijos, una vez vuelvan a su país con lo que han ganado en Qatar. Les aseguran que tendrán una vivienda, comida y transporte, lo cual para mujeres y hombres que viven una extrema vulnerabilidad es una seductora oportunidad. El Estado y los empresarios juegan con su tremenda fragilidad social.
Veamos a continuación cómo funciona la KAFALA. Es un sistema de patrocinio, es decir, que para entrar en el país al que vas a trabajar, necesitas que te avale el patrono para el que vas a realizar dicho trabajo. Con esta fórmula de contrato mantienen atadas y subyugadas a las personas migrantes que aterrizan en cualquier país que se rige por la kafala. Sin ese patrocinio no es posible entrar en el país. Son los propios trabajadores quienes se pagan el billete de avión, y tienen que hacer frente a las altas comisiones de las agencias de contratación. Así pues, las personas migrantes quedan sometidas a las órdenes draconianas de los jerarcas y desde su llegada viven bajo su yugo, no pueden negarse a trabajar, son explotadas en condiciones extremas. No tienen días libres y no pueden pedirlos, se les confisca el pasaporte para dejarlas aisladas. Sin documentación no pueden cambiar de trabajo ni pueden salir del país de manera voluntaria. Si protestan o faltan a su trabajo reciben amenazas y avisos policiales. Las habitaciones son pequeñas, sucias y con apenas higiene. Pasan las horas de descanso encerrados y hacinados, con miedo a salir a la calle por si la policía qatarí los detiene sin documentación y los deportan. Las condiciones en las que viven son inhumanas. No cobran lo pactado con las agencias de contratación. Estás y otras cosas más tienen un nombre: ESCLAVITUD en el siglo veintiuno.
Por lo escrito anteriormente y otros muchos datos que no hemos mencionado, la KAFALA es tremendamente rentable para los magnates qataríes. Sus fortunas están impolutas y tiene abundante mano de obra barata o gratuita. Sus economías no paran de crecer, ya que el incumplimiento de las reformas pactadas antes del Mundial ha hecho que la explotación haya estado vigente, desde que se les adjudicó el Mundial 2022. Nadie habla de más de 6.500 muertes a lo largo de esos doce años que ha durado la construcción de estadios e infraestructuras. Nadie habla de los pisoteados derechos humanos de los migrantes. Tampoco los jerarcas de las distintas Federaciones nacionales de Fútbol, ya que sus selecciones, finalmente, han participado en el circo mediático del negocio del “deporte rey”. Ni la FIFA ni el Estado qatarí ha indemnizado ni tiene intención de hacerlo a las miles de familias que han perdido a sus seres queridos muertos en las obras. Se han pedido 440 millones para indemnizar, por parte de muchas ONGS, pero de momento no se ha movido ni un dólar/euro.
No quisiéramos terminar esta editorial sin hacer mención a la situación de las mujeres migrantes en Qatar, país de los grandes estadios construidos con dolor y muerte, y que menosprecia los derechos del colectivo LGBTQ+ y de las mujeres qataríes. Las mujeres migrantes se dedican, principalmente, a las tareas domésticas, tienen una jornada laboral de 18 horas, viven con sus empleadores, están hasta un año sin salir de casa, están completamente aisladas, no tiene teléfono móvil para poder comunicarse con sus familias, no tienen días libres, reciben agresiones laborales, verbales, sexuales, viven en el más absoluto olvido, las mujeres migrantes en los países pérsicos no son nadie. Esa es la esclavitud que se practica en esos países de grandes fortunas y edificios que superan los 500 metros de altura. Llegando hasta los 828 metros (“Burj Khalifa”, Dubái).

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