Patricio Barquín Castañ
La dicotomía entre Hobbes y Rousseau nos llevaría a elegir entre una maldad intrínseca a la naturaleza humana o una bondad innata y en ambos casos, tal y como se ha relatado en multitud de ocasiones por diferentes pensadores anarquistas, nos quedaríamos sin ninguna legitimación para ser gobernados; porque si fuéramos de naturaleza bondadosa no necesitaríamos gobernantes, puesto que andaríamos desde el orto hasta el ocaso haciendo el bien, cantando alegres canciones Kumbaya y, al llegar a la cama, continuaríamos gozándola en un mundo de florecillas silvestres y bailes joviales, y eso sería muy cansino. En cambio, si la maldad fuera la principal característica de la humanidad, puesto que toda la humanidad estaría marcada por esa maldad, no habría humano con la capacidad suficiente para gobernarnos e impedir que nos matáramos y saqueáramos desde primera hora de la mañana y hasta la hora de irnos a dormir, momento en que continuaríamos teniendo sueños húmedos de saqueos y asesinatos y eso sería muy cansino.
Diferente es que, dando por buena la teoría de la maldad intrínseca por naturaleza, fuéramos gobernados por algún alienígena, y estoy pensando, en efecto, en ser gobernados por Superman.
Superman sería una buena opción de gobierno: lo tiene todo. Es un extraterrestre, por tanto no humano y, pese a haber sido educado por humanos desde su más tierna infancia, si asumimos como valida la teoría del determinismo genético, estaría perfectamente capacitado para el buen gobierno de la humanidad, puesto que sus progenitores alienígenas eran los más buenos de la galaxia y, además, ya formaban parte del gobierno de sabios científicos allá en su planeta (vale, esto volvería a llevarnos a replantearnos si los alienígenas son buenos por naturaleza, para qué necesitan ser gobernados y si son malos por naturaleza, etc. y así no podría seguir avanzando en el desarrollo de este desastrado artículo, porque incurriría en un bucle como esos que se dan en los errores de bucle infinito de programación, cuando el ordenador no puede más que reiniciar la serie de comandos una y otra vez. Así que voy a esforzarme por obviar el bucle y continuar). Aunque claro está, que ya tenemos que dar por buenas demasiadas teorías: que si la maldad, que si la bondad, que si la genética, por no hablar del bucle, y esto se va pareciendo demasiado a hacer trampas al solitario. Pero en aras de la diversión, voy a continuar explorando la posibilidad de un gobierno dirigido por Superman y por alguno más.
Vamos a imaginar que para llevar a cabo nuestro experimento de buena gobernanza montamos una entrevista de trabajo para gobernantes de la humanidad. Esta entrevista debería estar dirigida por el departamento de recursos humanos de cosas de la humanidad. Este departamento de recursos humanos de cosas de la humanidad aún no sabemos quiénes lo compondrían, en tanto en cuanto que si están capacitados para elegir al gobernante, más lo estarán para gobernar. Aunque, claro está que no sabemos si serían buenas o malas por naturaleza las personas que integrarían el departamento de recursos humanos de cosas de la gobernanza de la humanidad y esto nos lleva de vuelta al bucle infinito. Pese a todo, lo que sí parece claro es el tipo de requisitos que se exigirían para escoger a nuestro candidato o candidata a gobernar:
El primer valor a tener en cuenta sería la formación en cosas de gobernar. Obviamente, Superman, no tiene una formación específica en cosas de gobierno. Si acaso tendría una impronta genética que es válida en gobierno de alienígenas, pero no estaría demostrado que tuviera validez para gobernar en el planeta tierra sobre la humanidad, ya que su único valor es el de ser un alienígena y, por tanto, ser ajeno a la condición humana de ser bueno o malo por naturaleza.
El siguiente valor sería la experiencia. Este, sin duda, es el punto más flojo de Superman, ya que carece de toda experiencia previa en cosas de gobierno, más allá de la impronta genética etc.
El tercer y no por ello menos importante valor sería la disponibilidad. A ver, que disponible, disponible, no es que esté mucho el señor Superman. Entre amar a Lois Lane y perseguir a los desheredados de la tierra se le pasa el día de la manera más tonta. Eso por no hablar de su debilidad por el outfit.
Así pues, el único valor seguro demostrado por el que dice llamarse Superman sería el de ser un extraterrestre y tener genes de mandamases de la galaxia. Pero claro, si cuando descubrió que tenía unas capacidades extraordinarias (súper fuerza, súper audición, súper visión, invulnerabilidad, vuelo supersónico y muchas más que soy incapaz de enumerar) resulta que las dedica a opositar a la academia de policía, pues ya me dirás si demuestra una gran capacidad de gobernar nada de nada. Más bien lo que demuestra es ser un lerdo de tomo y lomo.
Un tipo que podría haberse dedicado a hacer el bien, decide dedicarse a perseguir a ladronzuelos de medio pelo para acabar, en el mejor de los casos, entregándolos a la policía, para que los acabe, entregando a los juzgados, para que los acaben encerrando en una prisión. Pues para este viaje no hacían falta semejantes alforjas. Tanta fuerza, audición, visión, invulnerabilidad, vuelo supersónico y acabas convertido en un policía de medio pelo.
Cuan diferente sería un mundo en el que los superhéroes, como Superman, se dedicaran a apoyar las luchas obreras. ¿Imagináis una huelga en la que Superman estuviera en la puerta del curro montando un piquete informativo? O una manifestación encabezada por un Superman recibiendo pelotas de goma, porrazos y chorros de agua de tanqueta. ¿Imagináis cómo serían los cómics si los creadores de superhéroes, en lugar de convertirlos en súper polis, los hubieran convertido en clase obrera concienciada? Ya me estoy imaginando un Spiderman conquistando los medios de producción, un Increíble Hulk encarando la represión del Estado, un Batman implementando gadgets de todo tipo para la justicia social y así.
Pues mira tú por donde, aunque tiene un desarrollo literario mucho más interesante que el de acabar convertidos en polis de medio pelo, tampoco es algo que me entusiasme demasiado eso de que las luchas estén encabezadas por superhéroes. Prefiero la fortaleza de las gentes de a pie que las superheroicidades de unos excéntricos que han quedado tocados tras sufrir un accidente o un exilio por la destrucción de su planeta. Básicamente porque, sin quererlo, los superhéroes y superheroínas de la ficción esa, acaban constatando que el poder corrompe. ¿Cómo nos explicamos sino el hecho de que acaben todos convertidos en maderos sin escrúpulos, valga la redundancia, que maltratan, torturan y hasta ejecutan a los delincuentes, sin siquiera brindarles la oportunidad de una parafernalia en forma de simulación de estado de derecho y de garantías procesales? Sí, ya sé que a veces los entregan a la policía, para que la policía los entregue a los juzgados, para que etc.
Dejadme que prefiera las batallas sin superhéroes ni superheroínas. Dejadme que prefiera la fortaleza de los débiles a la brutalidad de los fuertes y más capacitados. Dejadme que prefiera la incapacidad de aquellas personas que nada saben, pero que juntas todo pueden.
En definitiva, dejadnos seguir creyendo que la naturaleza humana no es buena ni mala por naturaleza. Aunque lo que sí tiene es una naturaleza colaborativa, de apoyo mutuo, que es la que nos ha permitido sobrevivir y desarrollar nuestras capacidades. Cierto es que ese desarrollo, abandonado a su suerte en manos de los estados, acabará generando la destrucción de nuestra especie. Aunque esos estados estuvieran controlados por las personas más “capacitadas” del planeta y, por lo que sabemos, también del universo. Pero si el destino de la humanidad está en manos de la propia humanidad organizada horizontalmente, no nos cabe ninguna duda de que con la inteligencia que somos capaces de desarrollar entre todas, hallaremos una forma de vida plena y no abocada a la destrucción, sino más bien al crecimiento colectivo e individual. Seguro que, con sus problemas, pero también con sus soluciones colectivas que nos permitirán afrontar un futuro esperanzador y un presente en el que nos tendremos que pensar y repensar constantemente.
¡Muerte al Estado y a Superman, también!