Manel Aisa Pàmpols

La Revista Blanca será el primer gran proyecto editorial del movimiento obrero, nació en Madrid en 1898 a 1905, y será la familia Urales la impulsora de ese gran proyecto que tendrá dos fases, este primero en Madrid y, años después, ya instalado en Barcelona en los años veinte del siglo XX.
Su primera directora será Teresa Mañé, compañera de Federico Urales, mientras que Federico trabajaba en ese momento en la redacción del Progreso, todo andaba en esta dirección cuando, según Federico Urales, recibieron una carta del señor Gobernador de Madrid, Juan de la Cierva, diciendo y argumentando que una mujer no podía dirigir un medio escrito aunque si podía llegar a ser propietaria de un periódico o revista escrita, siempre con el permiso marital, ante esta situación tuvieron que intercambiar los papeles y pasar a Federico Urales como director de la Revista Blanca siendo Teresa Mañé , Soledad Gustavo para muchos, en la gerente.

Anselmo Lorenzo

Dicho esto, en un pequeño inciso, me gustaría hablar de un artículo aparecido en el Suplemento de la Revista Blanca nº 10, con fecha de 22 de julio de 1899, y firmado por Anselmo Lorenzo, donde aparece la palabra “Gañanía”, que hacía cantidad de años que no leía y que me resultó sumamente interesante, con la sensación de recuperar, al menos, un lugar, una palabra que en este extremo de la península rara, muy rara vez, llegamos a leer y menos oír.
En el número 10 encontramos un maravilloso artículo de Anselmo Lorenzo que lleva por título “Arraigando en lo más hondo”, que nos dice: “En una gañanía Andaluza hallasen reunidos varios trabajadores”, esa palabra que acabo de conocer , de leer por primera vez en mis setenta y tantos años de vida, es hermosa, “gañanía”, aunque después de mirar el diccionario de la lengua española deja de gustarme, ya que dice: “Hombre que trabaja en el campo a las órdenes de otra persona”, “Hombre que muestra rudeza y tosquedad en su comportamiento”. Hablando de cómo ha ido la ciega con unas temperaturas africanas, mientras ahora comen un gazpacho, por lo que descubrimos que son vegetarianos no por propia decisión, sino porque no hay más para llenar sus estómagos y su economía no llega para más. Porque los gañanes andaluces no son gentes ni de primera ni de segunda, son aquellos que tienen derecho de comerse la carne.
Allí, aquellos gañanes, después de comer el cuenco de gazpacho como único tente pie del día y mientras todos buscan un recoveco, para sentirse más cómodos, uno de ellos se levanta y saca un papel y, a la luz de un candil, lee ese papel manoseado y tantas veces rebregado, un papel que Anselmo Lorenzo nos asegura que es un documento conservado con veneración.
Lorenzo observa que siempre sucedió lo mismo con “los individuos que lanzan un pensamiento al vuelo” desde el gabinete de los sabios, las catacumbas del creyente, la logia Masónica, la venta carbonaria, hasta la taberna de los obreros y ahora la gañanía donde descansan los labradores. El sueño de la revolución siempre ha estado presente para corregir injusticias; el discurso de aquel labriego, en la gañanía camina a dignificar la vida de todos los seres injustamente tratados y nos habla del patrimonio universal, del trabajo acumulado generación tras generación, que es un trabajo de propiedad comunal, de todos los trabajadores asalariados, eso no puede ser patrimonio de los que acumulan el dinero, que no es más que el intercambio del esfuerzo del productor, aquel que con su trabajo genera riqueza, pero que en absoluto esa riqueza puede estar auspiciada por el salario de unos para otros, o sea, que somos todos los obreros propietarios de esa herencia común que propició el esfuerzo de nuestro antiguos valedores, “todo el que monopoliza medios de producción para formarse una riqueza con los beneficios que extrae de los trabajadores asalariados y con el recargo que impone a los consumidores cuantos ostentan una profesión privilegiada, de esas que se aprende en las universidades, …perpetran un delito de lesa humanidad”.
Poco más o menos, Anselmo Lorenzo nos está diciendo que todos aquellos que por posibilidades económicas han conseguido llegar hasta la universidad y servirse de su posesión para aprovecharse de los demás, están cometiendo un delito y grave.
Evidentemente, hoy día no podríamos hablar en estos términos, ya que la especulación camina por otros lados, y no hace falta ni tan siquiera ir a la Universidad para especular sobre el salario de los demás, aunque también es posible que allí, la Universidad, es uno de esos lugares donde parte una buena idea del escalímetro de la vida.
Por un momento el lector que entusiasmado está leyendo con verdadera pasión y convencido de cuanto lee y dice, se detiene por un momento y con un rebregado y maloliente, algo sucio de todo el día, se lo pasó por la frente para secarse el sudor de la misma mientras a los labriegos se les ha iluminado y esperan impacientes el resultado de aquel documento, aquellos hombres curtidos por el sol ardiente, el polvo, el viento y la lluvia, como elementos naturales de su entorno, tal como son o creen ser los estertores de la agonía según Goethe.
Entonces, uno de los hombres que vigilaba en la puerta vio venir un hombre y exclamó: ¡El capataz!
Ahora, hay cambios, la clandestinidad asoma y se hace evidente que no son los mejores tiempos para los obreros y menos para los de la gañanía, ya que ahora el hombre que leía guarda su papel de los derechos universales y empieza a leer un periódico con noticias de la lejana Dinamarca y de su princesa, hecha reina, Margarita, que muy poco o nada tiene que ver con los sueños y pensamientos de todos ellos.…
Al llegar el capataz a la altura de los trabajadores dice: “¿Qué hacéis aquí hijos de mala madre? ¡A acostar, que mañana se os pegaran las sábanas, gandules!”.
Y esos hombres dicen que redimidos por Cristo y que viven en un país libre que al parecer ejerce la democracia y el voto, inclinan la cabeza, y se tragan el más feroz de los insultos que un hombre puede escuchar.
No queda más que espera y volver a esperar, que como dice Anselmo Lorenzo: El hombre espera una justicia que no sea la fracasada de Dios y la falsa de los privilegiados.
En la misma página encontramos el poema que nos acerca a los de la K, los Punks tuvieron otro tiempo, su otro tiempo también fue guerrero, sino observar y leer este poema:

¡LIBERTAD¡
Despierten los tiranos y opresores
i eskuchen el lamento de los pueblos
i las kejas, los gritos, los klamores,
ke ban por todas partes en aumento;
kontemplen los siniestros rresplandores
ke al oprimido llenan de kontento,
kien, al ber empañada la partida,
da por la libertad hasta la bida.


Juremos por los mártires gloriosos
i por las pobres biktimas oscuras,
ke déspotas infames i ambiziosos
llebaron a la triste sepultura
por los muchos arrapientos i araposos,
ke sufren sin kejarse mil torturas,
no dejar de esgrimir la tea
asta no ver el triunfo de la idea.


Furiosos uracanes, altas olas,
bolad como la luz, i por dokiera
dezid al opresor ke no están solas
sus biktimas, ke, rrotas las fronteras,
como krezen, las rrosas amapolas
en nuestra adorables primaveras
asi surgen los brabos defensores
ke konkluiran con todos los dolores


Por Letherland, traducción de Fermín Salvochea.

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