Pedro Ibarra

Preñados están los pueblos de Iberia de haber dado a luz cientos de miles de niños que, un día, se convirtieron en insignes Caballeros llenos de nobleza gallarda y de vidas ejemplares. Caballeros de vida espartana que partieron a mil empresas por conseguir ensanchar su honor, hombría y haciendas. Dos fueron sus únicas armas: La cruz y la espada. El viento, que, en unión del tiempo, todo lo envejece y transforma arrasó castillos, blasones y haciendas. De aquellas Águilas Hispanas que se adueñaron de un continente y pico, sólo resta el “pico”.
El Águila Imperial se convirtió en un viejo y decrepito Loro que perdió todas sus plumas, quedándole sólo el pico. De él hace muy buen uso y de él se vale para poder subsistir e incluso españolear. Gracias al portento del habla viven en felices hogares docenas de esforzados Caballeros que, haciendo uso de ese Don, afanan para sus casas sonrientes fajos de billetes para el sustento de sus familias. Extendidos por toda la piel de toro, pero especialmente allí donde el euro asoma, estos raudos conquistadores agilizan su ingenio hispano y sus extremidades para que voluminosas partidas de moneda cambien de residencia.

Lugares ubicados en los más inesperados parajes dan cobijo a enormes tacos de papel moneda españoleados hábilmente. Sus ubicaciones son como tumbas faraónicas que sólo los siglos las desvelarán, pero con la peculiaridad de que el faraón Roldán 1º, como está vivo, sabe dónde está su tesoro a pesar de que interprete magistralmente a un pobre amnésico. Y es que hay silencios que son de oro. Si por aquellas adversidades de la vida se descubre su ingratitud con el pueblo que tanto lo adora, será públicamente deshonrado. Será internado, que no encerrado, en un precioso harén, alimentado y bien cebado por opíparos platos exentos de cloruro, porque no será necesario tal potingue. Esta excepción ésta solamente concedida a todo personaje que tomó parte activa en el gobierno de la nación y, por lo tanto, merecedor de un trato preferencial, concedido por aquellos que tienen en mente la posibilidad de que también ellos pueden caer en desgracia …..un día de mañana y puedan recibir el mismo trato.
El esforzado Caballero, convertido ya en víctima del Estado, meritará el calificativo de “colateral” por ser una consecuencia de un sistema de vida que germina y alimenta a esos personajes de alta alcurnia. Una vez concedida la máxima libertad, será expulsado del harén, pero no se verá completamente desamparado socialmente, ya que dadas sus grandes cualidades para la interpretación artística será empleado de lujo en una compañía de “espectáculos”, siendo este empleo, entre todos, el más adecuado. No obstante, recientemente ha aparecido una jugosa oferta de trabajo en una empresa dedicada al traslado de personas silenciosas que deseen cambiar de barrio.
Este medio de vida, si tal se le puede llamar, podría servir bien para colocar en los ataúdes “el dinero muerto”, que después el tiempo y las ágiles manos se encargarán de resucitarlo cristianamente.
No nos cansaremos de repetir en este país el sabio consejo de aquel viejo ladrón que la bien gorda que escaparás mejor».

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