Transcurría el año 2016, y en el número 182 de nuestra revista, correspondiente a los meses de julio- agosto y septiembre, como este número 206, la editorial se hacía eco de los incendios en España. El enunciado de la editorial era harto significativo: “Incendios forestales. Es urgente gestionar los asuntos de otra manera”. Pasados 6 años de nuestra denuncia sobre la situación dramática de nuestros montes y bosques, debido a la mala gestión y a los intereses económicos, subyacentes en la proliferación de incendios intencionados, no tenemos más remedio que volver a levantar nuestra voz, a utilizar nuestro ordenador para decir, una vez más, y no nos cansaremos de decir: ¡Basta ya de hipotecar nuestro presente y el futuro de las nuevas generaciones!
Como es costumbre en temas como este, no es nuestra intención llenar de datos un espacio tan corto como es una editorial, aunque no habrá más remedio que dar algunos que muestren la magnitud del drama que representa la actual situación del cambio climático y sus nefastas consecuencias en nuestro territorio. Hay que recordar, como condición previa, que España es una zona con grandes zonas áridas, que suponen el 3% de los 504.782 kilómetros cuadrados (499.524 de tierra firme y 5.240 de agua dulce), con el agravante de que la evolución de la desertización es galopante y no se ponen los medios necesarios, ni la gestión es la adecuada para atajar dicho problema, el cual es de una dimensión tan enorme que raya el drama.
En este verano de 2022, se ha producido la peor plaga de fuegos de los últimos 15 años. Ha habido días que España ardía por los cuatro puntos cardinales. Un cúmulo de causas ha generado una tormenta perfecta de humo y brasas, la cual ha causado muertos y más de 200.000 hectáreas quemadas, unos 300.000 animales han perdido la vida, cientos de casas calcinadas y miles de desalojados. El cambio climático es una evidente realidad, que mata y produce catástrofes de todo tipo. España, resecada por el calentamiento global, arde de manera violenta. Ante esa realidad, hay muchísimos técnicos medioambientales que opinan que Incendios forestales y sequía en España: pasado el verano nadie se acuerda del drama convertir a la transformación del clima en el gran chivo expiatorio es un recurso muy fácil y que simplifica en exceso el problema, para ellos, los incendios se apagan en invierno, con una acción integral de los bosques, con brigadas forestales operativas durante todo el año, con prevención, vigilancia y cuidado efectivo de los montes, como denuncian los diversos grupos ecologistas que hay en nuestro país.
La mano del hombre está presente en un 90% de los incendios, no llegando a un 10% el número de incendios originados por causas naturales. Ese escandaloso y dramático porcentaje de la actividad humana responde a imprudencias, accidentes o a acciones de pirómanos y de empresas implicadas en la actividad maderera que se benefician de la madera de los bosques calcinados, junto con la plantación de árboles de crecimiento rápido y que arden con suma facilidad, como el eucaliptus.
Tanto el Gobierno de Mariano Rajoy como la reciente ley de Transición Ecológica, de PSOE y Unidas-Podemos, no favorece acabar con el problema, ya que si bien dice expresamente “la prohibición expresa del cambio de uso forestal durante 30 años en un territorio incendiado”; sin embargo hace un excepción que se puede interpretar a gusto de los intereses nada ecológicos y sí económicos del sector maderero, dice así: “excepción de los terrenos en los que concurran razones imperiosas de interés general que prevalezcan sobre su carácter forestal”, y ¿cuál es ese interés general y quién lo define? Sabemos perfectamente el poder del lobby maderero para influir en las decisiones políticas, independientemente del color del gobierno que esté en el poder. Y no solo eso, las propias Comunidades Autónomas están fuertemente condicionadas por los mencionados intereses, que en ocasiones son donantes de dinero en las campañas electorales de partidos que después le devolverán lo donado en forma de leyes que favorecen un propios intereses. La misma ley reconoce la multifuncionalidad de los bosques y montes españoles, basada en tres grandes pilares: el económico, el ecológico y el social. En la practica el que predomina es el económico, el cual es ajeno a los intereses del mundo rural y favorece el lucro de las empresas ajenas a los propios pueblos.
Se calcula que alrededor de 1.500 millones de personas abandonarán sus países por culpa del Cambio Climático. Y surge la pregunta ¿cómo se puede revertir esta tendencia tan drástica para esos millones de personas? No hay una barita mágica que de la noche a la mañana solucione el problema, pero sí hay medidas que podrían paliar las graves consecuencias que nos acechan a la vuelta de la esquina. Hay que saber que el coste de las guerras en el mundo supone el 10% del PIB global, con ese dinero se erradicaría el hambre en el mundo y los trabajos infantiles. Es por ello que hay que cambiar el actual modelo del gasto mundial. Hay que invertir el dinero que gastamos en matarnos, para beneficio de unos pocos, en salvar el futuro de la Tierra y la vida de quienes vivimos en ella. Entre las muchas propuestas (hay cientos y cientos) podrían estar estas cuatro: 1ª) Detener la carrera armamentista. 2ª Liquidar el tráfico de armas, que favorece las guerras. 3. Seguir el modelo de un país asiático que está empleando 60.000 soldados en reforestar los bosques, un espacio que anualmente es equivalente al territorio de Costa Rica. 4ª) Reinvertir el presupuesto del objetivo sostenible de 2030. Veamos a continuación, para terminar el primer apartado de esta editorial, las causas principales de los incendios forestales. En el conjunto del Estado español un altísimo porcentaje de los incendios forestales son producidos por el ser humano a través de las siguientes acciones. A) Fuegos intencionados: están tipificados como un delito contra el medioambiente y la seguridad colectiva. B) Negligencias y descuidos: entre ellos, el uso recreativo de los montes, la eliminación inadecuada de los residuos, arrojo de colillas, etc. C) Accidentes: como la quema controlada de rastrojos, los lanzamientos, en fiestas patronales, de fuegos artificiales, etc. D) Causas naturales: provocadas sin intervención humana. Los efectos de los incendios forestales conllevan efectos perniciosos para el medioambiente, entre los más destacados están: acaban con la vida silvestre y la vegetación; el suelo del área del incendio sufre daños, a veces, irreparables; extinción de especies que viven en lugares proclives a los incendios forestales; retroceso brutal contra el cambio climático; quema de árboles y plantas que ayudan a producir oxígeno en el mundo; el exceso de agua para extinguir los incendios puede causar la erosión del suelo; contaminación del aire debido a las grandes cantidades de humo que se libera a la atmósfera; la ceniza y el humo pueden causar serios problemas de salud a las personas que padecen alergias y otros problemas médicos; pérdida de ingresos para la actividad agropecuaria, cuyos cultivos y animales fueron destruidos debido al incendio forestal.
Como dice el enunciado de la editorial nos toca terminar con lo que se refiere a la sequía. Para centrar la cuestión, empezamos por definir que es la sequía. Los expertos la definen así: “Una anomalía transitoria, más o menos prolongada, caracterizada por un período de tiempo con valores de las precipitaciones inferiores a las normales en el área”. Estas áreas pueden ser desde una región o zona muy determinada, a todo un país. Si contásemos la que llevamos de año, las grandes sequías serían seis. Las cinco anteriores empezaron a mitad del siglo XVIII.
La primera gran sequía se produjo entre 1749-1753, y llegó a secar el río Tormes, según los datos de la época, y afectó a la parte septentrional, que es la más húmeda. Se secaron varios ríos del Norte. Sin embargo, el gran río Guadalquivir, en 1752, sufrió varias riadas. La segunda producida entre 1944-1946. Fue una de las peores que se recuerda en España. Ríos como el Ebro perdieron casi por completo su caudal, el río Manzanares (Madrid) desapareció por completo. Hubo importantes cortes de agua en la capital. La tercera se produjo entre 1979-1983. El río Júcar/Xúquer es uno de los ejemplos de aquel momento. Los embalses de su cuenca descendieron su nivel hasta retener tan sólo 116 hm3 de agua. La cuarta tuvo lugar entre 1991-1995. Durante estos años, especialmente los tres primeros, los recursos hídricos estaban al 28% de su capacidad habitual y en 1995 se redujeron hasta el 15%. Hubo graves cortes de aguas tanto en Madrid como en Euskadi. La quinta de las grandes sequías nos llegó en 2017, y es conocida como la sequía Ibérica. Fue un período de ausencia de lluvias en el año hidrológico 2016-21017. Esta ausencia se acentuó en el otoño de 2017, y que afectó a toda la península Ibérica, de ahí su nombre de Ibérica. Buena parte de España vivió una situación de sequías. Hubo cortes de agua, subieron los precios de algunos alimentos y del agua. Muchos animales se quedaron sin comida. Hasta el precio de la luz se disparó.
La capacidad total de los embalses españoles es de 56.136 hm3, el nivel más alto se produjo en 2013, con 47.469 hm3y el más bajo en 2017, con menos de 20.500 hm3. Siendo ese año el más seco desde 1965. En julio de 2022, el embalsamiento total de agua era de 21.260 hm3, por lo tanto, se puede considerar este año que estamos como de una gran sequía. La sequía es un riesgo silencioso pero constante, no avisa de una manera inmediata y radical, como lo hace una tormenta o un temporal. La realidad es irrefutable: Nos estamos quedando sin agua. Si a ello añadimos que los intereses económicos de algunas empresas cárnicas están envenenando ríos, acuíferos y manantiales, el panorama que nos espera a muy corto plazo no es nada halagüeño. Tenemos que asegurar que nuestras fuentes de agua estén en buen estado, porque de la calidad de nuestras aguas depende nuestra salud. Menos leyes de cara a la galería y más medidas efectivas contra incendios y sequía.