Furia Libertaria

La idea apocalíptica viene a despejar toda duda: ¡Finiquita el universo! Nada existirá sin que pase por estrechas situaciones, porque es verdad que al terminarse la vida va todo al futuro inexistente. Esa cosa que nos preocupa, pero no tanto, cuando ya finaliza el pasado, entre el nuevo horizonte, mezclado con la mística de lo desconocido. No es apocalíptico morir, es otra cosa, pues los cambios pueden modificar, incluso confundir la realidad viva, comparada con la verdad, que será siempre cuanto se mueve con riego sanguíneo de vida. Así que, mezclar “la sangre” con “los valores de vivir”, va siendo el prodigio de subsistir, presenciando parte importante de todo principio, dotado de historias humanas con capacidad para narrar toda clase de proyectos. ¡Nada que ver con lo que nos relata la Biblia sobre extremos “de los jinetes apocalípticos” Leyendo la Biblia se oscurecen los valores de la civilización: Todo termina siendo un volcán incandescente, con niveles de destrucción, porque la Naturaleza lo quiere, lo muestra y lo impone. ¡Nada con proyectos de fines concretos, a pesar de que se nos venda una vida amorosa, sin amor, pretendiendo llegar al infierno o al “cielo”, pues no es más que un pensamiento pasajero, breve, fugaz y poco menos que “virtual”, aunque lo destruya todo. Pero cuidado con las bravatas de las políticas de Estado: ¡Son apocalípticas! Piensan que la Sociedad debe estar sometida a los jefes, a los poderosos, a los que legislan conductas con intereses privados. Y que nadie tiene acceso a su parlamento legislativo. “Olvidan interesadamente, saben hacerlo muy bien, quedando como las aves de rapiña”; no dejan oportunidad para que los demás puedan defender y disfrutar, aunque sea para satisfacer la realidad del momento, siempre esperanzadora. Como son los llamados a ofrecer políticas, nunca de consenso, alardean ser los salva patrias. Esos individuos usurpan los climas devastadores, y nunca aportan solución alguna a las complejas situaciones que tiene que soportar la sociedad civilizada.

Tendríamos que considerar ciertas ideas abyectas de científicos y grandes analistas, por dedicar sus tiempos al desarrollo evolutivo, desde toda clase de proyectos de Estado, que nos implica a todos en lo de ser o no ser. Pues se contradicen algunas leyes importantes, decretadas para obligaciones de cumplimiento, raramente compartidas en los ciudadanos, que nada tienen que ver con el progreso, que suele conocerse sin que participe el criterio humano civilizado. Suceda lo que suceda, siempre será inevitable lo que pueda salir de los conflictos sociales: Laborales o con certificado político. Resultando apocalíptico el fin concreto de la Naturaleza cuando se propone demostrar que “unas veces evoluciona y crea vida”; mientras que, en otras ocasiones, hace del “dolor letal” todo un volcán sin que “la Ciencia” se considere preparada, o dotada de poder suficiente, para impedir que la Naturaleza decida lo que vemos, en este caso concreto tan destructor. Nosotros no sabemos hablar con la Naturaleza, somos de parvularios principiantes, que nos gusta esperar que, un milagro, ordene la suerte esperada desde la cuna. La Naturaleza intenta educarnos para que seamos más prudentes, conservando la ética que corresponde cada día. Y cabe interrogarnos por si la reflexión entra al juego del mejor progreso. ¿Dónde están las alternativas del ser humano? Y más si estamos indefensos ante los caprichos de la Naturaleza cuando acosa y destruye el arte y el orden para vivir nuestro tiempo, nuestro presente y futuro. Se nos agota poder permitirnos la protesta contra el dolor y la tristeza de los frentes acosadores, que no son pocos. Apocalípticas costumbres merecen un buen repaso: los cementerios que silencian la vida; los ricos que sólo ellos conocen lujos lucrativos; los parásitos que transmiten patologías letales; las conductas sociales que nos entretienen en la tristeza desesperante, aunque evitable, si estuviésemos gobernados por la evidencia de la honestidad ausente; los poderosos tsunamis exterminadores; las deudas masacradoras que impiden sobrevivir; la impotencia sin leyes que permitan satisfacer lo esencial en lo que más importa. ¿Y los prostíbulos oficiales, desde donde se
puede negociar con los valores dignos más preciados de unos y de otros? ¡Qué sociedad tenemos, gobernada para el negocio de algunos, que no son pocos proxenetas! ¿Y las confesiones secretas, porque sólo deben conocerlas “dos pleiteantes”? ¡Vaya con la divina comedia! Si analizásemos con detenimiento la importancia que tiene “el clima apocalíptico”, la humanidad quedaría lejos de ser aprobada, por mucho invento imaginativo que pueda utilizarse.
Pero la circunstancia a la que se nos somete suele dejar huellas imborrables porque no tienen arreglo posible: Unos trabajan para sobreponerse a cualquier necesidad; otros no trabajan porque, siendo un privilegio, van dejando sembrada la protesta y las rebeldías, porque, gobernados por el credo del Capitalismo, cabe revelarse contra toda burocracia de Estado. Es un tsunami social salir de casa cada día a buscar un horizonte diferente, con posibilidad de vivir humanizados, sin necesidad de robar, sin tener que entretenerse en la protesta porque te acosan, sin sufrir el devastador valor, que es siempre buscar la comida honrada para subsistir.
Nos disputamos con la Naturaleza el futuro. Vemos en la Naturaleza ese deber, respetando los grandes logros por vivir y dejar que todo siga su curso; pero no es posible porque hay intermediación inoportuna por quienes hacen posible que todo esté sometido a leyes transversales, dotadas de criterio confuso. ¡Cómo es el ser humano! ¡Cómo es la circunstancia a la que debemos ser fieles en el compadreo! Pero se prefiere la aventura de los piratas, esa gente que sólo viven los breves momentos, aunque de felicidad, sin que sepan que se puede ser feliz desde la cuna hasta el esfuerzo final, que no es otra cosa que cerrar el escenario que permite resaltar las grandes emociones, junto al sueño memorable de haber vivido con todas las músicas sociales, que fueron la mejor conducta, por la que se vino aprendiendo, a pesar de lo triste, lo equivocado, ante lo sinuoso que fuera siempre desconocer el pleno desarrollo de las propias ideas.
La suerte de entender algo la importancia de lo “apocalíptico” ya es un don, merecedor de respeto a la Vida, y, muy especialmente, reconociendo que sin Naturaleza no hay Vida, no hay más, como no puede haber futuro civilizado. Y como salir de estas reflexiones no es nada fácil, vaya todo mi optimismo en defensa de la única Naturaleza que aprendimos desde siempre, y poder celebrar las mejores ilusiones en la defensa por la Vida.

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