Miguel Correas Aneas

Una vez enunciadas las 10 grandes mentiras (escritas en el anterior número) que en las últimas décadas ha desarrollado el capitalismo, en su forma neoliberal, imperante en la élite económica occidental, realizaré a continuación una breve reseña sobre cada una de esas mentiras, que a fuerza de ser repetidas han llegado a convertirse en una “verdad absoluta”, la cual rige los destinos de tantos millones de personas que sufren sus dañinas consecuencias. Para ello, tal como dije en el artículo anterior, sigo el mencionado libro de Juan Torres: Econofakes.
La PRIMERA MENTIRA. Se basa en que el problema básico de la economía es la escasez de recursos. Tal como se afirma en el libro más vendido de la historia de la economía, de Paul A. Samuelson y William Nordhaus, en el que incluso hablan de la “ley de la escasez”, haciendo notar que esta es una constante en cualquier tipo de sociedad y en todo tiempo histórico. Tiene como base la definición de economía que dio Lionel Robbins en su Ensayo sobre naturaleza y su significación de la ciencia económica de 1932: “Ciencia que estudia la utilización óptima de los recursos escasos, susceptibles de usos alternativos”. Afirmar que la escasez es el problema básico de la actividad económica choca con la realidad y hasta con el elemental sentido común. Eso es una mentira. No es verdad que haya escasez de recursos para todos los seres humanos. Con todo hay cuatro preguntas previas: cuáles son los recursos escasos, para qué lo son, para quién y por qué. El trabajo humano es esencial para la vida económica, ¿se puede decir que el trabajo humano es escaso? Cuando vemos que el recurso más necesario sobra constantemente a nuestro alrededor. Porque una cosa es que existan en una cantidad finita y otra es ser escasos. Es falso que los seres humanos tenemos problemas económicos porque los recursos son escasos. Según la FAO, organización de Naciones Unidas para los problemas de alimentación en el mundo, el hambre no ha dejado de aumentar en el planeta desde 2014, sin embargo, las cosechas de alimentos han sido las mayores de la historia. Se produce para alimentar a toda la población mundial. Téngase en cuenta que se desperdician, a nivel planetario, más de mil millones de toneladas de alimentos cada año. Lo que pasa es que la economía se convierte en un instrumento para el mantenimiento del status quo, con un discurso ideológico legitimador y que bloquea la puesta en marcha de cualquier política alternativa a las dominantes que benefician a quienes disponen de más riqueza y poder.

SEGUNDA MENTIRA. Todos los años se concede el Premio Nobel de Economía. Es falso. En realidad, no existe el “Premio Nobel de Economía”, Alfred Nobel sólo instituyó premio para Física, Química, Fisiología, Medicina, Literatura y la Paz. El premio nobel de economía es ajeno a su creador y no se financia con su legado. En realidad, fue el Banco de Suecia, al conmemorar su 300 aniversario, bajo el título de “Premio de Economía del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel” que se ha hecho pasar por “Premio Nobel de Economía”. El propio director de la Fundación Nobel, Michael Sohlman, en una entrevista, dijo que había sido una operación pensada y calculada para que el Premio del Banco de Suecia se confundiera desde el principio con los originariamente creados por Alfred Nobel. Se necesitaba, en aquella época, que la sociedad creyera que la política monetaria y los asuntos y análisis económicos son cuestiones técnicas, neutras, científicamente fundadas y ajenas a la controversia política y no necesitadas del debate social y el beneplácito ciudadano. Y en ello estamos.
TERCERA MENTIRA. El precio de los bienes y servicios lo determinan las leyes de la oferta y la demanda. Aunque la inmensa mayoría de la ciudadanía no sabe a ciencia cierta cómo funciona eso de la oferta y la demanda (a veces ni los mismos expertos se aclaran), la verdad es que todos tenemos como un dogma económico eso de que el mercado se rige por la oferta y la demanda, aunque no tengamos ni pajolera idea de lo que es de manera fidedigna. Hablar de la “ley de la oferta y la demanda” es una falsedad, ya que no existe una “ley” en ese sentido. Por lo tanto, el mercado no se puede regir por esa ley para poner sus precios. La palabra ley tiene un único e indiscutible significado en el lenguaje de las ciencias: la expresión de una regularidad que se da en la naturaleza, en el comportamiento humano o en cualquier otro objeto de conocimiento.
La clave del término está en la expresión constante, porque solo puede reconocerse como ley lo que sucede siempre, regular o permanentemente. No es cierto que “cuanto más alto sea el precio, más unidades se ofrecerán a la venta”, “ley” de la oferta, ni que “cuanto más alto sea el precio, menos demandarán los consumidores”, supuesta “ley” de la demanda. Las “leyes” de la oferta y la demanda que establecen ese tipo de relación entre cantidad que ofrece la empresa y la demanda del consumidor sólo se cumple si, y sílo si, se mantiene constante cualquier otro factor de los que inevitablemente influyen en la oferta y demanda de bienes y servicios (costes de las empresas, renta de los consumidores, preferencias precios de otros bienes…). Y eso no sucede.
Al afirmar que hay leyes que regulan automática o mecánicamente lo que ocurre en los mercados, se hace creer que éstos funcionan, inexorablemente, en virtud de automatismos que, precisamente porque responden a leyes o regularidades permanentes, no deben ser nunca intervenidos ni regulados. Cuando se adopta algún tipo de medida a favor del salario mínimo, control de precios de los alquileres, precio de los combustibles, precio de la energía, se dice que ello atenta contra las “leyes” de la oferta y la demanda. Sin embargo, cuando convenga adoptar otras medidas, como la eliminación de la negociación colectiva, la facilidad del despido, la liberalización del suelo… se aduce que son las necesarias para permitir que las leyes del mercado funcionen adecuadamente. El precio no es el resultado de la oferta y la demanda, sino que lo fija el productor tratando de conseguir el mayor beneficio posible. Se trata de distraer la atención, con esa mentira de la oferta y la demanda, para que, de esa manera, la gente no contemple y descubra cómo se fijan los precios. Siendo muy desigual el poder de negociación y decisión, dentro y fuera de los mercados, de los sujetos, las organizaciones y las instituciones sociales. Poder que está en manos de unos pocos, que hacen y deshacen económica y políticamente.
CUARTA MENTIRA. El capitalismo es la economía del mercado libre y la competencia. Decir que el capitalismo es el sistema del libre mercado y la competencia es falso. Ni es verdad, ni puede serlo. Definir qué es el mercado libre es harto difícil, ya que no ha existido nunca en la realidad cotidiana. Los que defienden ese concepto se apoyan en ciertas características: a) No hay normas que frenen la iniciativa de los sujetos que interviene en el mercado. b) Cada sujeto persigue su interés individual a su manera y sin trabas. c) Los individuos pueden comparar y vender cualquier cosa libremente. d) No hay distorsiones en la fijación de los precios. e) El mercado funciona a través de la oferta y la demanda. f) No hay impuestos ni intervención del Estado. No existe un mercado libre de una “competencia perfecta”, es un ideal que no se da en la realidad. Decir que hay mercado libre porque hay oferta y demanda es una auténtica falacia. Lo habitual es que en los mercados haya monopolio (1 empresa) o bien oligopolio (varias empresas). La OCDE ha demostrado que la concentración y la pérdida de competencia subsiguiente han aumentado en las tres cuartas partes de las industrias durante el último siglo. Los ejemplos de monopolio y oligopolio son cada vez más evidentes. He aquí lo que dice el propio Juan Torres: una sola empresa controla el 75% del comercio mundial de Dos empresas, las tres cuartas partes del comercio mundial de grano. Tres corporaciones, el mercado de café tostado molido. Cinco empresas, el mercado global del tabaco. Seis, la industria discográfica mundial. Cuatro, el 70% del comercio mundial de comida. Diez, más del 50% del mercado farmacéutico mundial, el 54 % del beneficio del sector de la biotecnología, el 62% del sector de la farmacéutica veterinaria, el 80% del mercado global de pesticidas… ¿Dónde queda la libre competencia? Poner en duda el libre mercado y la libre competencia es ir contra la base del capitalismo que es puro monopolio, camuflado, en ocasiones, de estricto oligopolio.
QUINTA MENTIRA. Se recibe como salario o como beneficio lo que cada cual aporta a la producción. Es la mentira más destacada de la teoría económica capitalista. Enseguida surge la pregunta: ¿Se fija el salario en función de la aportación del trabajador o del precio de mercado del bien que produce? ¿Si un trabajador en una empresa produce un bien tres veces superior al que otro produce se le paga tres veces más? En la práctica no es así. Ello nos dice que hay otros factores que condicionan el salario. Cuando se afirma que el salario o el beneficio equivalen a lo que cada uno aporta se está haciendo trampa. La teoría del producto marginal como determinante del salario o beneficio es falsa, ya que no hay evidencia empírica alguna que permita demostrar que algo así suceda en la realidad. En el día a día las empresas no toman en cuenta conceptos como coste o producto marginal del trabajo para pagar el salario.
Decir que el salario y el beneficio se fijan en función de lo que cada uno de ellos, trabajo y capital, han aportado a la producción es muy claro: evitar que los trabajadores pongan en cuestión el ingreso que reciben, obligándoles a darlo por bueno, al ser una expresión objetiva de lo que producen. La vida real de las empresas y los trabajadores muestra que el reparto de los ingresos entre salarios y beneficios es más bien el resultado de la diferente capacidad de negociación que en cada momento tengan trabajadores y trabajadoras y los propietarios del capital. La existencia de sindicatos fuertes (no sometidos al Estado o al Capital) suele traer consigo salarios más elevados y la apropiación de un mayor porcentaje de las ganancias de la productividad que se genera.

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