Floreal Rodríguez de la Paz
Pero no una revolución cualquiera. Libres de pensamiento limitado, comentar, por si hay escuchas que no conocen, no saben, no imaginaron nunca, no dejaron las rutinas, o no salieron todavía de las cavernas. Aunque los experimentos en política significan revoluciones. Pero no espantarse, porque de la revolución libertaria se puede acreditar que, aunque salgamos de las cavernas, el mundo, la sociedad y la circunstancia certificaría encontrarnos con la Libertad, la plena condición de la fraternidad y, sobre todo, la única forma de encontrarnos y conocer la Felicidad social, porque ésta existe. ¡No ha lugar a dudas! Pero ¿cómo poner el cascabel al gato! ¿Siendo Gato del Estado? Fuera del Estado sólo están los anarquistas. Y el Anarquismo no debe quedar triste ante las estructuras en las que se vienen parapetando las hordas del Capitalismo, que no son pocas. El Estado no sería posible sin lacayos, porque éstos viven asalariados, con la bendición del poderoso criterio del legado que los mantiene, con pagos y premios, siempre para mantener fidelidad a los poderosos del Capitalismo: El Estado.
¡Naturalmente! El Anarquismo, libre siempre de prejuicios, no puede, no debe servir nunca al Estado. Se considera que servir al Estado es tanto igual que estar condicionados a su credo; o lo que es más propio, seguir la orden que dictamina lo legislado para conseguir que las jerarquías cumplan lo pactado con el Estado capitalista. La claridad de la crítica al Estado siempre será, con la seriedad, tanto igual que las diferencias que hay entre Ateos y Creyentes. Llegando así a despejar toda duda desde el momento en que el Anarquismo y el Estado, siendo antagónicos, no queda espacio para compatibilizar pactos acordados. El Estado se sostiene con la fuerza del poder, cuando éste es creado para dominar, pues pone alto precio a su política. El Anarquismo sostiene que su fuerza es la verdadera dialéctica, conducta razonada, desde la que “sólo la verdad” debe consentir no perder los valores civilizados: Esos que nunca limitan, que jamás compran voluntades porque se valen del libre pensamiento para caminar por la sociedad, a la que siempre nos debemos con escrupulosidad.
El Anarquismo nunca evade las costumbres, los derechos, el deber que se corresponde con las premisas más exigentes, porque los argumentos -silogismos- fueron despejados de toda duda, en el siglo XIX, por P. J. Proudhon, el más concluyente para el Libre Pensamiento de todos los tiempos, seguidor del gran futuro para la Sociedad en Acracia: Sin Estado, Libertaria, Autogestionada, sin jerarquías, sin posible tendencia o entretenimiento belicista, rechazando costumbres involucionistas para favorecer la industria armamentística. Es la obligada perorata sobre que el Estado es incompatible con los amores sociales que entraña el Anarquismo. Gritar ¡Fuera el Estado! ¡Fuera los Dioses! ¡Fuera el Acoso social que decreta situaciones inhumanas! ¡Fuera los que sostienen la miserable condición de los que sufren el látigo del Hambre! ¡Fuera los enredos políticos, desde donde se conoce el sufrimiento ocasionado por leyes de Estado! Fuera, Fuera, tanto como media entre Ricos y Pobres… Es necesario Gritar, porque es el único recurso que queda, una vez que el Capitalismo destruye la vida, en parte, sin valorar la ética social. El Estado suele destruir sociedades por estar mal gobernadas. ¡Por eso hay que restar importancia a las políticas de Estado! El Estado es un monstruo sin rostro, sin talento, sin orgullo, sin humanismo verdadero, porque es verdad que gobernar desde la tiranía, desde autoritarismos y desde leyes capitalistas no es, no debe ser, que la sociedad esté programada con estilos centralistas y fueros inmerecidos, menos todavía si están bendecidos por la mística de la devota piedad.
Pudo ser que la Sociedad tuviese otro clima humano más servible, pero no, no es así, porque todavía reina entre las costumbres burguesas, por supuesto ellas muy capitalistas, saber distorsionar los placeres necesarios, transmitiendo energía aterradora, pero con la duda de si son capaces de orientar el conjunto de emociones y ánimo, aunque sólo sea por la gracia de la simpatía ensombrecida. La burguesía finge siempre “ser superior’”, no se sabe de qué va esa superioridad, pero consiguen disfrazarse de bufones, porque así lo exige la firme intención caprichosa del Capitalismo más despiadado.
Así que la Revolución, siendo libertaria, viene a conformar, que, si anulamos en toda conducta personal, el aplauso a las políticas de Estado, a los dioses religiosos, a las miserias capitalistas, a cuantos derechos ausentes en la sociedad; bien cierto es que La Revolución reconquista la mejor salud mental en la conducta ciudadana, quedando el pensamiento liberado para disfrutar la Felicidad. Pero téngase en cuenta que, para llegar a ese nivel de satisfacción social, son necesarias las prácticas de luchas, sin más precio que impedir el intrusismo, toda gestión burguesa y cualquiera que sea la influencia de “los dioses”, puesto que nunca exponen en el juego místico la responsable honestidad.
La Revolución es para los anarquistas lo que se entiende no como conquista del Estado, sino como supresión del mismo. Aunque produce sensación de imposible, no obstante, ¡ya está bien! Pues sucede el mismo efecto que en lo de creer o no en algo superior al ser humano. No siendo cierto que se pueda probar lo superior al género humano, mientras que “el mismo Ser Humano” sepa inventar todo ese ardid maniobrero, que tanto reza toda costumbre burguesa. Es por ello que la Revolución debe ser sin criterios burgueses. ¡Nunca con escenas místicas desde donde poder confundir la verdad y la razón humana, sin los juegos de azar!
La otra realidad, cuando se disfrute la nueva Sociedad, será para vivir alejados de todo simbolismo. La Libertad será sin exigir a nadie luchar por ella: ¡Puesto que ya es un hecho respetado, con todo lo que implica su disfrute! Así que los valores de la Revolución Social vuelven a gestionar su propia Naturaleza social, que el Ser Humano desea y busca, para que las políticas divinas del robot Estado no sigan gestionando la suerte civilizada. El criterio de Estado no es más que el poder del Capital. El criterio de la Revolución Social termina con el teatro de los bufones, porque éstos, vigilantes ante los intereses materiales, pretenden vivir usurpando el derecho de las libertades que pertenecen por igual a todos.
La Sociedad de la Revolución Social prioriza los siguientes enunciados: la Autogestión, el Federalismo, la Escuela Moderna, el Pacifismo sin Violencia. Entre otros, ahí están los pensadores anarquistas: Godwin, Max Stirner, Pierre Joseph Proudhon, Miguel Bakunin, Pedro Kropotkin, Enrique Malatesta, E. Reclus.