Salomé Moltó
Transcurren los años implacables, la vida va tejiendo todo tipo de situaciones, tanto agradables como dolorosas, formando la urdimbre humana con todo lo bueno y lo menos bueno que podemos crear. No solo puede ser bueno atender a nuestros propios sentires, deducir una realidad según nuestros analizados y sentidos conceptos, necesitamos referenciarnos en todo cuanto nos rodea y son, a las generaciones que nos precedieron, a las que solemos recurrir. Y siempre descubrimos las muchas e interesantes cosas que los mayores nos enseñan y hacen sentir.
En el año 2006, Melchor Guzmán nos presenta un interesante libro biográfico, el segundo en realidad, sobre José Hiraldo Aguilar, titulado “Crónicas de un rebelde andaluz”, donde glosa la figura y avatares de un rebelde que, aun siendo andaluz, su trayectoria y su personalidad no pueden más que, saliendo de su patria chica, expandirse y tomar las dimensiones universales, porque su sentir libertario, de justicia para todos, no puede ser restringido a las tierras que lo vieron nacer, los valores que han regido su existencia son y serán universales, pues la bondad y la profundidad que los infiere son tan profundos y necesarios que a todos alcanzan.
En el libro podemos disfrutar de un sin fin de artículos elaborados a través de muchos años y publicados en diversas revistas, Le Combat Syndicaliste, Fragua Social, CNT, Espoir, así como en ésta misma revista, a la que le ha cupido la satisfacción de poder contar siempre con su colaboración constante, tanto económica como cultural.
En su prólogo, Teresinka Pereira, con gran sensibilidad, nos dice “Siempre trataban los gobiernos, otra vez llamados “democráticos”, de justificar la traición haciendo reuniones, prolongando problemas, olvidando los compromisos, traicionando las esperanzas, matando las ilusiones de los guerrilleros que, por su cuenta, liberaban pueblos y ciudades, como fue en Limoges, en Toulouse, en Bordeaux y otras, dándolo todo, incluso la vida, sin pedir nada para ellos mismos”. Acabar con la dictadura era lo importante, aunque nos preguntábamos por qué los Aliados, en 1944, no pasaron los Pirineos y tuvimos que aguantar casi cuarenta años el fascismo.
Guerrillero de la vida, en la lucha del bien común, guerrillero de un mundo mejor para todos, en donde no cupiera ni la traición, ni el menosprecio por ese pueblo noble desinteresado y abnegado que lo vio nacer, que lo crio y formó al crisol de un futuro mejor para todos. Si hubiese que añadir alguna cualidad a las ya expresadas, y que cautivan nuestro entusiasmo, sería lo gratificante que resulta su abnegación y fidelidad por los muchos amigos y compañeros. Un gran disfrute de fraternal convivencia que ha enriquecido su vida y que hoy podemos disfrutar los que hemos tenido y seguimos teniendo el privilegio de contar con su amistad e incluso, se diría, que con su cariño.
Así ha sido la trayectoria de este hombre sencillo, rebelde, luchando siempre por un mundo más justo para todos, sin odio ni rencor, con profundidad y totalmente convencido de que un mundo mejor es totalmente posible, que lo consigamos, es nuestro problema, en él tenemos un hermoso ejemplo a seguir.