Rubén Díaz Serrano
arraigo del anarquismo en una sociedad industrial como Cataluña, entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, fue un fenómeno excepcional. En el presente artículo se contextualiza esta filosofía política y se exponen las causas elaboradas por diferentes militantes, autores y historiadores sobre su consolidación en una sociedad industrial.
Tradicionalmente, la historiografía libertaria ha estado marginada, como bien explica el historiador Xavier Díez en su obra L’anarquisme: el fet diferencial català. Según el autor, las personas que tenían capacidad para dominar las instituciones e implementar el discurso des de la academia jamás han sido anarquistas. Normalmente, la institución ha estado más vinculada a la clase media, que mayoritariamente tenía un discurso liberal y como mucho ha debatido este espacio con el marxismo.
No obstante, hay diferentes autores que han tratado la particularidad del anarquismo en una sociedad industrial como Cataluña. En la década de los ochenta, el primer número del año 1988 de la revista Historia Social, publicaba un dossier donde se abordaba la historiografía anarquista. El capítulo elaborado por Pedro Gabriel Anarquismo y Sindicalismo explicaba la multitud de estudios que se habían hecho de esta ideología. Pero, la intención de estos había estado sujeta al interés sobre la importancia que tiene el anarquismo durante la Guerra Civil. Gabriel, sobre todo exponía la dificultad de tener autores que tratasen el anarquismo de los años treinta.
El primer autor que se atrevió a plantear la cuestión sobre el arraigo ácrata fue Anselmo Lorenzo, pero con una perspectiva del Estado Español. El filósofo y padre del anarquismo español fue un trabajador que pudo vivir el fenómeno a finales del siglo XIX. Este planteo sus tesis en su obra magistral El proletariado Militante, las cuales están recogidas en el segundo volumen Memorias de un internacionalista, donde afirmaba que la región donde más anarquistas había era Cataluña.
Después de las tesis de Anselmo, cabe destacar el debate que se genera a partir de los artículos de Joaquim Maurín y Joan Peiró en el año 1928, el cual se centraba en la cuestión catalana. Este debate, lo recogía Albert Balcells en su obra de 1969 El arraigo del anarquismo en Cataluña. Aun cuando la obra era de finales de los sesenta, el debate corresponde al primer tercio del siglo XX, ya que Balcells se limita solo a añadir los textos originales de la época, introducir el debate y contextualizar-lo para, finalmente, concluir sobre la discusión.
Más tarde, el franquismo significó una ruptura en el desarrollo del debate en el Estado español. Pero, en el ensayo de El laberinto español del hispanista británico Gerald Brenand, escrito por primera vez el año 1942, retomaba la cuestión.
La muerte del dictador supone la reactivación de publicación de libros que abordan esta temática. Como por ejemplo, la famosa obra de José Álvarez Junco La ideología política del anarquismo español (1968-1910) escrita el año 1976, el estudio de Xavier Cuadrat con el título Socialismo y anarquismo en Cataluña: los orígenes de la C.N.T escrito el mismo año o bien la obra de Albert Balcells, que recuperaba el debate de los años treinta.
Historiadores, como por ejemplo, Ferran Aisa con sus obras La cultura anarquista a Catalunya; La internacional: el naixement de la cultura obrera; CNT: la força obrera de Catalunya, Xavier Diez, con trabajos como el comentado anteriormente u obras como el Pensament de Salvador Seguí, Josep Termes, con la obra Història del moviment anarquista a Espanya y la historiadora Dolors Marín, con Anarquismo: una introducción y Anarquistas: un siglo de movimiento libertario en España han formado una nueva generación, entre otros.
Este seguido de historiadores y autores no solo han desarrollado parte de la historiografía libertaria, sino que, también han dado su perspectiva acerca de la causalidad ácrata en Cataluña. Entonces, ¿cuáles fueron las causas del arraigo del anarquismo entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en una sociedad industrial como Cataluña?
Para encontrar las raíces del anarquismo catalán, se tiene que explicar su evolución y por lo tanto recurrir a la cronología del movimiento libertario. Así lo aseguraba Josep Termes en Historia del moviment anarquista a Espanya (1870-1980) destacando tres periodos fundamentales en el movimiento anarquista: del asociacionismo apolítico de 1840 a la Primera Internacional (1864), des de la fundación de la F.R.E el 1870 hasta la vaga de 1902 y, des de este hecho, hasta la finalización de la guerra civil en el año 1939. Para resolver la cuestión principal nos centraremos únicamente en el periodo que comprende la segunda mitad del siglo XIX, es decir, de las primeras sociedades obreras, pasando por la influencia del bakuninismo hasta el fracaso de la estrategia terrorista individualista.
La revolución de 1868 iniciaba la etapa del sexenio democrático (1868-1874), periodo que estuvo caracterizado por la garantía de ciertas libertades, como por ejemplo el derecho de asociación. Este, permitió la creación de las primeras organizaciones obreras que se adhirieron a la AIT de 1864. El octubre de 1868 se fundó la Dirección Central de Sociedades Obreras de Barcelona (Termes 2011, 51).
A través del Congreso de Barcelona (celebrado el 18 de junio de 1870) el proletariado y artesanado catalán se introducían en la AIT y formaban la Federación Regional Española. Esta organización, ideológicamente heterogénea, estuvo marcada por la diferenciación de dos sectores: uno más reformista y sindicalista, y el otro más radical y purista con los ideales anarquistas. Estas diferencias se mantuvieron a lo largo de la historia del movimiento libertario, aunque con la finalización de la Primera República Española (1873-1874) se ilegalizara la F.R.E.
El periodo de clandestinidad provoco la degradación de la organización y el auge del nihilismo. L’anarquia s’havia allunyat de la idea de grans moviments obrers a favor dels grups secrets procluys de l’acció directa (Termes 2011, 73). Aunque hubo una parte de obreros catalanes que se mantuvieron en el sindicalismo, como demuestra la posterior creación de la F.T.R.E en el 1881, el augmento de la represión decantó la balanza hacia la ilegalidad. Este hecho impulso la disolución de la F.T.R.E en 1887 y, posteriormente, se consolidó la tendencia anarco-comunista de Kropotkin que, en el caso catalán, se empezó a divulgar en Gracia alrededor de 1888.
La restauración borbónica, por tanto, iniciaba según Termes, el periodo terrorista de la Propaganda por el hecho (1877-1897). Estos años fueron caracterizados por la estrategia de una parte del proletariado que descartaba cualquier tipo de organización, hecho que conducía a una actuación individualista. Esta minoría extremista optó por la vía de la violencia y el terror en frente de la represión, colocando bombas en los espacios públicos o de sociabilidad de la burguesía. Una dinámica marcada por los periodos de clandestinidad, como bien apunta Juan Maestre, militante y investigador del movimiento anarcosindicalista. Son solo medios utilizados en diversas épocas y por determinados grupos, sobre todo en aquellas etapas en que la represión es más fuerte (Aisa 2007, 216)
Aun así, este periodo se ha utilizado de una forma interesada para hacer del anarquismo una cultura política impresentable. El discurso liberal lo ha concebido como una ideología violenta y terrorista y, el marxismo, lo ha entendido como algo primitivo, milenarista y como una evolución del bandolerismo (Hobsbawm 1983, 49). Por consiguiente, se ha consolidado un juicio moral y político determinista que no coincide con la realidad.