La palabra más adecuada para definir la actual situación medioambiental, creada por la descontrolada proliferación de lo que se conoce como “macrogranjas” (término no reconocido todavía de manera oficial), es la que encabeza el título de esta editorial: ECOCIDIO. Lo mismo que ha pasado con el lobby de la banca y las energías, está sucediendo con el lobby cárnico. Los últimos Gobiernos han permitido que las grandes empresas cárnicas (léase CEFUSA, principal suministradora de ganado a la empresa cárnica del grupo Fuertes/El Pozo, léase Campo Frío, Incarlopsa, etc) acampen a sus anchas a lo largo y ancho del territorio español.

Tal es la magnitud del problema que, de no poner coto a los desmanes de la codicia de las empresas, la situación medioambiental ocasionada por la brutal proliferación de las macrogranjas, puede llegar a ser irreversible para los maltrechos acuíferos españoles, que se ven sometidos a un aumento descomunal de los nitratos provenientes de los diversos purines (purín: es el estiércol licuado, pastoso o semilíquido, con fuerte olor amoniacal, resultado de la mezcla de las defecaciones, aguas de lavado y restos de pienso). Su aplicación a la tierra como abono órgano-mineral es recomendable. Lo que parece un hecho positivo, se convierte en un gravísimo problema ecológico, verdadero desastre para el medioambiente por la enorme contaminación de suelos y acuíferos. No habría nada que objetar si las mismas explotaciones ganaderas puedan con sus propios cereales alimentar a sus animales, como con los excrementos de sus animales abonar sus parcelas de cultivos, pero se está viendo, en la práctica, que no hay parcelas suficientes en el municipio para los purines que están generando. Ello conduce a la contaminación de los suelos, suelos que ya están suturados, que ya están quemados, y donde no crece nada debido a que los han anegado con vertidos incontrolados de purines. Los acuíferos de los pueblos tienen unos niveles muy altos de nitrógeno, y eso conlleva que las aguas no sean potables.

A día de hoy, mitad de marzo, el 40% de los acuíferos en España están contaminados en menor o mayor grado. Y la tendencia es a un aumento desaforado de la implantación de nuevos proyectos, con un número tan desorbitado de cabezas de ganado, sobre todo, en el sector porcino. Un ejemplo es la petición, en un pueblo de la provincia de ¿Albacete? de 400 habitantes, de construir una macrogranja con capacidad para 85.000 cabezas de porcino. Siendo este sector ganadero el que ha experimentado un brutal crecimiento debido a la fuerte demanda de los productos derivados del cerdo por parte tanto de Rusia como de China.

El tema de las macrogranjas saltó de manera fulgurante a los medios de comunicación (radio, prensa y tv), a raíz de las elecciones autonómicas de Castilla-León, donde la derecha y la extrema derecha (neofascista de VOX), al servicio del lobby cárnico,  se hicieron eco de parte de unas declaraciones del Ministro de Consumo, el riojano Alberto Carlos Garzón Espinosa, al periódico inglés The Guardian el 5 de enero de 2022, en las que afirmaba que la carne que se produce  en las macrogranjas (ganadería intensiva) era de inferior calidad a la que se obtiene por la producción de carne generada con la ganadería de carácter extensivo. Así pues, el trumpismo mediático español puso en marcha su maquinaria de mentiras y medias verdades, apestando las redes sociales con su “falsas noticias” y los discursos de tertulianos pagados por los mencionados lobbys.

Los medios de “comunicación” se convirtieron, en unos días, en unidades antidisturbios al servicio de los intereses de las grandes empresas relacionadas con la producción de carne, golpeando la verdad allí donde se hiciera presente, convirtiendo la actividad política en un campo de minas que explotaba contra los opositores a los intereses de esos fondos buitres que se han infiltrado en el negocio de la alimentación, en su sector cárnico. En el corrupto país de las licenciaturas a la carta, másteres falsos, amañados currículos y subcontratadas tesis académicas, no se podía esperar que la grey política y mediática distinga entre ganaderías extensiva e intensiva, pero al menos se podría esperar de ellos y ellas que supieran distinguir entre la verdad y la mentira.

La Oposición de derechas, una vez más, ha elegido la mentira como estrategia de su acción política. Es su verdadera forma de hacer oposición, y en esta ocasión han sido fieles a su ideario básico: ¡la mentira como principal estandarte! Esa postura entra dentro de su catadura moral. Lo grave del asunto no está en la actuación torticera de la derecha española, lo más grave de la cuestión, que se relaciona con las macrogranjas, está en el partido que se “se autodenomina de izquierdas”, es decir, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que salió en tromba a desautorizar al ministro de su Gobierno de Coalición, el titular de Consumo, Alberto Garzón. Una parte del propio gobierno y del partido mayoritario en el Ejecutivo se sumó al banquete de las graves mentiras, consumiendo una falsa información, la cual estaba en mal estado de conservación. Tanto la ministra portavoz como otros ministros y los presidentes de Castilla-La Mancha (Emiliano García Page) y de Aragón (Javier Lambán) se sumaron a la misa de la confusión oficializada por la derecha, cuyo sumo sacerdote fue el defenestrado de la presidencia de su partido, amigo de ternerillos y ovejitas: Pablo Casado, que lo único que tiene en su haber es el haber denunciado la corrupción en su propio partido, por parte de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid y los contratos de su hermano,  y que le ha costado el mencionado cargo dentro del PP.

Lo afirmado por Garzón, no son ideas sacadas de una chistera de mago, sino que son las propias instituciones europeas, o gobiernos como el de Alemania y Países Bajos. También están en esa línea de opinión las organizaciones medioambientales, los pequeños y medianos ganaderos, el medio rural, etc. Es el mismo Gobierno de Coalición en su Agenda 2030, que apuesta por una calidad alimentaria, lo cual choca frontalmente con la implantación de una ganadería intensiva/industrial, que produce una carne de inferior calidad y que no tiene en cuenta la situación de estrés y auténtico maltrato de los miles y miles de animales que conforman esas nefastas macrogranjas. Se están pisoteando, de manera deliberada, los intereses y los derechos de los consumidores que tienen que ser protegidos, y que es un principio básico tanto en la legislación europea como en la española. Y surge de inmediato las preguntas del millón: ¿Por qué no puede decir lo que dijo el ministro Garzón? ¿Para quién quieren gobernar estas y estos ministro socialistas que forman parte del Gobierno “progresista”? ¿A quién temen, qué temen y a quién obedecen? Lo afirmado por Garzón ya lo exige la legislación europea desde el año 1991. La falta de cumplimiento de la misma por parte de España ha llevado a ésta ante la justicia europea.

Un dato muy significativo de la grave situación por la que atraviesa el sector ganadero es que mientras el número total de animales ha aumentado en 3 millones en relación con 2015, el número de granjas de pequeño y mediano tamaño ha disminuido en 11.000 unidades. Mientras que desde 2015 el censo de cerdos   ha crecido un 35%, el número de granjas ha descendido un 9%. En 2020 había ya en España 33 millones de cerdos, siendo este sector ganadero el de mayor producción, debido a la implantación abusiva de las macrogranjas porcinas. Téngase en cuenta que el 66% de la producción cárnica es de cerdo. O se actúa rápido y de manera muy contundente o las consecuencias pueden ser irreparables. Centenares de pueblos se han levantado contra las instalaciones en los entornos rurales. Es un jaque mate al futuro de muchas poblaciones rurales.

La Coordinadora Estatal “Stop Ganadería Industrial” lo tienen muy claro, y solicitan una moratoria urgente que ponga freno a estos proyectos y a las nueva ampliaciones. Afirman que el negocio cárnico está en manos de unos pocos. Son empresas y fondos buitres que no tienen ningún arraigo con la población donde se ubican. Como afirma la presidenta de la Coordinadora Estatal: “Se llevan el dinero y nos dejan la mierda”. Es falso que se mantenga población en la España vaciada con estas macrogranjas, es que la gente se va. No hay progreso, puede que haya dinero para uno, pero mucha mierda para el resto. Este tipo de ganadería lo que crea son deficiencias en la calidad de vida y los beneficios que podría tener vivir en un pueblo se ven mermados. Como apunta la Coordinadora, “ya no sales a un entorno limpio, no tienes manantiales de agua limpia donde poder beber, ni la tranquilidad de poder andar con los críos por las calles del pueblo. Ahora pasan camiones todo el día por la calle principal con animales muertos, pienso o animales que van al matadero”. Por todo lo escrito y por lo mucho que podríamos continuar escribiendo, para reflejar el acuciante drama que supone la instalación de macrogranjas para la población en su conjunto, y la rural, en particular: Hay que decir: ¡ NO A LAS MACROGRANJAS. NO A LA GANADERÍA INTENSIVA. A UNA GANADERIA QUE RESPETE EL MEDIOAMBIENTE Y QUE PRODUZCA CARNE DE CALIDAD!

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