Pedro Ibarra

Siempre tendremos mucho que agradecer al magnánimo “prepotente”, cuando él está hartísimo de santas razones y se digna avisar que va a venir a repartir cuantos palos quiera para todos aquellos que sienten por el “prepotente” una loca devoción y un santo temor.

No es que dicho espécimen actúe siempre en la vida sólo, no, el “prepotente” necesita de la asistencia de personas que puedan propagar sus consignas, y es por ello por lo que al poder disponer de semejantes personas empiece a actuar. Primero, por ejemplo, piensa en una cantidad de dinero, en el cual tiene ya incluido su honesto beneficio, que será, por ejemplo, de 30 euros, aparte el coste del producto, que es de 15 euros. Total, 45 euros. Yo y mis ayudantes publicamos, en toda la nación, que se van a ver aumentados mis productos con el precio de 120 euros. A las pocas horas aparece la gran bronca nacional por causa de dicho aumento y los clientes se arrancan los pelos de la cabeza en señal de duelo. Después, ya sabemos el dicho …Pasada la tempestad, viene la calma. Como dicho precio de 120 euros ha abierto un boquete tan grande, podrá pasar cualquier precio un poco inferior, ya calculado de antemano. Y AQUI PAZ Y ALLÍ GLORIA.

Todo va a la perfección, y entonces aparece el anunciador del aumento y dice: “Señores, nuestra empresa, después de humanos razonamientos y no queriendo nunca abusar de la bondad de las buenas personas ha dispuesto reducir nuestros beneficios antes que sembrar el malestar nacional. Quedando reducido el precio de nuestro articulo a 85 euros. ¡El señor “prepotente” las sabe más larga que un fabricante de cuerdas! Su montaje es toda una filigrana dentro del mundo fenicio, pues su mayor maravilla es que el adormecido pueblo queda orgullosísimo por el gran derroche de inteligencia empleada en este “affaire” para poder salir airoso y ventajoso semejante “bribón prepotente de siete suelas”.

Lo más lamentable de esta grotesca situación, es lo fácil que le resulta al señor “prepotente” engañar a las gentes. Personas que, al ver y oír al personaje en cuestión, su presencia y porte, sus modales y braceos, y sus conocimientos gramaticales, acaban inducidas a creer que no es un ser repugnante y manipulador de personas, sino todo un caballero de las altas finanzas. Pero hay otra cosa que verdaderamente avergüenza, y es el concepto que debe de tener él de ese pueblo al cual se le manipula con tanto descaro y atrevimiento y ver el inmenso grado de ingenuidad lanar del que tanto disfruta el inocente pueblo

El sistema para poder aumentar todas las cosas al precio que se quiera ya está en marcha.

La cosa es más fácil que robarle un caramelo a un niño, aunque de pena que ese niño aún no haya crecido para poderse defender de tanto españolito elegante y manipulador. No será que las innumerables agencias de medios y sistemas de promociones comerciales no existan en nuestra ciudad. Ellas son verdaderos laboratorios en donde se hace posible lo imposible, creíble lo increíble, vendible lo invendible, y absorbible lo inabsorbible. Estas agencias del engaño y la patraña son propietarias absolutas de nuestra gramática, dominándola y manipulándola de tal manera que si nuestros ilustres clásicos de la lengua resucitaran y vieran lo que se está haciendo con la madre de nuestras explicaciones, se abrirían las venas.

Se hacen, por lo tanto, de ver por la inmensa cantidad de trabajo que tienen estas agencias. Las continuas visitas de elegantes señores del gremio de la política, en busca de razonados argumentos interesados compuestos en estos Laboratorios de las santas manipulaciones, son como los capazos llenos de anzuelos de nuestros pescadores playeros. Estas agencias montan los anzuelos con cuerdecillas y con una filigrana artesanal, en donde prende el manipulado argumento, a gusto del cliente, con el mejor de sus brillos. Los llamados anuncios publicitarios para cualquier particular que lo necesite, portavoces de ministerios o el gobierno. También serán atendidos, con todo esmero, todos aquellos bienintencionados que deseen ilustrar a las pobres masas populares, y demás seguidores de la “Procesión de los Santos Inocentes”, con ilustradas razones gramaticales que tanto culturizan las mentes de los avispados hijos de Viriato.

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