Miguel Correas Aneas
En los tiempos que corren, con cierta frecuencia, se habla de un concepto que ha perdido todo su valor semántico y ha pasado a engrosar el catálogo de términos que sirven de comodín para los ideólogos progres que pululan en los contornos del tema que tiene relación con el mundo de la educación. Es el concepto de educación integral. Para Ana Sigüenza, este valioso concepto es el de las diversas aportaciones de los educadores en las diferentes etapas de la sociedad y su implicación en el hecho educativo.
Para ella, es el más genuino de los principios de la educación libertaria. Siendo, desgraciadamente, el término más tergiversado y descafeinado por parte de los sistemas educativos provenientes del propio Poder. En la idea de integralidad, convergen tres argumentos básicos que son: a) El derecho del individuo. b) La interdependencia y c) La correspondencia. Respecto al primer elemento, decir que el individuo, independientemente de su clase social, sexo o cultura debe desarrollarse con plenitud en todas las facetas que abarca su vida, ya sean físicas, intelectuales o morales (Iluminismo). En cuanto el segundo elemento básico, la interdependencia de todas las realidades que afectan al ser humano en toda su complejidad (Ferrer). Y, finalmente, la estrecha relación entre la sociedad y la educación que se da a cada miembro de la misma, entre la igualdad social y la educación integral (Proudhon). Para éste, la educación jerarquizada está al servicio de una sociedad jerarquizada, donde la clase dominante y minoritaria impone su dominio sobre una mayoría que es la clase obrera. La educación capitalista refuerza el sistema de división social del trabajo.
En la educación libertaria, como tal, se van a tener en cuenta las diversas teorías socialistas utópicas y las anarquistas, las cuales intentarán dar respuestas concretas a las situaciones concretas; ya que no es lo mismo la Escuela Moderna de la calle Bailén de Barcelona (Francesc Ferrer i Guàrdia), que las muchas escuelas racionalistas de los años 30 en toda España; no es lo mismo la actividad de formación integral de un ateneo libertario, que la experiencia de la Ruche en Francia (Sébastien Faure: 1858-1942). Esta se inspiró en la educación integral de Robin y en la educación permanente de Proudhon.
A continuación, el libro habla de la autogestión como la fórmula más adecuada para armonizar la libertad con la responsabilidad, no solo en el entorno educativo, sino en todas las facetas de la vida libertaria, y trae una interesantísima cita de Ricardo Mella, extraída de Solidaridad Obrera: “Quieres cultura, libertad, igualdad, justicia? Pues ve y conquístalas, no quieras que otros vengan a dártelas. La fuerza que tú no tengas, siéndolo todo, no la tendrán unos cuantos, pequeña parte de ti mismo. Ese milagro de la política no se ha realizado nunca, no se realizará jamás. Tu emancipación será tu obra misma, o no te emanciparás en todos los siglos de los siglos”. Es por ello por lo que, las organizaciones libertarias, han sido siempre comunidades de aprendizaje autogestionado: sindicatos, ateneos, grupos anarquistas, colectividades, comunas, escuelas libertarias, escuelas libres… Por otro lado, en la educación libertaria los roles de aprendiz y maestro se ejercen temporalmente, por acuerdo de las partes. Más que aprendices y maestros, son compañeros y compañeras colaborando.
Después de tratar temas tan interesantes y de rabiosa actualidad como neutralidad/adoctrinamiento, libertad individual o social, individualismo o socialismo, escuela sí, escuela no… Y de nuevo, la autoridad, el naturismo y la pedagogía libertaria, el libro se adentra en la exposición de las soluciones educativas libertarias que se dan en España con los primeros socialistas y que continúa con los nunca mencionados, en los libros de textos: Owen, Stirner, Robin, Proudhon, Reclus, Ferrer, Malatesta, Lorenzo, Grave, Mella, Fabri y los colectivos de Bonaventure y Paideia. Una de las experiencias más decisivas dentro del ámbito de la pedagogía libertaria, es la llevada a cabo por Robert Owen (1771-1858) en New Lanarck -Escocia -, pues fue una experiencia educativa real y no de una hipótesis sobre el papel. Owen utilizó todos los ingredientes clásicos de la pedagogía libertaria: educación integral; no disociación entre estudio y trabajo; respeto del individualismo compatible con la colectividad; sin premios ni castigos no contingentes; coeducación; al aire libre, en contacto con la naturaleza, con actividades recreativas; importancia del juego; define el papel del maestro basado en la relación, en la comprensión y la relación afectuosa con el niño, y completamente vinculada al contexto y orientada a la transformación social. Owen partía de un principio muy firme: la armonía se podría conseguir mediante una educación racional, que enseñara que la felicidad individual sólo puede alcanzarse con un comportamiento conducente a promover la felicidad de la comunidad.
El apartado más amplio es el dedicado a la Escuela Moderna de Ferrer (Alella 1859 – fusilado en el Castell de Montjuïc 1909), como no podía ser de otra manera, ya que su repercusión en el movimiento educativo libertario fue enorme. Dando lugar a un movimiento de ámbito nacional, conocido como Escuelas Racionalistas. El magnífico libro (sólo 161 páginas y un formato de 10X15 cm) de Ana Sigüenza concluye enumerando los principios de la educación libertaria, aquellos que -según la autora- fueron, son y seguirán siendo así: * Todo se hace por compromisos asumidos y desde la decisión colectiva, abierta y sincera. * Autonomía del individuo que tiene derechos y obligaciones asumidas voluntariamente, como la responsabilidad colectiva y el respeto. * El juego como acceso al saber. * Coeducación de sexos. * Ser libres significa que cada persona pueda decidir qué, cómo, cuándo, con qué y dónde quiere desarrollar su aprendizaje. * El autodidactismo es importante si se complementa con la cooperación didáctica para el intercambio del apoyo mutuo. * En lugar de exámenes hay que usar la autoevaluación, para conocer los logros en todos los aspectos del desarrollo. * La aportación y el reparto de cualquier recurso se hace según las posibilidades y necesidades, respectivamente. * La asamblea ha de ser el lugar donde plantear los problemas surgidos y sus posibles soluciones. * La comunicación, la espontaneidad y la cooperación en la comunidad de aprendizaje son esenciales para el disfrute.
Termina el libro con estas bellas y acertadas palabras: “Hoy y siempre la sociedad es escuela y la escuela es sociedad, por ello no debemos quedarnos solo en la transformación de la escuela, sino de toda la sociedad. La pedagogía libertaria hay que entenderla unida siempre a todo un amplio movimiento social”. Ana, enhorabuena por tu libro y gracias por tu constante labor sindical y en favor de la pedagogía libertaria.