Furia Libertaria
Sólo se es joven cuando se recuerda lo que pensaba que se podría hacer, sin que fuese el momento en que se hiciese. Son tantas las cosas que pensaba aquella juventud, ya lejana, que seguro ya no se puede remediar, por mucho que pretendamos recomponer. ¡Vale, vale! Pero tenemos el don de poder representarnos a nosotros mismos, cuando desde el horizonte sinuoso, somos capaces de percibir la realidad de todos los sueños jóvenes, maduros o de vejez. Resulta inexplicable referirnos a cuanto dejamos por hacer, mientras la ruta que debemos seguir se va posponiendo, como si cada día dejase, en su crepúsculo, ideas y deberes, terminando muchas cosas a medio hacer que nunca más florecerán, aunque conserven los argumentos vivos del cuerpo y la mente. ¡Satisface y completa que el pensamiento libertario y o anarquista ordene el interior y exterior del cuerpo y la mente! Son los valores de la felicidad, alimentada en toda circunstancia, aunque explosiona cuando algo en tensión extrema salta por los aires. Hay que ejercitar las ideas, llevándolas a la práctica, o quedan en mera ilusión, ensombrecidas como el oasis de los que nunca logran alcanzar el placer de un mundo diferente. Si entendemos lo de persistir, lo de estar donde puede ser nuestro paraíso y donde encontrar los valores de humanas costumbres sin limitaciones. Pero, para ser civilizados, al parecer, no basta envolverse de instintos humanos, pues domina después lo que venimos conociendo desde leyes, diseñadas por el fatídico instinto del poder político de Estado. Y, resistente el vulgo, ¡lo sufre todo! El Maquiavelismo, donde se forman los mesías políticos, fijando la idea de poder, para que se cumpla lo que diseñan los vándalos avezados para ello.
El ser humano mantiene secretos hasta el fin de todo: Tal vez los guarde para conservar ciertos principios que suelen ser decoración íntima para quienes, desde ‘los demás’, deben quedar rigurosamente presentables. Pero no será verdad que la arrogancia, esa cosa que sostiene los egos de mayor escándalo, conserve lo falso de la personalidad, a la que siempre, siempre, dará la nota, por muy ajustada que quede en lo de ser aprobada.
Las fugaces costumbres de las personas, en ellos y ellas, niños o mayores, van acompañadas de toda clase de defensas, reservas, en definitiva, porque nunca está resuelto lo de tener costumbres razonadas. Y siempre hay un mañana para sobreponerse al fracaso, a las dudas, a las promesas y a toda clase de costumbres, desde el momento de haber dejado la cuna, una vez que se comienza a disfrutar de los primeros pasos deseados. ¡Qué hermosa es la vida desde entonces! Aunque superar la circunstancia resulte todo un escenario circense. De ahí viene lo de resistir ser algo, estar despiertos, superando los conflictos, las batallas y los desiertos por superar.
Después de las dos primeras décadas vienen las siguientes, hasta que, un día, se da uno cuenta de que es posible perdurar sin ser afectado por la envidia, los instintos turbulentos, las ideas ajustadas a la realidad y, cómo no, sentir la belleza que hace posible disfrutar ‘lo prodigioso de disfrutar’ el derecho que nos corresponde, sin que medie la demagogia de las complejas situaciones generadas por el Estado. ¡Todo parece un espectáculo maravilloso! Y si somos capaces de entender por dónde amanece cada día, será posible comprender la transparencia que aporta saber que podemos encontrar la felicidad, por mucho que se interponga el desprecio social de las leyes que sólo sirven al poderoso, al millonario, al dotado de orgullo por medio de leyes especiales, que sólo protegen a los sicarios del capitalismo.
¡Toda la vida buscando la forma de tener dinero! Siempre deseando poder realizar algunos sueños. Qué ilusos somos los gobernados por las divinas formas, nunca consideradas, socialmente verdad, porque es cierto que ‘la verdad’ sólo es un comercio consagrado en el juego político. Mientras tanto, pensamos con certeza que ninguno de esos valores, nunca encontrados, en el comportamiento ciudadano, pues no es posible, por mucho que despejemos de la conciencia las miserias o mientras esté entretenida, ignorada o encubierta, como importante, a sabiendas de quiénes son culpables de nuestra suerte, ausente siempre, en la vida real: El Estado que gobierna, destila miseria, intriga, desprecio, tristeza, abandono, enredo, porque miente, engaña y carece de ética alguna. No se trata de cumplir las leyes de Estado; es más bien que el Estado no cumple ante la obligación de gobernar a los ciudadanos. ¡Malvado es el Estado!
¿Qué sucede en la sociedad? ¿Acaso no puede ser verdad que mientras estemos gobernados por un Estado veremos terminar la transparencia entre políticas de Estado y los ciudadanos? Sembrar estas semillas de contenido crítico no es más que estar deseando que todas las miserias de la escasez, obliguen a disparar improperios contra los gobernantes que, teniendo el obligado deber de gobernar, sólo consiguen seleccionar a la especie por medio de limitaciones propias de instintos pendencieros, burocráticos unos, otros, los más, dejándose sufrir por no violentar las decisiones ahogadas en silencio de cada latido de lo inmenso de corazones ‘humanos’.
Y sin embargo estamos anclados en un marasmo desilusionado, por imposible, ya que no se puede conseguir, desde una sociedad tan deformada y aburguesada, lo que pudiera satisfacer cada deseo, cada ilusión, cada sueño en cada horizonte de futuro; mientras tanto, la vida se consume entre bastidores sin poder bordar lo que cada pensamiento pide para que sea disfrutado “eso que nos cuentan ya desde la cuna” para ser felices. Nada fácil resulta comprender, por muy sencillo que lo despejamos, desde lo más privado, que sepamos salir de los desiertos huracanados que todas las políticas ofrecen como credo. Claro que, en clave libertaria, sería bueno dar relieve a los valores que nunca saben, ni aun sabrán, despejar los estados y sus gobiernos: Pues la promesa, en política, cacarea los cánticos de toda sutileza, mientras sólo saben crear decretos para que cumplan los demás, porque lo manda el sátrapa Estado, aconsejando comulgar con las contadas últimas hostias del copón, una vez que son despreciadas todas las bendiciones que jamás fueron cumplidas por ser demasiado infantiles para el vulgo respetable, siempre atento a las plegarias, sin la fe prometida por todo mesías, adiestrados para impedir que los sueños humanos, puedan ser alcanzados. Sin embargo, la persistencia puede ser la mejor razón para seguir la crítica sin que tiemble el pulso, igualmente sin tregua, no dejarse avasallar por los dioses de toda fantasía, sin dejar o permitir que la promesa política avasalle, rompa, envenene y exalte la dignidad, como uno de los valores responsables de la vida, dejándola destruida.
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