Pedro García

Si la fiesta de Ashura aturde el sentido común, la roja sangre, que baña las calles que circundan la vieja Mezquita de Balad Ruz, enloquece la razón. Sea esta fiesta conmemoración por la muerte del Imán Husáin , o bien de otros grandes padres de las muchas religiones que tanto abundan en el mundo y que en sus festejos unas aportan sangre y otras no, pero que consiguen muchas de ellas, debido a sus algarabías ruidosas, el que los sordos puedan oír y los ingenuos creer.
Orgía de sangre es la fiesta de Ashura en honor del venerable dios del silencio, que permanece inmensamente mudo (quizás de espanto) al tener que ver esos chorros de sangre por los adoquines rodando, escenas imposibles de olvidar a los pobres ateos sin el recurso de la maravilla de la fe ciega, tan necesaria en estos trances.
Como invitados de honor a estos festejos de Ashura, en Irak, se agregaron a ella varios entusiastas árabes iraquíes rodeados sus cuerpos de pirotecnia», la cual hicieron estallar “de una forma solidaria”, incluyéndose en el delirio verdugos y víctimas. Lo que hace difícil el poder componer ese puzle de carne y huesos cuando les tengan que presentar las mil doncellas vírgenes, que el buen Alá tiene reservadas a los infelices mártires en el Paraíso. Todos juntos en el Mercado, logrando con ello que todo se convirtiera en un amasijo de trozos de carne en sangrantes trocitos imposibles de reagrupar. Restando incluso los endiablados locos que hicieron estallar este infierno de pedazos de carne humanos, incluidos en el amasijo dantesco, pero eso sí, estando convencidos los asesinos que tienen garantizada la plaza y el lugar cerca de su dios de las arenas, bondadoso, humano y complaciente.
Creyentes que no dudaron en añadir más sangre a la ya derramada por la Ashura, que se auto-desangraban con la dicha de podérsela ofrecer a su Dios. Enloquecidos y fanáticos hombres rodeados sus cuerpos de mortíferos explosivos, trituradores de carne humana, que estallan fraccionando y arrasando todo lo que vive alrededor. Actos violentos en que la sangre humana es el vital oxígeno, tan imprescindible como necesario. Da lo mismo que éstas locuras de sangre se hagan en los festejos de Semana Santa de Filipinas o en algunos oscuros pueblos de la profunda España; sin querer dejar de lado otros de la vieja Sicilia o de la Calabria. Todos beben la preciosa sangre que se extiende por sus espaldas y cuerpos. Son incomprensibles manantiales de sangre que todo lo inunda, incluido el entendimiento. Y alimentando con ella al dios sanguinario que, impasible, contempla esa orgía inaudita, con la más absoluta indiferencia. Escenas dantescas inconcebibles de asimilar por cualquier ser humano, con un mínimo de sentimiento, esperando la eterna respuesta del cielo, que no llega nunca. Pavorosas escenas que enternecen el más duro corazón humano, pero jamás ablandará el del Altísimo.
Y a pesar de todo aún hay seguidores convencidos y vividores de esas creencias que no cesan de dar recurridas respuestas, de parte del cielo, haciendo servir al Altísimo como a un mudo muñeco de feria, hablando por él y dando respuestas a cosas que los sagrados libros se ven imposibles de responder. “Viejo truco ya empleado por los viejos Sacerdotes Sumerios, que se introducían dentro del hueco Dios Moloc y hablaban por los codos aterrorizando a todos los habitantes de las tierras de Ur”. Lo que nos viene a confirmar que no todo lo pasado pasó, ni todo lo olvidado se olvidó.

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