Furia Libertaria
Es hermoso poder hablar del pasado. De aquello que sucedió y que, entre otras costumbres aconsejables para recordar, resulta necesario, pero, únicamente, si el abolengo peso de haber estado por el pasado, ese que nunca retornará. A los mayores les gusta dar volumen a cuanto sabemos, porque nos fue posible vivirlo, mezclados con la simpatía alegre, que siempre debe conectar con otras generaciones. Es necesario ver que somos parte del futuro, al que debemos conceder el privilegio de nuestras Ideas, en caso de que no tengamos la mente obstruida con las alternativas sociales. Pensamos demasiado poco en que llegará, sin duda, cuanto siempre queda por vivir. En el mañana están los mayores valores, en el caso de que no perdamos el derecho a ser libres para resolver con nuestra presteza lo que viene desde hoy mismo, pero brindando belleza y felicidad. ¡Siempre vamos mendigando lo que ha de suceder luego, mañana, siempre! Estamos dotados de ciertas costumbres rutinarias, no más valiosas que el breve recuerdo psicológico de los hechos y cosas que repasamos a diario. Lo sucedido antes no sirve para mucho. Sólo tiene valores de recuerdo, por aquello que fuera exitoso, en caso de que participase el cariño, propio de lo que cada uno es, es decir, cada uno sabe interpretar sobre el escenario de ayer, que es siempre porque tenemos algún origen, aunque desconocida la parte final de la existencia, enigma sin despejar, porque todas las ciencias suelen manejar la brújula, navegando con sinuosa certeza por mucho que se especule sobre la burlesca naturaleza y cuanto sucede después, que certifican lo que entendemos por fin de la vida. Y es que cuando mandan las minorías y pocos obedecen la política, que los políticos profesionales proponen, todo fenece.
La Sociedad necesita salir de las marismas sociales. Seguimos despejando las dificultades, que son desde siempre rutinas, porque todo comienza, cuando hay que resolver diariamente tener o no trabajo remunerado, tener o no la garantía de comer cada día, tener la cultura que merece la edad de cada ciudadano. ¡Todo ello depende de quienes legislan las leyes! Son ellos quienes aplican las normas para no perder la dignidad, aunque esto no sean capaces de solucionarlo desde las políticas estructuradas por el Estado. Por tanto, el verdadero problema es que las leyes que deben cumplir los ciudadanos no tengan que ser sometidas a las miserias que surgen cuando falta el techo para vivir y el pan para comer diariamente. No resulta fácil desarrollar crítica cuando la “justicia” se propone cumplir los criterios sociales extremadamente circenses. Y todo depende de saber gobernar, o permitir que la gestión puedan hacerla, hasta resolver, quienes son protagonistas de los asuntos ninguneados, muy especialmente por las políticas subyugantes.
Resumir los problemas acosadores en una sociedad gobernada por el Estado obliga a ser relevante, ver dónde y quiénes forman parte de todo delito: Iglesias -innecesarias-, Banca -capitalismo-, Trabajo -privilegios selectivos-, Sanidad -desgobernada-, Deportes -teatro millonario-, Corrupción -poder privado-, Presente -sinuoso-, Futuro -sin alternativas-. ¡Todo es perfecta burguesía! El ego burgués está alimentado por el miedo. Por eso legitiman la corrupción, los privilegios, las diferencias sociales, el criterio místico, los palacios, la envidia y fortunas en paraísos fiscales. Paraísos que certifican, igualmente, los grandes valores de poder en el lecho protegido que siempre prepara el ogro capitalista. ¡Es obligación criticar al Capitalismo! Se refugian en el Capitalismo los valores más cobardes de la opinión burguesa. Crítica que merece despertar las mayores rebeldías conocidas. Porque el Capitalismo alimenta a los ricos, protege a los políticos, defiende a sus líderes, formados para toda clase de triunfos, aunque vengan con la aparente virtualidad, pero con el látigo de las mayores miserias sociales.
Y desde la crítica, que bien puede ser la mejor alternativa para los tiempos que nos toca, desear la transparencia que permita salir de las marismas pestilentes del aburguesado comportamiento de sus líderes más avezados. ¡Qué osadía tener que hablar de ellos, de sus miserias y fracasos, en esta generación!