Floreal Rodríguez de la Paz
Las Ideas van señalando caminos que deben ser defendidos, aunque estén oscurecidos por la dificultad; eso sí, corriendo riesgos para conseguir metas de libertades ausentes y encontrarnos allí con mirada de risueño gesto, portando alegrías desconocidas. Viene siendo necesario despejar dudas. Tantas como décadas fueron quemadas desde que ciertos acontecimientos fueron cubiertos de espesas tinieblas sociales. ¡En la Sociedad! Vaya, no parece que lo tenemos todo a la altura de las circunstancias, sobre todo en concreto estado perentorio.
Inquietantes conclusiones son, porque acosan, tener que despertar cada día sin que hayamos abandonado los prejuicios sociales, esos que llevamos acuestas cada día, sin que escapen de las costumbres miserables, con sorprendentes resultados, impidiendo poder ser algo más civilizados. Somos corchos sinuosos flotantes. Sabemos tanto de costumbres que vivimos cansados, agotados desde lo triste más convincente. Vivimos entretenidos y envueltos de in transparentes tinieblas. Vamos, no se sabe bien cómo, pero vamos asidos a las reglas que nos impone la soberbia de los dioses, llámense divinos o humanos. La vida es uno de los grandes lujos que podemos contabilizar para que sea posible encontrarnos con la felicidad, libres de trueques pantanosos, viviendo unos de los otros. Se trata, más bien, de ejercitarnos en costumbres solidarias, desde el apoyo mutuo. Y no será verdad que tengamos que ser dominados, siempre, por costumbres inventadas para enredar, dominados por lujos faltos de ética, sobrados en costumbres turbulentas porque venimos engañados, desde leyes legisladas por impetuosos criterios, sin conducir a algo serio, porque nacen en los intereses de la lujuria más abusiva. Pero se trata de lo humano o lo dejas pasando a lo divino, puesto que el culto de quienes rinden fe a la belleza de los metales, mármoles o maderas perecederas, fueron inventadas para confundir, caminando por diseñadas direcciones desde proyectos sin futuro posible.
Ahí están las escenas teatrales de los comportamientos borreguiles, porque así lo enseña el credo de los dirigentes en el poder. Poder que suele certificar la patente de miserable práctica en quienes viven el interés de la usura. Las masas en los estadios, con intereses sin deportividad, porque los valores que patentan el éxito son, fueron siempre, el dinero, dominando leyes, legisladas para comprar y vender la dignidad de ciudadanos, sin que importe a ciertas clases sociales protagonizar pautas inmerecidas. Ahí están las hordas que fingen ser ley, pero que son la dominante legal, por más que se pretenda de contrario: la banca; las iglesias; la tauromaquia, (sinónimo de muerte), ciertos colectivos, disfrazados de virtuales prácticas diseñadas para engatusar la inteligencia de los más sinuosos, calabozos, prisiones, penales, comisarías, atropellos policiales, ya que para eso están adiestrados. Qué vergüenza ver que, para dominar a los pueblos, sea necesario diseñar políticas de estado, con el poder absoluto, porque así lo dicen las leyes castrenses, mercenarios todos ellos, de los comportamientos diseñados para ser cumplidos, sin más defensa que la impotencia ciudadana. En las patologías sociales se encuentran las más comprometidas con la vida y sus formas: Todas las relacionadas con la salud, que bien pueden ser la libertad y todos los valores que privatizan la mejor calidad de vida, todas serán obligatorias para no perecer en el más absoluto silencio. ¡La libertad no debe ni puede ser un juego de azar! La Libertad es un tesoro sin precio alterativo en rodeo.
No obstante, hay que saber librarse de los depredadores, que siempre están entre los mayores prejuicios sociales, en tanto que parásitos sin criterio alguno. La vida sometida a criterios de gobiernos de Estado es, porque están programados para ello, las infernales conductas de instintos autoritarios, desde donde nadie puede disfrutar dignamente. Y es que la estructura política de Estado tiene el poder impostor de acaparar cuanto más mejor, el derecho a tomar decisiones. ¡Nadie más puede presentir otras formas concluyentes! De donde se acredita que “los gobernados” están privados de otro futuro social, civilizado. Nada más tan divergente del Anarquismo que los gobiernos de estado, los parlamentos de estado legisladores y estadistas de estado, jueces de estado, ministerios de estado, políticos de estado, notarios de estado. La Sociedad necesita del Anarquismo para despejar que tengamos que sufrir la permanencia de las costumbres culturales viciadas. Son antagónicos el Estado y el Anarquismo. No es posible encontrar calidad humana, para climas de sosiego entre las dos alternativas, siguiendo luchas constantes, siempre divergentes. La Utopía es imagen perfecta de los fariseos criterios de verdugos en el poder de Estado. Nuestra convicción utópica, defendida siempre con criterio libertario, lanza su dardo contra la utopía de los criterios de estado político: Sabe el poder de Estado que es más utópico gobernar desde estructuras sociales basadas en el capitalismo de tanto tienes, tanto vales, que desde un clima social igualitario y solidario, basado en el apoyo mutuo. ¿En qué Sociedad vivimos soportando la lujuria execrable, ante la ausencia de libertades, que no son otra cosa que pretender vivir sin poder soñar que es posible la sensatez? ¡Vaya, cofrades de toda política de Estado! Vuestro futuro mantiene los ingredientes que legisla la granjería, de la cual os creéis magnánimos, desde la inhumana condición social. La estructura de Estado hay que desconectarla del capitalismo, por ser herramienta corrosiva, fracasada por la ambición de sus pastores mercenarios, adiestrados para la quema de los ideales libertarios. Y el Movimiento Libertario entiende, mejor que nadie, cómo impedir que toda ambición capitalista siga utilizando culturas religiosas castrenses, dotadas de magias espantosas, impregnadas de esoterismo insulso, vacío de humanidad civilizada. El Estado viene a ser el refugio de quienes buscan resultados lucrativos, como sería la práctica de atesorar bienes, impropios, aunque generando poder, lo absoluto, el bien privado desde la depreciación para, finalmente, ser utilizada como arma letal contra los ciudadanos que caminan buscando la paz feliz, como si se tratase de una batalla que debe ser ganada siempre. El Anarquismo no debe perdonar que el ser humano invente estructuras sociales, limitando las conductas a meros criterios de unos cuantos impostores. El Estado aniquila como caos al Anarquismo por mantener los principios solidarios, con el apoyo mutuo como fin concreto. Como igualmente el Anarquismo aniquila al Estado, porque únicamente se propone subyugar a los pueblos, al sufrimiento de los vicios sociales divinos paramilitares. ¡Conducta que el Anarquismo debe impedir, con sus luchas libertarias, para disolver la estructura de Estado!
Lo que sucede mientras tanto, es que teniendo como principio “la no violencia del Anarquismo”, el Estado diseña violencia, sometiendo a los ciudadanos a obedecer, legislando normas por decreto ley para reprimir, y crean cárceles, similares a los cementerios, para determinar la muerte, con múltiples formas, creando el pánico y la brutal falacia ante cualquier duda. El Estado está siempre bendecido por los dioses de todas las iglesias. Lo perecedero, como es el ser humano, queda relegado a los tiempos en que perduran los latidos del corazón, desde su ciencia física. El Estado crea sus eunucos, para que sea posible que triunfe el instinto salvaje. El Anarquismo es el camino para la equidad, prolongando la vida con ese orden que encuentra siempre el amor por todo lo que debe tener progresión de futuro y vida.
Nada inventamos al decir que el Anarquismo es la “conclusión afable a la que llegó el ser humano”, siendo verdad que es la única sensatez veraz para que la sociedad pueda encontrar el clima social sin oposición a la Verdad, Felicidad y Libertad, sin menospreciar las debilidades humanas, porque es cierto que, si median los vicios y las patologías, se difuminan los valores de la Verdad, Felicidad y Libertad. El Estado no sabe, porque no puede entender, y porque degenera su criterio en el enfrentamiento, participando la envidia y la tristeza miserable del poder impostor. Con dioses hay Estado. Con Anarquismo hay vida humana sin escenas abstractas: ¡para eso sirve la inteligencia! La política que practican “los políticos -nadie más”- pertenece a los vicios de “tanto tienes, tanto vales”. Y por ello es verdad que, en los palacios del poder, se encuentran los criterios falsos, sobre todo en los valores de la verdad.
La anarquía piensa, ordena, crea seguridad, distingue entre los autoritarismos, la fuerza como energía imprescindible para encauzar la realidad de la vida. ¡Todo en Anarquía es de justicia, sin que participe la duda intencionada! En Anarquía no caben las prácticas de algo ensombrecido. El ser humano alimenta su existencia siempre y cuando tenga acceso a sus necesidades imperiosas. ¡Qué buscan los ciudadanos! Resolver la circunstancia, dejando resuelta la obligación de comer y vestir. ¡Qué ofrece el Estado! ¿Obediencia? ¡Qué es la Anarquía! Fines concretos, sobre todo con presente y futuro civilizado. En la síntesis social debieran encontrarse ambas formas plurales de vida y concordia. Pero el Estado forma parte de un plan lucrativo, poniendo precio a todo, sin subestimar que lo tiene, sobre todo considerando los valores; pero se trata de los pastores, que utilizan el látigo -fuerza- contra las obligaciones, sin más ley que la subyugante. ¡La Anarquía jamás limita! Defiende ser libres, libertad sin fronteras, sin imposibles, por ser auténticos portadores de felicidad y honrosas costumbres, liberados de vicios ancestrales, ¡igualmente contemporáneos!
Los ideales vienen acompañados de clamores, como si se tratase de emprender luchas para triunfos, sin que medie la duda o las sombras que desaparecen cuando la luz de la verdad ilumina las formas y los valores libres. Los ideales son necesarios para que la vida, escenario de nuestras virtudes, tengan sentido, dirección, fin concreto, también sueños realizables. ¡Y no caigamos en los desiertos imposibles de los sueños! Siendo para muchos la utopía una realidad compleja, hay que sentir la utopía desde que las albas asoman a la claridad de cada día. El caos sublime es la utopía de los burgueses, porque asaltan y piratean la circunstancia social, caminando sin rumbo, sabiendo que el anarquismo no les permitiría que amasen a los dioses que se inventan para dominar. La sociedad no debe estar en manos de los que adoran las cruces sagradas de los dioses -en madera o metal- inexistentes, con el empeño de que hay que obedecerlos, con esas ideas de “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago” (Salmodia de los burgueses). La conducta burguesa nace de los placeres disfrutados en los palacetes del vicio capitalista. ¡Hay que extinguirlos! Y para ello, ¡es necesario la sociedad anarquista! Una sociedad donde no todo es plausible. El anarquismo contempla los valores con resultado de posible: Porque sobran los dioses, los líderes, los profesionales de la política, los jueces que siguen el criterio de que son la ley justa de las obligaciones, los ricos y pobres (¡Por qué!), también los dotados de poseer licencia para torturar y matar: Ejércitos, policías adiestrados, sicarios de cristo y otras cuantas formas de acabar con la naturaleza.
Los ideales son el resultado de las diferentes maneras de vivir, inventadas para salir de las primitivas flaquezas. Luego avanzaría el ser humano y cayó en su más vergonzosa postura: permitir el sufrimiento, la envidia, lo divergente, el constante limitado de poder vivir en paz. Ya lo dijo en otros tiempos alguien: De acuerdo, educar, pero quién educa a los educadores. Interrogante que sólo el anarquismo sabe despejar. Lo primero a extinguir es “la ignorancia”. Terminaría de inmediato la existencia de la burguesía, los parlamentos del poder político, no habría cárceles para destrozar a nadie, porque no sería posible el error o tragedia de las guerras, mucho más justificado conseguir e impedir fabricar armas, nada de ejércitos que se precien de defender patrias. Ya lo dijo Vargas Vila: ¡Al diablo con los señores, que en gusanos se conviertan! Pero claro, los apóstoles de las burguesías son porque dejaron sus propias huellas en la historia, no más que las cenizas que el capitalismo viene dejando entre los ideales de sus deformadas costumbres. ¡Ahí están los cementerios con los ricos y los pobres, en la misma aparente circunstancia!
Pues bien, estamos dominados por normas consuetudinarias, sin que nos demos demasiada cuenta que las costumbres, pues, no son más que vivencias personales, y porque es igualmente cierto que la Sociedad nos exige algo más que repetir las batallas sociales tan simples, como son la comida, la ropa, el salario, la casa donde resguardarse de las inclemencias, eso sí, entre las formas de vivir, mientras se nos escapa el tiempo en años luz. Y sin embargo seguimos despejando las incógnitas más complejas desde que la naturaleza se entretiene en engrandecer a los dioses, sabiendo que son falsas alternativas sociales, sin más leyes que obedecer a los credos políticos; qué políticos, qué parlamentos políticos; qué ñoñez de señores políticos, responsables de su criterio mal llamados iluminados, los mismos que deben defender, hasta sus últimas consecuencias, en toda clase de situaciones.
Conviene ser transparentes, sobre todo cuando de conquistar situaciones sociales necesarias para vivir se trata, a pesar de que tenemos los trapos sucios de la burguesía, siempre poseída del tesoro de la riqueza, más usurpada conocida. ¡La Sociedad! Sí, con sus formas de vivir, pero que no sirven más que al capitalismo y a tantos dioses como sabe crear para confundir a los que desean otra suerte, con otro comportamiento libre, siempre para libertarias costumbres desde el Anarquismo, porque es inevitable para conseguir una sociedad sosegada. Tenemos que bajar de la Utopía hasta poder sembrar soluciones sociales para una sociología posible. Cómo hacer frente a un Estado y su ejército, sino es que sabemos despejar, con toda clase de “contundencias”, las formas conductoras para el éxito. Hemos permitido que se consuman varias décadas dudando, no habiendo avanzado lo más mínimo, para que estemos cada vez más cerca del fin concreto contra las políticas de Estado. Preparamos luchas contra los errores de la patronal, de los derechos laborales y de tanto como incumplen los gobiernos que nos desvían. Pero no somos capaces de preparar luchas acosadoras para que toque a su fin el que sigamos siendo cobayas del capitalismo impostor, desde lo más vil. No podemos ir con piedras a luchar contra los ejércitos de Estado. ¿Cuándo vamos a dejar aparcada la idea de que somos violentos, sin serlo? ¡Ellos, los criterios de Estado son, serán siempre, los que generan toda clase de violencia!
No parece que hayamos aprendido lo suficiente para que el Estado termine siendo un objetivo a destruir. Debe desaparecer la idea que sostenga, como necesario, el Estado para conceder el privilegio que organice la suerte de las familias, los pueblos, los países y el Universo entero. ¡La Idea Libertaria puede y debe despejar este dilema Libertario! Se trata de nuestra Cultura, nuestros Ideales y fines concretos de las luchas de siempre. La estructura de Estado no permitirá nunca que la Idea Libertaria prolifere. ¡Entonces qué, libertarios! ¿Dónde están nuestras alternativas? Lo primero que legislan los gobiernos de Estado es el cadalso. Y no es violencia lo que se insinúa desde estas palabras. Se trata de que no queda margen alguno en que, por la violencia de Estado, venga a limitar nuestros derechos sociales, porque así lo ordenan las decisiones del capitalismo, fuente de todos los atropellos corruptos. Queda muy bien decir que no somos violentos, favorece los instintos de la tranquilidad, más siendo libertarios, somos capaces de toda gestión, porque sabemos bien lo que no tiene sentido para vivir sociabilidad.
¡Qué vergüenza de sociedad! Señores que originan las emociones más violentas, desde ciertos deportes como el fútbol, proporcionando riqueza en sus destacados actores, marionetas del monstruo capitalista, poseídos de un poder que nada tiene de sensatez, debido a que, en nombre de un deporte emocionante, se apropian de millonarias cuentas, que, en ningún caso, merece respeto, porque bien es cierto que “ni son dioses”, “ni tienen derecho a engañar a los ciudadanos” y mucho menos considerar que “son genios” con “el don de maestro”, hasta revolucionarios con el balón pie, porque son únicos en semejante deporte. ¡Qué vergüenza de sociedad! Son jugadores preparados para que la ciudadanía los adore y sean premiados con el precio que, en ningún caso, se igualan al salario de cualquier profesión laboral. Es más, se les permite alardear de que “jugar al fútbol” es una carrera. ¡Qué vergüenza de sociedad! Las políticas parlamentarias que se vienen barajando forman parte obligada del capitalismo, monstruo de todos los fracasos contra la Clase Trabajadora. Y la Sociedad clasifica a los ciudadanos en poderes dominantes, sin ética civilizada alguna: ¡La más perjudicada fue y es la Clase laboriosa!, considerada esclava de los que dominan toda realidad empresarial. Seleccionando algunas de las más protegidas por las leyes reguladoras de cualquier gremio, sobre todo de los que producen mayor progreso:
“Fútbol” (atribuyéndose niveles de cultura nefastos, sin que se corresponda con la autenticidad de sus prácticas deportivas: mover el balón con los pies, permite a sus gladiadores ser ‘inteligentes’, ‘revolucionarios’, ‘únicos’, mientras que no son más que unos animadores deportivos, con cierto arte parasitario, socialmente como dioses, sin más suerte que poner precio millonario a lo que son capaces de hacer con los pies y el esférico). ¡Qué sociedad tenemos!
“Tenis” (con gran arte deportivo, aunque si a cualquier trabajador se le concediese el mismo privilegio millonario, seguramente la Clase Trabajadora disfrutaría de otra suerte). ¡Qué sociedad tenemos!
“Tauromaquia” (arte que justifica el grado de sadismo que desmerece cualquier ciudadano civilizado). ¡Qué sociedad tenemos!
“Casinos de Juegos” (diseñados para la diversión de toda ambición capitalista, hasta el sarcasmo por el derroche, de quienes tienen dinero para levantar a los ricos y permitir mayor nivel de pobreza)”. ¡Qué sociedad tenemos!
”Bingos” (para entretener a gentes que sueñan vivir como burgueses, con el fin de pretender salir de situaciones de miseria; en caso de encontrarse con alguna suerte, nunca conseguida, por tratarse de un juego miserable, turbio y de placeres sin éxito alguno). ¡Qué sociedad tenemos!
“Loterías para conseguir fortuna” (diseñadas para premios millonarios, con interés concreto desde el ogro capitalista). ¿Merecemos esta sociedad?
Y la Sociedad que contemplamos, sin que podamos permitirnos el cambio de costumbres, nos obliga a violentar el lenguaje, del que deben conseguirse luchas mejores, para que el capitalismo o intereses de Estado terminen con la premeditada alevosía, por todas las formas posibles. Es violencia lo que legisla el gobierno de Estado para que sólo disfruten unas minorías. Es violencia ver que no se aplica la “justicia” a las situaciones miserables de la escasez para comer, vestir y sentirse cómodos. Es violencia tener que encontrarnos con la sufrida diferencia entre ricos y pobres: ¡Qué vergüenza que el pobre tenga que vivir tan distanciado de los ricos! Es violencia ver que el Dios de los ricos no es lo mismo que los dioses de los pobres, faltos de los privilegios que disfrutan los que atesoran el poder del capital. Es violencia que un millonario pueda comprar un palacete y que ciertos trabajadores paguen alquiler por su guarida, donde suele pasar el mayor tiempo de la vida. Es violencia suponer que las leyes de Estado protegen a sus ciudadanos, pero no, se queda en la mayoría de los casos en turbias consecuencias, faltas de obligada justicia. Es violencia pretender analizar la sociedad, mientras estamos sometidos a criterios de unos cuantos próceres adiestrados en los escándalos sociales indeseables.
Es violencia que el Estado legisle leyes para prohibir el cumplimiento necesario de la antítesis ciudadana: ¿Por qué esas normas contra los que no opinan como el Estado? La Sociedad Anarquista puede, y lo consigue desde siempre, solucionar el deber de sus ciudadanos, como igual tantos derechos como pueden certificarse desde la libertad en Anarquía. Pero no la anarquía burguesa o religiosa, que tanto alardean desde los gobiernos de Estado. ¡Qué vergüenza de sociedad!
Habría que reparar o subestimar la época de las cavernas porque son tiempos que en nada se parece a lo de hoy. Es violencia lo que disfrutan aquellos que van por la sociedad sin problema alguno para comer, dormir y derrochar privilegios, considerando ser diferentes a los que padecen miserias de necesidad obligadas. El Movimiento Libertario entiende que tiene objetivos de lo posible, porque cualquier sociedad de Estado merece el desmayo social, con fines de extinguir su presencia en los medios sociales. Es violencia la estructura de Estado, cuyo diseño estructural y social proyecta siempre falsedades en la sociedad gobernada por sicarios del capitalismo. El capitalismo no es únicamente tener dinero para comprar y vender. El problema grave del capitalismo es saber que está alimentado, además de por leyes privadas de laboratorio, por payasos teniendo licencia legal para limitar a cuantos sufren la incertidumbre de no tener protección de auténtica Justicia, esa justicia que obliga a ser civilizados ante las adversidades más urgentes que deben ser solucionadas sin tregua posible.
¡Qué vergüenza de sociedad! Una Sociedad que merece toda atención con el fin de terminar con el juego de unos pocos depredadores, creídos dioses de la divina comedia “a lo romano”, pasando por el engreimiento espectacular de unos cuantos enfermos mentales, forrados de bellas pieles animales, todas ellas del poder agresivo salvaje todavía.
La lucha por el Poder es una lucha de patologías de mucho cuidado.