A.M.F./Rafael Sánchez

Sí que ha sido cruel el mes de marzo de 2021. Durante años y años, pasarse en la tarde de un sábado por el local confederal de París, en la calle Vignoles, entrañaba la posibilidad de verse con Alba y Valentín que, al filo del tiempo, se habían convertido en pilares del lugar, junto a Roldán, Felipe y Manuel…

Hace unos años se truncó la cita. A Alba se le fue escapando la memoria, aunque la depositara en un escrito en el que contaba su largo caminar desde el “Camp de Tarragona” hasta las frías ciudades del Norte. El ajetreo de la región parisina – en la CNT del exilio Zona Norte – no había ocultado la tranquilidad de Milly-la-Forêt y sus primeras prue­bas de costurera. Allí su padre, des­pués del sempiterno paso por los bosques, había conseguido volverle a dar a la piedra: era cantero. Todavía no tenía diez años cuando la familia emprendió su marcha hacia el exilio. De Reus, recordaba los bombardeos del campo de aviación, que quedaba cerca del Mas Roig, en el que compartía sus niñez con conejos y gallinas. En Normandía, la familia volvió a tropezarse con bombardeos, americanos esta vez… En una de las fotos que tenía Alba, se ve un nutrido grupo de hombres y mujeres, más bien jóvenes. Era una de aquellas “giras”, a principios de los años 30, en las que se fraguó tam­bién la Revolución. En medio se ve a un señor mayor, con barba. Se lla­maba Federico Urales.

AMF

                                                                      Alba, Alicia y Rafa en Cambrils. El fotógrafo es Valentín

 

Mi compañera Alicia y yo conocimos a Alba y Valentín un mes de septiembre, de un año cualquiera, en Cambrils, pueblo de la costa tarragonina, a donde ellos venían cada año a pasar 15 días de vacaciones. Ese primer encuentro, que luego continuó cada año hasta que, a Alba, como bien dice el compañero AMF, se le escapó la memoria, sirvió para que quedara sellada para siempre una profunda y sincera amistad, pues como tantas veces nos había ocurrido, con otros compañeros y compañeras mayores, teníamos la gran suerte de haber conocido y tratado a parte de una generación única que fue capaz de darlo todo en la lucha por un mundo mejor.

Aquellos fugaces encuentros de un día al año, en Cambrils, hablando en el apartamento y mientras dábamos un paseo por la playa, y nos hacíamos alguna fotografía para plasmar la alegría de aquel encuentro anual, nos sirvió para constatar la bondad y nobles sentimientos de esta pareja de compañeros tan entrañables y queridos, unos sentimientos que no son, si no, más que la consecuencia de una forma de entender la vida y que es consustancial a todas las mujeres y hombres que abrazaron las ideas anarquistas para luchar por un mundo mejor, en el que la Solidaridad, la Libertad y el Apoyo Mutuo sean los pilares que sustenten las relaciones entre los seres humanos y la de éstos con el planeta que nos acoge.

Compañera Alba, que la tierra te sea leve.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *