m.c.a.

Es histórica la cobardía que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha tenido a lo largo de su dilatada trayectoria frente a los ataques de la derecha ultramontana española. Siempre ha antepuesto sus propios intereses partidarios a los intereses del conjunto de la sociedad. Ya lo hizo durante la nefasta “Dictablanda” del general Miguel Primo de Rivera, que se lo pregunten al Movimiento Libertario de aquella época, lo blando que eran con él; la Segunda República española; la “Transición” post franquista, etc, y ahora, una vez más, con la cuestión de las manifestaciones feministas en la ciudad de Madrid. Ante la perspectiva de nuevos ataques de la caverna mediática madrileña: prensa, radio y televisión, que achacó el arranque de la pandemia en marzo pasado a las manifestaciones feministas, no ha tenido la valentía de enfrentarse a los ataques y las mentiras de la derecha y ultraderecha española, y ha ordenado a la Delegación del Gobierno en la Comunidad de Madrid que se prohibiera toda tipo de manifestación feminista en las calles de dicha Comunidad Autónoma.
Ante la vergonzosa claudicación socialista, la derecha tricéfala se ha mostrado rotundamente satisfecha con la posición del PSOE, y se está frotando las manos de alegría a la espera de otra nueva ocasión para hacer inclinar las rodillas a la “izquierda “en el Gobierno. Las manifestaciones de carácter feminista han sido las únicas suspendidas en la capital del reino, mientras otras de diversa índole han sido autorizadas. Destacando las que se realizaron contra la “Ley Celáa”, promovidas por la escuela concertada y la Iglesia Católica, con el apoyo entusiasta de PP, VOX y Ciudadanos. Ninguna manifestación a favor de la excarcelación de Pablo Hasel, ni la de los negacionistas del Covid-19, sin mascarilla y con asistencia libre en su número de asistentes, han sido prohibidas. Madrid se llena últimamente de franceses que vienen a botellones masivos y a todo tipo de celebraciones, incumpliendo las mínimas normas sanitarias y, este caso, ni el Gobierno Central ni el Autonómico prohíben fiesta alguna. Salvar la hostelería, salvar la economía si está por encima de las graves consecuencias de la pandemia.
Recordemos que el año pasado, la celebración y manifestaciones en la calle del 8 – M fue una de las muchas actividades que se realizaron a lo largo y ancho del territorio español, sin embargo, se criminalizó de manera brutal a la actividad feminista, sobre todo a la celebrada en Madrid capital. Ese mismo día se celebró un parido de fútbol en Sevilla, con más de 51.0000 enfervorecidos seguidores en el Benito Villamarín, así como otro que tuvo lugar en el Wanda Metropolitano de Madrid con más 60.000 asistentes. Nadie dijo nada de cómo iban de abarrotados los autobuses y el metro madrileño. Este año, más de lo mismo, se permite manifestarse en diferentes lugares, pero en Madrid no se ha autorizado. La razón es muy sencilla, el PSOE no quiere enfrentarse nuevamente a los colmillos afilados e insaciables de la reacción neofascita madrileña, como ha tenido que hacer con la anterior manifestación del 8-M. Ante la claudicación del PSOE, ante el inclinar de rodillas de los socialistas, la derecha ha pedido que se prohíban en toda España. Desde hace siglos se sabe cómo funciona la reacción conservadora y su indignidad permanente, así que se podía tener en cuenta que la única manera de derrotar a la derecha es no dar jamás un sólo paso atrás. Como ellos dicen de los nacionalismos, siempre pedirán más y no se contentarán con lo concedido, y a la mínima que puedan pondrán al borde del precipicio a sus enemigos políticos e ideológicos, ahí está la historia reciente de este país para corroborarlo.
Ayer mismo, víspera del 8-M, tuvo lugar un espectáculo bochornoso frente al estadio de fútbol del Wanda madrileño. Cientos de personas manifestándose a favor de su equipo, las terrazas de bote en bote, sin distancia de seguridad, y en muchísimas ocasiones sin mascarilla. En las imágenes de televisión se pudo observar de manera rotunda como la policía nacional, tan expeditiva y brutal en otras ocasiones, no intervino para disolver a quienes se manifestaban con banderas, pancartas, bengalas, megáfonos, etc. Dos varas de medir: para el deporte y el negocio libertad total, para las justas reivindicaciones de las mujeres, prohibición y multa si no cumplen con lo que arbitrariamente se le impone. Para lavarse las manos como el de Judea, la política ha permitido que sea la “justicia” la que determine sobre las demandas presentadas por los colectivos feministas sobre la prohibición de las diversas manifestaciones. El argumento tanto de la Delegación del Gobierno Central, con del delegado José Manuel Franco Pardo a la cabeza, como la del TSJM, ha sido por “razones de salud pública”. Y detrás de esa prohibición de la Delegación del Gobierno Central la sombra del siniestro personaje llamado Iván Redondo, sólo hace falta leer su currículo profesional/político para darse cuenta de la nefasta actuación del PSOE en esta cuestión. Como fue señalado por la derecha, como responsable de la pandemia por autorizar las manifestaciones del 8-M el año pasado, no quiere más problemas con los partidos de derechas y se esconde bajo el cínico argumento de que se iban a reunir más de 60.000 personas. Cuando en realidad en número por manifestación no iba a superar las 150 ersonas, según los colectivos de organizadoras, que eran muy conscientes de la situación epidemiológica de la Comunidad de Madrid. Después se quejan de que la sociedad le da la espalda a la política, como no va ser así, si anteponen, como ha hecho el PSOE, su interés como partido y su cobardía ante la derecha antes que el derecho a manifestarse, porque si es sólo un tema de salud pública, por qué no se han suspendido antes otras manifestaciones mucho más difícil de controlar, ya que las manifestaciones de la ultraderecha iban a hacer lo que creyeran conveniente, como pasó en el acto de homenaje a asesino general Galindo de Itxaurrondo.


Ante la postura del PSOE hay que recordar, las veces que haga falta, que la actuación socialista, por su historia y sus siglas, ha sido, como se presupone, ni de izquierdas ni democrática. El socialismo no ha sido siempre en España un referente de progresismo y de democracia. Dentro del PSOE ha habido siempre un componente nacionalista español muy potente, tanto el expresidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, como el vicepresidente del gobierno en tiempos de Felipe González, el andaluz Alfonso Guerra González son dos claros ejemplos de esos rasgos antidemocráticos y de nacionalismo españolista. El primero, infatigable luchador contra los nacionalismos periféricos, el segundo, contra el sindicato anarcosindicalista CNT-AIT, mediante el topo infiltrado en dicha organización, que llegó a ser Secretario General de la misma, José Bondía Román, después del 5º Congreso Confederal celebrado en la Casa de Campo de Madrid en 1979, creando una escisión conocida en la actualidad como la CGT. Esa es la democracia de los socialistas desde la vuelta de la monarquía borbónica y franquista del campechano y corrupto Juan Carlos I, cazador de elefantes en África. En multitud de ocasiones el PSOE ha renunciado a su naturaleza de socialista y obrera, ya hemos perdido la cuenta. Una de las ocasiones más significativas de esa claudicación de sus ideales tuvo lugar durante la dictadura primorriverista (1923-1930), en la que mantuvo una intensa colaboración con los golpistas, lo cual le valdría el reconocimiento y el agradecimiento del mismo dictador y de los elementos más radicales de aquel régimen dictatorial. Con esos antecedentes no nos tiene que extrañar la posición de claudicación socialista frente a la derecha y la ultraderecha neofascista de VOX.
La única manera de combatir a la extrema derecha no es agachar la cabeza frente a sus críticas, sino enfrentarse de forma contundente a sus mentiras y sus discursos de odio. Ante el crecimiento y la normalización pública de los discursos de la extrema derecha no caben paños calientes ni políticas moldeadas a golpe de encuestas. La postura del PSOE, con la vicepresidenta Carmen Calvo a la cabeza, es un grave insulto a la lucha feminista. Por lo tanto, hacer política no es limitarse a hacer cálculos electoralistas, ni a rehusar el enfrentamiento con las posturas machistas de la derecha. Hacer política de “izquierdas” es consolidar la defensa de los valores democráticos, que garanticen igualdad de derechos a todas las personas que componen la sociedad. Nunca dar la razón, porque no la tienen, a la derecha al reconocer de manera implícita, al prohibir las manifestaciones feministas en Madrid, que el origen de la pandemia fue la manifestación del 8-M en Madrid. Es asumir que el feminismo debe ser un eje transversal en la organización de la sociedad, y de la vida en su conjunto. Nada menos que trece sociedades científicas han salido con un comunicado para apoyar la prohibición de las feministas madrileñas. Trece asociaciones de médicos que callaron y no hicieron ningún manifiesto ante la hostelería abierta de par en par, las burdas caceroladas y los ensalzamientos fascistas, pero que se sí atreven con las feministas, pues consideran a las organizadoras unas pobres, tontas e incapaces de llevar a cabo unas manifestaciones perfectamente organizadas, teniendo en cuenta el estado de pandemia y con un escrupuloso respeto a las normas antiCovid. Otro caso muy diferente es si el que las organizan son hombres. Entonces: ¡anchas Madrid¡, que los fachas, negacionistas y cayetanos son gente de bien y responsables como hemos podido comprobar en sus manifestaciones, sin mascarilla alguna ni distancia de seguridad.
Por qué si hay pruebas fehacientes de que el feminismo y sus manifestaciones del pasado 8 de marzo no fueron las culpables de la pandemia en España, por qué los socialistas se acobardan ante la derecha y no defienden su postura ante el ataque de los antifeministas. Al machismo como al neo-fascismo se le combate, se le discute y se le rebate con información y convicción. Hay razones para defender al feminismo contra los ataques fachas, he aquí algunos de ellos: a) a la manifestación del 8-M de 2020, fueron también los partidos de derecha que ahora la critican; b) los informes sanitarios también los tenía Ayuso y no dijo nada; c) los datos posteriores demuestran que no fue un foco de contagio; d) el transporte público reunió ese día a miles de personas, muchas más que las que participaron en la manifestaciones feministas; e) ese mismo fin de semana hubo muchos actos más peligrosos como el mitin de VOX, en el que echaban pestes sobre el feminismo. Como se dijo entonces, ese mitin no sólo contagió coronavirus, también contagio machismo que mata. A la derecha le molesta el feminismo porque le pone frente al espejo de la contradicción.
El feminismo neoliberal del que presume Ayuso y Casado es una falacia, porque el neoliberalismo se sustenta en la explotación y precarización del trabajo femenino. Hablar de un “feminismo” capitalista es como afirmar que hay un militarismo pacifista. El capitalismo ni hoy ni nunca ha apostado por la igualdad. No se puede defender al mismo tiempo la igualdad de las mujeres y el sistema que alienta descaradamente el odio a las mujeres y que perpetúa su desigualdad en todos los aspectos de la vida cotidiana. Pero el feminismo se defiende -por suerte sólo- y aunque no haya clamor en las calles madrileñas, sí que lo ha habido, y mucho, en los medios de comunicación, en las conversiones privadas, en el debate político y social. La enorme fortaleza del movimiento feminista se ha hecho patente en la reacción del fascismo español, con los ataques a los murales feministas en el barrio madrileño de Ciudad Lineal, en Alcalá de Henares, Getafe, Huelva, etc. Querían borrarlos y lo que han conseguido es hacerlos más visibles. Esos cobardes actos alentados por la derecha, con Isabel Ayuso a la cabeza, y la ultraderecha, con Macarena Olona como líder del antifeminismo, son verdaderos actos de odio, ¿quién se atreverá a tomar medidas contra ellas? Por desgracia, nos tememos que nadie moverá un dedo para hacerlo, y mucho menos el pesebrista estatal, que se define como socialista y obrero, y que presume de sus siglas tantas veces traicionadas por su histórica cobardía, su acrónimo: PSOE. Termino con una breve cita de la autora del magnífico libro, referente desde hace décadas para quien se interese por el feminismo, Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, dice así: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”. En el caso que nos ocupa hoy en día, una pandemia -Covid 19- para atacar los derechos fundamentales de las mujeres.

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