Se dice, y con razón, que el tiempo y la actuación personal ponen a cada uno en su sitio. Esto ha ocurrido con el actual rey de España Felipe de Borbón y Grecia (“El Mudo” para lo que le conviene). En su discurso del pasado 24 de diciembre de 2020, año de la pandemia, en su mensaje anual de felicitación de las fiestas navideñas, dejó bien claro de parte de quien está, aunque eso ya lo sabíamos mucho antes de ser coronado rey en el 2014. En sus seis años de reinado se ha distinguido por su postura más antidemocrática que su padre, como demostró con sus palabras en su visita a Catalunya, para advertir al pueblo catalán de que sus “veleidades independentistas” tendrían una respuesta contundente, si se repetía la consulta popular para sondear la postura de la ciudadanía, relacionada con una hipotética separación de la nación española.

Esa valentía y contundencia para atacar los legítimos derechos de un pueblo, en este caso el catalán, para decidir sobre su destino, es la que le ha faltado -cobardía se llama esa figura- para denunciar la actuación de su padre Juan Carlos I (“El Corrupto”, entre otras cosas) en temas que hacen referencia explícita a su enriquecimiento personal y la fraudulenta relación con la Hacienda Pública. El que pregona los valores éticos, no se ha atrevido a poner firmes a los militares golpistas, tanto los retirados como los que aún están activos, siendo como es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas. Tampoco se ha atrevido a llamar al orden a la derecha y ultraderecha española que un día sí y otro también, torpedea la acción del gobierno porque lo consideran ilegítimo por llegar a acuerdos con partidos que no son de su ideario político, como si sólo fueran legítimos los votos de los que les votan a ellos. Sobre esos tres temas no ha dicho ni una palabra. Se ha quedado “mudo”. Sólo unas cuantas metáforas que son lugares comunes en ese tipo de discursos, que sirven tanto para un roto como para un descosido, apelando, eso sí, a la Constitución y a los “valores éticos”, que es como no decir nada. Este discurso ha defraudado a quienes no son de su cuerda ideológica y esperaban que diese la cara con temas que tienen una gran repercusión entre la ciudadanía: golpismo, corrupción económica y política y deslegitimación del gobierno actual por parte la derecha y la ultraderecha española, que tienen al rey Felipe VI como patrimonio suyo.

Tal como se esperaba las reacciones de los diferentes partidos políticos han estado acordes con su ideario político y su manera de ver la coyuntura actual tanto social como política. El discurso del rey Felipe VI no se alejó ni un milímetro de lo que esperaba la derecha española, colmó las expectativas de la misma y fue una alocución excelente, un sermón coherente, sin ninguna concesión a quienes esperaban que la monarquía vaya a abrirse a una sociedad más moderna y diversa. Fue una auténtica perorata en la línea de las que ofrecía su corrupto padre. Con un tono ceremonioso y engolado, apelando a la importancia del deber moral y ético como gran estandarte de actuación personal y colectiva. Un discurso que no decepcionó a los suyos, que podían temer que hiciera uno de carácter aperturista o rupturista y así poder apaciguar la desafección con la monarquía, que está inmersa en una degeneración que asola la Casa Real. Como una institución conservadora que es, hizo lo que hacen todas las instituciones conservadoras. Un rey continuista con el legado de su padre en los mensajes navideños, con unos apuntes heredados del emérito y que podrán servir a la princesa Leonor, si es que llega a ser reina algún día. Había momentos que parecía que el que hablaba era el anterior rey, cuando decía las mismas cosas sobre el valor moral, la ejemplaridad y la exigencia ética: misma pose y la misma fiscalización.

Lo más grave del discurso de Felipe VI estuvo cuando sus apelaciones y alusiones daban a entender el eterno agradecimiento de la Casa Real a la dictadura del asesino Francisco Franco, por haber restaurado la institución monárquica. Nunca el rey Juan Carlos pronunció una frase contra el dictador en los términos que se merece por su actuación criminal, sino como jefe de Estado. Felipe VI sigue la misma línea del padre, blanqueando la genocida dictadura para vincularla de manera torticera a la Transición y la Constitución Española. Sus palabras fueron de una claridad meridiana: “No olvidemos que los avances y el progreso conseguidos en democracia son el resultado del reencuentro y el pacto entre españoles después de un largo período de enfrentamientos y divisiones”. Un discurso en el que equipara a las víctimas del franquismo con sus verdugos, hecho que circunscribe a un período de enfrentamientos y divisiones. Vergonzosa tergiversación de la historia, ya que en España no hubo enfrentamientos, ya que la ferocidad asesina de la dictadura lo impedía. En cuanto a la pleitesía de los medios de comunicación hacia el rey destaca la de TVE, y las imágenes que la televisión pública proyectó antes del mensaje, en las que se ven a los reyes visitando el antiguo campo de concentración alemán de Auschwitz, en el 75 aniversario de su liberación. Por qué tuvieron que irse a Oswieçim a rendir honores a las víctimas del nazismo, teniendo en cuenta que en España tienen muchos lugares para homenajear y pedir perdón por las víctimas del nazismo en su alianza con el nacionalcatolicismo para derribar al Gobierno legalmente constituido, es decir, la Segunda República Española.

El discurso/mensaje/sermón/perorata del Borbón ha sido aplaudido con gran ímpetu por la derecha española (PP y C´s), y como no podía ser de otra manera por la ultraderecha golpista (VOX), catalogándolo de gran discurso para sus intereses políticos. Está en la línea de sus posiciones ideológicas, para su objetivo final, que Felipe VI se convierta en un rey partidario, aunque siempre lo ha sido, ahora se le ve el plumero y hasta el pellejo. Prueba fehaciente de ello son las palabras de los dos líderes con más peso electoral dentro de la derecha: Pablo Casado Blanco y Santiago Abascal Conde. Pablo Casado (PP): “En un mensaje impecable, Felipe VI muestra su cercanía con los españoles que peor lo están pasando por pandemia y la crisis. Defiende la unidad nacional, la concordia constitucional y la ejemplaridad de las instituciones. Juntos superaremos esta situación con un gran Rey al frente”. Por su parte Santiago Abascal (VOX), coge unas palabras del discurso del rey y las hace suyas: “No somos un pueblo que se rinda o se resigne en los malos tiempos. No va a ser nada fácil superar esta situación y en cada casa lo sabéis bien. Pero estoy seguro de que vamos a salir adelante. Con esfuerzo, unión y solidaridad España saldrá adelante”. “¡Viva el Rey!” En cuanto a Ciudadanos, en un gran esfuerzo de supina creatividad, con Inés Arrimadas García a la cabeza, destacó: “España saldrá adelante. Con esfuerzo, unión y solidaridad. Con todos y para todos”.

En el otro platillo de la balanza, aunque no todos, están los partidos de izquierdas, que criticaron duramente el anodino discurso de Felipe VI. Sobresaliendo por encima de todos Unidas Podemos, seguido de Esquerra Republicana de Catalunya. Esta formación política, con un largo recorrido independentista (Francesc Macià y Lluís Companys, que fueron sus líderes más representativos) también ha arremetido contra el rey Felipe VI y su discurso navideño. El expresidente Quim Torra ha lamentado que España sea hoy en día una “seria preocupación” para Europa, porque de manera continuada “vulnera los derechos humanos”. El presidente del grupo de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona, Ernest Maragall, dijo que el mensaje de Navidad del monarca “bordeaba la irrelevancia”, pues a su juicio representó “una mezcla de buenas palabras y pomposidad vacía, sin ningún contenido real”. El presidente del Parlament, Roger Torrent, criticó que el Rey vea a Catalunya como una “preocupación”, lo que demuestra que Felipe VI es “incapaz de dar una respuesta que esté a la altura de las circunstancias”. Pero fue, Gabriel Rufián, portavoz de ERC en el Congreso de los Diputados, el que arremetió con más fuerza contra el mensaje del rey. Comparando dicha alocución con un “mitin de VOX”, e ironizó sobre las palabras de Felipe VI al afirmar: “Si no te gusta el discurso del rey, pues no le votes más”.

Pero la clave de todo lo relacionado con el rey Felipe VI, la Casa Real y la institución monárquica pasa por la posición política del PSOE. Cada vez se le ve más incómodo cuando tiene que referirse a la Casa Real. El PSOE apoya lo fundamental del discurso del monarca, pero la pregunta surge de inmediato: ¿Qué es lo fundamental? Aquí el Partido Socialista no se define para no meterse en más contradicciones. El PSOE confía en que Felipe VI “siga adelante con la renovación de la institución”, pero a qué renovación se refiere y en qué dirección tiene que ir: ¿hacia un horizonte republicano o hacia un reforzamiento de la monarquía? Por lo visto y oído hasta la presente, más bien va en esta última dirección. Su negativa a sentar en el banquillo del Congreso de los Diputados al rey emérito, para que responda ante los representantes de la “voluntad popular”, es una de las muchas muestras de apoyo a la corona borbónica. Las palabras de la presidenta de los socialistas, Cristina Narbona, confirman lo antes escrito. Ella ha celebrado “el firme compromiso del Rey con los valores éticos que los ciudadanos reclaman de las instituciones. Confiamos en que siga adelante con la renovación de la institución monárquica iniciada desde el principio de su mandato para convertir la Monarquía parlamentaria en una institución del siglo XXI”. Estas palabras son de una claridad pasmosa para saber de parte de quién están los dirigentes del PSOE, que dirige el que en su día fue defenestrado por la élite del partido y que apoyan sin fisuras al monarca borbón. El partido mayoritario en el Gobierno de Coalición se desmarca claramente de su socio, aunque pide de manera velada que Felipe VI se aleje de las actuaciones de su padre. Pero no apoya a los partidos que piden una comisión de investigan sobre la corrupta actuación del anterior rey, antes y después de su abdicación en 2014, el hoy rey emérito (fugado a los Emiratos Árabes/Arabia Saudí: Juan Caros I de Borbón y Borbón.

La permanencia de la monarquía en España va a depender, sobre todo, de que pase desapercibida, como lo ha hecho hasta el descubrimiento de la corrupción del anterior rey. También si continúa la situación política actual, ya que se tendría que dar una mayoría superior a dos tercios de las fuerzas políticas que no la apoyasen, y el PSOE no está por la labor, al menos de momento. Hay que tener muy presente que la monarquía está acorazada en la Constitución hasta niveles de autocracia, sin esa abrumadora mayoría es imposible cambiar la jefatura del Estado. Una monarquía sostenida por la derecha y una república apoyada sólo por la izquierda y los nacionalistas no tiene visos de un cambio a corto plazo. La izquierda política tiene que asumir la cruda realidad actual y buscar nuevos aliados para darle un vuelco a la tortilla. Una república defendida sólo por republicanos sólo hará que la monarquía se blinde con el apoyo de la derecha.

No seremos los libertarios y libertarias las que gritemos al terminar nuestros actos públicos ¡Viva la III República!, pero a pesar de lo que pasó durante la II República española, siempre estaremos más cerca de los que apuestan por un cambio hacia un sistema más abierto a los cambios sociales en beneficio de los más necesitados, que una monarquía corrupta y parasitaria, que siempre ha estado y estará a favor de los que oprimen al pueblo en nombre de la Patria y de una Constitución que sólo favorece a los de siempre. Nosotros y nosotras estamos por un cambio radical del funcionamiento de la sociedad y no por un simple cambio de poder, o lo que es lo mismo, quitar a unos para poner a otros, aunque estos se amparen en el paraguas ideológico de izquierdas o nacionalistas de izquierdas. Que quede bien claro: ¡Ni monarquía ni república! Apostamos y luchamos por una Sociedad Libertaria.

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