Salomé Moltó

Reflexionando un poco en la forma en que está ordenada la sociedad, vemos que, básicamente, son dos, la estructura piramidal y la horizontal. Todas las asociaciones para ejercer su voz de mando tienen que ejercer la piramidal, un ejemplo de ello es el Ejército, la policía y demás instituciones que necesitan una voz de mando para ejercer sus funciones.

En los muchos debates y conversaciones que hemos presenciado, y por supuesto vivido, hay muchas personas que están a favor de la primera, la estructura piramidal y otras de la segunda, la horizontal.

Unas personas apuntan a que sin un líder que mande, organice la política, la economía e incluso la vida social, no sería posible avanzar positivamente y que los grandes logros de nuestra historia se han producido por el liderazgo de grandes jefes y ejecutivos, y claro, los millones de muertos también. Porque en el fondo, estas estructuras sólo han servido para crear imperios y masacrar a los demás pueblos.

Uno de los más grandes estrategas que ha producido la historia fue, sin duda, Napoleón, el corso que pudo ser francés porque Francia se adhirió Córcega justo un año antes de que él naciera. En los estudios estratégicos que siempre realizaba preguntó los costes en vidas humanas que aquel proyecto podía representar, le dijeron que alrededor de un millón de personas (de los suyos, claro), los demás no contaban y respondió: “Al fin “ce n’est pas beaucoup”, o sea, que tampoco eran muchos. Pensamos que estos señores, grandes estrategas y demás, a lo único que nos han llevado ha sido a la destrucción.

La segunda, la estructura horizontal, es, sin duda, la más civilizada, aunque tenga muchas personas en contra. Unos apuntan que dando el derecho a que todo el mundo pueda opinar, no hay manera de llegar a un consenso, y a veces es verdad; las nuevas generaciones están mucho mejor formadas, pero socialmente están peor que sus padres y abuelos, pues éstos, los abuelos y quizás los bisabuelos, marcaron un hito en la historia de Alcoy, y del mundo en general, al organizar la producción y las relaciones sociales de forma solidaria y responsable. Los kibuts de Israel fueron también una gran referencia.

Una de mis alumnas, al entrar en clase, me dice, “hoy ha llegado el jefe y nos ha dicho: Dejen el trabajo y vengan a la reunión. A partir de ahora ustedes se organizan para llevar la producción, yo me ocuparé solamente de vender lo producido”. Le pregunté más detalles y me dijo que habría un sueldo básico y luego dependiendo de lo vendido se repartirían los beneficios en función de las horas trabajadas y de la responsabilidad directa en el trabajo. Sorprendente, me dije, pero no tanto. En Francia ya se lleva a cabo una organización social y laboral más avanzada, sin contar los países nórdicos, como Finlandia, que son un verdadero ejemplo. ¿Y esos señores no ganan dinero, aun teniendo más humanamente organizada la sociedad y la producción?  Yo creo que sí, porque sin duda una buena organización social es la que pueda contar con todos los que la componen y puede dar buenos resultados para todos.

 

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