Miguel Correas Aneas
“Las extraordinarias realizaciones de las mujeres a través de la Historia anulan la leyenda de su inferioridad”. Enma Goldman
Allá por 1999, la Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo editó un libro de ciento noventa y dos páginas. Su título es harto significativo: Mujeres Libres (Luchadoras Libertarias), dentro de la colección Mujeres/1. Los escritos que aparecen en el mismo están firmados por mujeres de gran trayectoria dentro del movimiento libertario: Conchita Liaño Gil, Pura Pérez Benavent, Sara Berenguer Laosa, Soledad Estorach Esterri, Conchita Guillen Bertolín, Pepita Carpena Amat, Pepita Estruch Pons, Gracia Ventura Fortea, Antonia Fontanillas y María Rodríguez Gil. Con un breve e interesante prólogo de Antonina Rodrigo, cuyo título es muy sugestivo: “La memoria incandescente”.
El libro empieza con una dedicatoria que no quiero dejar de reflejar en este artículo, ya que está llena de nobles sentimientos: “Dedicamos este testimonio a la memoria de todas nuestras compañeras y a las mujeres que cayeron en la contienda, asesinadas por el franquismo, a las encarceladas y a todas aquellas que murieron en el largo exilio”. Hermosas palabras para en encabezamiento de un libro sobre mujeres. El libro continúa con una especie de proclama de Mujeres Libres, al principio de la contienda, para situar la labor de las mujeres en la trágica situación a la que se vieron abocadas. Aunque sea un poco largo no me resisto a darle cabida en esta primera aproximación al feminismo libertario. He aquí el texto completo, el cual lleva por nombre: Nuestro sentido humano: “En este instante decisivo en que las definiciones han de traducirse de modo fundamental en hechos y las posiciones en acciones rotundas, la definición y la posición de las mujeres -de las mujeres libres, de las que afirman su resuelta voluntad de serlo- nos las dan los hechos y acciones que estas páginas recogen lo más plásticamente posible. Junto a la mano suave de mujeres que curan heridas, cuidan niños u ofrecen un sorbo de agua a la ardiente sed del combatiente, destacamos el brazo fuerte de la mujer que enarbola un fusil. No significa esto en modo alguno la renuncia a un sentido humano que queremos proclamar sobre todas las cosas. Pero nuestro sentido humano es integral, activo y beligerante. Y es transcendente. Es decir, alcanza a más que al alivio inmediato del dolor inmediato. Aspira a la eliminación radical del dolor, al menos del dolor social -de la fuente de los dolores más bien- que nace de la opresión política y de la injusticia económica. Y no es culpa nuestra si, ahora, la lucha se nos plantea, implacable y apremiante, con una insistencia terca de duelo definitivo, en el estruendo mortífero de las armas. No es culpa nuestra que una agresión organizada para nuestro exterminio y armada de cañones, ametralladoras, bombas y fusiles, no la podamos reducir ni contener por el momento con ternuras femeninas y razonamientos humanitarios. Luchamos por la vida y no es culpa nuestra que, en esta lucha, tengamos que operar con la muerte.
Nuestra proclamación de piedad para luego. Para cuando el cañón del enemigo cese de cantar a nuestra misma puerta el himno feroz del fascismo. Para cuando sobre nuestras cabezas no se proyecte la sombra trágica del hacha del verdugo. Para cuando, frente a nuestra aspiración a una vida ascendente, no se cierna la inminente amenaza de las más nefandas regresiones históricas.
Entretanto, nuestro sentido humano, precisamente nuestro sentido humano, nos obliga a la lucha dura, cruenta, implacable contra un enemigo implacable, a través de la muerte, por encima de la muerte, defendemos la vida. La única que merece ser defendida: la vida en plenitud de libertad”.
Nunca una obra tan importante como la que llevaron a cabo Mujeres Libres, durante su período álgido de funcionamiento, podía haber sido posible sin la aportación de centenares de mujeres, que hicieron suyo el proyecto que habían ideado sus fundadoras: Lucía Sánchez Saornil (Madrid 1895-Valencia 1970), Mercedes Comaposada Guillén (Barcelona 1900-París 1994) y Amparo Poch Gascón (Zaragoza 1902, Toulouse 1968). Los grupos que había dispersos por toda la geografía española, con mayor o menor incidencia, se organizaron a nivel nacional para la formación de una Agrupación de Mujeres Libres. Teniendo como focos más importantes el de Madrid y el de Barcelona. Su objetivo primordial y fundamental era la lucha por la liberación femenina. Sus aspiraciones como Movimiento femenino eran muy claros y entre ellos destacaron los siguientes: a) Paridad de deberes, paridad de responsabilidades y paridad de derechos sin predominio del varón, en ninguna área. b) Que se reconociera y aceptara la voluntad de la mujer, su capacidad de decisión y el derecho a decidir. c) Conseguir la oportunidad de estudios superiores y empleos, y a igual trabajo igual salario. d) Que la mujer cuya vocación no fuera doméstica y su amplia realización, la maternidad, tuviera las mismas facilidades que el hombre para buscar y obtener otras oportunidades que le permitieran conseguir su liberación económica. e) Completa igualdad ante la Leyes: patria potestad de los hijos compartida, derecho a disponer de sus bienes, igual castigo en caso de adulterio y modificar un largo etcétera de arbitrariedades ante dichas Leyes”.
Uno de los hechos más sobresalientes de Mujeres Libres era la suma importancia que le daban a la formación de las mujeres que fuesen socias de la Agrupación, así que cuando tuvieron la posibilidad de hacerse con un local, lo pusieron a disposición de todas las compañeras que quisieran aprender, ofreciendo clases alfabetización y otras de diversas manifestaciones del saber: Aritmética, Gramática, Historia de la Literatura, Geometría, Geografía, Historia, Contabilidad, Ciencias Naturales, Anatomía, Fisiología, Idiomas, Dibujo, cursillos completos de Agricultura, Puericultura, Enfermería, formación de secretarias, clases de mecanografía, taquigrafía, mecánica, formación de personal técnico para actividades gastronómicas, clases de corte y confección y una escuela de propagandistas. Este amor por la cultura no era una cosa de pura improvisación, sino que tenía sus raíces más profundas en las escuelas racionalistas, ateneos libertarios y actos culturales que llevaban a cabo los sindicatos anarcosindicalistas, así como los grupos de afinidad libertaria.
Las nuevas socias captaban desde el primer momento la actitud de las compañeras, que se basaba en un trato natural y espontáneo, sin alardes de superioridad, con ello se captaba la voluntad de nuevas compañeras de una manera increíble. Entre ellas no había líderes ni pretensión de imponer criterios por parte de nadie. Una solidaridad fraternal y humana era la tónica en el ambiente y en sus relaciones. Esta forma de comportamiento lo ponen de manifiesto todas las que han escrito alguna página del libro que estoy comentando. Aquella atmósfera solidaria, sincera y humilde contribuyó, de manera rotunda, a la eclosión sin precedentes en ningún movimiento de liberación femenina iniciado hasta la fecha. Loa postulados del MM.LL. abarcaban en su totalidad la problemática de la mujer. MM.LL. se adscribió al Movimiento Libertario, pues sus iniciadoras defendían el ideal anarquista, y pretendían ser la rama femenina de dicho Movimiento, como la juventud estaban representados por las Juventudes Libertarias, pero los compañeros no quisieron reconocerlas como rama femenina del Movimiento Libertario y esa actitud causó mucho asombro y resentimiento. Cada partido había creado su sección femenina, y MM.LL se la ofrecieron, en bandeja de plata, al Movimiento Libertario y éste la rechazó. Algunos sindicatos y ateneos, y sobre todo, JJ.LL y la F.A.I, sí que apoyaron a Mujeres Libres, aunque en ocasiones de manera algo paternalista.
Lo más notable de la Agrupación era su propia autonomía, permitiéndoles ser la única organización femenina entre todas las existentes de aquel tiempo que podía actuar con entidad propia. En Barcelona, Madrid y Valencia no tardaron mucho tiempo en instalarse Institutos de Enseñanza Mujeres Libres. Las actividades más importantes, además de los cursos de enseñanza y aprendizaje en talleres, fueron la creación de colonias para niños refugiados, atender a milicianos convalecientes desplazados de sus familias, escribir y mandar paquetes a los del frente y el desplazamiento de algunas compañeras para aportarles apoyo moral. Los otros movimientos feministas tomaron forma sobre todo en la clase burguesa e intelectual por razones naturales, pues sufrían menos miseria y disfrutaban de más ocio.
Amparándose en la ley de Asociaciones de 30 de junio de1937, se presentaron en Valencia dos ejemplares de los Estatutos de la Federación Mujeres libres. He aquí sus dos primeros artículos, que definen los objetivos de la Federación: “Capítulo I Objetivos. Artículo 1º. Con el título de Federación Nacional de Mujeres Libres se constituye en España, con residencia en Valencia, calle de la Paz, nº 29 – 1ª, una organización cuyos objetivos son los siguientes: a) Crear una fuerza femenina consciente y responsable que actúe como vanguardia de progreso. b) Establecer a este efecto, escuelas, institutos, ciclos de conferencias, cursillos especiales, etc., tendentes a capacitar a la mujer y a emanciparla de la triple esclavitud a que ha estado y sigue estando sometida: esclavitud de ignorancia, esclavitud de mujer y esclavitud productora. Artículo 2º. Para el logro de estos objetivos actuará como organización política identificada con las finalidades generales de la CNT y la FAI, ya que su aspiración de emancipación femenina tiene como objetivo supremo que la mujer pueda intervenir en la emancipación humana coadyuvando con los conocimientos adquiridos y enriquecidos con sus características propias a la estructura del nuevo orden social”. Que hermosa utopía la de Mujeres Libres: creación de un nuevo orden social, más justo, más humano y solidario. Como dice la copla, ya no hay locos y locas utópicas con esa fuerza que tenían las mujeres libertarias de esa época. Tal como escribió la incasable Pepita Carpena, la gran luchadora libertaria, en mayo de 1986: “Sin los locos utópicos estaríamos todavía en la Edad de Piedra. Las minorías son siempre las que hacen avanzar a las mayorías”. Lo importante es que esas minorías no se suban al carro del poder y continúen reproduciendo el status quo de la situación de injusticia y esclavitud de la mayoría.
Cuando se habla de socialización, hay expresiones que te llegan hasta lo más profundo del corazón, pues en un nuevo orden social la aportación de cada una y cada uno de los componentes de una sociedad son igual de importantes y valiosos, pues todas y todos son necesarios en una comunidad justa e igualitaria, es decir, igualdad dentro de la diversidad que forma la colectividad. Es por ello, que Mujeres Libres tenían muy claro que no podía tener prioridad un obrero intelectual sobre un obrero manual. Ni es más estimable el que monta barómetros o telescopios que quien asegura el abastecimiento de los pueblos, en sus diversas necesidades. Hay que luchar contra la vieja y corrompida concepción, amparada siempre `por los burgueses y capitalistas de todos los tiempos de que el trabajo intelectual está por encima del trabajo manual. Sin un arquitecto se puede construir una casa, sin ingeniero de puede hacer una máquina, pero sin albañil o mecánico no hay posibilidad de construir nada. Para Mujeres Libres el tren, la casa, el libro y el pan tienen una importancia equivalente, ya que todo ello es necesario para la vida de todo ser humano. Por eso las aportaciones del ingeniero no valen más ni menos que las del sastre o campesino. La medida del valor no puede ser otra que la utilidad. Lo que menos importa es que quien produzca lo necesario maneje la pluma, el mecanismo o la azada. ¡Qué grandeza de miras las de esas mujeres que nos precedieron en la lucha por una sociedad radicalmente diferente a la que nos ha tocado vivir!
Continúa…